Iced Earth Night of the Stormrider Viernes, 30 de Octubre de 2020 (Publicado originalmente en 2011) 1992. Century Media Si Iced Earth es tema obligado a la hora de hablar de la supervivencia del Heavy Metal en los Estados Unidos, es porque desde muy temprano se presentaron con una música que iba contra la corriente, incluso, de sus propios pares. No inventaron ningún estilo, no, sólo nos recordaron que el metal puede ser reinterpretado desde su médula y orígenes más profundos, justo en un tiempo cuando incursionaba en sus extremos. Nos mostraron que el metal giraba en su propio círculo, que era cíclico, que más allá de todos los experimentos siempre volvía a su cuna tarde o temprano, que volvía a explorar y que nuevamente retornaba... el metal nunca muere. Dense cuenta lo que debió haber sido sacar un álbum como “Night Of The Stormrider” a principios de los noventa. En Florida sólo parecía existir el pujante Death Metal que se comía vivo cualquier intento metalero que estuviera fuera de su órbita. “Human” de Death, Deicide con “Legion”, “Blessed Are The Sick” de Morbid Angel, Obituary... eran sus grandes días. Sólo Savatage tuvo mejor suerte bajo el alero de Atlantic Records, mientras que grupos como Agent Steel y Nasty Savage corrían la carrera como fenómenos aislados sin pertenecer a ningún movimiento. Para Iced Earth era peor, no les daba la ropa ni para tocar en su propio país. Pero les bastó un devastador tour por Europa, acompañando a sus inseparables amigos, Blind Guardian, para encontrarse con una fanaticada que les abriría las puertas anchas de par en par. Así, Alemania, Austria y Grecia, principalmente, fueron los que en su momento asimilarían toda maestría del segundo álbum de Iced Earth, lugares donde se sigue considerando a “Night Of The Stormrider” como la obra más reveladora de Jon Schaffer (en Sudamérica son más reconocidos “Something Wicked This Way Comes” y el ultra sobrevalorado “Horror Show”). “We’re gonna make a little trip back to a record called Night Of The StormRider!”, grita Matt Barlow en “Alive In Athens”, seguido por el ensordecedor estruendo de un público ansioso por saber cuál clásico se iría a venir. Es que, junto con algunas de “Burnt Offerings”, Stormrider trae la colección de canciones más intensas, las más épicas, las más inspiradas, las más intrínsecamente Iced Earth, aquellas que le han otorgado el prestigio a la banda y el reconocimiento a Schaffer como uno de los guitarristas más duros de la escena y compositores más tercos del metal. Fue el que dibujó con trazos de platino el diseño artístico de todo lo que este grupo sabe hacer mejor. Jon Schaffer se colgó de lo sencillo para encontrar su nicho: tomó esos galopes que hicieron famoso a Steve Harris –¿es necesario decir de dónde viene?– y del bajo los extrapoló a la guitarra, los aceleró, afiló, endureció, los pegó con el bombo y repartió con generosidad, variedad y sin misericordia por todo lo largo y ancho del álbum. En ese entonces no tenía otra, sólo así sabía tocar. A Schaffer se le conoce por estos riff y en “Night Of The Stormrider” los hizo como nunca, pasado, presente y futuro... saquen sus propias conclusiones de lo que quiero decir. Parece bien simple, pero los pasajes memorablemente épicos que alcanzó, la radicalmente contrastada agresividad y la variedad que logró con esta sola idea, lo hicieron ver como un mago al que le resultaba fantástico, una y otra vez, el truco del conejo y el sombrero. Lo repitió con éxito en la inconmensurable ‘Dante’s Inferno’, como también ha fallado en otras como ‘Crimson King’ en Demons & Wizards. Hablamos de un álbum que salió cuando Iced Earth aún era una banda y no el feudo de Super Jon, como lo es desde 1997. Randy Shawver en los leads y el bajista Dave Abell eran factores importantes en la composición de los temas. Sin embargo, el cambio de Purgatory a Iced Earth en 1988 parecía haberle dado más poderes facultativos al joven guitarrista de Indiana, quien empezó a armar y desarmar el grupo a su antojo. Primero, despidió a su amigo el baterista Mike McGill, lo que no debió haberle costado porque ya lo había hecho con Greg Seymour, el mismo que en 1984, junto con Jon, escapó de su hogar y partió a Florida para cumplir sus sueños, donde vivieron en las calles y durmieron en casas abandonadas. El otro sobre azul le llegó a uno de los fundadores de Purgatory, Gene Adam, luego que no aceptara la “sugerencia” para que tomara lecciones de canto. Justamente el año pasado Gene me comentó que no existía el “trabajar con” Jon, sólo el “trabajar para” él y que está donde está porque “pasó a llevar a mucha gente en su camino”. En fin, los mismos fans que, insólito como pueda verse hoy, reaccionaron con escepticismo por el cambio de vocalista, vieron