Hooded Menace

Season of Mist, 2021

 

Quince años son más que suficientes para consolidar una carrera musical. Con el trabajo apropiado, en esa cantidad de años se podría construir un perfil de banda estable, independiente del lineup, capaz de mantener con soltura los preceptos centrales de la propuesta.

 

Es lo que tenemos con los finlandeses de Hooded Menace. Una banda que en sus quince años de carrera ha consolidado su nombre en la escena del doom/death internacional. Con seis álbumes editados lo que presenciamos es una línea musical precisa y clara, transparente y, en extremo, oscura y potente. Esta sería una de las premisas del sonido de los finlandeses: crudeza, tenebrosidad y una lírica macabra y perversa. No cesan en su devenir, no dejan de perseguir el desarrollo musical apropiado, cosa que quedó en evidencia en su más reciente lanzamiento. “The Tritonus Bell”. Siete canciones que en poco más de cuarenta y tres minutos trajeron las tinieblas y lo sombrío.

 

‘Chthonic Exordium’ es la intro, una bella musicalización que da inicio a una suerte de masacre gutural. ‘Chime Diabolicus’, el tema dos, comienza con una velocidad inusitada. Riffs pesados y una batería potente entregan un aire muy cercano a la rítmica death o heavy metal, para luego ser lo que siempre ha sido Hooded Menace: un paseo lento y morboso por secretas y nefastas catacumbas. La voz de Harri Kuokkanen marca la pauta, seguida con fuerza por Pekka Koskelo en batería y por Teemu Hannonen en guitarras, Lasse Pyykkö, uno de los miembros fundadores, se encargó del bajo y la primera guitarra. Una entrega sólida y muy en la línea de la banda.

 

‘Blood Ornaments’ es un ejemplo claro de la historia de la banda: lentitud, guturalidad, cierta demencia lírica y una armonía musical única. Es sencillo emparejar la propuesta de Hooded Menace con parajes tenebrosos y decadentes, con cierto aire inerte y moribundo. Bordeando el rock, la crudeza de los riffs se mueve a velocidades que convencen. Es uno de los temas destacados.

 

‘Those Who Absorb the Night’, el cuarto corte, parte con grandilocuencia. Un grito gutural se acompaña de dos guitarras, creando un aura de perfección y contundencia. Es una suerte de link a ciertos gustos heavy que encierra la banda, es otro de los destacados. ‘Corpus Asunder’, el quinto tema es quizá el más ondero. Se mueve con soltura, no siendo lento en la mayoría de sus pasajes, pero contundente y preciso. Como en muchos de sus trabajos, las guitarras tienen un rol predominante, armonizando y creando espacios donde la voz, profunda y gutural, se desplaza con precisión. Otro elemento que evidencia los años de trabajo de la banda.

 

‘Scattered into Dark’, la sexta canción, puede ser entendida, en rigor, como la última. Oscura, deprimente y opresiva, se mueve con lentitud y cierto aire maligno. Un viaje de horror con unas guitarras filosas y un ritmo acompasado general. Aquel espíritu heavy de la banda está presente una vez más, armonizando con una cruda belleza, la que deja una persistente sensación de que algo siniestro queda, más aún cuando una susurrante y teatral voz femenina incrementa aquella aura infausta. Es, sin duda, otro de los destacados del disco.

 

‘Instruments of Somber Finality’, el último tema del disco, es un outro con una musicalización muy en sintonía con el tema uno. Concluye el viaje con soltura y calidad. El álbum trae una edición especial con un cover: ‘The Torture Never Stops’ de los estadounidenses W.A.S.P., otra clara muestra de la fascinación por el heavy tradicional. Aquellos familiarizados con la canción disfrutarán la entrega, una versión a lo Hooded Menace.

 

¿Qué nos queda después de escuchar a los finlandeses? Una sensación de estar frente a un grupo ya conocido, estable y seguro de aquello que saben hacer. Quizá en esta última entrega, podemos apreciar con mucha más claridad la influencia del heavy ochentero en Hooded Menace, donde tenemos el disco más “rápido” (muy entrecomillado) a la fecha, resultando en el  material más pegajoso. Siempre doom, siempre oscuros, siempre pesados; si las vidas cambian, obvio la música lo hace.

 

Felipe Reyes