Arctic Monkeys: El camino de la última gran banda de guitarras ¿Cómo ha sido la evolución del grupo más prolífico de los últimos 20 años? Martes, 28 de Febrero de 2023 (Publicado originalmente en revista #Rockaxis233, noviembre de 2022) Desde su debut, los británicos han estado liderando rankings, conquistando públicos y creciendo junto con sus fans. Con su nuevo álbum, el recién editado “The Car”, muestran su lado más refinado y alejado de las guitarras furiosas de su primer álbum. Por Bastián Fernández y César Tudela Fotos: Zackery Michael El mundo del rock no fue el mismo después del 19 de junio del 2013, cuando Arctic Monkeys publicó esa sensual, atrevida, contagiosa y viral canción ‘Do I wanna know?’. Un himno para dar un paso más, cuatro minutos y treinta y dos segundos que animan a dejar la vergüenza y pisar el acelerador. Pero todo lo que ocurrió con el grupo ese año con el galardonado “AM” no es más que el reflejo de años de experimentación, alianzas estratégicas y mucho talento. Se podría decir que la primera gran piedra para que los de Sheffield se volvieran mundialmente famosos pasó en 2011, cuando se enamoraron de Estados Unidos y Alex Turner entró a una barbería de Austin, Texas. Ahí dejaba atrás al joven misterioso de pelo largo para salir convertido en un Elvis moderno, con un jopo lleno de gel y un traje elegante. Pero para entender a los “monos” hay que ir más atrás, al 2006. Su primer gran golpe en la industria. Desde iniciada la década de los 2000, el inicio del nuevo milenio estuvo marcado por los álbumes debuts o de consagración de bandas como The White Stripes, The Strokes, Franz Ferdinand, The Killers, Yeah Yeah Yeahs e Interpol. El regreso y auge del rock de guitarras, al que la prensa especializada incluso etiquetó como garage rock revival. En ese contexto, y usando una plataforma que servía de streaming y red social a la vez como lo fue MySpace como trampolín para llegar a la masividad, el primer larga duración de Arctic Monkeys, “Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not” lanzado en enero de 2006 rompió records. Es uno de los discos debut que más rápido se ha vendido en la historia del Reino Unido y se quedó con el Mercury Prize como el mejor LP de ese año. Un álbum que dejó como marca registrada del cuarteto las guitarras furiosas y una batería endemoniada, y la sensación que nuevamente el rock olía a espíritu adolescente. Como comentaría Alex Turner años más tarde, la idea era acercarse a The Strokes, pero al mismo tiempo alejarse lo más posible de ellos. Uno de los puntos claves de su explosivo debut está en las letras. El músico siempre se ha sentido cómodo retratando lo que ve, desde lo que ocurría en los lugares oscuros de su ciudad natal en ‘When the sun goes down’, las filas de discotecas en ‘From the ritz to the rubble’ y la superficialidad adolescente con ‘A certain romance’. Si sus ídolos retrataban las noches de New York, ellos iban por contar lo que sentía un adolescente de los suburbios de Inglaterra. El gran desafío vendría con el segundo álbum. Había que superar aún el talón de Aquiles de aquellas bandas de los 2000 y del rock inglés del nuevo milenio. El sonido Arctic Monkeys Dicen que la clave para mantenerse en la industria musical está en el segundo álbum. Es el que te sepulta o te hace decirle al mundo: «no fue casualidad, somos de verdad». “Favourite Worst Nightmare” (2007) es el comienzo de la experimentación de Arctic Monkeys, la búsqueda por no repetir la fórmula. Si bien se mantiene el músculo de su primer LP en ‘Brianstorm’, ‘This house is a circus’ y ‘Balaclava’, hay espacio para nuevos elementos como el piano, guiños al cine con el sample del spaghetti western El Bueno, el Malo y el Feo en la clásica ‘505’, y la calma en canciones como ‘Fluorescent adolescent’ y ‘Do me a favour’. Si algo aprendieron rápido los de Sheffield es a pensar en el futuro. En los lados B comenzaron a dejar huellas de lo que pensaban hacer en los próximos años, en cómo iban a abordar sus canciones de otra forma, ya no con el ímpetu telúrico de sus inicios. En ‘Temptation greets you like a your naughty friend’, canción incluida en el sencillo ‘Brianstorm’, dejaron los cimientos del sonido que amarían un lustro después en “AM”: un riff repetitivo, un tándem batería-bajo que coquetea con la cadencia del rap, arreglos de guitarra que entran a poner tensión y un Alex Turner que juega tímidamente a contar una historia, con esa faceta de crooner elegante que en los últimos años ha impostado. Mientras sus compañeros generacionales no hacían un gran cambio en su sonido, Alex Turner, Matt Helders, Jamie Cook y Nick O'Malley apostaron por la búsqueda, salir de su zona de confort y encontrar compañeros de ruta que apoyaran sus ideas. Miles Kane, Josh Homme de Queens of the Stone Age, el productor James Ford y hasta el chileno-estadounidense Alain Johannes se convirtieron en los nuevos grandes aliados de los Arctic Monkeys. Antes de pasar a la etapa oscura y de pelos largos de