Fernando Milagros: La vida es un desafío

El cantautor dice que alguna vez se sintió una víctima del mundo, pero que su nuevo disco es el testimonio de su cambio de mentalidad. Dándole cara al entorno, Milagros enarbola un discurso que invita a secarse las lágrimas y levantarse.

Por Andrés Panes

La mochila que llevaba Fernando Milagros, en cierto punto, parecía muy pesada, con una serie de asuntos delicados que sortear, temas de índole familiar con ramificaciones espirituales. Bien documentada quedó la historia de su padre y cómo la maraña que dejó su ausencia se fue desenredando lentamente a base de música e introspección. Entre “Nuevo sol” (2014) y “Milagros” (2017), sus dos últimos discos, la carga en su espalda se empezó a alivianar y sus canciones se volvieron más afables. La nueva entrega del cantautor mantiene la fluidez y sigue expresando sus búsquedas, pero su mirada se ha vuelto panorámica con el paso de los años y ya no se limita a lo que ocurre en su metro cuadrado.

- Cada disco tuyo encapsula un momento personal significativo. ¿En qué momento te encuentra “Serpiente”?
- Me pilla en una etapa súper de adulto, viviendo con mi familia, hace un año nos cambiamos a una casa súper rica, como más en el campo. Las cosas que hemos venido pidiendo y soñando se han ido materializando de formas súper misteriosas. Me encuentro a meses de cumplir cuarenta, con mi sexto disco, haciéndome preguntas, descubriendo hartas cosas. Y nada, sigo en la lucha diaria… puta, a veces uno duda si será el camino o no, pero al final continúo haciendo música. Creo que uno siempre va resolviendo cosas en su vida, hartas cosas, pero al final siempre hay más por resolver, siempre hay desafíos. En eso estoy.

- Es cierto, los desafíos nunca dejan de aparecer, la forma en que uno los aborda parece ser lo importante.
- Es como el Mario Bros un poco, a medida que uno va pasando etapas, la vida te va ofreciendo mayores desafíos; si no pasai la etapa, te tienes que quedar ahí hasta resolverla nomás. Siento que he tenido ene suerte porque he logrado resolver hartas cosas mías en estos últimos años y cosas que tienen que ver con la familia, con quién es uno, de dónde viene uno, con perdonar hartas cosas también. Y sí po, el mayor descubrimiento dice relación con la mirada que uno tiene de las cosas. La forma en que uno las ve es cómo la vida te va a ir ofreciendo alternativas, desafíos o regalos. Siento que en esta época ponerse en el lugar de la víctima... la gente que está en esa como que ya, ya está, loco. A esas personas sí que no se les abre ninguna puerta ni nada, y ya está bueno. Lo digo porque también estuve ahí, por mucho tiempo fui como ese hueón sufriente, cachai. Creo que ya no están los tiempos para andar llorando por las calles.

- ¿Y para qué están los tiempos, entonces?
- Los tiempos están para juntarse, para hablar con la verdad, para valorar las cosas más sencillas, las cosas que uno a veces da por sentadas, la familia, los amigos, los vínculos que uno va generando con el tiempo. Siento que, a pesar de que los tiempos están súper cuáticos, con mayor razón hay que tener la vista muy concentrada en los vínculos, en cómo te relacionas con la gente, con el mundo, con los demás, con el otro, hasta con la gente que podría eventualmente ser tu enemiga o la gente que está totalmente en desacuerdo contigo... Me puse profundo (se ríe).

- Así me gusta. De hecho, esto quiero que me lo respondas así. Háblame sobre la figura de la serpiente, que no es uno de los seres más queridos del reino animal.
- Es curioso eso porque, en el período que llevo estudiando esto, me he llevado la sorpresa de que somos la única cultura que le tiene miedo a las serpientes. Eso tiene que ver con la educación judeocristiana. El catolicismo occidental le tiene terror a la serpiente porque en el Génesis aparece como el guardian del árbol del bien y el mal, existe esta historia donde la serpiente tienta a Eva y ella tienta a Adán. Creo que ese es el origen de nuestro temor a las serpientes, porque en otras culturas las serpientes son símbolos de sabiduría máxima, las puertas se abren gracias a ellas. En el caduceo de Hermes hay dos serpientes entrelazadas, está la serpiente emplumada Quetzalcóatl en México, el kundalini. Montones de culturas tienen un culto a la serpiente como animal representante de un misterio al que se quiere acceder. La diferencia es que nosotros vivimos en esta cultura que nos enseñó a temer, a obedecer, a tener culpa y no hacernos tantas preguntas porque si te haces muchas preguntas, empiezas a conocer muchas verdades y ya sabemos que la Iglesia es la que controla esas verdades y no quieren que las sepamos todas. El modelo judeocristiano tiene este intermediario entre la divinidad y las personas normales que es el sacerdote. El sacerdote es un dealer (risas). No es más que un mediador que nos quiere hacer creer que tiene la sabiduría. Creo que los tiempos de eso se están acabando, es cosa de ver cómo todas esas instituciones están haciendo agua hace años, se están descubriendo horrores tremendos causados por este formato de intermediarios entre lo divino y la gente. Siento que ahora viene una era de correr para otro lado y tener uno mismo contacto directo con Dios o como quieras llamar a la divinidad o al universo. ¡No más intermediarios!

