Steven Wilson The Future Bites Viernes, 29 de Enero de 2021 2021. Caroline International Con "To The Bone" (2017), Steven Wilson dividió aguas entre sus fanáticos, quienes veían como su profeta, el encomendado por los dioses musicales de los 70, se entregaba al camino del pop con ‘Permanating’, el track más luminoso que el inglés había hecho jamás. ¿El mismo tipo que presentaba personajes siniestros con máscaras de gas en ‘Harmony Korine’ o que se perdía en un bosque oscuro con esa figura terrorífica de capa negra, máscara blanca y grandes cuernos en ‘Remainder the Black Dog’? Sí, el mismo. Pero seamos justos, ‘Permanating’ es única en su especie, todo el resto de ese registro es un ejercicio de pop progresivo de alta factura con varios tintes de oscuridad que lo convierten en un LP conciso, refrescante y estimulante. Ubicada entre ‘Refuge’ y ‘Blank Tapes’, la tonada a medio camino entre ABBA, ELO y The Cars rompía la continuidad y, a su vez, ponía sobre la mesa la posibilidad de que Wilson se decantara por esos derroteros en su próxima incursión. El peor de los mundos para el fanático más purista. ¿Por qué es interesante retroceder a la polvadera que dejó “To The Bone” (2017), y sobretodo ‘Permanating’’, para estudiar “The Future Bites” (2021)? Porque no se entendería un disco sin el otro. El primero cambió el foco de lo que venía haciendo el otrora líder de Porcupine Tree, pero siguió en el riel de la orgánica pura, de hecho, la Fender telecaster era un artículo de valor en la gira: “Les presento este instrumento, se llama guitarra eléctrica y fue bastante dominante en la segunda mitad del siglo XX”, decía con gracia el músico. Hoy en día, ese instrumento no despierta mucho en Steven, por lo que decidió volcarse a las máquinas, un movimiento que no debería despertar tantas suspicacias entre los acólitos de sus aproximaciones electrónicas en No-Man o de los ambientes noise de Bass Communion. Es decir, Wilson sabe hablar el lenguaje de las máquinas, el tema es como lo decodifica. No hay que darse muchas vueltas para notar que en “The Future Bites” (2021) hay una convivencia entre la orgánica pura que está intentando dosificar, la robótica a la quiere ceder el control y una pequeña mixtura entre esas dos fuerzas. Por un momento, ‘Unself’ nos lleva a esa melancolía que conocemos tan bien gracias al rasgueo lánguido de guitarra acústica y a su voz nebulosa, pero es solo un engaño, porque el panorama cambia tras su minuto de duración. El Wilson orgánico en su forma más completa aparece recién en ‘12 Things I Forgot’, por lejos una de las mejores composiciones de esta placa. Es una de esas canciones que engancha inmediatamente porque es imposible resistirse al Steven Wilson efectivo, accesible y radial. Si el inglés quería llegar a más corazones de los que ya había conseguido, esta es la canción, no cabe duda. Tampoco es que descubramos la pólvora, es solo una reafirmación de lo excelente compositor de hits que es, tal como ya lo hizo con ‘Trains’ en Porcupine Tree, ‘Once’ en Blackfield o ‘The Same Asylum as Before’ en el álbum pasado. Eso sí, esta es mucho más gentil, las guitarras exquisitas y el piano atento empapan al oyente, le dan un momento de calor entre tanta avalancha cibernética. Debe ser intencional, pero su ubicación entre medio de dos pilares electrónicos la hace sentir demasiado aparte del resto. ‘King Ghost’ y ‘Eminent Sleaze’, las que rodean a ‘12 Things I Forgot’, nos muestran las verdaderas intenciones de “The Future Bites”. Despojados de la guitarra como elemento central, ambos cortes comparten el groove sexy del trip hop, el gusto por un falsete edulcorado que esta vez se siente más seguro y un góspel muy suelto de cuerpo en el que las voces femeninas de Wendy Harriot, Bobbie Gordon y Crystal Williams son las protagonistas, además de algunas intervenciones ilustres de Jason Cooper de The Cure en la primera y del stick del eterno Nick Beggs en la segunda. Otros nombres a destacar son los tecladistas Adam Holzman y Richard Barbieri, el maestro de la EDM David Kosten (conocido también como Faultline) y el