Fito Páez: Quiero dejar una suerte de señal 30 años de «El Amor Después del Amor» Viernes, 02 de Diciembre de 2022 (Publicado originalmente en revista #Rockaxis228, junio de 2022) «Y nadie puede y nadie debe / Vivir, vivir sin amor». Uno de los estribillos definitivos del rock latino, cantado por 70 mil personas dando vueltas su camiseta mientras la estrella de rock deja su alma en el escenario. La postal es de Fito Páez tras lanzar “El Amor Después del Amor”, álbum que lo llevó al momento más alto de su carrera, cuando pasó de ser una promesa a una figura mayor para la canción hispanoamericana. 30 años después, analizamos los secretos del disco más vendido en la historia del rock argentino y conversamos con los músicos Tweety González, Daniel Colombes y el productor Carlos Narea sobre la hazaña del rosarino. Por Cristofer Rodríguez La historia de Fito Páez es más o menos conocida por sus admiradores –y los no tanto–, ya que la biografía del cantautor argentino ha sido contada por él mismo a través de sus canciones. Nació en 1963, en Rosario, provincia de Santa Fe. Llegó al cobijo de Charly García y Luis Alberto Spinetta, aprendiendo directamente de la fuente del rock nacional argentino, compartiendo grabaciones y escenarios con estos titanes de la música. Los mentores, a su vez, le entregaron la posta a modo de relevo, viendo en Fito un músico que corporizaba en su arte la fiereza y exquisitez melódica de Charly y la poética sensible del Flaco. Muestra de esto es el disco “Giros” (1985), posiblemente su primer gran destape. También sabemos sobre la terrible tragedia de noviembre de 1986, cuando su abuela paterna y su tía abuela –sus dos madres, como él ha dicho– fueron asesinadas, lo que provocó una depresión, persecución de la prensa y un ostracismo de donde emergió el álbum “Ciudad de Pobres Corazones” (1987). «El disco que nunca quise escribir», dijo en alguna oportunidad. Al despuntar la década del noventa, nuevas brisas invaden Argentina. El proyecto de modernización capitalista de Carlos Menem servía como un espejismo versus la marginalidad en la que estaba sometida la población más precarizada del país, particularmente en Buenos Aires, que añoraba los tiempos de la metrópolis cultural e industrial, sumergida en violencia, desigualdad y una ola de neoconservadurismo una vez terminada la transición. Fito, entonces, tuvo algo que decir. “Tercer Mundo” (1990) mostró a un Páez robusto e incisivo, pero lo suficientemente nostálgico para regalar una canción que anunciaría su obra maestra: ‘Y dale alegría a mi corazón’. Entonces, Soda Stereo triunfaba con “Canción Animal” y comenzaba a configurarse un recambio que ya no podía retrasarse. Con Charly y Spinetta sobre los 40 años, la Argentina reclamaba nuevos héroes del rock y Cerati iba a ser uno de ellos. Fito, con todo a su favor, aún estaba al debe de presentar una obra que se convierta en fundamental. El resultado de su esfuerzo llegó en junio de 1992. La rueda mágica Gozando de calma y un inspirado momento emocional tras comenzar una relación con la actriz Cecilia Roth, colmado de optimismo Páez convierte sus sentimientos en la fuente de inspiración para “El Amor Después del Amor”, convertido en poco tiempo en el disco más exitoso de su carrera y el más vendido en la historia del rock argentino, superando a “Rockas Vivas” (1985) de Miguel Mateos & Zas. ¿Cómo Fito llegó a este punto? ¿Cuánto cambió su vida con tal éxito? Y la pregunta definitiva: ¿qué hizo de “El Amor Después del Amor” un disco trascendental en su vida y la biografía cultural del continente? Ideado, compuesto, arreglado e interpretado por Fito Páez, solo entregó la producción a Nigel Walker (Paul Mccartney, Dire Straits, Elton John) y al chileno Carlos Narea, además de compartir créditos en momentos específicos, como en ‘La