Gustavo Santaolalla: respirar adentro y hondo

Siete proyectos audiovisuales –para plataformas como Netflix, Hulu y Amazon–, una banda sonora para videojuego, la promoción del último disco de Bajofondo y la reedición del álbum solista más rockero de su carrera. Esa es la suma de trabajos con que Gustavo Santaolalla encontró su cuarentena en Los Ángeles, California. El productor argentino de discos emblemáticos del rock latino y ganador de dos premios Oscar por la música de “Brokeback Mountain” y “Babel”, conversó en exclusiva con Rockaxis sobre sus orígenes, motivaciones, presente artístico y proyecciones a futuro.

 

Santaolalla es como un mito. O un fantasma. Una presencia en la música latinoamericana que habita en la delicada cuerda que hay entre la estelaridad y el backstage. Para cualquier melómano es un nombre obligado, ya no solo del continente, sino que del mundo entero, pero para las masas continúa siendo un extraño, aun cuando su obra musical los hayas tocado cientos de veces en la radio, en decenas de películas, series o documentales e incluso mientras prendes tu consola de PlayStation. Entonces, ¿por dónde comenzar una presentación a Gustavo Santaolalla? No nos hacemos esta pregunta apuntando solo a su amplio palmarés de distinciones –con dos premios Oscar bajo el brazo–, la dinámica de su actividad artística que ha frecuentado casi la totalidad de las áreas en que un músico se puede desarrollar o la multiplicidad de géneros musicales en que se ha desenvuelto. Santaolalla ha sido uno de los fundadores del rock argentino, investigador del folclor del cono sur, arquitecto del rock/pop latino, compositor de música incidental y bandas sonoras, pero tras conversar con él la sensación es que, primero que todo, es un tipo sencillo, afectuoso y sensible. Gus, como lo llama Jorge González, de quien dijo «se merece que le vaya bien».

 

En medio de una apretada agenda laboral, con proyectos en marcha y nuevos compromisos que apuntan a distintas direcciones del arte, como la composición, producción y promoción, Gustavo interrumpió su propia cuarentena en Los Ángeles para mantener una conversación telefónica luego de semanas de insistencia. Una cuarentena agitada, que tiene dentro de sus principales motores –de trabajo y también emocional– dar un espacio de difusión a la reciente reedición de “GAS”, su disco lanzado en 1995, en la época en que el grunge ocupaba el cenit del dial rockero y mientras consolidaba vertiginosamente su posición como “Rey Midas” del rock latino.

 

-¿Por qué reeditar un álbum como “GAS”?

-Mirá, tengo cuatro álbumes solistas, dos instrumentales y dos cantados. Por esas cosas muy graciosas de la vida, nunca los presenté en vivo. A partir de haber cumplido 70 años me empezaron a pasar un montón de cosas, como ser abuelo, y quise apretar el botón de pausa, algo que yo nunca había hecho. Y, de pronto, miré cómo es que había llegado hasta acá. Siempre estaba mirando para adelante y cada vez que miraba para atrás había tanto, entonces seguía mirando para adelante. Entonces paré y me dieron ganas de hacer una especie de revisión de mi vida. Los discos de canciones que hice son “Santaolalla” el 82 y “GAS”. Esos dos álbumes no quedaron en compañías, son míos, yo tengo los masters, nunca se habían reeditado y decidí partir con el segundo.

 

-Para 1995, cuando publicas “GAS”, estabas partiendo en tu etapa de mayor actividad como productor. ¿De dónde surge la necesidad de hacer un disco solista en ese contexto en que ya estabas siendo muy cotizado, con “Corazones” (Los Prisioneros) y “Re” (Café Tacvba) bajo el brazo?

-En esos años tenía Surco Label y me ocupaba toda mi vida, no tenía tiempo para nada. Entonces, de la misma manera como hice mis otros discos solistas, me pregunté si era una alternativa hacer un álbum que no voy a poder salir a tocar y preferí hacerlo aunque sea para que quedara un registro de mis canciones. Y bueno, pasó lo mismo, no lo toqué en vivo (risas). Es un álbum que tiene unos temas que para mí son muy grosos. Y surge toda esta movida que es el grunge, muy interesante creo yo. Fue la última gran movida del rock. Ya vendrán otras, tengo fe totalmente de que la música es algo cíclico. Neil Young fue otro músico de mi generación que también se fascinó con el grunge, tocó con Pearl Jam y todo.

 

-Es un disco muy rockero, con el single ‘Todo vale’ sonando muy en la onda Stone Temple Pilots. Pero hay canciones como ‘Río aventura’ con un ritmo muy del sur y folclórico, como de tu época ochentera con León Gieco.

-¡‘Río aventura’! Claro que sí. Aunque más que de Gieco o de Spinetta, tiene esa cosa de Arco Iris, de temas como ‘Hombre’, viste que son esos 6/8 es un ritmo que me encanta y lo tenemos en la chacarera y en la cueca, ritmos terciarios de nosotros. Si ves el tema principal de “The Last of Us” está escrito en 6/8 y lo compuse con un ronroco, que es un instrumento andino. No es que lo esté buscando, me sale. Una de las cosas maravillosas que pasa con Bajofondo, por ejemplo, es que nuestro último disco surgió de la improvisación, porque ya tenemos un lenguaje con identidad que sale sola.

