Budgie: Curso intensivo a la cirugía de un sonido En memoria de John Burke Shelley Jueves, 01 de Septiembre de 2022 (Publicado originalmente en revista #Rockaxis224, febrero de 2022) El 10 de enero del 2022 falleció John Burke Shelley. Quizá muchos no reconocen este nombre a la primera, pero actos como Mercyful Fate, Metallica, Megadeth, Soundgarden u Opeth lo tienen siempre en la memoria. Al frente de los galeses Budgie, Burke dictó el mejor curso intensivo a la cirugía de un sonido que todos los aludidos ayudarían a perfeccionar de una u otra manera gracias a una popularidad que siempre le fue esquiva. A veces, el mayor crédito de la banda favorita de tu banda favorita es ganarse el trofeo de la influencia. Por Pablo Cerda «Triste noticia el que uno de mis verdaderos héroes, Burke Shelley, nos haya dejado», escribió King Diamond en sus redes sociales tras el deceso del bajista de Budgie, y derramando todo su fanatismo en el teclado, el hombre de “Abigail” (1987) acompañó su publicación con un verdadero documento sobre la banda galesa: una postal autografiada por la banda en Copenhague, Dinamarca, en diciembre de 1975 durante la gira del disco “Bandolier” (1975). «Todavía es una de mis posesiones más preciadas relacionadas con la música. Budgie siempre ha sonado en mi estéreo, y eso no va a cambiar», concluyó. Al igual que el líder y vocalista de Mercyful Fate, hubo varias demostraciones de cariño para una figura que no necesariamente aparece en las primeras páginas de los libros de historia del rock, pero sí en más de una biografía de otras estrellas. En sus memorias, Dave Mustaine desclasifica que Budgie le cambió la vida. Buscando algún aviso en el que se necesitara guitarrista tras el término de su primera banda Panic, el pelirrojo se topó con algo que le llamó profundamente la atención: «Era el primer aviso que no hacía referencia a una o dos de mis bandas favoritas, ¡sino que a tres!», recuerda. «La primera era Iron Maiden. Nada realmente especial acerca de esto, no podías tocar metal y no apreciar a Iron Maiden. La segunda era Motörhead, nada del otro mundo tampoco. La tercera era Budgie. El solo hecho de ver el nombre impreso hizo que mi corazón comenzara a latir aceleradamente». Mustaine conoció a los galeses gracias a un conductor que lo recogió mientras hacía dedo en la Pacific Coast Highway. El tipo trabajaba para una estación de radio en Los Ángeles, por lo que su recomendación no venía de la nada. «Me volaron la cabeza instantáneamente», recuerda el futuro amo y señor de Megadeth. Resultó ser que el aviso había sido redactado por un tal Lars Ulrich. «¡Mierda!, ¿conoces a los jodidos Budgie?», le dijo el baterista en su primera conversación telefónica. Esa sola frase, entre la excitación, la sorpresa y su distintivo acento danés, bastó para encender las primeras chispas de una relación que, a pesar de todo lo que vino después, se fundó en la admiración pura por la melomanía metalera de la época. En conclusión, sin Budgie, probablemente no tendríamos a Metallica. Los tres mosqueteros John Burke Shelley nació en Cardiff en 1950 y formó Budgie en 1967 junto al guitarrista Tony Bourge y al baterista Ray Phillips, siempre con la impronta de Shelley marcando la pauta en un exquisito maridaje entre su voz aguda y un heavy rock galopante que tomaba mucho de las estructuras del blues, a la par con gigantes de la época como Led Zeppelin y Black Sabbath. De hecho, la relación con los comandados por Ozzy no es meramente sónica, ya que su primer disco, titulado simplemente “Budgie” (1971), fue apoyado por Rodger Bain, el primer productor de Sabbath y el hombre que descubriría a Judas Priest tiempo después. Gracias a la recomendación de un agente, Budgie se presentó en una audición a cargo de Bain, pero sin seguir la recomendación que les dieron. «Nos dijeron que hiciéramos nuestra mejor presentación y que tocaramos hits como ‘Yummy’ de Ohio Express, no nuestro material propio», le contó Tony Bourge a Classic Rock. «Cuando nos preguntaron qué íbamos a tocar, ¡les dijimos que nuestro repertorio original!». Dejando los pies en la calle, Budgie se dedicó a tocar para hacerse un nombre en el sur de Gales, pero su énfasis estaba en grabar música y hacerlo bien. «Todo era un desafío para nosotros, estábamos comprometidos. Éramos como los tres mosqueteros con un actitud casi punk», remata Bourge en la publicación ya mencionada. Bain le comentó a Shelley que había llevado a Black Sabbath a grabar sus demos en los recién inaugurados estudios