«Rated R»: La química, los mantras y los secretos de un clásico contemporáneo Exclusiva con el productor Chris Goss Martes, 06 de Junio de 2023 (Publicado originalmente en revista #Rockaxis204, en junio de 2020) Tras extirpar la “culpa punk” de su mente con el debut de Queens of the Stone Age, Josh Homme estaba listo para seguir quemando etapas. ¡Y vaya que lo hizo! A más de dos décadas de su lanzamiento, “Rated R” sigue sonando lúcido, fresco y brillante, no hay que darle muchas vueltas para entender por qué es el disco que hace despegar a la banda. Es la fotografía perfecta de un músico a punto de dar su salto de fe, no sin que esto implique algunos costos. En el afán de analizar este clásico, Rockaxis tuvo la posibilidad de conversar (hace un par de años) con Chris Goss, productor del disco, hombre de confianza de Kyuss y líder de Masters of Reality, quien nos hará viajar dos décadas en el tiempo a fin de descubrir los secretos de una obra trascendental para entender el rock del siglo XXI. Por Pablo Cerda Mirando en retrospectiva, podríamos decir que la transición al nuevo milenio todavía proveía de terrenos fértiles para el rock. Las esquirlas del grunge aún pululaban en un ambiente en que conjuntos con mucha hambre de triunfo (y poca originalidad) anotaban fugaces éxitos en MTV, las cenizas aún calientes del britpop también hacían lo suyo en el Reino Unido, inspirando a nuevos músicos que beberían de su fórmula y el nu metal ejercía su dominación mediática copando las portadas y los rankings, mientras en los subterráneos de Nueva York algunos chicos se juntaban en los baños para fraguar el próximo gran asalto mediático. Pero eso era el mainstream y, antes de “Rated R”, Josh Homme no formaba parte de él completamente, faltaba un poco para eso. De hecho, el debut homónimo de Queens of the Stone Age, lanzado en 1998 por Loose Groove Records (el sello de Regan Hagar de Brad y Stone Gossard de Pearl Jam), representaba su lucha para quitarse la estampa de “músico desértico de culto” que había ganado gracias a Kyuss. Homme lo relata de la siguiente manera en una entrevista con la radio británica XFM en 2007: «Kyuss era como una religión con reglas muy restrictivas. Yo quería salir de ahí y hacer lo contrario. El mejor hábito es no tener hábito, solo buscar algo grande sin importar dónde esté». Con ese objetivo en mente, la movida fue apuntar a un sello más grande como Interscope y dejar en las perillas a un viejo conocido para trabajar en confianza: Chris Goss. El líder de Masters of Reality es una figura clave en el underground norteamericano: estuvo detrás de la trilogía de Kyuss “Blues for the Red Sun” (1992), “Welcome to Sky Valley” (1994) y “…And the Circus Leaves Town” (1995), obras que funcionan como un modelo a seguir hasta el día de hoy, incluso en los sitios más recónditos del planeta. Su relación con el guitarrista partió en los primeros shows de Kyuss, cuando Goss quedó maravillado ante las frecuencias bajas, el swing sexy y los riffs sucios del cuarteto. Homme valoraba la libertad que les otorgó en esa época, protegiéndolos de cualquier fuerza que quisiera entrometerse con su visión artística. Entre el final de Kyuss y el principio de Queens of the Stone Age, Goss y Homme coincidieron en Seattle para lo que se conoce como las “Gamma Ray Sessions”, período en el que surgieron canciones como ‘If only everything’ o ‘Born to hula’. «Iba a trabajar con Stone Temple Pilots en ese tiempo, pero Josh me llamó para que hiciéramos algunas canciones juntos. Pospuse lo de STP y volé a Seattle para grabar con él. Junto al baterista Victor Indrizzo y al bajista de Screaming Trees, Van Conner, tuvimos una sesión muy creativa en la que nos llevamos bien musicalmente», explica el productor desde su hogar en la soleada California. Así que, si había un personaje que entendería lo que Homme quería lograr con “Rated R”, ese era Goss. La canción manda Para empezar a hablar sobre la grabación de “Rated R”, la duda obvia es saber si Chris Goss aplicó algún truco o metodología especial en el proceso. «El elemento principal en el proceso fueron mis oídos», contesta la leyenda. Tan simple como eso. Obviamente, el bagaje musical de un personaje como él no solo se nutre de la experiencia que ha acumulado en sus años de carrera, sino que también de sus propias vivencias como melómano. «Aprendí sobre la esencia de la dualidad en la música cuando era muy joven», comenta. Pero sus reflexiones