Yeah yeah yeah: Lectura obligatoria Miércoles, 18 de Mayo de 2016 (Publicado originalmente en revista #Rockaxis157, mayo de 2016) Llega el libro que relata cómo el pop, nación de muchas banderas -rock, R&B, hip hop, techno y metal, entre varias-, se escribe mediante incontables aventuras donde se mezclan arte e industria. Algunas dignas de epopeya, otras frías como el negocio más calculado. Todas juntas cuentan parte importante de la cultura pop del último medio siglo. “YOUTUBE NO PUEDE DARTE CONTEXTO. Y, como digo en el libro, el contexto es todo”. Bob Stanley (51) sabe de aquello y lo sabe desde niño. Semana a semana tomaba nota de las novedades del ranking musical -un dato estadístico-, mientras en su interior anhelaba como melómano y fan que sus artistas favoritos escalaran posiciones. Lo dice en el prólogo, “era una religión. No me hacía ninguna falta ir a misa”. Porque el pop es un juego de competencias también y las listas arrastran un significado más allá de la cifra, “reflejan la disparidad de los gustos del público”. Su libro “Yeah yeah yeah: La historia del pop”, es un relato monumental, detallado, apasionante y bien escrito sobre los primeros cincuenta años del género. Se concentra en el duopolio ejercido por Estados Unidos e Inglaterra, y muy rara vez cita a otras naciones relevantes como Suecia gracias a ABBA, o el krautrock alemán. “YEAH YEAH YEAH” MARCA EL AÑO CERO en el éxito de ‘Rock Around the Clock’ de Bill Haley and the Comets en 1955, ese primer himno adolescente incendiario y festivo, cantado por un veterano mofletudo de 30 años que solo tenía visión en el ojo derecho. La canción alcanzó el número uno en ambos lados del Atlántico, y fue banda sonora de la secuencia inicial de la película “Semilla de maldad”, con unos delincuentes juveniles destrozando una partida de discos de jazz. La historia avanza con la irrupción de Elvis Presley y la lista de pioneros insoslayables del rock con Chuck Berry, Buddy Holly, Little Richard, Carl Perkins, Jerry Lee Lewis, Fats Domino, Eddie Cochran y Gene Vincent, hasta llegar al primer quiebre entre talento innato y las ansias por controlar el producto desde la industria discográfica, que a comienzos de la década de los sesenta se encargó de reproducir artistas que se parecieran más al edulcorado Paul Anka, que a un rockero de gomina y patillas. A la par da cuenta de la paradoja británica. Los vencedores de la Segunda Guerra Mundial apenas se sostenían en pie con una economía devastada, y sus primeros escarceos musicales fueron de una humildad franciscana: el skiffle, la variable inglesa del rock & roll en la que se inició Jimmy Page por ejemplo, se practicaba con los elementos caseros para lavar la ropa. EL LIBRO EXPLICA CÓMO LA INDUSTRIA MUSICAL se organizó en entidades emblemáticas como Brill building en Nueva York, donde trabajaban algunos de los compositores más prolíficos y exitosos -Carole King por ejemplo-, y productores con alma de esteta, la casilla digna para el genio de Phil Spector y su equivalente inglés, Joe Meek, pioneros en la manufactura de canciones para la masa con las características de una pieza de arte. La pluma de Stanley se luce para describir fenómenos como el arranque de Bob Dylan. Veámoslo así: si no tienes mucha idea quién y qué ha hecho el más influyente de los solistas estadounidenses, el capítulo reservado a su nombre -La carrera del libertino- es una clase exprés de historia que expresa con claridad el lugar y la relevancia del cantautor estadounidense. Bob Stanley no engatusa con la palabrería que suele rodear la obra de Dylan, sino que explica al personaje. “Era hermético, absolutamente independiente. Era un planeta en sí mismo, y la gente, por supuesto, buscaba desesperadamente la forma de viajar hasta él”. En cuanto a The Beatles, Stanley expone cómo el cuarteto cambió las reglas del juego para siempre, imponiendo la ética de trabajo donde se canta lo que se escribe, junto a la conjunción fenomenal de personalidades. “Ni un guionista habría podido mejorar la historia de los Beatles, ese arco narrativo que abarca toda la década de 1960, desde la génesis en Hamburgo a la separación reñida y amarga”. BOB STANLEY SE DESDOBLA COMO MÚSICO y no uno cualquiera. Es tecladista de Saint Ettiene, respetado trío británico de indie pop con un cuarto de siglo en pistas. También ejerce la crítica musical en reputados medios ingleses, entre otros The Guardian. Como buen profesional del rubro es subjetivo y deja entrever sus gustos. Claramente Led Zeppelin no le impresiona, lo mismo The Rolling Stones. Tampoco le provocan mayor respeto The Cure y a The Clash lo mantiene a distancia (“Los principales culpables de la visión maoísta del punk como un “año cero” en la historia del pop eran The Clash”). A la vez (des)califica al rock progresivo en la línea clásica de los especialistas, y muestra pasión ante el garage rock surgido en los sesenta. Stanley se la juega en el dictamen de algunos totems. Sobre Pink Floyd pone los puntos sobre las íes: “en sus discos, en realidad, apenas sucedía nada, y esa era casi la clave: era un grupo sumido en una deriva, una indefinición y una tristeza permanentes”. Y de Patti Smith, la heroína punk histórica e inexplicablemente reverenciada, sintetiza: “poetisa hippy que terminó en la pomada del CBGB gracias a haber compuesto una canción titulada ‘Piss Factory’ (Fábrica de pis)”. Por más que en “Yeah Yeah Yeah” el escritor, periodista y músico revela los mecanismos de la industria (el capítulo dedicado a The Monkees resulta clarificador), y los talentos involucrados en más de medio siglo, el pop se refleja finalmente como un tipo de música irreductible y veleidosa, cuyas fuerzas no tienen miedo a contradecirse, paradoja que Stanley subraya. Ejemplifica con Queen, que se jactaba en sus primeros discos de no utilizar sintetizadores mientras uno de sus primeros lugares en todo el mundo, esa cachetada rock de bordes electrónicos y bajo memorable, ‘Another One Bites the Dust’, ha sido sampleado hasta el hartazgo desde el hip hop. “No es una doctrina: sus reglas no están escritas y existen para ser quebrantadas. El pop obtiene su energía y su perspicacia conjugando sus contradicciones, no suprimiéndolas”. Marcelo Contreras Tags #Bob Stanley # Libro Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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