White Is Relic / Irrealis Mood

2018. Polyvinyl

"White Is Relic / Irrealis Mood”, el quinceavo álbum de of Montreal, una obra de títulos bicéfalos, es el nuevo episodio de la interminable saga diseñada por Kevin Barnes sobre su propia vida. Esta vez, dividido entre la Atenas de Georgia (Athens) y la Atenas de Grecia, el material está impregnado por el encuentro del AMOR (así, en mayúsculas, tal como lo admite en la nota de prensa) y, al mismo tiempo, por una paranoia de la realidad simulada en que vivimos, donde los medios se utilizan para manipular y controlar el orden social y la identidad cultural.

Tal como en discos como “Controversy” de Prince o “Let’s Dance” de Bowie -los dos artistas más influyentes para Barnes, tanto vital como creativamente- los 42 minutos de la placa están repartidos en seis extensos cortes que emulan la estructura de los 12” mixes, populares en los años 80. Secciones que podrían sólo llegar a ser vagamente delineadas en un minutaje más escueto, son expuestas y exploradas con detención y profundidad, en casos extremos bordeando los nueve minutos. Sobre estas coordenadas, se esculpe un trabajo en su mayor parte producido en solitario, dejando de lado la banda en vivo e incluyendo sólo acotadas colaboraciones de sus músicos recurrentes.

Al igual que en el antes mencionado “Controversy” de Prince, lo político y lo sexual se despliega sin tapujos, sobre una morfología de agudo detallismo. “Si pegamos nuestros oídos al techo, podremos escuchar al gobierno respirando, podemos escuchar a la materia oscura alimentando”, advierte la infecciosa ‘Plateau Phase / No Careerism No Corruption’, mientras que en ‘Sophie Calle Private Game / Every Person Is A Pussy, Every Pussy Is A Star’ lanza joyas como “me susurraste que no fuera vulgar, mientras hacía que te vinieras”. En ‘Paranoiac Intervals / Body Dysmorphia’, el contagioso primer single, desnuda su verdad última: “la ansiedad es mi única fuente de energía”, confiesa. 

‘If You Talk To Symbol / Hostility Voyeur’, uno de los tracks más intensos, conjuga rasgos de los Depeche Mode de “Constructing Time Again” con un guiño a ‘If You See Her Say Hello’ de Dylan. “Si ves a Símbolo, dile que he seguido con mi vida”, gime Barnes, por supuesto, plasmando el cierre definitivo de su matrimonio y el comienzo de una nueva relación. En ‘Writing The Circles / Orgone Tropics’, el pitch alterado de los vocales amplifica el ambiente cibernético y desolador, y en ‘Soft Music / Juno Portraits of the Jovian Sky’, las líneas de bajo irresistibles y un alucinante solo de teclado final arropan las confidencias de su autor: “es difícil detener el gatillaje de los propios impulsos auto destructivos". 

Al contrario de otros esfuerzos exploratorios como el más derivativo e impactante “Paralytic Stalks”, el interés de Barnes por utilizar la música como una forma de medir el tiempo es crucial para los cimientos del álbum. Altamente cohesionado y más homogéneo, pero sin perder la agudeza, of Montreal entrega una obra que emula el flujo mental de su creador, ya que, en una de las raras excepciones de ésta longeva carrera discográfica, el curso de la música parece moverse en paralelo con el pensamiento. 

No es de extrañar, a estas alturas, que uno de los libros de cabecera para Barnes durante este proceso haya sido la autobiografía de Mark E. Smith, pues of Montreal siempre ha emulado a los inquietos The Fall -siempre distintos, siempre los mismos- en su constante carácter mutante, en su incorrección y rebeldía. “Nunca seguí la voz de ningún amo”, decía ‘Bassem Sabry’, la apertura del excelente “Aureate Gloom” de 2015. Y vaya que es cierto.

Nuno Veloso

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