Un futuro sin rock Lunes, 09 de Enero de 2017 Chuck Klosterman, nacido hace 44 años en Minnesota, califica fácilmente entre los mejores ensayistas estadounidenses desde el cambio de milenio. Formado como periodista musical, comenzó a escribir sobre cultura pop en un tono autobiográfico que equilibraba cierta cuota academicista con una auténtica afición por los artefactos que inspiraban sus textos.El primer libro que editó, Fargo Rock City, es una oda al glam metal. En los 15 años transcurridos desde entonces, ha puesto su firma en títulos como Sex, Drugs and Cocoa Puffs, una colección de ensayos sobre asuntos tan trascendentales como la serie Salvado por la Campana o el reality show de MTV The Real World, o I Wear the Black Hat, otro compendio de ensayos, enfocado en la forma en que el mainstream representa a los villanos. En su última publicación, What If We re Wrong, intenta responder a la interrogante de cómo será vista la cultura actual en cientos de años más. A grandes rasgos, plantea que, así como tantas creencias antiguas se han descartado, las nuestras también podrían ser a futuro desplazadas e incluso consideradas vergonzosas. Pensar en el presente como si fuese el pasado es el subtítulo de este análisis sesudo que, entre los temas que toca, aborda la percepción que las personas en 300 años más tendrán sobre la música que escuchamos.Para el autor, el destino del rock está sellado. Ya habría cumplido su vida útil, luego de décadas siendo un factor dominante en la cultura. Estaríamos presenciando en tiempo real el cierre de su ciclo, con nuevas generaciones prestando más atención a géneros que sí las interpelan, como el rap y la electrónica. No es la única afirmación cáustica que hace: a través de un intrincado proceso de razonamiento, que considera muchas variables, postula que el rock quedará reducido a un solo artista, de la misma forma en que, para cualquier estadounidense, el nombre de John Philip Sousa equivale a decir marcha militar. Aventura que, eventualmente, el rock vivirá como un asunto académico imposible de entender o disfrutar sin estudios previos. A favor de su tesis, una impresionante comprensión de los procesos de pensamiento de la opinión pública. Cuando se detiene a pensar en sus devaneos, Klosterman cita cómo ha ido cambiando la idea en torno a la rivalidad entre el punk y la música disco, en un comienzo considerada una pugna entre la música real, de guitarras, y la falsa, para clubes. Al comienzo se creía que la primera era más legítima que la segunda, supuestamente superficial, pero después el consenso cambió. Ahora se considera que la música disco fue tan disruptiva, y por ende valiosa, como el punk porque introdujo elementos de la cultura gay en el mainstream.Entonces, la pregunta hipotética del millón: ¿cuál será el nombre que se convierta en sinónimo de rock en 300 años más? La misma duda, formulada con menos optimismo: ¿cuál será el único referente del rock tras su vencimiento? Klosterman va descartando tótems uno por uno. Admite que los Beatles serán la primera respuesta de la mayoría y comparte que es la más lógica, pero concluye que la cultura occidental se construye mediante relatos más concentrados en individuos que en comunidades. Esto iría en desmedro de los cuatro de Liverpool y los Rolling Stones, y a favor de otros como Elvis Presley o Bob Dylan. Sin embargo, ellos tampoco pasan la prueba. Elvis sería una pobre encarnación del rock, en su juicio, con excesivo foco en el entretenimiento, carente del poder de la autoría y víctima de un final patético. En contraste, Dylan sería el polo opuesto, igualmente poco representativo. Demasiado intelectual, político y pendiente del fondo más que de la forma como para simbolizar a un género que, en realidad, nunca se ha desvivido por ser ninguna de esas cosas.Sólo habría un artista con los requisitos suficientes. Su nombre es Chuck Berry, el único rockero cuya obra seguiría existiendo si el mundo se acabara en este instante. Eso porque en la sonda espacial Voyager 1, lanzada hace casi 40 años por la NASA y actualmente el objeto de fabricación humana más alejado de la Tierra, hay un vinilo de oro con música de diversos países, hecho con la esperanza de que lo escuchen extraterrestres, y el único tema rockero incluido ahí es Johnny B. Goode .Según Klosterman, Chuck Berry y el rock son ideológicamente intercambiables. Se puede acudir a los mismos términos para describir a los dos. Ambos enfatizan el ritmo, lo directo, la simpleza. Ambos son afrodescendientes. Ambos comparten una fijación en el sexo. Ninguno de los dos obedece ciegamente a la ley. Y lo más crucial de todo: tanto Chuck Berry como el rock poseen su propia mitología, casi igual de importante que la música. La batería argumentativa se cierra con una frase de John Lennon: si intentas darle otro nombre al rock and roll, podrías llamarlo Chuck Berry.Andrés Panes Tags # Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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