rueda mágica’ con Charly García, ‘Pétalo de sal’ con Luis Alberto Spinetta, y ‘Detrás del muro de los lamentos’ con Lucho González. En términos musicales, la banda de soporte era un lujo: los estables Guillermo Vadala en bajo y Daniel Colombres en batería, sumando a un ya experimentado Tweety González en programación y órganos y Ulises Burton en guitarra. Mientras que los invitados fueron un desfile de estrellas: Charly García, Luis Alberto Spinetta, Andrés Calamaro, Mercedes Sosa, Fabiana Cantilo, Celeste Carballo, Claudia Puyó y los españoles Ketama, por nombrar algunos. Así, el disco que abre con el tema homónimo, sumó canciones que se transformaron en himnos y que, enumerarlos, podría resultar un ejercicio excesivo y vertiginoso. Algunos ejemplos: ‘Sasha, Sissí y el círculo de baba’, ‘Un vestido y un amor’, ‘Tumbas de la gloria’, ‘La rueda mágica’, ‘Brillante sobre el mic’ y ‘A rodar la vida’. Pese a la inversión en dinero y el grosor del equipo, la materia prima –las canciones– eran lo excepcional. Fiel a su repertorio, algunas tendrían significados especiales, ya sea en lo personal o por referenciar las influencias del mundo pop que tanto gustan al cantante. ‘Dos días en la vida’ recrea la historia de Thelma y Louise, de la adelantada película de 1991 de Ridley Scott; ‘Detrás del muro’ reluce los cantos chacareros de Mercedes Sosa; y ‘La rueda mágica’ pone sobre la mesa la fascinación por el rocanrol conocida en los músicos argentinos. ‘El amor después del amor’ era una declaración emocional a Cecilia, su musa, «una figura insólita, hermosa», en sus palabras; y ‘Un vestido y un amor’, una historia que hasta hoy conmueve al corazón más duro, interpretada posteriormente por un gigante como Caetano Veloso. ‘Tumbas de la gloria’ también era una canción especial, probablemente la que encarna la madurez compositiva de Páez en toda su expresión, con modulaciones complejas, apresuramiento en el fraseo, una letra extensa y preciosa –dedicada a los muertos del rock–, con reminiscencias de “Piano Bar” y la escogida por prácticamente todo su personal de confianza para ser la primera en grabarse y saliera como primer single. ¿La razón? Era tremenda. Era Fito con letras mayúsculas. Era pura emoción. Síntesis de lo que finalmente terminó siendo el disco. Brillante sobre el mic Los trabajos comenzaron meses antes en Punta del Este, cuando Fito convoca a Tweety González para hacer la pre-producción. «Veníamos hace bastante tiempo trabajando con Fito, después me fui con Soda en el 89 y esto fue como un reencuentro. Trabajamos de manera bastante intensa esos 11 días, de cabeza a cabeza. Teníamos un montón de teclados y aparatos y jugábamos todo el día», cuenta quien se transformó en la mano derecha de Páez y líder de la banda en el estudio. Una de las curiosidades es que, en esa etapa, el disco se compuso casi íntegramente, ya que el cantautor no llegó con demos o canciones armadas. «Fito tenía quizás algunas ideas, pero piano y voz. Fito no sabe grabar, por eso me llamó y armamos las canciones prácticamente desde cero. Muchos temas salían de cosas que yo le tiraba, como ‘Sasha y Sissí’, algo que yo le tiré y él grabó los acordes en una toma. Bastante espontáneo, muy inspirado estaba», recuerda el tecladista y también productor. En plena inspiración y con una vorágine creativa, el dúo se traslada a un sitio conocido como La Escuelita para ensayar el álbum por dos semanas junto a la banda y el productor Carlos Narea y el ingeniero Nigel Walker, para luego dirigirse a los famosos estudios ION en Buenos Aires para grabarlo. Los relatos en documentales, crónicas y biografías coinciden en que la presencia de Narea como productor fue más bien la de un puente entre la banda y el ingeniero, y como condensador de las ideas de Páez. Al respecto, Narea –quien fuera