son aún más profundas: «la dualidad de Lennon y McCartney en The Beatles los llevó hacia donde ninguna banda de rock había ido antes. Tuve la misma sensación cuando me percaté de la luz y la oscuridad que habita en Led Zeppelin. Tener la osadía para lanzar un disco como “Led Zeppelin III” (1970), con tantas canciones acústicas llenas de magia y misterio que se apartaban de “Led Zeppelin II” (1969), me enseñó que la música es un juguete. Quise traspasar esa experiencia de vida y replicar lo que sentí cuando escuché a genios como John Lennon, Paul McCartney, Jimmy Page y David Bowie. Como artistas, tenemos que seguir nuestro instinto. La gente que de verdad ama tu música, te seguirá. Algunos ladrarán y reclamarán, pero los que sí entienden tu postura, valorarán tu coraje». Teniendo en cuenta esa escuela, el productor desarrolló la filosofía que le ha permitido dejar una huella en cada una de sus participaciones: servir a la canción. «A principios de los 2000, trabajé con una banda llamada The Eighties Matchbox B-Line Disaster de Brighton, Inglaterra, que vino a grabar su segundo disco conmigo acá en el desierto. Tenían un buen presupuesto para estar cómodos y un plazo holgado para la grabación. Eran chicos brillantes, conecté muy bien con su sentido del humor. Me junté con ellos en Los Ángeles y les dije: – Quiero que entiendan algo, ¿ustedes saben quién manda cuando estemos grabando? – Tú, Chris–, me dijeron. – No–, les contesté. La canción es la que manda. La misión es servir a la canción y lograr que el público ame lo que está escuchando. Olvidarse del ego, de las modas y de la gente miserable que trata de interferir en el camino», declara Chris. En términos puramente técnicos, el productor manifiesta ser un defensor del equipamiento análogo y tiene argumentos sólidos para ello: «siempre que el presupuesto lo permita, voy a preferir grabar en análogo, aunque sea costoso y el límite de pistas asuste a la gente. La principal ventaja es la ciencia detrás del proceso magnético. Grabar en análogo significa que el sonido entra en la máquina, golpea la cinta y deja su marca, es algo físico y tangible. La forma en que el sonido se expande y se contrae en la cinta es algo que lo digital jamás podrá imitar. Cuando escuchas la mezcla de una cinta y te pones frente a los parlantes, la grabación tiene una calidad inigualable, pareciera que el sonido te abraza». Algunas de las canciones se venían trabajando desde las Desert Sessions, lo que facilitó el proceso de pulido. «Tuvimos una buena preproducción», reconoce Goss, «lo que significa ensayar con la banda antes de ir al estudio. Te doy un ejemplo: tenían un riff con mucho groove, sonaba como un mantra, ya sabes, “Nicotine, valium, vicodin, marihuana, ecstasy and alcohol”. Fue entonces cuando mis oídos dieron la señal. Josh me dijo que era una sección que iban a poner al final del disco, repetida una y otra vez en un fade out de 30 segundos. Lo digo con toda modestia: hice lo que todo buen productor haría. Les recomendé que, en vez de poner esa sección al final, la convirtieran en la primera canción del disco porque a la gente le iba a encantar. Esa canción se transformó en ‘Feel good hit of the summer’, llegó a los rankings, se hizo muy popular en Inglaterra y puso a Queens of the Stone Age en una órbita diferente. Los fanáticos entendieron el sentido del humor y el peligro. Ese es el fruto de un buen proceso de preproducción: transformar un pequeño riff en un hit». Cóctel de rock n’ roll El jueves 14 de noviembre del 2019, la encarnación solista de Nick Oliveri, Mondo Generator, repletaba por primera vez el local santiaguino MiBar, debut que para el bajista sería uno de los shows más recordados de su gira latinoamericana. La energía del lugar simplemente era magnética. El público vibró tanto con las canciones de su proyecto como con los clásicos de Kyuss y Queens of the Stone Age. En una oportunidad, el bajista tocó el riff de ‘Feel good hit of the summer’ y el lugar pareció venirse abajo. Todo el bar cantaba esa infecciosa lista de narcóticos como si la vida se fuese a ir en ello. Nunca tocó la canción entera, pero Oliveri quedó tan encantado con la recepción que obtuvo de su público chileno que volvía al riff entre canción y canción a modo de broma. Cuando escucha la anécdota, Chris Goss esboza una sonrisa de satisfacción y recuerda los momentos entrañables que vivió junto al bajista. «Trabajar con Nick Oliveri es lo más divertido