Iron Maiden: cuarenta en cuarentena Celebrando el debut de la Doncella en este artículo Martes, 14 de Abril de 2020 Reflexiones a propósito del 40° aniversario del debut discográfico de Iron Maiden. Al galope, sobre "los números de La Bestia", algo de trivia y un puñado de recuerdos: la historia de la banda, su vocación antropológica, las posibles forma, fondo y look de Eddie T. Head en su esperado próximo disco, el número 17 de los ingleses. Por Mauricio Illanes Naranjo, autor de "Eddie, El Fan" (www.eddieelfan.net) Hace cuarenta años, el 14 de abril de 1980, estaba lejos de completar el cuarto básico en El Carmelo de Copiapó, faltaban casi ocho meses para cumplir 9 años de edad y mi único hermano hasta ese momento justo ese día completaba su quinta vuelta alrededor del sol. La época y la distancia geográfica, la condición insular del Chile de entonces, el "apogeo" de Pinochet, esos años. Todo habla de "lo imposible" de que, en esas coordenadas, un niño lo hubiera sabido y años más tarde recordara para contarlo: el debut discográfico de una banda inglesa de punk metal llamada Iron Maiden. Un día feliz por partida doble: es el cumpleaños del primero de mis dos hermanos (Rodrigo) y del primogénito de la banda, bautizado igual que ella y la que con el tiempo se ha revelado como lo que es para millones de fans en el mundo: su primer amor. “Lo nuestro” partió tres años después, entre otoño e invierno de 1983, mientras escuchaba el segundo y último registro de Paul Di’Anno como vocalista ("Killers", 1981) de un grupo que sólo un año antes (1982) había comenzado su consagración a nivel planetario de la mano de un disco tan monumental como polémico ("The Number of the Beast"), gracias a las privilegiadas cuerdas vocales y performance en vivo de un más bien menudo esgrimista (Bruce Dickinson) y licenciado en historia universal, quien llevó el sonido crudo, oscuro y algo callejero de los dos primeros discos a otro nivel. Después, y antes de que mi iniciación musical hard rock y heavy metal siguiera su curso hacia la natural diversificación en ambos géneros gracias a Kiss, AC/DC, Ozzy, Black Sabbath, Deep Purple, y Judas Priest (Su 6° LP, "British Steel", fue lanzado el mismo día que el de los Maiden), por mencionar algunos de sus principales exponentes, llegó a mí, siempre en cassette, el sin igual "Piece of Mind" (1983), incluso antes que "The Number of the Beast" (1982). Y cuando completé algo así como mi primer año de “servicio militar” de fan del heavy rock, fui “condecorado” en mi cumpleaños número trece por mis padres con otra cinta, la tercera con Bruce Dickinson y que hasta hoy es mi favorita: "Powerslave". Los veranos de 1985 y 1986 transcurrieron al ritmo de mis primeros “shows en vivo” virtuales de la Doncella de Hierro ("Live After Death" 1 y 2) y del épico salto en el tiempo que, literalmente, tanto para la banda como para sus fans, significó su sexto disco: "Somewhere in Time" (una de tantas giras mundiales exitosas, que años más tarde recicló su nombre y fundió su puesta en escena con la del álbum anterior, para reconquistar al mundo como antaño: "Somewhere back in time 2008 y 2009", tod@s a bordo del Ed Force One, un Boeing 747-400 piloteado nada más y nada menos que por su vocalista, Bruce Dickinson). La edad media Como millones de fans, asistí sin saberlo a mediados de 1988 al fin de la etapa clásica de la banda, la cúspide de una ruta tan gloriosa como trascendente, gracias a su séptimo disco "Seventh Son of a Seventh Son" (Él y sus teclados cumplieron 32 años el pasado sábado 11/04/88): suerte de talismán de graduación escolar que puso fin a mis “doce juegos”, según nuestro retirado prócer del rock, Jorge González. Sólo dos años después, Iron Maiden encontró su propio medioevo -movimiento “grunge” mediante-, nada más poner un pie en la década de los 90 con su octavo disco, "No Prayer for the Dying", que siguió a la partida de uno de sus dos guitarristas, Adrian Smith -ingresó a la banda para grabar el "Killers"-, tres años antes de que uno de los responsables de esa época de esplendor, su vocalista Bruce Dickinson, también los dejara tras promover el oscuro, extenso y no tan regular, "Fear of the Dark" (1992). Su noveno disco casi los trae a Chile, de no ser por aquella historia de provincianismo, estrechez de mente y poder, ya parte del anecdotario rockero mundial que no vale la pena recordar. Sus entretelones acaso ocultaron una especie de fatiga creativa de la banda, acostumbrada a estrenar discos a razón de uno al año (los cinco primeros) y, luego, con dos de diferencia entre el sexto y el