Chris Cornell

1999. A&M

Cuando se publicó el primer y único disco solista de Chris Cornell, muchos fanáticos acérrimos de Soundgarden cayeron en el inmenso error de buscar en este trabajo riffs pesados, la ironía que caracterizaba a la banda y la música que en general representara a ese Cornell rabioso, sarcástico y oscuro. Pero se encontraron con la sorpresa de que “Euphoria Morning” no tiene nada que ver con eso, por el contrario, revela el lado más sensible del músico, tanto artística como personalmente, y deja atrás todo indicio del grupo casi apocalíptico que conocimos con “Down on the Upside”. Y es que para los fans resultó inexplicable su separación en 1997, y este disco resultaba una especie de regreso del sonido que los identificaba.

“Euphoria Morning” representa una celebración de los días, sin importar que sean grises, que sean confusos o extraños, interpretado en un tono tan íntimo que seguramente, en más de una frase, se puede encontrar el reflejo de nuestra propia imagen. El ruido es dejado atrás para encontrar confianza en la revelación de los sentimientos, en la pérdida del miedo y en la apertura del alma. Cuando esa música llega a lo más profundo de las tripas, no queda otra que ceder y abandonarse a esa sensación abrumadora. Lo que más se admira en un disco como éste es que Cornell ya no suena incómodo consigo mismo como en sus primeros discos con Soundgarden, sino que, liberado de la ‘carga’ de tener que contar con la aprobación de la banda, se encuentra en un estado muy armónico y pacífico.

El renacimiento de Chris Cornell se dio junto a los músicos Alain Johannes y Natasha Schneider (Eleven), con quienes había compuesto el precioso tema ‘Sunshower’ para la banda sonora de “Great Expectations”, y que funcionó como muestra de lo que se podía esperar de un disco solista de Cornell: básicamente, su voz y su guitarra, como componentes esenciales de esa armonía que plasmó tanto en esa canción como también en ‘Seasons’ (de la banda sonora de “Singles”) y en todo el “Euphoria Morning”. Sin embargo, en este álbum, Johannes y Schneider llevan la intimidad de Cornell a otro nivel, experimentando con sonidos nuevos, probando la variedad de las emociones y utilizando distintas técnicas de grabación, que al final contribuyen a la total extroversión de la voz más reconocida de los años noventa.

Basta sólo escuchar la blusera ‘When I’m Down’ para darse cuenta que Cornell realmente perdió el temor a mostrarse y a escribir letras más directas. O también ‘Wave Goodbye’, la canción dedicada a Jeff Buckley, que escribió apenas se enteró de la muerte de su amigo y que manifiesta un intenso dolor y fragilidad no sólo en las letras (“you try to stand up strong and brave when all you want to do is lay down and cry”; “tratas de ser fuerte y valiente cuando todo lo que quieres hacer es tirarte al suelo y llorar”) sino en la misma forma en que Cornell interpreta el tema, que evoca profundamente a Buckley. Y asimismo, la melancólica ‘Steel Rain’, en la que se siente a un Cornell profundamente conmovido, y ‘Sweet Euphoria’, en la que Cornell canta solo, con su guitarra acústica y la delicadeza de una melodía que vive en un dormitorio, que no fue hecha para grandes escenarios, sino solamente para ti y tus oídos.

Por otra parte, el lado más ‘rockero’ se muestra con ‘Can’t Change Me’, la alegoría a esa joven en llamas que puede cambiar el mundo pero que no puede cambiarlo a él, o también como una referencia a las chicas apasionadas que pretenden arrasar con todo, pero les resulta imposible. ’Preaching the end of the world’, una de las más impresionantes y bellas del disco, donde casi clama por alguien que lo acompañe a los fuegos eternos del fin del mundo, y también ‘Pillow of your bones’, que a pesar de ser muy simple, contiene un poder inmenso, evidenciado en su inconfundible interpretación vocal. En suma, un trabajo que se debe escuchar, donde Cornell llega a terrenos inexplorados y enternecedores. “Euphoria Morning”, por poder mágico, es capaz de desvelar el alma, de regalar un corazón a los hombres de lata.

María de los Ángeles Cerda