Tres décadas unido a Exodus: mi experiencia con "Bonded By Blood" Recuerdos personales de la obra maestra que hoy cumple 30 años Sábado, 25 de Abril de 2015 Siempre se comenta que la juventud es impresionable (mucho más la de antes que la de ahora, en todo caso), pero a los 14 años encontrarse de golpe y porrazo con un disco como “Bonded By Blood” causa un impacto que dura el resto de la vida. Situándonos en el contexto, en 1985 el thrash era un nuevo e incipiente tipo de metal de corte subterráneo, callejero y visceral. En otras palabras, era la música más extrema del momento y para un pendejo como yo, lleno de energía y ávido de vivir emociones fuertes, era la puerta a un paraíso infernal de un consciente placer culpable. Un lugar del que, una vez cruzada la línea, ya no hay vuelta atrás. El rito era siempre el mismo: los recovecos del paseo Las Palmas en Providencia, las hordas de metal heads haciendo el habitual intercambio de cassettes, vinilos y los ilegibles fanzines, esas revistas de fotocopias en blanco y negro. Todavía recuerdo cuando entré a Rock-Shop, la única disquería especializada en metal de Santiago y de todo el país en esa época, y vi esa portada en tonos celestes con las guaguas sangrando. Sin tener una mínima información previa sobre la banda, de inmediato me sentí unido al disco. Comprarlo fue un acto impulsivo, confiando siempre en esa máxima personal que me dice que “detrás de una gran e impactante portada, siempre hay un gran disco de metal”. Y así fue. Una vez dueño del LP, se apoderó de mí esa ansiedad nerviosa que acelera el pulso, lo único que quería era llegar luego a mi casa a poner el vinilo sobre la tornamesa. Pero antes faltaba otro ritual: abrir cuidadosamente el celofán y ponerle scotch al contorno para dejarlo fijo y proteger el tesoro que acababa de comprar. Aún recuerdo que los discos del sello Combat tenían un olor muy especial y peculiar, más fuerte y penetrante que el aroma de otros discos como los de Elektra, Metal Blade o Shrapnel. Aparte, el acetato también era más denso y grueso, más pesado que los discos de los otros sellos. Esas cosas siempre son detalles muy importantes para cualquier melómano del metal. Solo nueve canciones y poco más de 40 minutos de música le bastaban a Exodus y su glorioso disco debut para dejarme triturado. Han pasado 30 años desde entonces y todavía quedo anémico después de escucharlo. Desde el inicio, en plan kamikaze, el disco me destrozaba la vértebra cervical con ‘Bonded by Blood’, sin respiro ni tregua hasta esa final y galopante ‘Strike of the Beast’, donde la producción de Mark Whitaker hacía sonar al grupo absolutamente compacto y apretado, lleno de garra y poder radical. 10.950 días de vigencia Poco tiempo después, la impresión fue aun mayor cuando cayó en mis manos el histórico VHS “Combat Tour: The Ultimate Revenge Live At Studio 54”, en que Exodus compartía cartel con unos primerísimos y ya brutales Slayer y los (para ese entonces) satánicos ingleses de Venom. Ese video me permitía tener un testimonio visual fascinante de los orígenes del thrash en todo su esplendor, verlos con la grandeza de su cantante original, el tristemente fallecido Paul Baloff, junto al implacable “Team-H” de Gary Holt y Rick Hunolt en las guitarras y esa base demoledora del bajista Rob McKillop y el baterista termonuclear Tom Hunting con fabulosas versiones en vivo de ‘Piranha’, ‘Metal Command’ y ‘Strike of the Beast’ entre otras. Era algo impagable en una época donde uno soñaba con ver en vivo a algunas de esas bandas en Chile. Tuvimos que esperar hasta 1992 para recibir la llegada de los germanos de Kreator. Con los años, fui conociendo más historias sabrosas del disco, como que originalmente iba a ser lanzado en 1984; algo muy importante, pues le hubiera valido a Exodus ser considerado uno de los Big 4, aunque en justicia, debería ser el Big 7, ya que Overkill y Testament también fueron fundamentales para la explosión del thrash metal americano, pero un problema legal del sello retrasó la salida un año completo hasta 1985. También supe que la placa originalmente se iba a llamar “A Lesson in Violence”, pero al no encontrar un concepto adecuado de portada para ese título, lo cambiaron a “Bonded By Blood” usando esa gran ilustración con las míticas y diabólicas guaguas sangrantes; o que un tal Kirk Hammett era uno de los guitarristas originales, pero que dejó la banda para unirse a Metallica en 1983. Que sea el único disco de Exodus registrado con la voz de Paul Baloff le suma valor emocional a la placa. Pero, más allá de eso, “Bonded By Blood” es un clásico indeleble de la historia del heavy y thrash metal por derecho propio, por la enorme calidad intrínseca de sus canciones y porque 10.950 días después de su lanzamiento, sigue siendo un disco plenamente vigente, con esos nueve himnos que emergieron de la Bay Area en San Francisco, California, y llegaron hasta rincones tan apartados del mundo como Chile. Quien escribe se encontraba en el lugar y el momento indicados para ser testigo de la historia y sentir el golpe de la bestia. Cuando hago la conexión entre “Bonded By Blood” y “Blood In, Blood Out” del año pasado, me doy cuenta que el círculo una vez más está completo. Cristián Pavez Tags #Exodus # Exodus Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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