Los Violadores

1983. Umbral

En 1980, el adolescente Pedro Braun (Hari-B) llegaba a Buenos Aires tras unas vacaciones en Londres. Ahí descubrió a los Sex Pistols, algo que cambió su mundo radicalmente, decidiendo adoptar la estética y la ideología del punk como un acto de rebeldía ante la Dictadura a la que estaba sometida su país. Así, mandó una carta a la revista Pelo donde explicó el género y manifestó interés de buscar compañeros para formar una banda. Asumiendo el rol de guitarrista, junto a Sergio Gramática (batería), Stuka Fossa (bajo) y Pil Trafa (voz) daría forma al grupo Los Testículos, que en el lapso de unos meses cambiaría su nombre a uno más convencional, pero no por ello menos combativo: Los Violadores.

Tras varios meses dando vueltas por el circuito under de Buenos Aires, el grupo dio su primer concierto importante el 17 de julio de 1981, en la Universidad de Belgrano. El show fue corto y tanto asistentes como la banda terminaron presos. No había otra forma de decir que el punk había llegado al país, y nadie podría detenerlo. Al año siguiente, gracias a las gestiones de su mánager Mundy Epifanio (que descubrió también a V8), entran a grabar su primer disco homónimo, con la producción de Michel Peyronel (baterista de Riff). Este les dio tanta libertad en el estudio que no cambió nada en las canciones, sobrepuso cintas para darle énfasis a las voces y guitarras, y permitió que aporrearan sillas para darle mayor potencia a las percusiones. Si bien las sesiones se hicieron durante el mes de junio de 1982, este álbum no fue lanzado hasta diciembre del año siguiente, una vez que la Dictadura terminó. La banda no solo incomodaba, si no que tampoco eran tiempos para arriesgarse.

En la cinta Los Violadores descargaron toda su furia en 12 canciones breves, potentes e incómodas, donde disparan ácidas letras contra la institucionalidad ('Sucio poder'), la sociedad adulto céntrica que infantilizaba los gritos de rebeldía ('Cambio violento', 'Para qué estoy aquí'), las restricciones sociales ('Moral y buenas costumbres'), el rigor del trabajo ('Estás muerto'), la Guerra fría ('Mirando la guerra por TV') o la Guerra de las Malvinas ('Guerra total'). Mientras que en 'El extraño del pelo largo' (parodia de un tema de La Joven Guardia) no ocultan su repulsión por el hipismo, en 'Viejos patéticos' van más a fondo y reniegan de los emblemas del rock argentino, autoproclamándose como líderes de su generación y dejando en claro que no eran tiempos para oír pop alegre o canciones blancas que llamaran a la paz. ¿Arrogancia? Sí, pero no olvidemos que ellos apuntaban a esa juventud olvidada por las esferas opositoras, que además de libertad política, también querían disfrutar sin restricciones. Es por eso que 'Represión', no solo fue un grito de guerra contra la Dictadura, también fue – y es - una reafirmación punk mucho más potente que el 'No Future' que proponía Johnny Rotten, donde no hay segundas lecturas: "Represión a la vuelta de tu casa / represión en el quiosco de la esquina / represión en la panadería / represión 24 horas al día".

La música es tan filosa y compacta que no hay espacio para solos ni acrobacias rítmicas. Más que sonar bien, aquí existió la urgencia de registrar la rabia y descontento. Por supuesto que en sus discos posteriores hay un mayor nivel técnico, pero esta placa fue histórica al ser un manual de estilo para saber cómo debía sonar el punk sudamericano. Convertidos en los referentes de la juventud cansada de ser silenciada y reprimida, la esencia del álbum es palpable en diversas bandas durante el resto de esa década.

Giordano Antonelli Villavicencio