Congreso: La persistencia de la memoria Entrevista con Tilo González y Pancho Sazo Viernes, 21 de Abril de 2023 (Publicado originalmente en revista #Rockaxis235, enero de 2023) Cuando Congreso celebró los 50 años de carrera en agosto de 2019, Chile era un lugar distinto. El mundo también. Ese ese agosto que parece lejano, el estallido social era una latencia, pero no estaba en la cabeza de nadie el cómo ni cuándo ocurriría la revuelta. Ni hablar de la pandemia del Covid-19, inimaginada para el colectivo mundial. Sin embargo, algo permaneció intacto: el motor creativo de uno de los grupos más importantes de la historia de Chile, que tres años después, publican “Luz de Flash”, su celebrado último disco. Por Cristofer Rodríguez En agosto de 2019, el patrimonial grupo Congreso festejó sus 50 años de carrera ininterrumpida con un soberbio concierto en el Teatro Caupolicán. Merecedores de un capítulo estelar en la historia de la música popular chilena, los originarios de Quilpué cumplieron medio siglo en uno de los mejores momentos de su biografía. Sin trampas, sin inventar fechas, sin descansar en antiguas canciones, Congreso sobrepasó cinco décadas con una salud creativa y artística más sólida que –perdón si se ofende alguien– los mismísimos Rolling Stones. Es que la banda de Pancho Sazo y Tilo González, sin tener que demostrar nada a nadie, continúa produciendo y escribiendo una historia que absolutamente nadie les ha exigido. ¿Existe quién tenga dudas sobre la imbatible carrera del grupo y su importancia en la historia cultural moderna de la nación? Con esa espalda, Congreso bien podría cesar la actividad creativa y versionar y reversionar sus antiguos clásicos que han acompañado algunos de los momentos más álgidos de nuestro pasado reciente. Pero no, Congreso continúa como un colectivo imparable, movidos por una fuerza artística que, al menos pronto, no tiene fecha de caducidad. ¿Qué más esperar de Congreso? Al parecer, aún mucho. No hubo estallido social ni pandemia que los frenara, y el recién pasado 2022 sorprendieron con la publicación de “Luz de Flash”, trabajo que entró sin titubeos en los balances más prestigiosos de discos chilenos del año. Afortunados nosotros de vivir en la misma época de esta agrupación, que resiste porfiadamente al olvido, inscribiéndose en cada paso con tinta más indeleble en el tronco enraizado de la cultura chilena. – La pregunta puede parecer obvia, pero… ¿de dónde viene esa resistencia a dejar de crear y continuar produciendo nuevo material, muy a contracorriente de lo que hacen artistas contemporáneos a ustedes? – Pancho Sazo: En los grupos de todo tipo uno siempre vive un presente, un presente eterno. La idea de no parar a menos que ya no se pueda. Entonces uno hace un disco e inconscientemente, como estamos en Chile siempre esperando el próximo terremoto, con los discos estamos esperando el próximo. En este caso se dio que después de la pandemia y del estallido social que fue bastante fuerte, sacar un disco en esas condiciones es un aliento para nosotros mismos. No queremos vivir de nuestros antiguos hits, aunque sean pocos. ¿Cuál es la labor de los músicos? Hacer música. – Tilo González: Es algo de lo que uno no se puede escapar. Uno no se puede escapar de la música nueva que le llega. Es difícil decir «tengo muchas ideas, pero no las voy a hacer». En la pandemia, como dice Pancho, estuvimos mandándonos ideas, qué sé yo, por Zoom, poniéndonos de acuerdo. Fue un proceso bien distinto a otros discos, hubo pocos ensayos, las cosas salieron más en la casa. – ¿Ese modo de trabajo hizo que el proceso sea más complejo o facilitó las cosas para ustedes? – TG: Casi todos los discos salen rápidos. Una o dos canciones están tres o cuatro años madurando, pero una vez que salen esas, las otras ocho aparecen volando. La diferencia de este disco es que hubo poco ensayo; la batería y el piano fueron grabados en mi casa y del Seba (Almarza). Terminando la pandemia pudimos entrar al estudio y terminar de grabar con Jorge Abarca, que ha estado con todos los discos hace muchos años. Y el mastering, el mismo de “La Canción que te Debía” (2017), Carlos Freitas, un brasileño. – ¿Fue ese proceso más hogareño y producto de un contexto social más bien rudo lo que determinó este disco más reposado que “La Canción que te Debía”? – TG: Este disco recoge un poco la complejidad que ha pasado el ser humano en estos años, la fragilidad. – PS: Es un disco muy frágil y voluble. El