noveno, siempre fieles a la propuesta musical y estética que los hizo grandes, pero en un escenario global de evidentes cambios en esos y otros ámbitos. "The X Factor" (1995) y "Virtual XI" (1997), sus discos décimo y undécimo, respectivamente, sonaron alrededor del mundo con otra voz (Blaze Bailey) y por fin Iron Maiden debutó en Chile en un memorable, aunque fallido show, en el teatro Caupolicán (28 de agosto de 1996). Por unanimidad de sus fans, ambos están en las antípodas de los mejores álbumes de la banda, según los lectores encuestados por la revista Kerrang! (Los cinco grabados en los 80 con Bruce Dickinson, encabezados por el "Seventh Son of a Seventh Son"). El renacimiento del grupo llegó en 1999 con el regreso de su vocalista más exitoso, acompañado del guitarrista Adrian Smith para conformar un sexteto (“Six, six, six…”), en lo que hasta ahora es su formación más extensa y, por lo mismo, ya tiene pasaporte de “clásica”. Año 2000, siglo XXI Es el cambio de siglo, de milenio, y la historia, aquella tradicional fuente de inspiración para las melodías y letras del grupo, amerita un “guiño” a uno de los grandes libros de “anticipación” de la literatura universal: Un mundo feliz (Brave New World, 2000) de Aldous Huxley. Su tratamiento en clave heavy metal a nuestra creciente conciencia en torno a cada vez más de todo cuanto nos rodea, una especie de canto a “el futuro que ya pasó”, precede ese 15 de enero del 2001 en gran forma al disco que el mismo mes, pero tres años después (2004), los vuelve a traer a Chile con su misma y ya definitiva formación para que bailemos con la muerte ("Dance of Death", 2003). Y aunque los chilenos no pudimos disfrutar como en otras latitudes de la interpretación íntegra en vivo y en directo del que hasta ahora es su registro más progresivo para conjurar la guerra ("A Matter of Life and Death", 2006), enloquecimos dos veces en un año con sus ya mencionadas visitas del 2008 y 2009 mientras viajábamos en el tiempo con ellos hasta sus días más gloriosos, gracias a un setlist inédito en Chile. Cancelada la “deuda” de Iron Maiden con sus fans chilenos, vino "The Final Frontier" (2010): su debut en el Estadio Nacional inmortalizado en su DVD "En Vivo!", del 10 de abril del 2011. 'El Dorado', tercer tema de ése, el décimo quinto disco de la banda que esa noche sonó en el mismo orden que en su LP hasta ese punto, adelantó su mención in profundis del mundo latinoamericano en tiempos apocalípticos (Mayas), sobre lo cual versa la canción que da nombre al título de su último álbum, "The Book of Souls" (2015). Sonó en ese mismo recinto con lleno total al año siguiente, tres luego de otro show ahí ("Maiden England", del "Seventh Son of a Seventh Son") y casi tres antes de su última visita del año pasado. Actuaron en el Movistar Arena y después en el principal de Ñuñoa para presentar "The Legacy of the Beast", las noches del 13 y el 14 de octubre. ¿Y Eddie (T. Head)? Este martes 14 de abril se cumplieron 40 años desde el inicio de esta historia discográfica. “Cuarenta en cuarentena”, imagino como texto para alguna composición gráfica conmemorativa (Meme, poster, camiseta oficial, GIF, todas las anteriores y más) con Eddie T. Head de protagonista, como ocurre hace 40 años. Eddie... Hasta ahora un gran ausente en este recuerdo, todo un ícono global, monumental inspiración sobre la cual no quisiera ser autorreferente. Por eso, de él hasta ahora, ni media palabra. Aunque quizá no debería ser de ese modo, nobleza obliga. Mínimo para especular, imaginar, tratar de adivinar cuál será su próximo look como ilustración de todo lo grabado por la más grande banda de heavy metal del mundo en la víspera del cuadragésimo aniversario de su debut discográfico. ¿Será en forma de un nano métrico virus como el que hoy acecha y aterra al mundo entero (Por usar sólo un par de verbos y omitir otros tan implacables como verdaderos)? ¿O tendrá la apariencia de un misterioso y singular tecnólogo médico abocado a la tarea de encontrar su cura debajo de botas, traje, mascarilla, gafas y capucha protectora? ¿El estereotipo de científico loco haciendo de las suyas con tecnología de punta entre sus manos? ¿Tal vez una suerte de policía sanitario que enérgicamente “invite” al negligente ciudadano de turno a caminar rápido a su casa rumbo al total aislamiento? A propósito y como dato curioso: 'Virus', el tema que abre su compilación de grandes éxitos de 1996 ("The Best of the Beast"), es el único “nuevo” entre ellos y de toda la discografía de la banda dedicado a la partícula responsable de un fenómeno como la pandemia que