Clutch

Fueron varias vueltas las que Clutch tuvo que dar para llegar a su actual sonido, haciendo esa cruza entre stoner y blues rock. Después de todo su inicio se remonta a comienzos de los noventa y donde a ratos se acercaron al rap metal y el hard core, algo lejos de lo que son ahora. Hoy los de Maryland cuentan con su decimosegundo álbum, “Book of bad decisions”, un sólido trabajo de 15 canciones que exuda toda la potencia y madurez adquirida, y que trabajaron junto al productor Vance Powell, quien ha ganado cuatro Grammys por algunas de sus obras. Ya a fines de los noventa Clutch comenzaba a configurar el espesor de su propuesta, muchas veces con Black Sabbath como eje central, al igual que buena parte del Stoner rock.

Con ‘Gimme the keys’ el disco prende motores. La voz profunda de Neil Fallon va soltando frases en un corte de blues rock. Con humor, en ‘How to shake hands’ Fallon se candidatea para Presidente de Estados Unidos. “Voy a ser Presidente de los Estados Unidos. (…)/ En el día en que nací, todas las enfermeras y los médicos/ "Saquen a ese niño de su cuna y póngalo en la Oficina Ejecutiva”, dice, y luego asegura: “Lo primero que voy a hacer es revelar todos esos ovnis./ Pon a Jimi Hendrix en el billete de 20 dólares/ y Bill Hicks en una nota de cinco puntos.” 

‘In walks Barbarella’ deja espacio para sonidos de vientos que la vuelcan al funk, mientras ‘Weird Times’ arremete con fuerza. ‘Emily Dickinson’, la mejor del disco, propone la fórmula clásica e infalible para hacer un tema oreja: Una estrofa suave y un coro corajudo. La canción, quizás un homenaje para la poetisa estadounidense del Siglo XIX, es un hit con todas sus letras. “Emily Dickinson/ Cambia tu ropa por una rosa/ Nacido en el valle donde/ crece la salvaje ganja/ Emily Dickinson/ No te acerques la mano/ Mirando por el cristal de la ventana/ Hay mucho más que saber”, dice la letra. Y vaya que funciona cuando la voz de Fallon busca los tonos altos.

Las quince canciones que componen el disco hacen que el trabajo se vuelva un poco extenso. Probablemente hubiese quedado mejor con algunos tracks menos. ‘A Good fire’ da paso a los sonidos desérticos guiados por la cruz de Sabbath y en ‘Hot bottom feeder’ se dan el gusto de entregar una receta de una comida en la letra. A veces, líricas serias, en otras, con más humor. La oscura y dura ‘Lorelei’ baja el telón con potencia. 

Quizás Clutch no ha gozado de demasiada popularidad en este rincón del mundo, pero han estado haciendo lo suyo por demasiado tiempo como para ser ignorados. Este trabajo está lleno de potencia y se presenta como uno de los buenos álbumes que el grupo ha despachado. Bien hecho, Clutch.

Juan Pablo Andrews

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