los ingleses hay que hacer una necesaria parada en el proyecto paralelo que Turner y Miles Kane crearon en conjunto, The Last Shadow Puppets, un juego de co-escribir canciones en donde cambiaron las guitarras aceleradas por las orquestación e instrumentos de cuerdas que terminó en una propuesta más que respetable y referente absoluto para el sonido que luego empezará a amasar en su banda madre. Con “The Age of the Understatement”, el joven Turner encontró un nuevo lugar en el escenario, descubrió su lado más teatral, donde ya no tenía que estar escondido detrás de un micrófono. Ahora podía caminar, correr, dramatizar y reinterpretar la música de referentes como David Bowie y The Beatles. Finalmente, podía hacer lo que quisiera. Después del éxito de TLSP, Arctic Monkeys cruzó hacia el otro lado del charco para trabajar en el desierto con Josh Homme y James Ford. El resultado fue “Humbug” (2009). Y mientras el indie rock comenzaba a coquetear con la música electrónica, ellos se fueron por la oscuridad y letras crípticas: ‘Secret door’, la melancolía dulce de ‘Cornerstone’ y la poderosa ‘Crying lightning’, marcan el fin de la adolescencia del grupo y el inicio a una etapa de inquietud hacia otras melodías, más ambiciosas, profundas y refinadas; y a una madurez en las temáticas, donde las letras se volvieron más complejas, misteriosas y existenciales, como en ‘My propeller”. La referencia ya no estaba en The Strokes, ellos estaban escuchando otras cosas y Turner lentamente comenzaba a verse como un crooner. Prueba de ello el cover de ‘Red right hand’ de Nick Cave o la enigmática ‘The afternoon's hat’. No todo era tocar lo más rápido posible y, sin duda, había algo más en la vida que el amor no correspondido. Prueba y verás 2014, Brits Awards. Arctic Monkeys suben a recibir el premio a Mejor Grupo Británico, dejando perplejos a todos los miembros de One Direction, la boyband del momento. «El rocanrol parece como si estuviera desaparecido a veces, pero nunca morirá. Y no hay nada que puedas hacer al respecto», dijo Turner antes de dejar caer su micrófono y salir del escenario como todo un badass. El rock volvía a estar de moda y, en parte, él era el responsable. Odiado y amado por los fans, ‘Suck it and See’ (2011) se enmarca hoy como el ensayo previo antes del dominio mundial de Arctic Monkeys. Un álbum grabado en los míticos estudios Sound City, en cinta y con un sonido de rock estadounidense. Atrás quedaban las oscuras letras de “Humbug” para pasar a un álbum de riffs, pop y mucho desamor. Tal vez, ‘Black treacle’ es la canción clave, un tema de menos de cuatro acordes, repetitivo y entretenido. Una fórmula que sería aceitada en su próximo álbum. A medida que aquel tour fue avanzando, la banda comenzó a cambiar. Turner dejó su pelo largo y pasó al jopo, Matt Helders se empoderó de las segundas voces y hasta se atrevió a cantar y tocar en ‘Brick by brick’, mientras Cook y O’Malley encontraban su sonido. Con el sencillo ‘R U Mine?’ en 2012 vino el primer golpe a la mesa. El aviso de que algo grande venía. Ahí, los de Sheffield aplicaron todo lo aprendido: riffs potentes y precisos, bases rítmicas entretenidas y un Alex Turner desatado entre lo energético y lo teatral. La prensa –sobre la británica siempre en busca de los nuevos mesías del rock– venía diciendo a gritos que Arctic Monkeys era la banda mayor de su generación. Bueno, en “AM” (2013) no solo se lo creyeron, sino que lo consiguieron. A estas alturas, ya parece ser un álbum clásico del rock moderno. Fueron a experimentar al estudio, llevaron todo lo aprendido en una década de carrera, pero por primera vez registraron los instrumentos por separado, teniendo a Dr. Dre como referencia. Las letras cuentan historias de desamor, en medio de momentos de desenfreno en la batería y otros de fragilidad y riffs simples, pero efectivos. Es un viaje por la desfachatez de “Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not”, la confianza de “Favourite Worst Nightmare”, la experimentación de “Humbug” y la cálida sencillez presente en “Suck it and See”. A su vez, con el objetivo de mezclar la sensualidad de lo urbano con la crudeza de los riffs de tradición británica. Si Rage Against the Machine combinó la potencia y protesta del rap con las guitarras, causando una revolución sónica en los noventas, Arctic Monkeys puso el coqueteo al servicio de las cuerdas y los beats. Y mientras The Strokes, The Killers y Franz Ferdinand intentaban encontrar nuevamente la cima, el cuarteto creó su propio camino en base a la experimentación y visión. Saltos al vacío para ir más allá y encontrar su propia identidad. Por otro lado, Turner en esta etapa luce como un crooner ultra sensual bajo la fachada de un tipo frágil y atrevido, aunque sin perder la impronta de rockstar. Todo mientras sus compañeros asumen un rol de reparto para potenciar y alimentar el camino que había tomado. La fórmula funcionó hasta el punto que salieron en todas y cada una de las revistas musicales, juveniles