Foo Fighters

Medicine at Midnight

Sábado, 06 de Febrero de 2021

2021. RCA

A estas alturas del juego, debemos estar acostumbrados a las declaraciones de Dave Grohl y Foo Fighters ante un nuevo trabajo. Su anterior título -”Concrete & Gold”, 2017-, fue presentado como la cruza entre el rock extremo y la sensibilidad pop; en la época de “Sonic Highways” estaban seguros de hacer algo inédito -una de las metas fue unir la música con una propuesta audiovisual, una movida vista más de una vez en la historia. Con eso en mente, resultan menos fuertes e impactantes las palabras que unían algunos instantes de “Medicine at Midnight” con “Let’s Dance”, el resurgimiento ochentero de David Bowie. Gol de camarín: Asociar cualquier expresión con el universo del fallecido Duque Blanco levanta las expectativas como espuma. Si a eso sumamos cierto aire peculiar al proceso de grabación -realizado en una vieja casa de la década de 1940, y en la que los músicos vivieron experiencias cercanas a lo paranormal-, la atención está garantizada, más aún cuando se trata de uno de los grupos más importantes y masivos del rock en la actualidad.

Al escuchar los poco más de treinta minutos -el más corto de su discografía, si descartamos el EP “Saint Cecilia” del 2015-, queda la sensación de estar frente a una colección de canciones con el sello de Foo Fighters, que es buscar la emoción desde la construcción, intercalando mazazos de guitarra y batería. Salvo que en esta ocasión el resultado es algo flojo. ‘Waiting on a War’ acusa la fórmula clásica del hoy sexteto: inicio acústico para finalizar con todos los instrumentos a todo volumen, destinada a brillar sobre el escenario, su hábitat natural. ‘Cloudspotter’ va por un espíritu similar: está el ADN del conjunto, las ansias de ser interpretada en vivo, en compañía del público, gracias al contingente de riffs. Del “álbum para una fiesta de sábado por la noche” propuesto en la preliminar, sirve el bocado inaugural, ‘Making a Fire’, endulzado por un coro irresistible y las voces, palmas y la batería de Taylor Hawkins, siempre dispuesta cuando se trata de levantar los ánimos. ¿Y la mentada influencia de Bowie? En el track titular y cumple. Lo que sí podemos concederle a Grohl y los suyos es siempre desafiar sus límites musicales, independiente del resultado. El enganche de ‘Medicine at Midnight’ cumple sin deslumbrar, con la notable labor de Rami Jaffee en los teclados y de Hawkins en la batería.

En un trabajo carente de himnos, ‘Shame Shame’ es lo más cercano a aquello. Es intrépida y maliciosa -las voces repitiendo el título de la canción otorgan color-, pero también respeta el canon rock, con ese cántico en la mitad que seguro los fanáticos recibirán y repetirán gustosos cuando llegue el momento de defenderla en vivo. ‘No Son of Mine’ es otro momento disfrutable. Acelerado y rabioso, el ingrediente político en un trabajo elaborado antes del confinamiento por la pandemia del coronavirus, en los últimos meses de Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos. "Ningún hijo mío estará jamás bajo tu poder", esfuerza su garganta Grohl. Pero de ahí poco más. ‘Chasing Birds’ le debe todo al Lennon más meloso, y ‘Love Dies Young’ es un entusiasta intento por la épica, que palidece notablemente si lo ponemos al lado de otros momentos en el catálogo Foo Fighters en que la ambición genera química total con las composiciones (‘Everlong’, ‘Walk’, ‘New Way Home’).

Justo cuando se cumple una década del espectacular “Wasting Light”, Foo Fighters entrega un álbum que, como mínimo, figura en las antípodas y con freno de mano. ¿Preocupante? Quizás no tanto: Grohl y los suyos se han recuperado de peores, por lo que tarde o temprano volverán a visitar sus cimas creativas. Ojalá la espera no se prolongue por otros cuatro años.

Jean Parraguez