baterista Michael Spearman, pero no cuentan con participaciones tan elaboradas, ya que, según ha reconocido el propio autor, este es su trabajo con menos intervención externa desde los primeros días de Porcupine Tree. Por su parte, ‘Follower’ y ‘Count Of Unease’ exhiben este terreno intermedio en el que se encuentran las dos almas del registro. ‘Follower’ arranca con la batería y el bajo hermanados en un rock bien arriba, mientras los elementos electrónicos van a apareciendo de a poco, lo que germina en un retro futurismo nervioso y deudor de Devo, Styx o Buggles que pudo haber llegado a más. En las antípodas, ‘Count Of Unease’ baja los cambios para atraparnos con su bella atmósfera en la que un piano sutil con trazos de ‘The Raven That Refused To Sing’ y el sintetizador floydiano de ‘Dogs’ se entrelazan en un vaivén esperanzador, como un ser humano recuperando el corazón, los sentidos y la razón, como la trascendencia a otro estado mental en un momento de soledad después de cohabitar con tanto dispositivo. A pesar de que no es una obra conceptual per se, hay temáticas específicas detrás de “The Future Bites” (2021) que conforman la espina dorsal del proyecto y que no pueden quedar excluidas de su análisis. Lo medular es la interacción entre el consumismo y la identidad en la era de las redes sociales. ‘Self’ prefigura la idea de que, como especie, el ser humano ha perdido la curiosidad por el mundo exterior, volcándose a la pantalla del celular para preocuparse más por la cantidad de “me gusta” que tiene una foto en Instagram, una publicación en Facebook o un video de YouTube. Si bien el tema y la música son interesantes, con sus adornos al filo de lo funky y los coros femeninos a lo Arcade Fire, se nota que Wilson está puliendo esta forma de entregar canciones de menor minutaje. Hablamos de alguien que pocas veces bajaba de los cuatro minutos y no es fácil tener el tacto de The Smiths para contar una historia breve y convertirla en un single perfecto. ‘Man Of The People’ tiende puentes con “To The Bone” (2017) a partir de una estética refinada en lo instrumental para hablar del daño colateral hacia los cercanos de políticos caídos en desgracia o de líderes religiosos atrapados en escándalos sexuales. Entre los referentes citados para esta canción están el Bowie de Berlín y Marvin Gaye pasando por el cedazo de Pink Floyd, lo que se nota en sus inflexiones soul y en la ambientación general del track, pero puede generar más de una duda razonable ante la premisa de hacer una obra pensando en el futuro. ¿Cómo puedes hacer una obra pensada en el futuro tomando solo inspiración del pasado? Apelar al futuro es más que confiar en los sintetizadores y es ahí en donde “The Future Bites” (2021) genera más ruido del que hace. Hay buena materia prima y hay un concepto poderoso detrás, pero también hay pequeños baches que no lo dejan cuajar. Todavía Wilson se muestra demasiado seguro en los terrenos que ya conocemos y pareciera estar en constante búsqueda de ese elemento fresco. La pulpa de este disco, ‘Personal Shopper’, es un ejemplo de cómo Wilson puede resolver esos baches de manera grandiosa. Todo en esta canción está bien posicionado, la atmósfera, la letra y el armazón sónico no hacen otra cosa que remarcar su inteligencia como compositor. Acá sí podemos ver, oler y sentir el mensaje tanto verbal como musical que quería entregar porque no tiene desperdicio alguno. Es la candidata más fuerte a perdurar en el repertorio. Además, la aparición de Sir Elton John relatando la lista de supermercado con cosas que compramos solo para presumirlas en Internet es una buena humorada, sobre todo para un personaje que se reconoce como comprador compulsivo. Son nueve minutos y cuarenta y nueve segundos en los que se constata que el inglés es hábil traduciendo sonoridades cuando no se pone límites, cuando se deja llevar en vez de ser tan escueto. Le faltó encontrar el punto exacto para que las demás canciones se desarrollen a cabalidad sin sobrecargar el resultado y que aun así respete su cohesión. Quizá la clave estaba en incluir los descartes