Varios

Que viva Machuca para todos

Jueves, 14 de Enero de 2021

2020. Independiente

Pocas bandas tienen el honor de tener un disco completo en homenaje a su carrera, sobre todo si acotamos la muestra al caso chileno. Esta escasa discografía de “tributos” ha sido reservada para nombres fundamentales y transversales de la historia de la música popular chilena, como Los Jaivas y Los Prisioneros en el caso del rock. Por eso el anuncio de un disco tributo a Machuca fue una agradable sorpresa que abrió las posibilidades para que este tipo de ejercicios se transformen en un esfuerzo frecuente, ampliándose a grupos que tal vez representan nichos más específicos. Sin embargo, también surgieron dudas. No se trata de desmerecer la trayectoria de cerca de tres décadas de la banda de Concepción -muy por el contrario-, pero, al tratarse de una banda con un público más específico, es natural pensar que el álbum tendría menos variedad estética que los ejemplos mencionados previamente.

Al mirar el tracklist del disco -38 nombres al momento de su publicación en las redes sociales, que luego se amplió a 41 incluyendo, entre otros, a Weichafe en una publicitada incorporación-, la advertencia de que el tributo oscilaría entre un punk rock de arraigo clásico y un rock pesado directo y callejero era una declaración evidente. Y así lo es. Aunque siendo juntos, tampoco debía ser de otra manera. El sentido y objetivo de este tributo, como manifestó Marcial Bustamante, su principal gestor, era celebrar la historia de Machuca con bandas cercanas y que en cierta medida se consideraban deudoras de la carrera de los homenajeados. Esta premisa hizo subir el número inicial de 20 grupos hasta duplicarlo, como quedó en el resultado final.

41 canciones que comienzan con dos clásicos, una banda y una canción: Fiskales Ad-Hok interpretando ‘Vi a ella’, uno de los himnos del álbum “Hogar Dulce Hogar” de 1995. Otros grupos estelares son BBS Paranoicos con una versión de ‘Carnalito’, Hielo Negro con ‘Bésame y dime’, Feliciano Saldías -ex vocalista de la banda- con ‘La raza’ y Weichafe con ‘Al patíbulo’, en una vuelta de mano histórica (es una tradición weichafera comenzar sus shows con la versión de la canción de Machuca sonando en los altoparlantes). Estos nombres emblemáticos del punk rock y el rock duro chileno, comparten lugar con otras bandas emergentes y menos conocidas, lo que es un acierto y desacierto a la vez. Acierto, porque dota al disco de un colorido artístico enriquecedor; Desacierto, porque las diferencias en la calidad técnica de las grabaciones son evidentes entre unas bandas y otras, lo que se refuerza al considerar el orden del tracklist (casi todas las bandas populares están en los primeros minutos del disco).

Pese a esta decisión que puede cansar a los oídos menos ávidos al punk, el relato del álbum tiene los elementos precisos para mantener la atención a lo largo de toda la duración y para eso vale destacar, sobre todo, aquellas versiones que innovan sobre las originales o imprimen su sello personal a los clásicos de la banda tributada, como la actualización que Blackbird hace de ‘Inhumano’ -con repasada a Sebastián Piñera incluida- o Miguelitos en ‘Gozar Soñar’ -con slide guitar en la introducción, que entrega un aire similar a lo hecho por Los Peores de Chile a inicios de los 90-. Las versiones más pausadas que las originales también destacan, como Surfin Caramba en una limpia interpretación de ‘Sin salida’ -más texmex, que country- y Peter Ron con una excelente lectura de ‘Olvidando’, una de las mejores del disco. Otros fueron unos pasos más allá: Jokerkillah despacha una versión rap de ‘Desde mi ventana’, Perro Partisano un ska en ‘Maravilloso mundo’, La Fiesta Del Diablo con una lectura folk punk de 'Sin respuesta', Alawaite un blues en ‘Mi hijo ya no juega’ -más fiel al blues que la original- y Pancho Folk un desnudo folk acústico en ‘Mi cuarto vacío’.

Así como hay versiones más pausadas y originales, también hay punks viscerales que dialogan tanto con el hardcore más prístino como con el stonner y hard alternativo, entregando interpretaciones más pesadas que las originales, como Gordom en ‘Cicatriz’, Ecosidio en ‘Tierra y Sangre’, Derrumbando Defensas en ‘No quiero morir antes de haber vivido’ y algunas que colindan con el metal extremo y el crossover como LafaiN en ‘Qué querías’ y Soulbunder en ‘Esa cosa de la paz’. Para el final, el clásico incombustible de Machuca, ‘Corazón desilusionado’, en una interpretación más rápida y furibunda a cargo de Dezaztre Natural.

“Que viva Machuca para todos” hace justicia con un grupo más que merecedor de un homenaje. Machuca, como parte fundamental del punk que definió el estilo en los años noventa, debe ser uno de los grupos que más ha influido en su universo estético y cultural, incluso con momentos en su carrera donde alcanzaron cierta masividad más allá de sus márgenes. El álbum también despierta el apetito para naturalizar estos proyectos en la escena musical chilena y no esperar a que un grupo se disuelva, cumpla medio siglo o llene un Estadio Nacional para ser tributado por sus pares.

Cristofer Rodríguez Quiroz