David Bowie

2022. Parlophone

Poco más de seis años de ocurrida su muerte, el legado de David Bowie no ha hecho más que crecer. Y sorprender. En un 2022 todavía en su despertar, podemos escuchar nuevo material de él, fortaleciendo aún más la costumbre de dejarnos con la boca abierta. Ejemplos hay varios: cuando todos lo veían como otro ilustre jubilado, saca el aplaudido “The Next Day” (2013); pero el estupor no sólo fue para buenas noticias, pues al momento en que varios auguraban una nueva época dorada en la carrera del Duque Blanco, fallece días después de editar el excelente “Blackstar”.

Para “Toy” debemos remitirnos a algunos antecedentes históricos. Corría junio del año 2000 y David Bowie encabezaba la última jornada del festival Glastonbury. La cálida recepción del público y de la crítica -su actuación fue una de las cimas del evento, que tuvo también en ese año a The Chemial Brothers, Travis, Nine Inch Nails, Happy Mondays y Elastica, por nombrar algunos- le otorgó un entusiasmo tal que resolvió ir al estudio para trabajar en el sucesor del todavía cercano “hours…” (1999). Constantemente desafiando los estándares, a sus 53 años, el inglés ejecutó una de las maniobras que le faltaba: revisar sus primeros años con los ropajes del nuevo siglo.

Registrado durante el segundo semestre del 2000, “Toy” figura también como obra bisagra. De recorrer los 90 de la mano del drum and bass, electrónica, jungle, tecno y el industrial, la nueva década arrancó con una parada en su producción sesentera. La apuesta da resultados variados. Para aplaudir: ‘Shadow Man’, en que Mike Garson brilla determinante sentado al piano, la cama que necesita Bowie en su canto nostálgico; cuesta mucho encontrar un motivo para dejarla fuera de “The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars” (la canción data de aquella época). Otra descollante es ‘Let Me Sleep Beside You’, en una versión fantástica, resultado similar el ofrecido por ‘Conversation Piece’, cara B de ‘Space Oddity’, pero en su cara 2000 suena más pesarosa, generando su clima ideal.

Genio en muchas situaciones, David Bowie también lo pasó mal. El rescate que significa “Toy” es digno de ensalzar, pero no es una obra libre de momentos poco luminosos. ‘The London Boys’ no luce mejorada en una cama de distorsión de guitarras y sintetizador. el track titular -una de las inclusiones inéditas- queda a la mitad en su cometido. Por otra parte, ‘Can’t Help Thinking About Me’ despunta con una relectura fresca y contagiosa, se nota cómo Bowie disfrutó cantarla, ‘I Dig Everything’ rockea sinuosa en una revigorizante y certera versión, la transformación de ‘Karma Man’ es saludablemente distinta a la conocida en el compilatorio “The World of David Bowie” (1970).

Pasaron más de veinte años desde la grabación de “Toy”, desde ahí diversas historias alrededor. Las trabas del sello de Bowie para su publicación terminaron por encajonar el proyecto, acumulando polvo hasta una filtración masiva en el 2011, hasta su salida oficial como álbum, en estos meses recientes. Su resultado está bastante lejos de una opinión unánime -por algo no insistió en publicarlo estando vivo-, pero hay que saber medir sus galones: fue una distensión, el big bang de una etapa distinta, largada con “Heathen” e interrumpida injustamente con “Reality”.

Jean Parraguez