Watain

2022. Nuclear Blast

 

La dicotomía como fuerza seminal y motor creativo forma parte del corazón de Watain. En su séptimo engendro – debut con Nuclear Blast -, este elemento constitutivo está impreso en el nombre del álbum, pero no es su único cauce expresivo ni el más significativo. La dicotomía como recurso también se manifiesta en la fisonomía de algunos cortes, que podrían ser un espejo de la dicotomía que existe entre los 2 esfuerzos inmediatamente anteriores: “The Wild Hunt” fue introspección experimental, mientras que “Trident Wolf Eclipse” era carnicería sin titubeos.

 

‘Ecstasies in Night Infinite’ es una tormenta eléctrica. Violenta en una dimensión termonuclear. Es tan ominosa que el thrash que comanda su sección más tranquila sigue siendo devastador. ‘The Howling’ es hija de esa misma crueldad y a pesar de los momentos onderos en plan Old Man’s Child y de su coro pegajoso, es un ritual de exterminio. Ese mismo fuego destructivo forja los puñales con que penetran ‘Leper’s Grace’, una variación caótica y embriagadora de ‘Where Dead Angels Lie’ (Dissection) y ‘Funeral Winter’, una ráfaga gris de riffs gélidos que moldean el, quizás, pasaje más mayhemiano de la placa.

 

Al reverso de esa vorágine están ‘Not Sun nor Man nor God’, un instrumental bello e inquietante cuya vibra angustiosa se hermana con Burzum, ‘We Remain”, etérea como un sueño y con trazas de The Devil`s Blood por las voces de Faride Lemouchi o In Solitude gracias al solo de Gottfrid Ahman, y ‘Serimosa’, triunfo sublime que bebe de la fuente misteriosa, fantasmal e hipnótica de Tiamat y Samael. 

 

Pero las posibilidades de la dicotomía como eje inventivo encuentran un nuevo canal en la dualidad: ‘Black Cunt’ oscila entre la agresividad impía y la potencia refinada de un susurro. Es una serpiente deslizándose por el cuello e inyectando veneno con sabor a guitarras armonizadas.‘Before the Cataclysm’ es un qlifot cuyas ramas encarnan los cambios, las secciones y los ambientes de una canción monumental que encuentra su cumbre majestuosa en un ritmo de vals luciferino poderoso como la trascendencia e infinito como el uróboro, mientras que ‘Septentrion’ tiene la intensidad de una sesión de tortura y la hermosura de un cielo rojo incendiando el ocaso. 

 

Existe la tentación de establecer como rasgo distintivo del registro los elementos novedosos que modelan piezas alejadas de la ortodoxia black metal. Es una mirada pertinente, pero imprecisa, primero, porque Watain ha corrido el cerco de las convenciones desde “Casus Luciferi” y, segundo, porque salvo algunos recursos completamente inéditos – el protagonismo de los teclados, por ejemplo -, en realidad casi todos los ingredientes utilizados ya habían estado presente en sus producciones precedentes.

 

Lo verdaderamente inaudito es la manera en que esculpieron sus medios artísticos y técnicos, labrados con las herramientas de la espiritualidad, la deriva existencial - “What if life is but an intermisión” se lee en una de las líneas de ‘We Remain’ - y de su conexión con la magia de sus shows. Esa sinergia dota de un halo nostálgico y expansivo a las canciones sin importar su velocidad o su fiereza, imprimiéndoles un sello de elegancia y espontaneidad. La producción, inmensa y espectacular, de Tore Stjerna, es la piel perfecta para este dragón de 10 cabezas.

 

Así como Watain no es una banda, sino una experiencia transmutadora, alquimia en clave black metal,  “The Agony & Ectsasy of Watain” no es un disco, sino una travesía que trastorna y regocija, un viaje que alucina y reconforta. 

 

Mauricio Salazar