Iron Maiden

Dance of Death

Viernes, 05 de Septiembre de 2003

2003. EMI

“La danza de la muerte” no podía partir de peor forma. Con una portada horriblemente digital, donde Eddie apenas se ve, debe ser una de las carátulas menos logradas de toda su discografía. ¿Por qué no utilizaron al siempre brillante Derek Riggs? Nunca se supo.

A esto hay que sumar que el disco se inicia con ‘Wildest Dreams’, lejos el peor tema de la placa, un track anodino, demasiado rockanrolero, que resulta insulso y poco convincente para ser la carta de presentación. Como single es una pésima elección y continúa la senda de esos sencillos para el olvido que luego la propia banda deja en el limbo, caso de ‘From Here to Eternity’ o ‘The Angel and the Gambler’, por citar dos casos.

Afortunadamente, todo se arregla rápido y ya en el segundo track, ‘Rainmaker’, aparece el mejor Maiden. Una canción de una gran esencia melódica, con Dickinson con un feeling increíble en la voz, demostrando que sigue siendo uno de los grandes del metal. Excelentes también los solos del trío Smith/Murray/Gers. Gran tema.

Todo sigue con ‘No More Lies’, el primer tema épico de largo minutaje de la placa. Es el corte por excelencia de Harris con esa estructura de intro/desarrollo/clímax para, hacia el final, largar todo el poder de una banda desbocada. Nuevamente grande Dickinson en las voces, largos punteos y un arrope de teclados que le da un tono grandilocuente al tema, que pinta para clásico en la línea ‘Fear of the Dark’ o ‘Brave New World’. ‘Montségur’, el cuarto track, debe ser uno de los más pesados de este trabajo. Con riffs entrecortados y una base rítmica con cambios constantes, me hizo recordar a alguno de los temas menos conocidos del “Powerslave”. Tiene ese tipo de vibración.

‘Dance of Death’ -la canción- nos presenta otro opus épico de casi nueve minutos de duración, con una intro bastante larga de guitarras limpias. Dickinson va relatando la historia, casi conversando la letra, para dar paso a una vocalización con garra y notas altas; y una base instrumental que también va creciendo hasta lograr ese clímax emotivo de gran final, donde Nicko McBrain hace unas figuras muy interesantes con su doble bombo. ‘Gates of Tomorrow’ comienza con esas guitarras sintetizadas a lo ‘Lord of the Flies’ i tal vez te recuerde a ‘Tailgunner’, pero luego en vez de tomar un rumbo más heavy experimenta un quiebre hacia una veta más melódica, con un ritmo de caja y bombo entrecortado, marca registrada del baterista.

A propósito de McBrain, ‘New Frontier’ marca su debut en la composición, después de casi veinte años de estar en el grupo. ‘Paschendale’ debe ser junto a ‘Montségur’ lo más pesado de “Dance of Death”. Oscuro pero ciertamente poderoso y ganchero, con acordes abiertos que permiten una vez más el lucimiento de Dickinson que está en gran forma. El final llega con ‘Journeyman’, un tema emotivo, distinto. Se podría decir que es folk metal, como una versión heavy de Jethro Tull. Sin duda una bonita y emotiva manera de cerrar. Si no fuera por la voz de Bruce, costaría adivinar que se trata de un tema de Iron Maiden. Buenísimo.

En síntesis, un disco que requiere de una asimilación más lenta que el anterior, tal vez porque carece de temas de efecto inmediato.

Cristián Pavez