cómo John Greely (ex Quasimoto) aplastaba su potencia thrash y clase heavy en cada nota del disco, categórico desde el muy primer grito de ‘Angels Holocaust’. Su trabajo era la síntesis vocal de Iced Earth, esa misma que una vez, no recuerdo las palabras exactas, ilustró un comentario: “Imagínense que tomamos las canciones de Harris en Iron Maiden, Metallica de la era “Ride The Lightning” y la música de Judas Priest. Ahí quedamos a mitad de camino para describir a Iced Earth”. Sólo voy a decir que, menos mal, que Greely alcanzó a cantar sólo en un disco: si lo hubiera hecho en “Burnt Offerings” u otro más, habría sido imposible para Barlow reemplazarlo. Es más, en cierto modo es bueno que Matt ya no esté porque, además de haber hecho posible la entrada de Tim Owens, era la única manera de que algunos pudieran apreciar otros trabajos que sólo los de la era Barlow y se dieran cuenta de que el único fijo aquí es Schaffer. Pero bueno, Jon se sintió con tanta confianza que quiso resucitar antiguos tracks de Purgatory. Creo que falló al hacerlo con ‘Mystical End’ porque es la única de las siete canciones que no se transformó en clásico, pero con ‘Stormrider’ simplemente ¡LA CAGÓ! Las guitarras rítmicas controlan una rapidez, agresividad y furia que sólo un brazo entrenado como el suyo pueden seguir, las que no tienen descanso en los –otra vez– emocionantes pasajes épicos instrumentales. Cambia sin aviso de la contundencia a lo grandioso, cambia de tempos y aires como si fuera lo más natural del mundo. Acelera cuando parece que llegamos a una pausa, integra marchas cuando creemos que la colisión es inminente, continúa con un riff más poderoso que el de antes, sigue con compases más épicos que los anteriores... y es sólo una muestra. Casi se me olvidó decir que el tema lo canta Jon y que es la segunda parte de la primera trilogía de Iced Earth. Ésta empieza con ‘Angels Holocaust’, cuya introducción es una “sacada al oído” de “Carmina Burana”. ¿Cuántos de nosotros hemos tomado una guitarra y con simples quintas hemos emulado sus notas? Pues bueno, Jon tuvo el coraje, o la ingenuidad, de grabarlo y fíjense lo bien que funciona. ‘The Path I Choose’ cierra la trilogía que habría bastado a cualquiera para tener un álbum interesante, pero la inspiración vino a raudos. El coro más pegajoso, y el video más jugoso, es cortesía de ‘Desert Rain’, en la que se puede escuchar cómo Schaffer y Greely se envuelven en un intercambio de bramidos para llegar a este coro que puede resultar un tanto extraño dentro del álbum, pero que justamente por eso se transforma en un aporte al cuadro. Para ‘Pure Evil’ y ‘Travel In Stygian’ sólo queda decir que son clásicos absolutos y lapidarios de la discografía de Iced Earth. Son viajes triunfantes de duro Heavy Metal, oscuras y furiosas, documentales del poder y la garra que en ese entonces entregaban, las que se transformarían en sus referentes obligados, en espectros que los perseguirían por siempre. Ya me imagino cómo se habrá sentido Schaffer el ’95 cuando la banda que tenía, incluyendo Barlow, no era capaz de interpretarlas en vivo. “Realmente quería esconderme (...) tocábamos como grupo de garage”. ‘Pure Evil’ alcanzó la gloria en su variación en vivo de “Alive In Athens”, clavando sus compactas galopas con la precisión de la batería y los gritos de Matt, demostrando que quizás es la canción más vistosa que nunca ha hecho Iced Earth, junto con ‘Dante’s Inferno’. Además, existe una versión de ‘Travel In Stygian’ cantada por Hansi Kürsch cuando Jon giraba en Demons & Wizards. El minuto que sigue luego del coro de ‘Pure Evil’ fue sacado de ‘Bladed Chain’, proveniente de los días cuando Purgatory paseaba en su escenario a personajes de películas de terror como Freddy Krueger y Jason. De hecho, un demo de 1986 se llama “Horror Show”... Y el célebre riff intro de ‘Travel In Stygian’ viene de una de las dos versiones de ‘Haunted House’. Esta práctica de reciclaje siguió mucho, pero mucho después, como por ejemplo ‘1776’, del “Something Wicked...”, la que no es más que un disfraz del himno ‘Purgatory’, y algunas de Demons & Wizards: ‘Winter Of Souls’ (‘Creature Of The Black Lagoon’) y ‘Tear Down The Wall’ (de la otra ‘Haunted House’). ¿Y de adónde viene la oscuridad? No hemos dicho que “Night Of The Stormrider” es un álbum conceptual, sí. “Básicamente... el tema es... (risas) es... Dios, es complicado”, balbuceó una vez Jon cuando le preguntaron de qué se trataba, enredándose en lo simple: una persona que se revela contra la iglesia y, por su odio, el poder oscuro lo transforma en el StormRider, poderoso, temido y malvado personaje que se encarga de traer el fin del mundo y es condenado a pasar la eternidad en el infierno... Discúlpenme si les adelanté el