del mundo. Es una persona brillante y graciosa, goza de una vitalidad envidiable. Su risa resonaba en cada pared de ese estudio. Él se entregó de lleno al proyecto, siempre estaba al pie del cañón. Para hacer un disco sincero, tienes que abrir tu corazón y el de Nick estaba abierto de par en par. Creo que todavía lo está», confiesa el hombre de Masters of Reality. La naturaleza cambiante de Queens of the Stone Age permitía que el esfuerzo colaborativo llegara a buen puerto. Como lo importante eran las canciones, cada una de estas debía tener un ingrediente especial que la hiciera memorable. Bajo esa premisa, ¿por qué no incluir al “Metal God” Rob Halford en los coros de ‘Feel Good Hit of the Summer’ si estaba en el mismo estudio? Según el propio Chris Goss, es uno de sus momentos favoritos: «Halford es uno de mis héroes. Resultó que él estaba grabando uno de sus discos solistas en Sound City al mismo tiempo que nosotros y Josh quería que mucha gente grabara el verso de esa canción, así que decidimos invitarlo. Lo conocí ahí mismo y le gustó la idea, especialmente por la letra. Vio la lista de drogas y nos dijo: “conozco muy bien este cóctel de rock n’ roll”» (ríe). Goss menciona que hay una foto del encuentro y añora lo grato que era toparse con su ídolo mientras compartieron el estudio. «Tuve la oportunidad de escuchar lo que estaba haciendo y eso significó mucho para mí. Créanlo o no, hubo un punto de mi vida en el que me vestía como Rob Halford entre 1982 y 1983 (ríe). Usaba una chaqueta de cuero y tenía el pelo corto y rubio. Me encantaba el sentido del humor de Judas Priest y siento que es un aspecto subvalorado de su personalidad como banda. Fueron una gran influencia». Sin saberlo, Halford dio con el concepto ideal para definir a “Rated R”, porque no hay dudas de que el disco es un verdadero «cocktail de rock n’ roll», en el que la sincronía de las personalidades también ayudó a que el disco fuera tan ecléctico. «Todos los involucrados tenían el presentimiento de que estábamos llegando a nuevas tierras y pusimos todas nuestras energías para lograrlo», remarca Goss. La simbiosis entre Homme y Oliveri se hace sentir en todo el álbum, con un Homme que funciona como el ying, el tipo que valora el silencio y trata de escapar de la oscuridad en ’The lost art of keeping a secret’, y un Oliveri que representa el yang, abrazando la oscuridad en ‘Tension head’ y también la locura en ‘Quick and to the pointless’. Al mismo tiempo, se nota como Oliveri asume su propio lado melódico en ‘Auto pilot’ y Homme se sumerge en las sombras de ‘Better living through chemistry’, todo llevado por el pulso orgánico de los bateristas Gene Trautmann y Nick Lucero. El sophomore también marca la primera inclusión de Mark Lanegan como colaborador de la banda, participación que no se pudo concretar en el debut homónimo, pero que se formaliza en la maravillosa ‘In the fade’. Si bien el primer disco de Queens of the Stone Age era una respuesta de Homme a todo lo que había hecho antes, “Rated R” toma los elementos que le sirven de esa respuesta para crear las plantilla de lo que será el sello de la banda en cortes como ‘Leg of lamb’ y ‘Monsters in the parasol’. También plantea la hipótesis de que lo pesado no está necesariamente en el riff beligerante, sino en el contenido. Una muestra de ello es ‘Lightning song’, pieza acústica creada en su mayoría por el guitarrista Dave Catching y que Goss supo leer de la manera correcta. «Siempre pretendo mostrarte un lado distinto de tu personalidad. Si descubro que tienes una atracción natural hacia lo acústico, te propongo hacer un track en ese tono para que esa sensibilidad se traduzca en un mensaje claro y amable. Si usas sintetizadores en una canción en particular y te gusta como suenan, quizá en el siguiente disco abrirás aún más ese espectro. Cualquiera sea el estilo que explore el artista, trato de abrir la puerta de las posibilidades para ir en una cierta dirección, él decide si esa puerta se cierra o se abre en el futuro». La inclusión de más instrumentos también es una muestra del arrojo que tuvieron como equipo para mostrar algo diferente. «La idea de sumar vientos al final de ‘I think I lost my headache’ fue de Josh Homme. Hay trombones, saxofones y trompetas, lo pasamos muy bien el día en que los grabamos. Creo que fue una gran idea para terminar el disco». El arte de guardar secretos ¿Por qué “Rated R” es tan importante veinte años después