Evanescence

2021. BMG

Amy Lynn Hartzler era muy jovencita cuando fundó Evanescence (junto al guitarrista Ben Moody), por allá en 1995 en la ciudad de Little Rock, Arkansas. Desde entonces la hemos visto crecer y madurar en la escena rockera bajo su nombre artístico de Amy Lee logrando sobrevivir de buena forma (no sin sufrir alguna herida en el camino), al éxito descomunal de su disco debut “Fallen” (2003), que vendió más de 17 millones de copias a nivel mundial.

Hoy con 39 años, esa madurez de Amy no solo se refleja a nivel personal sino que también paralelamente la vemos muy plasmada en su banda, y en rigor el cuarto álbum de Evanescence con material original (el trabajo anterior fue una revisión de sus canciones más conocidas bajo el formato de orquesta sinfónica), nos presenta el que probablemente es el mejor disco de su carrera, precisamente, por esa madurez alcanzada también como compositora e intérprete. La actual formación de la banda es lejos también la mejor que ha tenido, con músicos de enorme talento como la guitarrista alemana Jen Majura (Equilibrium, Knorkator), el gran baterista Will Hunt (Black Label Society, Static-X, Dirty Shirley), el bajista Tim McCord (The Revolution Smile) y el guitarrista rítmico Troy McLawhorn (Sevendust, Seether), con quienes ha grabado una placa espectacular bajo las directrices una vez más del reputado productor Nick Raskulinecz (Foo Fighters, Stone Sour, Rush, Trivium, Alice In Chains, Deftones, Mastodon), que dota al álbum de un espectro sonoro amplísimo con una gran rango dinámico, factor que agradecerán quienes cuenten con un equipo de sonido estéreo que haga brillar la gran calidad de audio que posee la placa.

De esta forma “La Amarga Verdad” se yergue como un hijo directo de la pandemia, aunque parte del material venía de antes, no por nada hubo que esperar una década para tener nuevas canciones firmadas por Amy (desde su disco homónimo del 2011), pero esto no se trata de una solista junto a una banda de apoyo, sino del talento colaborativo de todo el grupo y el deja-vú durante todo el disco es que efectivamente estás escuchando a una banda de verdad. El álbum contiene un poco de todo para todos, están los elementos góticos, están las guitarras afiladas de afinación baja, están las baladas, están los ‘aggiornos’ electrónicos, pero lo que resalta como común denominador de todo el disco es su filo derechamente más pesado y metalero. En una entrevista reciente, Jen Majura comentó que la pandemia había sacado esa ira y frustración que tenían dentro como banda y todos los demos que inicialmente no eran tan pesados, terminaron sonando mucho más agresivos y filosos a la hora de grabarlos, y eso se nota, y mucho, a lo largo y ancho de toda la placa.

La invitación esta hecha entonces y no queda más que disfrutar (o descubrir quizás por primera vez), a una banda que nos invita a un viaje emocional para vislumbrar el “brillo de las piezas rotas” (‘Broken Pieces Shine’) que inicia el álbum de forma contundente, o para decirnos que “el juego terminó” (‘The Game Is Over’) a punta de furiosas guitarras sincopadas nü metaleras; también para decirnos que con nuestros temores “alimentamos la oscuridad” (‘Feeding The Dark’), y que las melodías del infaltable y cinemático piano de Amy nos sirven para “perdernos en ti” (‘Wasted On You’), pero que también muchas veces “estamos mejor sin ti” (’Better Without You’), y que en medio de la pandemia tenemos un himno “usando la voz” (‘Use My Voice’), y que aunque “estemos lejos del cielo” (‘Far From Heaven’), siempre serás “una parte de mi” (‘Part Of Me’), porque no hay nada que no se pueda solucionar en la vida cuando tenemos una “fé ciega” (‘Blind Belief’). Se recomienda dejar cualquier prejuicio de lado, en lo posible conectarse los fonos, dejar que Amy te tome de la mano y te lleve a un viaje de 47 minutos de escapismo total que sin duda tu salud mental agradecerá. Un gran retorno que sitúa a la banda en la adultez sin traicionar su otrora juvenil identidad.

Cristián Pavez