- No más sellos discográficos.
- (Se ríe) No más distribuidoras digitales. Siempre el dealer te corta la cola y no te da toda la información porque no le conviene. Si te da toda la info, pierde poder. Por ahí va la cosa con las serpientes. Igual tengo una pulsión en general, que es como medio animalista, de sacar a la luz en mi música a los animales menos queridos del reino animal, las arañas, las polillas. Y en una vereda más persona, más íntima, “Serpiente” igual se llama así por las serpientes de las visiones en ayahuasca. A mucha gente le pasa que ve una serpiente y conozco historias de gente que se ha pasado la noche luchando con esa serpiente que se los quiere comer y al final se rinden y, al ser comidos, sus problemas se resuelven. Tiene que ver con abrirse a tu oscuridad, a tus oscuridades, porque nos han enseñado que la oscuridad es mala, toda la vida nos han dicho que tenemos que ocultar lo malo y por eso también existen las mentiras. Nos iría mejor si fuéramos honestos, si dijéramos “yo también hago cosas malas”. A mayor cantidad de luz, igual sombra, es una cosa de la física. Si estuviésemos dialogando un poco más con nuestra sombra, estaría todo más equilibrado. En cambio, en esta cultura tendemos a pensar que lo oscuro es negativo y no, creo que es parte nuestra, la tenemos todos, no nos podemos hacer los hueones. En mayor o menor grado, siempre hay oscuridades y hay que aprender a enfrentarlas. Si las ignoras, van creciendo y después no te dejan vivir.

- Lo que dices me recuerda a esa dualidad entre madre y puta, entre ramera y amada, de la que habla Herman Hesse en la cita suya que inspiró “Abraxas” de Santana.
- Qué bacán Santana. A esas verdades se llega sacando la cabeza del medio, apagándola, es puro entendimiento sin prejuicios. Hay que empezar a darse cuenta de lo que uno tiene alrededor. Los ejemplos vienen desde la naturaleza. Si un animal se come a otro, ¿eso lo hace malo? No po, no hay de otra, así es la hueá. Hay que aprender a aceptarlo.

- Las canciones de “Serpiente” traen hartas ideas. La que encuentro más poderosa hasta ahora es la de ‘Antirrevolución’, el tema con Catana. Ahí hablas de la revolución del cuerpo, del corazón, la que se lleva por dentro. ¿Qué hay con eso?
- Esa canción está dedicada a todos los que hablan y se llenan la boca diciendo “salgamos a quemar las hueás y cambiar todo y vamos con la revolución”, que es una palabra tan manoseada desde hace tantos años. En verdad, qué sacai con estar reclamando contra todo lo negativo que hay en el mundo, si el que tiene que cambiar es uno. Primero hagámosla dentro y después conversamos, después cachamos qué pasa afuera. De eso se trata la canción, de estar a punto de descubrir eso.

- Me consta que eres un melómano y, escuchando temas nuevos tuyos como ‘La diana’, que es como un bolerito, o también ‘Ay de mí’, imaginaba una cosa medio porteña. ¿Qué has estado escuchando últimamente?
- Cada canción es un abanico súper ecléctico, pero claro que ‘La diana’ puede ser un bolero, como dices tú. Este último tiempo he estado escuchando hueones raros, ponte tú, hay un cantautor de Angola que hace algo quizás parecido al bolero, pero en portugués. Harta música brasileña también. Cuando salga el disco, creo que mucha gente lo va a relacionar en primera instancia con Manu Chao, que obviamente lo tengo también porque es una de las primeras cosas que escuché cuando chico y es imposible que no se me salga. A mí lo que me gusta es armarme playlists, voy juntando canciones que tienen los sonidos del mundo que quiero ir escuchando. El otro tema del que me hablas, ‘Ay de mí’, lo hice porque conocí a un curandero peruano y me preguntaba “¿qué escuchará este loco?”, así que fue hecha pensando en eso. Al final fui a la selva en marzo y caché que lo que escuchan los médicos allá es pura chicha, pura cumbia. Fue súper bonito darme cuenta. Pensé que sería algo más solemne.

- Un detalle muy bonito igual es la cita de ‘Por qué te vas’ de Jeanette en ‘Incendio’.
- Creo que no va a faltar el que me putee por la cita, pero bacán, era obvio que había que dejarla, por eso la dejé. Si fuera más quisquilloso, la hubiese sacado.

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