de su lanzamiento? Para Goss, la clave fue la mezcla de talentos entre Homme, Lanegan, Catching, Oliveri, Lucero, Trautmann y Trina Shoemaker, la ingeniera. «¿Me imaginaba hablando de este disco dos décadas después? Sí, absolutamente. Fue una experiencia maravillosa. Sentía en lo más profundo de mi ser que lo estábamos haciendo bien. Traté de mantener la pureza del espíritu artístico de Queens of the Stone Age y de llevarlo a donde ellos quisieran. Ese es mi trabajo». Pero, a veces, esa misma intuición mueve las entrañas para avisar cuando las cosas toman un rumbo inesperado. «La reseña de “Rated R” en la revista Rolling Stone decía lo siguiente: “Chris Goss le enseñó a Josh Homme cómo hacer un buen disco”. Después de leer eso, doblé la revista, se la pasé a mi esposa y le dije: “No creo que me llamen para producir el próximo disco”. Y así fue, no me llamaron. Después del trabajo con Kyuss y del éxito de “Rated R”, creo que Josh sintió que yo recibí mucho crédito, por lo que recurrió a Eric Valentine para “Songs for the Deaf” (2002). Creo que no fue el productor indicado para ese disco. Tuve un presentimiento, no sé si bueno o malo, de que mis contribuciones cruzaron una línea en la mente del artista. Yo esperaba que “Rated R” fuera el principio de un trabajo colaborativo que perdurara en el tiempo y lo lleváramos al siguiente nivel, que nos entendiéramos los unos a los otros y que fuera un aporte constante en mi vida profesional». «Tiempo después me pidieron que produjera “Era Vulgaris” (2007) y no fue un proceso muy entretenido. El éxito puede generar algo muy feo en las personas. Ya no era lo mismo. La alegría había abandonado el lugar», sentencia Goss, agregando que «voy a dejar que la gente saque sus propias conclusiones sobre las implicancias del éxito. ¿Te imaginas lo que pasa cuando miles de millones de dólares entran en juego? Es como si soltaras una serpiente venenosa en un cuarto lleno de amigos. Te pasa la cuenta. Es todo lo que voy a decir». La voz de Chris delata la intención de guardar el secreto. Y es que la determinación de Josh Homme, para bien o para mal, no teme a dejar en el camino a quién fuera necesario con tal de lograr el objetivo principal. Cuando el disco cumplió su primera década, todos los análisis giraban en torno a cómo “Rated R” sentó las bases para lo que sería el ascenso definitivo de QOSTA al estrellato con “Songs for the Deaf” (2002), particularmente con el single ‘No one knows’, pero su permanencia hasta el día de hoy en el catálogo de la banda da cuenta cómo Homme y compañía entregaron algo distinto a lo que sonaba en el entorno, lejos de cualquier moda impuesta por el post grunge, el nuevo rock británico, el nu metal o el rock vintage de Nueva York. Si bien, Queens of the Stone Age puso el sonido desértico en el mapa con una popularidad y eficacia mucho mayores a lo que logró Kyuss, no deja de llamar la atención que lo hayan logrado justo cuando su hombre ancla intentaba despojarse de él para siempre. Como dice la letra de ’The lost art of keeping a secret’: “Salto de fe, ¿lo dudas?” El guitarrista no lo dudó, apostó todo a ganador y salió victorioso. Lo aprendido en “Rated R” marcó para siempre el ADN de Queens of the Stone Age. «Un disco es una foto de un artista o una banda en un período de tiempo determinado», concluye el productor. «La gente que trabaja conmigo siempre recibe este consejo: “esto es lo que sientes ahora, quizá cambie en el futuro, pero deja que la gente sepa cómo te quieres presentar en este momento, no tengas miedo, ni te avergüences de ello, porque siempre puedes hacer algo para cambiar esa foto en tu próximo lanzamiento”. Creo que Josh comprendió cómo me relaciono con la gente, entendió que de verdad quiero ver crecer a los que depositan su música en mis manos. No todos los artistas lo necesitan, hay algunos que tienen un estilo que aman y deciden aferrarse a él, lo que está bien, pero hay otros que buscan ir más allá y yo sabía que Josh era de los aventureros. Hay una razón por la que la colocación correcta de la frase es “tocar música”. Los músicos estamos en este mundo para tomarla y jugar con ella, como si fuéramos niños. En “Rated R”, apelamos a esa imaginación infantil, tocamos la música y jugamos con ella». Palabra de Goss. Tags #Queens of the Stone Age #Rated R #Chris Goss #Josh Homme #Nick Oliveri Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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