Depeche Mode: Con todo respeto Martes, 13 de Marzo de 2018 (Publicado originalmente en revista #Rockaxis179, marzo de 2018) Venerados desde distintos géneros y latitudes, Depeche Mode es una escuela que ha escrito su historia como una máquina de hits disparados desde una discografía con escasos baches, videos fantásticos, y una trayectoria que nace en el pop más descarado hasta mutar en una versión soberbia de electrónica y blues de la cual millones son adictos sin intención de volver atrás. Lo que pasó pasó: “Somos afortunados de no tener que hacer el circuito de la nostalgia”, dice Andy Fletcher, que se reconoce como el tipo promedio entre la feminidad de Martin Gore y el carisma cargado de testosterona de Dave Gahan, un extraño pivote en Depeche Mode que parece no despertar ningún tipo de pasión entre los fans, simplemente está ahí. Fletcher es modesto al hablar de fortuna. Las razones del éxito son otras. La temprana decisión de firmar por un sello con características indie como Mute en medio de ofertas discográficas mucho más grandes, liberó de presiones a Depeche Mode. La música era lo más relevante, el acuerdo con Mute fue de palabra, y a 38 años de su fundación la banda ostenta una posición de privilegio y respeto que se diferencia de contemporáneos tan masivos como ellos, un acto gigante que desde hace tres décadas monta giras trasatlánticas en estadios, con ventas por sobre los 100 millones de discos en todo el mundo. Ejemplo. DM no tiene necesidad de hacer tours celebrando álbumes históricos. Lo más lejos que llegaron al respecto (y no es exactamente igual) fue con The Singles tour en 1998. Hasta hace poco U2 les acompañaba en ese apartado, pero cedieron ante los 30 años de The Joshua tree. En esa misma esquina The Cure bajó la guardia hace muchísimo, Metallica lo mismo. La diferencia de Depeche Mode con esas bandas está en la calidad de la discografía. Pocos flancos y mucha consistencia. Bono no puede decir lo mismo. “Spirit”, el título editado hace exactamente un año y el motivo de esta gira, figura entre sus mejores títulos; álbum contingente y pesimista (según Gore “siento que estamos en un lugar peor ahora de lo que hemos estado desde que tengo memoria”), que oscila entre reflexiones sociales alusivas a la política y la religión, con un lenguaje musical ensimismado en las posibilidades entre la electrónica, el rock enraizado en el blues y un canto que entiende la liturgia no como un sitio de fervor optimista, sino como la expresión de quien busca redimirse al tanto de los recovecos de la oscuridad. Dame crédito: “Tal vez las cosas se desvanezcan rápidamente, los chicos cambian todo el tiempo. Tal vez en un año todos usemos guitarras”. Vaticinios de Dave Gahan en 1982 entrevistado por The Face, cuando el debut “Speak & spell” (1981) los convirtió en una sensación para adolescentes. Pero desde entonces un veinteañero Martin Gore estaba dispuesto a desafiar a esa audiencia. “Somos una banda pop con un público joven y adolescente, y por eso estamos en una buena posición para experimentar con diferentes formas y llevar la música a géneros que la gente no escucharía”. Encasillados como new romantic, etiqueta que los dejaba fríos, la banda hizo de los cambios una constante. Sucedió desde el inicio cuando se marchó el fundador Vince Clarke al asumir que podía hacer música por cuenta propia sin necesidad de compartir decisiones en una banda. Así el pop efervescente del debut paulatinamente cedió a una electrónica más compleja comandada por Martin Gore aunque siempre secundado por Alan Wilder, el músico que llegó en reemplazo y que con el tiempo asumiría una posición extraña, especie de director musical sin batuta reconocida, un traductor de las ideas de Gore sin crédito. Cuando Wilder abandonó Depeche Mode en 1995 dio a entender que las responsabilidades no corrían en partes iguales mientras el crédito era esquivo, con el mundo entero dando por sentado que Martin Gore era el genio. “Desde que me uní en 1982, me he esforzado continuamente por brindar energía total, entusiasmo y compromiso para fomentar el éxito del grupo y, a pesar de un desequilibrio constante en la distribución de la carga de trabajo, ofrecí voluntariamente esto. Desafortunadamente, dentro del grupo, este nivel de información nunca recibió el respeto y el reconocimiento que merece”. Cuestión de imagen: La bitácora dice que “Music for the masses” (1987) fue la primera bomba nuclear de Depeche Mode de alcance mundial, también el primer disco que hicieron sin su colaborador habitual y jefe de Mute, Daniel Miller. Aunque Anton Corbijn había dirigido el video de “A question of time” del título anterior “Black celebration” (1986), fue a partir de esta producción que el realizador holandés le dio un sentido cinematográfico a los singles. Las historias de “Never let me down again” y “Behind the wheel” están unidas con esa estética de cine italiano de los 60. Tres años después Dave Gahan quería disfrutar del silencio ataviado como rey con una silla playera bajo el brazo en “Enjoy the silence”, y el grupo se convertía en una pandilla de vaqueros que visitaba un burdel en “Personal Jesus”. Aquel video es una pieza definitiva en la estética de los 90. Ese ascenso hasta el megaestrellato se gestó en dos frentes varios años antes. En los 80 y desde el comienzo de su carrera, Depeche Mode era una banda para adolescentes con éxito en toda Europa incluso más allá de la “cortina de hierro”. La situación en EE.UU. era distinta. No había una campaña de marketing orquestada con su imagen, solo llegaba la música a radios college de grandes ciudades como Los Angeles y Nueva York. A través de sus canciones DM se percibía como un grupo oscuro que identificaba a la movida dark y gótica. A diferencia de artistas de la talla de David Bowie, que demoró varios álbumes en encontrar una personalidad musical y ventas masivas, Depeche Mode cosechó éxitos desde el segundo sencillo “Just can’t get enough” en 1981. Hasta antes del estallido de 1987 sumaron clásicos como “Everything counts”, “People are people” y “Masters and servant” que cimentaron ese momento. Siga las instrucciones: Chino Moreno de Deftones tiene tatuada la rosa de la portada de “Violator” (1990) en un brazo, la gira de ese álbum fue el primer concierto al que asistió, y su banda ha grabado dos covers de Depeche Mode. Ghost versionando la monumental “Waiting for the night”, Lacuna coil con el hit “Enjoy the silence”, y Marilyn Manson haciendo aún más quejumbrosa y oscura “Personal Jesus”. Solo una muestra de músicos de metal que han tributado a Depeche Mode, género donde tienen arrastre por letras como las de Blasphemous rumours -"No quiero comenzar ningún rumor blasfemo / pero creo que Dios tiene un sentido del humor enfermizo / y cuando muera espero encontrarlo riendo”-, como por sus riffs que arrastran el azufre del blues que obsesiona a Martin Gore. Figuras de distintos calibres como A-ha, The Cure, Susan Boyle, Placebo y Johnny Marr también registran versiones. Una banda moderna de pop como Chvrches contiene en su ADN el sonido y el enfoque de DM, mientras en Latinoamérica hay rastros de ellos en Café Tacuba mezclando electrónica y ritmos latinos (y la opción de programar baterías por largo tiempo), y sobre todo en Los Prisioneros, que desde “Pateando Piedras” (1986) reconvirtieron su sonido completamente siguiendo las instrucciones exactas de Depeche Mode. Por Marcelo Contreras Tags #Depeche Mode # Dave Gahan # Martin Gore # Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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