miembro de los grupos Tiza y Santiago, de considerable éxito como productor en España gracias a trabajos con Hombres G, Miguel Ríos, Leño y Nacha Pop– recuerda que «a Fito en esa época no tenías cómo pararlo y, así como estaba, hubiese grabado el disco toda la vida, sacando idea tras idea, todas buenas, pero que nunca paraban. Entonces, tenía que decirle que ya era suficiente y que la canción estaba ya buena como la dejamos». Particularmente especial para el experimentado productor –que fue quien manifestó al manager de Fito Páez, Fernando Moya, el deseo de producirlo– fue tener contacto con personajes como Charly García, Luis Alberto Spinetta y el grupo Ketama, además de experimentar con una banda tan afiatada y poder viajar a Abbey Road para grabar los arreglos de cuerdas. «Noté que los músicos se miraron como asustados por grabar una canción con piano y orquesta. Cuando tocaron toda la primera parte de la canción, se notaba que les pareció aburrida, se miraban entre ellos, casi sin inspiración, hasta que entraron sus partes, comienzan los arreglos, las armonías, la canción empieza a crecer y a crecer y les empezó a cambiar la cara y se dieron cuenta que estaban tocando algo muy bonito. Era ‘Un vestido y un amor’. Cuando terminó la toma, todos soltaron sus instrumentos y aplaudieron a Fito. Me acuerdo de esa grabación y se me paran los pelos», recuerda. El baterista Daniel Colombes era una autoridad dentro de la banda. Durante la grabación, se dio permiso de probar efectos y llevar la batería al hall central del edificio donde se ubican los estudios ION para generar nuevas profundidades sonoras (como en la canción ‘Creo’). «Recuerdo que grabábamos sin parar, Nigel no paraba. El clima era muy bueno, muy esperanzador, sabíamos que teníamos buenas canciones y esperábamos que le fuera bien. Todo costaba mucho porque Fito no tenía un contrato muy fuerte con la compañía, eso vino después», recordó el baterista que venía de trabajar con una leyenda como David Lebón. Efectivamente, con el disco terminado las cosas cambiaron. El éxito fue impresionante, los contratos se actualizaron y el disco sonó sin parar en las calles de la ciudad, canción tras canción. Pero lo que se convirtió en clamor popular, también tuvo grises. «Ese éxito tan masivo y algunas actitudes de divo harían que Páez fuese cuestionado dentro del propio rock. Era una de las pocas veces que el rock condenaba por el suceso comercial de un artista y no por una concesión o por un mal disco», relata Sergio Marchi en su libro “El Rock Perdido”. Colombes lo recuerda de la siguiente manera: «dimos vuelta el país un montón de veces, también Latinoamérica y España. Fue una cosa conmovedora, de mucho pánico en parte del equipo, pero estaba tranquilo porque veía el delirio que provocaban las canciones y cómo las personas cantaban en los shows, en los estadios. En lo personal, fue muy fuerte porque cambiaron un poco las reglas en el grupo después de todo. Fito se sentía solo ya en los hoteles, yo también estaba un poco harto porque no veía a mi hijo chico. Me fui en el 95 porque ya no aguantaba más». Tumbas de la gloria 200 mil discos vendidos en menos de un año y más de 750 mil a la fecha, 11 singles con rotación radial, 11 conciertos en el Teatro Gran Rex más dos shows consecutivos y repletos en el Estadio Vélez Sarsfield con 84 mil asistentes; gira internacional por Latinoamérica que incluso lo llevó a La Habana, Cuba; reedición de sus producciones descatalogadas a la fecha; actuación en las películas “Sur”, “El viaje” y “De eso no se habla”. 