final, pero no existe más ciencia ni vueltas en el cuento. No hay segundas lecturas, no hay crítica a la sociedad o a la iglesia, o nada, es todo bien sencillo. Su único propósito era impregnarle oscuridad al ambiente del disco con algo entretenido, cosa que se hizo. En este sentido, la historia misma está en un segundo plano, ni siquiera hay liner notes que expliquen algo más. Por eso debe ser que a Jon le cuesta hoy referirse a la trama. Además, fue la primera aproximación a los temas de fantasía oscura, elementos que se harían recurrentes en los siguientes discos como en “The Dark Saga” y la trilogía “Something Wicked”, esta última basada en Set Abominae, su personaje. Y prepárense. Jon reveló que al fin harán el tan anunciado conceptual del Set Abominae, el que saldrá en dos álbumes separados y que reunirá más de tres horas y media de música, dando una noticia en la que aprovechó de lanzar frases de su estampa como “es el conceptual más increíble que jamás haremos”, “tiene que destruir todo lo que hemos hecho” o “será nuestro Operation Mindcrime” y The Wall”. Culebrón aparte fue la elección de la portada. Le habían encomendado la tarea al ilustrador Rick Borstelman, el mismo que había hecho la de “Iced Earth” versión norteamericana. Pero esta vez se mandó un papelón con Stormrider, haciéndolo ver como un anciano con cimitarra, electrocutándose la mano y a punto de caerse de un caballito blanco con cara de inepto y estornudando. Una carátula de “por mientras” apareció en la primera edición europea y quedó de forma permanente para el LP, pero fue cambiada en la del CD. Pero lo que más molestó a Jon Schaffer fue el sonido. Las guitarras se comen la batería y esconden los matices de la voz de Greely. Tiempo después Jon acusó problemas de mezcla y de masterización, cosa no extraña, ya que Tom Morris y los estudios Morrisound tenían sus recursos dirigidos a los discos death. En 1997 Iced Earth arregló, con Matt Barlow, siete de las nueve pistas y las introdujo en “Days Of Purgatory”, lo que resultó en un recocido de versiones forzadas. Pero otra cosa es la adrenalina del concierto y lo que hicieron en “Alive In Athens” fue monstruoso. Iced Earth le dio nueva vida, pulcritud, intensidad y más energía a los temas, con arreglos que parecen haber dado todos al clavo. La asunción final de “Night Of The Stormrider” ocurrió en 2001 cuando Jim Morris lo remezcló para el box set “Dark Genesis”. Recién aquí se pudo apreciar trabajo del baterista Richey Secchiari y Greely suena mucho más omnipresente. Al disco no le había faltado performance, sólo necesitaba, con justicia, un sonido a la altura. Cabe preguntarse qué será de los músicos que grabaron este álbum y que ya no están... bueno, eso es preguntarse qué pasó con toda la banda a excepción de Schaffer... Secchiari sólo hizo de batero de sesión y para la gira entró Rodney Beasley. Lamentablemente, el compañero de Jon en las guitarras, Randy, tuvo suficiente de la lucha por el metal y se retiró derrotado en 1997, suceso que dio comienzo al régimen de Schaffer. Dave Abell me dijo en una entrevista: “Randy está en búsqueda de otras metas. Gráfica, soundtracks de películas. Escucharás de él en el futuro. Es extremadamente talentoso e inteligente”. Mientras que el bajista, tras años de silencio desde la grabación de “The Dark Saga”, volvió a reunirse con miembros originales de Purgatory, Gene Adam, Richard Bateman y Bill Owen, y formaron Unearthed. La historia oficial dice que John Greely pretendía hacerse millonario como rockstar y no pudo enfrentar las penurias que empezaron en el tour. Pero la historia oculta habla de que John, cuando estuvo en gira, aprovechaba las pausas entre los temas para hacer comentarios racistas de muy mal gusto, especialmente contra los judíos. Lo llevaron a un campo de concentración para que recapacitara, pero humilló a un anciano que estaba allí arrodillado rezando. Incluso, parece que trató de compensar las pérdidas económicas del tour robándole a Dave. Ahora “maneja camiones”. Matt Barlow llegó para “Burnt Offerings”, cuyo desempeño decepcionó a Schaffer. Sin embargo, la revancha del pelirrojo estaba por venir... “Night Of The Stormrider” es el álbum más inspirado de Iced Earth. No tiene los niveles de emotividad a los que evolucionaron “The Dark Saga” o “Something Wicked...”, pero no se le puede criticar por eso porque ¡hombre!, ¡nunca fue el propósito!, como tampoco lo fue el de “The Dark Saga” tener grandes episodios épicos. Son bien definidos y distintos. Cada uno se queda con el que más le guste. Yo, me quedo con los dos. Jorge Ciudad Tags #Iced Earth # Night of the Stormrider # Jon Schaffer Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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