En la cabeza de Rivers Cuomo

Rivers Cuomo ya se aburrió. Lleva años escuchando el mismo comentario: que Weezer ha vuelto a estar en forma. Alguien lo dice cada vez que lanzan un disco. Cuando salió el homónimo verde, había críticos celebrando que retomaran el hilo del debut azul. Después apareció "Make Believe" y otros aplaudían las reminiscencias de "Pinkerton". Hasta "Hurley", que no era ninguna maravilla, fue sindicado como una reivindicación en algunos medios tras el bochornoso "Raditude".

Aunque el tópico periodístico es elogioso en el fondo, Cuomo lo interpreta como una negación del trabajo que ha hecho. Se queja de su retórica, pero fue culpable de avivarla hace un par de años. En el primer single de "Everything Will Be Alright in the End", su disco anterior (también descrito como un regreso a los buenos tiempos), enfatizaba su deseo de emular el pasado. Back to the Shack mencionaba sin rodeos en su letra los pasos en falso en la carrera del grupo, pedía disculpas a los fans de siempre y aseguraba que volverían a rockear como en 1994.

Al menos, hablaba de corazón. Para evitar nuevos papelones en el reciente disco blanco, buscó un productor que representara en calidad de vocero a la maltratada base de seguidores fieles de Weezer. En Jake Sinclair encontró a la persona correcta. No sólo era el responsable en el segundo aire de las carreras de Panic at the Disco y Fall Out Boy, sino un fanático acérrimo, integrante de una banda tributo llamada Wannabeezer.

Para Cuomo, la meta no sólo es encajar sus propios deseos en la voluntad de su audiencia, sino vender suficiente. Lo nuevo de Weezer llega un año y medio después de "Everything Will Be Alright in the End", al que consideró un fracaso por su bajo rendimiento comercial. Si un proyecto falla según sus parámetros, prefiere empezar el siguiente. No le cuesta, tiene muchas canciones bajo la manga. Ni siquiera necesita escarbar tanto: uno de los últimos sencillos del grupo, California Kids , fue editado en la navidad del 2014 por Scott & Rivers, el dúo en el que canta en japonés con su amigo Scott Murphy de la banda pop punk Allister.

Motivado, imposible detenerlo. Para sacar adelante su visión de un disco playero, creó un perfil de Tinder, previa autorización de su esposa, para conocer a gente, salir y alejarse de su cuidada rutina casera de adulto estable de 45 años, padre de familia. En esas andanzas, compartió con personas que no forman parte de su círculo: punks adolescentes, krishnas y surfistas; el tipo de especímenes que abundan en la Costa Oeste.

En el idioma de Rivers Cuomo, valga la salvedad, disco playero no significa una agradable experiencia soleada, sino el retrato de las miserias humanas que ocurren en un escenario paradisíaco. No podría ser de otra forma: ésa es la materia prima de sus canciones. Ahora es un experto en sacarle el rollo a otros; lo aprendió después de exponer sus propias vergüenzas en canciones como Across the Sea , sobre sus fantasías sexuales con una fan japonesa que le envió una carta (y a la que nunca conoció), o incluso en forma de mensajes online como los que escribía en el foro The Rivers Correspondence Board, donde dialogaba con seguidores y detallaba las complicaciones de ser promiscuo.

Sus desventuras estuvieron a un paso de convertirse en una sitcom, pero el episodio piloto no le interesó a ninguna cadena televisiva. Hubiese sido interesante ver a ese personaje. "Rivers tiene una extraña personalidad, cosa que me gusta", aseguró alguna vez Ric Ocasek, "puede ser muy comunicativo, dependiendo de lo que quiera hablar. Definitivamente vive en su propio mundo, pero piensa lógicamente, sabe lo que quiere y sale a buscarlo". Cuenta la leyenda que el batero Pat Wilson le advirtió al guitarrista Brian Bell, antes de que se sumara al grupo, que "vas a pensar que Rivers es la persona más rara que hayas conocido".

Productivo, Cuomo ya está pensando en el siguiente disco. Como siente que Jake Sinclair ganó la última partida, frenando en cierta medida su impulso de dar un giro radical, planea la aparición de una respuesta a su propio álbum blanco. Obviamente se llamará "The Black Album".

Andrés Panes

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