Rockfield en Monmouth (Gales), pero eso no fue un dato tan sorprendente para el bajista/vocalista. «No sabíamos que Sabbath hacía música tan pesada como nosotros, nos echaban de los pubs por tocar muy fuerte, pero a Bain le gustó nuestra música», cuenta. El primer disco tuvo buenos resultados para la banda, entre los riffs salvajes de ‘Guts’, 'Nude disintegrating parachutist woman' y 'Homicidal suicidal,' esta última homenajeada por Soundgarden en el Friday Rock Show de la BBC en 1992, y joyas acústicas como ‘You and I’ o ‘Everything in my heart’, que caminan entre el folk y el progresivo, todo con el sabor de una época en la que Led Zeppelin o Rush ocupaban esa fórmula en los grandes escenarios. Pero, ¿qué hacía único a Budgie? «Rock sin pretensiones a-la-Zeppelin», describió la revista Sounds en octubre de 1971. La publicación británica destacaba que el trío galés tenía una «agresividad americana» y que se podía «parar de igual a igual con bandas salvajes como Grand Funk Railroad». Pero más importante aún, la pulpa de este fruto oculto estaba en las melodías, labor que Burke Shelley llevaba a la par con el bajo. Él mismo explicó de dónde venía esa veta en una entrevista con This Is Rock en mayo del 2009: «Paul McCartney. Prueba cantar ‘I saw her standing there’ mientras tocas el bajo, es perfecta nota a nota. Tiene mucho feeling y no es fácil tocarla y mantener un ritmo constante, al mismo tiempo que se canta. (Con Budgie) comenzamos haciendo licks de guitarra al unísono, cosas que venían del blues, y creo que Led Zeppelin consiguió aunar todo y elevarlo a un nuevo nivel». La senda original Tras el primer disco vino la continuación, “Squawk” en 1972, producido nuevamente por Rodger Bain y el primero en incluir una ilustración de Roger Dean, famoso por diseñar portadas emblemáticas como la de “Fragile” (1971) de Yes o la de “Demons and Wizards” (1972) de Uriah Heep. Musicalmente siguió los mismos patrones de su predecesor, o sea, canciones guiadas por riffs intrépidos de corte blusero como ‘Whisky river’, ‘Hot as a a docker’s armpit’ o ‘Stranded’, además de algunas intervenciones acústicas entre las que destacan ‘Make me happy’ o ‘Young is a world’. La triada de esta primera formación de la banda se completó con “Never Turn Your Back on a Friend” (1973), quizá su álbum más accesible y la última con el baterista original Ray Phillips. El cover de Joe Williams ‘Baby please don’t go’ –que también popularizaron AC/DC y Aerosmith– luce distinto en las manos de Burke, Philips y Bourge, con un filo un tanto más progresivo a pesar de ser una canción de blues bastante estándar. ‘You know I’ll always love you’ y ‘Riding my nightmare’ son baladas muy sólidas que se acercan al folk de agrupaciones como America. Pero la joya de la corona es la encargada de abrir el registro: ‘Breadfan’. Con su riff sencillo, pero increíblemente aniquilador, ayudó a sentar las bases de lo que a futuro se conocería como la New Wave of British Heavy Metal con Iron Maiden, Judas Priest y Saxon a la cabeza, y cruzó el atlántico en la cabeza de un joven Lars Ulrich que la haría propia en Metallica. «Gracias a que Metallica (‘Breadfan’ y ‘Crash course in brain surgery’), Soundgarden (‘Homicidal suicidal’) e Iron Maiden (‘I can’t see my feelings’) hicieron covers de nuestras canciones no somos una banda más de los 70. La gente venía a vernos. Metallica nos hizo un gran favor, realmente me siento halagado de que les gustara nuestra música», recuerda Shelly en Classic Rock. A diferencia de muchas bandas de la época que dejaron pasar oportunidades debido a los vicios del rock, lo de Budgie fue casi una decisión editorial. Nunca les interesó hacer hit singles como sí lo hizo Thin Lizzy, otros protegidos de su casa discográfica MCA. El mismo Bourge así lo confirma: «Burke y yo queríamos seguir en la senda original porque una vez das el salto lo puedes perder». De hecho, la negación hacia lo comercial fue algo que Philips no aceptó y así llega Pete Boot a tomar las baquetas en ‘In for the Kill’ (1974), primer y único disco de la banda en alcanzar el Top 30 de los charts británicos, en parte gracias a la espectacular ‘Crash course in brain surgery’. Luego vino el igualmente sólido “Bandolier” (1975), primero con Steve Williams tomando el lugar dejado por Boot al poco tiempo después, e “If I Were Brittania I'd Waive the Rules” (1976), una expedición hacia sonidos más funk y el que fue su debut con A&M Records. Ciertamente intentar un salto hacia otras audiencias en 1976 no ayudó