de ‘The B-side collection” para que “The Future Bites (2021)” fuera más redondo. La paranoia sintetizada, con ese aire frenético a lo ‘On The Run’ de Pink Floyd de ‘Eyewitness’ hubiera estado perfecta como un pasadizo entre ‘Personal Shopper’ y ‘Follower’ dando mucho más contexto al concepto general. Es inexplicable que una canción tan buena como ‘In Floral Green’ haya quedado fuera. Por más que Wilson abrace lo maquinal, no podemos negar lo emocionante que es cuando se sienta frente a un piano y permite que su humanidad tome las riendas. Acá la caja de ritmos es la invitada y cede el paso a una batería sensible, a un bajo tenue y a una armonía que pone los pelos de punta. Y bueno, tenemos a la guitarra justo en su rol, embriagándose con los brebajes del post-rock. Sí, puede que sea lo que esperamos de Steven y que él intente ir contra eso. ‘Move Like Fever’ tiene un uso de la repetición bastante llamativo con un beat monocromático que hubiese reforzado la primera mitad del álbum. ‘King Ghost’ (Tangerine Dream Mix) es tan distinta a ‘King Ghost’ que podría haber servido como reprise en algún momento gracias a su kraut rock instrumental y al coro en falsete como eco lejano. Quizá va a ser una decisión que solo vamos a entender, irónicamente, en el futuro. Con todos sus puntos buenos y no tan buenos, ¿es justo decir que este es el disco con el que Steven Wilson logrará llegar a un público más amplio y hacer que los fanáticos más ultras le den la espalda? La verdad es que eso ya ocurrió con “To The Bone” (2017), por lo tanto, “The Future Bites” (2021) está más bien acentuando ese punto que provocándolo. ¿Satisface a los que vieron en ‘Permanating’ un avance excitante en la propuesta? Poco. No es un cañonazo atronador, pero tampoco una traición a sus valores. A la convivencia de ingredientes le faltó un poco más de cocción para cocinarse por completo, pero Wilson domina tan bien la parte orgánica que eso igual atrae. Es positivo también que nos dé la oportunidad de compartir este camino de exploración, de mostrarnos lo que mejor sabe hacer y su interacción con sus inquietudes musicales, que no se quede quieto. Se ve cómodo en este mundo electrónico y jugando con su sintetizador vintage Arp 2600. Eso está perfecto, es solo que su nueva entrega no es la vuelta de tuerca que tanto se anunciaba, no es el “Kid A” (2000) de Radiohead y nuestra capacidad de asombro no puede estar tan enterrada como para que nada nos vuelva a sorprender de esa manera. Dejémoslo por escrito, no es un disco malo, es solo que la intención de lograr un producto rupturista supera a lo concretado. Eso sí, es imposible tacharlo como deficiente cuando la calidad del sonido es excelente, el tipo no es Danzig. Es más bien un disco incompleto. ¿Hubiese cambiado el recibimiento si se hubiese lanzado en junio del 2020 como estaba planeado? Probablemente. Si bien era imposible darle el empuje promocional correspondiente, la excesiva cantidad de singles antes de su lanzamiento terminó por aplacar la sorpresa. Tener cinco sencillos en un trabajo de nueve cortes es escuchar un poco más del 65% por adelantado, y lo que quedaba por conocer no es lo más fuerte. Rara estrategia considerando que el 2020 fue un año de producciones relevantes, incluso en el mismo carril de lo que propone Wilson, consulte “Flowers of Evil” (2020) de Ulver para tener una mejor referencia. Para su pesar, o quizá para su bien, a Steven siempre se le exige un poco más porque se sabe lo gran artista que es. Si hay algo de lo que no podemos acusarlo, es de inconsistencia, porque sabemos que lo único permanente en su carrera es el cambio. En eso, “The Future Bites” (2021) cumple, no se repite el plato aunque comparta algunas fragancias con el anterior. Veamos que pasa más adelante, cuando esta mordida del futuro gane perspectiva y Wilson vuelva deformar su música para formar estrellas. Más luminosas, más opacas, pero estrellas al fin y al cabo. Pablo Cerda Tags #Steven Wilson # The Future Bites Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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