Kvelertak

2020. Rise Records

Siempre hay incertidumbre cuando una banda cambia de vocalista. Y es que en el mundo del rock hay varios ejemplos de reemplazos fallidos, grupos que no vuelven a ser los mismos, que no logran sacarse de encima los fantasmas de una saga exitosa o que no consiguen darle carácter a su metamorfosis. Por otro lado, están las historias de éxito, las agrupaciones que superan airosas el desafío e inician una etapa sin contratiempos. Sea cual sea el panorama, el primer disco con la nueva voz está llamado a resolver interrogantes. ¿Cuál es el aporte del recién llegado? ¿Se acopla este a un sonido establecido o impone sus recursos para producir un cambio notorio? ¿Logra continuar con el legado de la banda o la perdemos en la irrelevancia? ¿Se extraña mucho al miembro faltante o el nuevo logra llenar el vacío?

Afortunadamente para Kvelertak, “Splid” (2020) resuelve todas esas dudas de buena manera, debido a que el debut de Ivar Nikolaisen tras la salida del carismático Erlend Hjelvik conserva las marcas de la casa. Pero ojo, si bien no hay un cambio de rumbo que haga rasgar vestiduras, sí se vislumbra una continuación de la expansión sónica que ya habían comenzado a transitar. La adrenalina sigue presente, sobretodo en ‘Discord’ y ‘Crack Of Doom’, colaboraciones con Nate Newton de Converge y Troy Sanders de Mastodon respectivamente, en que se aprecia un inyección punk que nunca se ha eliminado completamente de la fórmula, pero que se administra en una dosis moderada.

Esto no es nuevo ni menos atribuible a la llegada de Nikolaisen, ya que las cuotas de locura instrumental habían disminuido en el anterior “Nattesferd” (2016), por lo que no es de extrañar que el sexteto permanezca en ese riel en ‘Necrosoft’ y ‘Ved Bredden Av Nihil’, con pasajes en que la batería de Håvard Takle Ohr pasa del hard rock al black metal con facilidad y el trío de guitarras compuesto por Bjarte Lund Rolland, Maciek Ofstad y Vidar Landa lo siguen forzando la muñeca al máximo. Hay también un gran trabajo de las seis cuerdas en la introducción atmosférica de ‘Rogaland’, en la figura escurridiza de ‘Stevnemøte Med Satan’ y en el riff muteado de ‘Bråtebrann’, con excelentes coros y un bajo de Marvin Nygaard punzante y certero que va abriéndose camino con una personalidad envidiable. Y si hablamos de identidad, la de Ivar Nikolaisen se muestra en el intercambio entre su voz limpia y el grito desgarrado presente en ‘Uglas Hegemoni’, ‘Fanden Ta Dette hull!’, ‘Tevling’ y ‘Delirium Tremens’, instantes en que, sin ser un clon de su predecesor, aplica lo que sabe, entregando un estilo callejero en las partes más furibundas y bajando las revoluciones cuando es necesario, prueba de que su idoneidad en los escenarios cubriendo el material clásico de la agrupación era solo una parte de sus talentos.

Tras recorrer las 11 canciones desplegadas en 58 minutos de música producidos por el inmortal Kurt Ballou de Converge en el Godcity Studio en Salem, Massachusetts, el veredicto es positivo. Esta cuarta entrega da cuenta de una escuadra que supo afrontar los vientos de cambio con gallardía, con un frontman que tenía que llenar los zapatos del hombre búho y lo hace de manera inteligente, propiciando el funcionamiento óptimo de los elementos. Se escuchan como una sola unidad y ese es sin duda su mayor aporte, además de acoplarse al sonido establecido sin mayores problemas, imponer frescura, fluir de manera natural y lograr que la escucha sea entretenida, una llama que siempre debe estar encendida para que el portento noruego no caiga en la intrascendencia, aunque quizá no sea un disco que entre a la primera. Más que llenar el vacío dejado por Hjelvik, es un auspicioso inicio para esta nueva etapa. Si Kvelertak quería que los acompañáramos al Ragnarok, “Splid” es un arma más que convincente para sumarnos a la batalla.

Pablo Cerda

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