 

Todas las cosas que se hacen son por amor

 

El último trimestre de 1989, Jorge González llega a los estudios de Gustavo Santaolalla en Los Ángeles, cargando encima con poco dinero producto del fracaso comercial del anterior disco de Los Prisioneros –“La Cultura de la Basura”–, una pena terminal a causa de una fallida relación amorosa que despedazó las relaciones en la interna del grupo y las maquetas de canciones que con los años se convirtieron en la colección de temas más importantes del pop chileno: era la génesis de “Corazones”. Gus vivía hace más de una década en Estados Unidos y, si bien contaba con un reconocimiento considerable, todavía no comenzaba su tránsito como el “Rey Midas” del rock/pop latino de los años 90 y 2000. Hasta que se encontraron. “Corazones” –en rigor, primer disco solista de Jorge González– instaló a Los Prisioneros en la fauna del rock latino, poniendo al fin uno de sus álbumes en igualdad de condiciones que sus pares, además de cimentar el nombre de Santaolalla como la alternativa que, si querías triunfar, debías tener en tu equipo de producción.

 

-¿Qué recuerdos vienen a tu cabeza de la época de grabación de “Corazones”?

-Jorge es mi gran amigo, un tipo que yo aprecio, admiro y valoro muchísimo como artista, como persona. Lo quiero mucho. Para mí ha sido un honor trabajar con él, aprendí mucho. Y poder participar en este proyecto ha sido maravilloso en mi vida. Sé que le encanta. Tuve la oportunidad de verme con él, porque hice mi concierto solista el año pasado en Santiago.

 

-Venías del rock más tradicional y transitabas hacia el folclor en los ochenta. ¿Fue también para ti un aprendizaje grabar ese sonido más techno del disco?

-Sí, pero Jorge siempre estuvo a la vanguardia. ¿Vos viste que fue el primero de los latinos nuestros que fue a Alemania y se puso a hacer combinaciones de cumbia con electrónica? Mucho antes del boom de la cumbia villera y todo eso. Él estaba muy metido en eso y más aún cuando se fue a Alemania. En aquel momento, cuando fue el terremoto en Chile, se hizo “El Abrazo” argentino-chileno y nosotros fuimos a tocar a Chile para presentarnos con él. Habíamos armado una versión de ‘Tren al sur’ acústica que estaba increíble y Jorge se puso a hablar un montón de cosas y lo cortaron del escenario, no alcanzamos a cantar. Hoy en día ya se le muestra mucho más el cariño, no solamente en Chile, sino que en otros países. Sé que en Argentina no es tan conocido y para mí es una pena porque es un tipo que es valiosísimo. Además, Jorge suena tan chileno, ¿viste?

 

La historia de un lugar 

 

-Tienes mucha actividad virtual. Al menos así se te ve en las redes sociales, con mucha presencia y proyectos.

-Mira, en realidad vos no sabés lo ocupado que estoy. La verdad no he vivido para nada la introspección y el relajo de alguna gente en el encierro. Si bien siempre he hecho muchas cosas y trabajo mucho, en este momento tengo una cantidad de trabajo que es increíble. Estoy con cuatro series en Netflix, una es Narcos, dos son series de animación nuevas que van a salir para el año que viene, pero ya estoy trabajando porque en estas cosas se trabaja la música antes, y otra serie que no te puedo decir detalles, en la cual soy productor ejecutivo. Después para Hulu estoy haciendo un show que no ha salido todavía y para Amazon estoy haciendo un proyecto muy grande que es la vida del Cid Campeador, un personaje icónico español. Luego sigo trabajando en un documental sobre Hunter S. Thomson, el escritor icónico de los sesenta en Estados Unidos y otro sobre la ayahuasca, la planta sagrada. Y aparte de todo eso, tengo el relanzamiento de GAS en digital, el relanzamiento periódico de nuevos singles del álbum “Aura” (2019) de Bajofondo. Así que al margen de todo eso, me toca hacer montones de cosas en las redes porque viste que es una manera también de ayudar y de participar un poco en lo que está ocurriendo.

 

-Estás también con el lanzamiento de la música del videojuego “The Last Of Us II”, ¿verdad?

-Claro y para culminar, la cereza arriba de la torta, estamos con el lanzamiento de “The Last Of Us II”, con todo lo que significa. De hecho, esta tarde tengo que grabar unas voces para eso, así que, con mucha, mucha, mucha actividad. Te imaginás que es una cosa gigante.

 

-¿Lo has jugado?

-No (risas), no soy gamer, no sé jugar. El que es muy buen gamer es mi hijo y él si lo ha jugado un par de veces. Hace muchos años que tenía la idea de hacer un videojuego. Me interesaba por todo lo que significa lo digital y la interacción, de hecho, me habían ofrecido varias veces, pero soy muy quisquilloso para elegir mi trabajo y eso que me buscaron de compañías importantes, pero no sentía que eran juegos que valían la pena hasta que conocí a Neil (Druckmann) y vi la visión que tenía el tipo. Me encantó y me sumé.

 

Cristofer Rodríguez

 

Puedes leer la entrevista completa en la edición número 204 de revista Rockaxis.