y hasta las dedicadas a la moda. El álbum funciona tanto como un preciso resumen de lo que había sido hasta esa fecha el fenómeno Arctic Monkeys, como también un nuevo punto de inicio. Uno donde, esta vez, el suelo estaba mucho más lejos que antes. Así las cosas, solo quedaba un camino: dar un salto más radical. Yo solo quería ser uno de los Strokes Muchos de los grandes genios de la música experimentan y cambian; necesitan desafíos o simplemente no pueden seguir haciendo lo mismo. Eso pasó con Arctic Monkeys. Tras el arrollador éxito de “AM”, Alex Turner colgó la guitarra y se aventuró con un álbum espacial y cargado al piano. Con “Tranquility Base Hotel + Casino”, la calma y la soledad se hicieron de la nueva identidad del grupo. Además, en varias entrevistas contó que en su infancia tocó piano, aunque sin profundizar mucho. Con la llegada de uno a su casa como regalo de su manager, pasó horas solo tocando y viendo qué salía. El resultado es un álbum con un sonido setentero y con las confesiones más fuertes que ha hecho. «Yo solo quería ser uno de los Strokes», canta en ‘Star Treatment’. En una conversación con Zane Low de Apple Music, confesó que intentó tomar la guitarra al final de su último tour, «quería hacer una canción para cerrar los shows y aprovechar la energía que estábamos teniendo en el escenario, pero no pude», dijo sin miramientos. Incluso comentó que no podía tocar rápido sin que sus compañeros de banda lo llevaran a ese lugar. «En un show estábamos tocando una canción antigua y la canté como lo hago ahora, Matt me miró y se rió. Dijo que ahora tenía un toque de Broadway», señaló entre risas. Para “The Car”, el más reciente material de la banda y que los trae nuevamente a Chile en marco del arribo del festival Primavera Sound a este rincón del planeta, el grupo volvió a Inglaterra. Fue como volver al inicio, pero con el irremediable paso del tiempo sobre sus hombros y la experiencia ganada en sus dos décadas de vida musical. Se juntaron en el verano, conversaron tardes enteras, armaron las canciones en el estudio y se tomaron todo el tiempo para grabar. Según comentó Turner en la mencionada entrevista con Zane Low, para este álbum hubo mucha participación de sus compañeros. El mejor ejemplo es ‘Body paint’, la que en sus inicios no tenía un final con guitarrazos, al más puro estilo de David Bowie. En este séptimo álbum, los Arctic Monkeys volvieron a la tierra no solo de forma metafórica, también literal. Ya no hay grandes secretos en las letras, ni sobreinterpretaciones de las cosas. La frase «no te pongas emotivo, eso no va contigo» de ‘There’d better be a mirrorball’ no es un dardo a ninguna de las exparejas de Turner, son solo palabras que le parecieron divertidas de decir después de un momento tan cinematográfico y dramático. El título del álbum tampoco tiene un significado trascendental, solo les hizo sentido por la foto tomada por Matt Helders y por las cuatro veces que se nombra la palabra en el álbum. En las últimas entrevistas, frente a consultas sobre las interpretaciones de sus letras, comentan que es lo que se ve. No hay nada bajo la alfombra. ¿Las guitarras volverán a tener el protagonismo? Al parecer no y ‘Sculptures of anything goes’ es la prueba. Si reemplazas el sintetizador por una guitarra, tienes una canción de “AM”. El dramatismo y el crooner sensual sigue ahí, pero en otro formato. Turner le contó a Low que intentó para este álbum sacar su lado más rockero, pero no pudo. Ya no logra terminar una canción en guitarra sin desanimarse o sentir que se repite. Tal vez esa sinceridad a la hora de componer es la que mantiene la chispa del grupo, ellos no pueden jugar a ser lo que no son. La última gran banda de rock ha elevado cada vez su apuesta en cada paso que dan, ya sea cargándose de sonidos pop, hasta su versión más AOR, llena de arreglos de cuerdas y drama. Su secreto está a la vista: la experimentación. Dar pasos al vacío sin miedo a equivocarse y tratar de ser impredecibles. Todo sumado al misterio de sus vidas privadas: salvo Matt Helders, ninguno de los miembros del grupo tiene redes sociales activas. Solo aparecen para tocar y dar entrevistas, dejando en claro que para ellos la música habla por sí sola. No se puede afirmar si los Arctic Monkeys volverán a marcar una época con su versión de traje y arreglos de orquestas, pero mientras bandas como The 1975 proclaman tener en sus manos el nuevo “Ok Computer” o que definirán la década de los 2020, ellos siguen trabajando en silencio, experimentando y poniendo a la música por sobre todas las cosas, porque a estas alturas, ya no hacen álbumes para mantenerse, ni ganar más fama, es solo por placer y satisfacer sus propios deseos. Así que como decían en 2006, y con varias marcas de la adolescencia en su cara, «don’t belive the hype». Tags #Arctic Monkeys #The Car #Alex Turner #Matt Helders #Jamie Cook #Nick O'Malley Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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