mucho, ya que el tsunami punk asoló las costas de cualquier territorio ligado al rock de tintes progresivos o clásicos. Lo apostaron todo y se fueron con sus familias a Toronto, lo que no ayudó a las relaciones personales de la banda con matrimonios yéndose al tarro de la basura. «Nuestros matrimonios se estaban acabando, Tony quería acabar con todo. Cuando estás en una banda, no ves el mundo real», recuerda el bajista y vocalista. “Impeckable” (1978) fue la despedida del guitarrista, una producción a la que le tuvo aprecio como punto final a poco más de 10 años al servicio a las seis cuerdas de Budgie. El alejamiento de uno de sus motores creativos tuvo sus repercusiones, Shelly y Williams tuvieron que buscar reemplazos y para esto se establecieron en Texas por recomendación del guitarrista Rob Kendrick (ex Trapeze), quien consideró que era una buena idea unirse a Budgie y trabajar en esa ciudad. La situación fue desastrosa y contrajeron más deudas de las que podían saldar. Fue Big’ John Thomas, guitarrista de la agrupación de rock sureño George Hatcher Band, quien los salvó y se encargó de llevar el sonido de la banda hacia otros derroteros, en los que se decantan por un hard rock mucho más americano en la triada “Power Supply” (1980), “Nightflight” (1981) y “Deliver Us From Evil” (1982), con este último haciendo todas las concesiones comerciales a las que se negaron en la década pasada. Agregaron teclados y dejaron ese rock de riffs con desopilante fuzz en el armario para abrazar el AOR en la vena de Asia o Styx, como se puede percibir desde el principio con las amigables ‘Bored with Russia’ o ‘Young girl’. Fue un período de renacimiento no solo a nivel musical, con los tour teloneando a Ozzy Osbourne y a Ian Gillian, sino que también espiritual, ya que Shelly se convirtió al cristianismo y posteriormente decidió dejar Budgie en el congelador para dedicarse a estudiar inglés en el Ponty College devuelta en Cardiff. En 1995, Budgie volvió a pisar un escenario en San Antonio, Texas, lugar en el que si bien no tuvieron suerte en su época de residencia, sí afianzó a una base de leales fanáticos hispano-estadounidenses, principalmente gracias al respaldo un DJ local llamado Joe Anthony. El deterioro en la salud de John Thomas detuvo los planes de un retorno más promisorio con él en la guitarra, pero no las ganas de Budgie de entrar al estudio una vez más. Junto a Simon Lee ocupando el lugar de Thomas, Shelly y Williams lanzaron “You're All Living in Cuckooland” (2006), un disco de hard rock que toma mucho de lo que dejaron en los 80 en ‘Justice’, ‘Dead men don’ Talk’ o ‘Falling’ y expuso a un Shelly entregado a las armonías de radio FM en las baladas ‘We're all living in Cuckooland’ o ‘Love is enough’, en la que evoca a ese John Lennon más intimista, pero a años luz de lo que hicieron en sus primeros cinco discos. Con el advenimiento de géneros como el doom metal en los ochentas, el stoner en los noventas y una mirada retrospectiva a los sonidos setenteros en las décadas del 2000 y 2010, el proto-metal, estilo en el que podríamos encasillar a Budgie, ha gozado de buena salud y ahora más aún en manos de bandas como Kadavar, Lucifer, Blues Pills, Orchid, Graveyard o Uncle Acid & The Deadbeats, solo por nombrar a los más visibles. Todas están compuestas por melómanos que miran más allá de las obvias referencias a Led Zeppelin, Cream o Black Sabbath, incluso pasando más allá de Hawkwind o Blue Cheer. Buscan inspiración en las bandas de heavy rock “clase B”, como Coven, Sir Lord Baltimore, Leaf Hound, Pentagram, Atomic Rooster, Cactus y por supuesto Budgie, con un envidiable ojo clínico. El deceso de John Burke Shelley a los 71 años, después de luchar contra padecimientos como el síndrome de Stickler, permite tomar el bisturí y examinar a fondo sonoridades que muchas veces están enterradas bajo las capas de la historia, pero que de vez en cuando salen a la luz gracias a algún paleontólogo del rock que ocupa nuestras estanterías. Quizá las palabras que Mikael Åkerfeldt de Opeth publicó en las redes sociales del combo sueco encapsulan de mejor manera la importancia de que el catálogo de Burke y Budgie siga surcando los cielos: «Creo que Burke fue uno de los que estaba bastante incómodo con la etiqueta heavy metal, pero es innegable que Budgie fue instrumental en llevarlo a las masas». Tags #Budgie #John Burke Shelley #Tony Bourge #Ray Phillips Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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