14 tracks que convirtieron al disco en un azaroso “grandes éxitos” y a Páez en un artista que alcanzaba la cumbre del rock latinoamericano. Con el tiempo, Fito recordó lo sucedido con cierto pudor: «siempre lo pienso como un premio que me dio la gente, “mirá a este flaco ahí, dándole con el pianito, haciendo canciones ¿no?, está bien. Mirá todo lo que le pasó y está ahí dándole. Vamos a darle un premio, se lo merece”. Aunque no se puede explicar de esta forma tan bárbara, creo que las tribus funcionan así, en algún momento hay un premio. Por supuesto no me voy a poner en el centro de la escena, pero sí reconocer un hecho que por lo menos yo no había visto nunca en ningún lado del mundo: que eran 40 mil personas revolviendo una remera». Páez pasa de ser un joven de 30 años, reconocido como una promesa de la tradición del rock argentino, a ser un consagrado ídolo de masas. «Es una sensación un poco extraña ser objeto de tanto amor», dijo en entrevista para la televisión argentina en 1995, respecto a la vida en el cénit de popularidad, lo que reafirmó frente a Enrique Lopetegui el mismo año, como compiló en su libro “Ruta Alterna” sobre sus experiencias con el rock latino: «La fama es bastante imbancable». ¿Qué hacer luego de un disco que lo expuso tan mediáticamente? «Todo lo que pasó alrededor mío ahora fue muy explosivo para afuera. Toda mi cotidianeidad cambió. O sea, no puedo ir al bar de la esquina a tomarme una cerveza tranquilo ni puedo salir a caminar por ahí, ni puedo andar por la noche como anduve toda mi vida». Tras tanta exposición, Fito se consagró como parte del tridente que relevó a Charly y el Flaco, acompañado de Cerati y Calamaro. Su vida no volvió a ser la misma y, pese a momentos creativos brillantes a lo largo de su carrera (el último de ellos tras la publicación de “La Conquista del Espacio” en 2020, ganando un premio Grammy), jamás regresó a estar en una cumbre de fama tan excesiva y asfixiante, que lo obligó a recluirse durante gran parte de los noventa. “El Amor Después del Amor” es un disco fundamental del cancionero rockero argentino y, más allá, pieza obligada en la discografía de cualquier melómano latinoamericano. Fue un grito argentino que se escuchó desde el Cono Sur del continente hasta California, en el norte. Un álbum que configuró para siempre una manera de ser cantautor en Argentina y que, como si se tratara de un designio divino, congregó a gran parte de las voces que definieron la argentinidad en la segunda mitad del siglo XX. 14 canciones que premiaron a Fito y lo llenaron de amor, cambiando su vida, la de los músicos y de sus admiradores. Una mochila difícil de llevar cuando pasó el sueño, pero de la que nunca renegó. Hoy, 30 años después, Páez se aproxima a lanzar una serie biográfica en Netflix (con el mismo nombre del disco), regrabar el álbum y comenzar una gira de aniversario, en plena madurez y con proyectos tan importantes en paralelo como los lanzamientos de la celebrada trilogía “Los Años Salvajes”, “Futurología Arlt” y “The Golden Light”. Seguramente, para los 60 años de "El Amor...", Fito ya no tenga este ritmo creativo, pero es un hecho que seguiremos recordando su obra cumbre, esta suerte de señal en la ausencia del dolor. Tags #Fito Páez #El Amor Después del Amor #Tweety González #Daniel Colombes #Carlos Narea Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. Ultimos Contenidos Rock Noticias Steve Vai programa su regreso a Chile Martes, 28 de Marzo de 2023 Rock Discos The Answer Martes, 28 de Marzo de 2023 Rock Noticias Ciro Pertusi viene a Chile con los éxitos de Attaque 77 Martes, 28 de Marzo de 2023 Rock Noticias The Metal Fest: entradas cancha agotadas Martes, 28 de Marzo de 2023 Rock Articulos Justicia Divina: Skid Row - ''Subhuman Race'' Martes, 28 de Marzo de 2023 Rock Noticias Led Zeppelin: Escuchamos ''Houses of the Holy'' en su aniversario Martes, 28 de Marzo de 2023 Rock Articulos Pink Floyd: Peleas y reconciliaciones Martes, 28 de Marzo de 2023 Rock Noticias Concurso: Gana entradas para el CL.PROG Lunes, 27 de Marzo de 2023