experimentamos hoy a nivel global, que como canción sintetiza algo de la “inercia” que los caracterizó durante los 90 y llevó al mismísimo James Hetfield (Metallica) a criticar su facilidad para abandonarse a melódicas “cabalgatas” ya familiares y cada vez más recurrentes, al punto de volverse hasta algo predecibles por su tufillo a “fórmula”. Mención aparte, eso sí, merece la letra de la primera parte del tema: espeluznante por lo “premonitoria”. Leyendas vivas Estas líneas brotan de noche, justo una semana antes del 14042020, tras observar por algunos minutos y en silencio la súper luna llena más grande del año, compartida por la galaxia, tal vez piadosa de los atemorizados habitantes de este mundo. Media docena de perros repartidos por el vecindario ladran y aúllan con insistencia, el impulso de postear al acto Moonchild en Facebook es automático, me detiene la certeza impía de su letra implacable entre el caudal de pensamientos y recuerdos que no cesan de fluir, junto a los rumores y supuestos trascendidos de prensa de 2019 asegurando que el disco n° 17 de la Doncella de Hierro habría sido grabado en París, incluso en los mismos Guillaume Tell Studios que The book of souls y podría ser lanzado entre el que iba a ser su último show de su ya cancelada gira Legacy of the beast, en Barcelona el próximo 25 de julio, y la siguiente Navidad, cuando se cumplan 45 años de la fundación de la banda. ¿De qué (temas) versará? ¿Cuál será el concepto elegido para enmarcarlo(s)? ¿Se verán obligados por los últimos acontecimientos a regresar a los estudios de grabación para producir un registro sonoro y temático más ad hoc con los tiempos que corren y evitar así la disonancia, el “off side temático”? ¿O la genialidad de los seis, su capacidad de tomar el pulso a nuestro mundo, les habrá permitido materializar conceptual, lírica y musicalmente una entrega conectada con lo que hoy nos afecta? Tal como el cine norteamericano, que por mucho tiempo se caracterizó por ser eco de noticias, tendencias culturales y el día a día más allá de sus salas, Iron Maiden lo ha sido siempre de su historia y de su protagonista: el hombre. Sus luces y sombras, sus grandezas y debilidades, sus virtudes y miserias... En pasajes históricos, a través de las biografías y hechos de seres humanos con nombre y apellido, claramente identificables incluso, la “Doncella de hierro” ha pasado revista a la historia, en bajas y en altas, incluso a la “intra historia” de personajes creados para viajar en el tiempo y hablar de sus escalas. Quizá es la razón por la cual Nikki Sixx, bajista de los “resucitados” californianos Mötley Crüe, que compartió tour en Europa con los ingleses abriendo para ellos en 1984, alguna vez habló del “metal literario” de esa “verdadera leyenda” viviente que, según él, es Iron Maiden, cuyo adjetivo más adecuado para definir su clase de metal tal vez sea histórico. Humanista. Existencial. No lo digo yo, sino más de centenar y medio de canciones nunca cercanas a “I wanna rock and roll all night and party every day”. Paradójicamente, uno de sus líderes y bajista, Gene Simmons, comenzó a visitar seguido el camarín de los teloneros de su gira de cuarenta y cinco días por Europa en 1980 (Iron Maiden), porque “quería la camiseta de una banda inevitablemente encaminada hacia el éxito”, (A mediados de los ’70, el mismo Simmons descubrió en un club de L.A. a Van Halen), mientras Kiss iba cuesta abajo luego de grabar su resistido séptimo disco, "Dinasty". Beso al futuro Un momento clave para los ingleses que permitió al fundador, bajista y líder, Steve Harris, junto al mánager del grupo, Rod Smallwood, aprender de la producción a gran escala y con escenografías monumentales, como también de la exitosa mercadotecnia ya desarrollada por Kiss en esos días, lo que hoy irónicamente es una de las “marcas registradas” de los neoyorkinos. Obvio que también de música y quizá cuánto más, porque entre Alemania, Bélgica, Francia, Suiza, otra vez Alemania, Holanda, Suecia, Dinamarca y Noruega –desde el 29 de agosto hasta el 13 de octubre-, los integrantes de Kiss y Iron Maiden compartieron mucho tiempo entre los shows durante los viajes. A tal punto que el guitarrista Dennis Stratton pasó más con los miembros de la banda cabeza de cartel de la gira que con sus emergentes compañeros. Un “detalle” que sumado a los cerca de cinco años más que éste tenía respecto del resto del grupo, significó su reemplazo por Adrian Smith cuando volvieron a Londres para preparar la grabación de su segundo disco ("Killers") al calor de la “antorcha” recién recibida de manos de Kiss en plena ruta. Es el álbum a través del cual conocí a Iron Maiden, lo dije al comienzo de este texto, y 1983 el año desde el que vibro con su música y su universo. ¿Por qué? Obviamente, las respuestas son diversas, pero una de ellas es que su música tiene cierta tendencia a revisar pasajes de la historia humana. A través de canciones como 'Quest for Fire' (de ese mismo año) acerca de la prehistoria-invención-del-fuego-y-lucha-por-“domesticarlo” y/o 'When the Wild Wind Blows' (2010), sobre un inminente apocalipsis cuyo desenlace es una catástrofe natural. El trágico fin de una exploración espacial ("The Final Frontier"), adelantada con creces veinticuatro años antes (1986) al sugerir los viajes en el tiempo en un tema que también da título a otro disco ("Somewhere in Time"). Canciones donde se habla de la violencia como forma de colonización ('Invaders'), algunas veces devenida en genocidio ('Run to the Hills'), ambas de 1982, con un claro comentario político al respecto esta última. La admiración por conquistadores y liberadores históricos ('Genghis Kahn', 1981. 'Alexander the Great', 1986. 'William Wallace', 1997), su inspiración en obras literarias para canciones que la mayoría de las veces conservan el nombre ('The Phantom of the Ophera', 'Gastón Leroux', 1980. 'Murders in the rue morgue', 'Edgar Allan Poe', 1981. 'The Rime of the Ancient Mariner', 'Samuel Taylor Coleridge', 1984. 'Seventh Son', 'Orson Scott Card', 1988. 'The Lord of the Flies', 'William Golding' y 'The Name of the Rose', 'Umberto Eco', ambas para un disco de 1995); lo que varía en el caso de las películas ('Omen' para "The Number of the Beast", 1982. 'The Duelists' para la canción homónima de 1984. 'Heaven Can’t Wait' para otra canción del mismo nombre de 1986. 'Falling Down' para "Man on the Edge", 1995. 'Eyes Wide Shut' para "Dance of Death", 2003), entre las cuales no faltan hazañas y tragedias aéreas ('Aces High', de 1984 y 'Empire of the Clouds', de 2015, respectivamente), ni historias mitológicas ('Flight of Icarus', 1983), la hipocresía religiosa ('Holy Smoke', 1990) ni menos una fallecida estrella del cine digna de ser “homenajeada” (Robin Williams, 2015). Heavy metal humanista Y si se trata de la guerra desde una perspectiva crítica, produjeron un disco completo ("A Matter of Life and Death", 2005), varias de sus canciones vuelan sobre el mismo tema una y otra vez, como pacientes buitres hambrientos ('2 Minutes to Midnight', 1984. 'Afraid to Shoot Strangers', 1992. 'Fortunes of War', 1995. 'Cómo estáis amigos', 1997. 'Paschendale' y 'Face in the Sand', de 2003): media docena de “avances” de lo que sería el conceptual disco de dos años más tarde dedicado al hombre contra su prójimo. Y donde el repertorio de los ingleses es tanto o más abundante, es en los tipos humanos que abordan sus canciones. El vagabundo ('Prowler', 1980), coexiste con el “rebelde sin causa” y el hijo pródigo ('Wrathchild' y 'Prodigal Son', 1981), y éstos con un reo y un soldado ('The Prisoner' y 'The Trooper', de 1982 y 1983, respectivamente). De un explorador y un maratonista ('Stranger in a Strange Land' y 'The Loneliness of the Long Distance Runner', 1986), podemos pasar a un clarividente ('The Clairvoyant', 1998) y de éste a un artillero de cola de un avión bombardero ('Tailgunner', 1990), a un fugitivo ('The Fugitive', 1992), a un mercenario y a un nómade ('The Mercenary y 'The Nomad', 2000). Una característica que no se agota y continúa en los cuatro discos siguientes, por lo que no sería extraño, y así lo esperamos sus fans, que también aparezca en el último: el número 17. Con algo de suerte vería la luz este 2020 mientras, tragicómicamente, en países como el nuestro asistimos a la paulatina eliminación de la historicidad por decreto, esa sensibilidad histórica educada en el ayer y necesaria para saber hacia dónde queremos ir y cómo lograrlo. Suerte que como “antídoto” para las nuevas generaciones existe Iron Maiden: también nombre de un instrumento de tortura medieval y/o apodo de la Primera Ministro Británica (Margaret Thatcher, 1973-1990) durante la concepción, nacimiento y época dorada de la banda. Explosiva mezcla a la que la “Doncella de hierro”, insisto, añade ser algo así como “el primer amor” para millones de fans repartidos por el mundo. Transcurridos cuarenta años y un camino no exento de altos y bajos, seguimos felices de tenerla aún a nuestro lado. Como nosotros, al suyo. Tags #Iron Maiden # IronMaiden # Maucio Illanes Naranjo Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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