corazón es nuestro radar y ha estado muy atento a todas estas cosas que están pasando. Es un disco de mucho pensamiento, no sé si meditación, pero sí de encontrarse en ese ánimo más calmado. La memoria, la historia, el olvido El álbum de fotos, el alzhéimer y el flash. La migración, la juventud y el rocanrol. Medio siglo de historia y 50 años del Golpe de Estado. En las 11 canciones que componen “Luz de Flash”, el tiempo, la edad, la memoria y el olvido son tópicos recurrentes, tanto en las letras como en los aspectos estéticos y musicales. Envejecer y olvidar, celebrar o evaluar parte del recorrido que hoy los tiene aquí y ahora, en el Chile del 2022, que los observa con respeto y admiración, pero a veces con la injusta indiferencia que tantos y tantas han sufrido antes que ellos. «Son cosas que para nuestra edad pueden estar aquí mismo. La fragilidad de los años que vivimos, como el alzhéimer», cuenta Tilo con cierto dejo de resignación, sabiduría y ternura. «Hoy día las fotos son instantáneas y digitales, antiguamente la foto podía perderse, se gastaba con el paso del tiempo, se podía borrar y uno dice “chuta, se me está yendo este momento”, y eso ocurre con la vida, con el amor, con el país», refuerza Pancho. – Hay una preocupación por la memoria muy latente en el álbum. ‘El álbum de fotos’ habla de eso, pero sobre todo ‘Alzhéimer’ o ‘La piel de tus heridas’, que toca una fibra muy sensible. – TG: Mucha gente a veces, sobre todo con el estallido, empieza a decir «oye, pero ustedes no han hecho nada», y en verdad uno a veces está sufriendo igual, en silencio, pero no está ajeno. Sí le importa, de todas maneras, está ahí. Esa sensibilidad de esas canciones, sobre todo ‘La piel de tus heridas’, se refiere a eso. – ¿Ese «ustedes no han hecho nada» es algo que les pasó durante el estallido? ¿Se los dijeron? – TG: No, no. – PS: Nosotros nunca hemos escrito una canción donde digamos lo que se tiene que hacer. Eso es algo muy legítimo en la canción política, en la canción social, que el hablante lírico dice lo que hay que hacer. Nosotros, más que nada, nos apropiamos de un caso; es como si nos pasara a nosotros, tomamos la voz de alguien, pero sin llegar con la verdad, siempre aprendiendo, porque seguimos en un aprendizaje musical, humano, social. Hacemos las canciones para que cualquiera pueda hacer la abstracción y tomarla como suya. Incluso en la época de la dictadura, que es algo que nos marcó con el Tilo y todavía contamos la vida “antes de” y “después de”. Intentamos reflejar lo que hemos vivido, pero sin querer ser los cronistas de una época. – Abrazar la realidad o el contexto social, y mirarlo con cierta calma y reposo, es una marca poética de Congreso. – PS: Es algo que nos sale natural. Los Quila e Illapu hacen otra cosa maravillosa, donde hay amor, pero también hay una ira más directa y confrontacional. Nosotros la ira la tenemos, hay canciones que sentimos historias espantosas, pero siempre terminamos con la idea que la culpa es de ellos y de nosotros. No somos amigos del guionista para decir que venimos de vuelta. En todos los procesos hay gente que sufre mucho y, para cantar de eso, hay que ser cuidadoso. – TG: Y la esperanza por delante, siempre. No podemos no pensar que esto terrible que sucede y lo que cantamos es el final. – PG: Cuando vino el estallido, ¿qué hizo Tilo? Se contactó con León Gieco y sacamos ‘Manifiesto’ (de Víctor Jara) con muchos artistas, como un regalo a los que pusieron sus ojos, su vida, sus ganas, a todos nosotros, a todo el pueblo de Chile. Había gente desde Elicura Chihuailaf, Nano Stern, Magdalena Matthey, Roberto Márquez, Lito Vitale, en fin. Eso es una forma de asistir. Pero es muy difícil cantarle a alguien que fue torturado o que perdió un ojo. Tú puedes empatizar, pero no tienes aquello que decía (Enrique) Lihn, del dolor por el dolor. Tú puedes tomar ese dolor como una transfusión de sangre, de alma, de corazón, pero el dolor máximo lo tiene la otra persona y es inclaudicable. Tengo compañeras y compañeros que pasaron las de quico y caco en la dictadura y otros después durante el estallido, y por lo mismo tenemos un pudor para poder tratar ese dolor. Eso no indica ni cobardía, ni debilidad. – Es una mirada muy contemplativa, meditativa, pero también muy luminosa. Nunca una canción de Congreso es terminal, habiendo ocurrido cosas tan terribles. “Terra Incógnita” (1975), por ejemplo, muestra destellos de luz en el infierno. – PS: Así debería ser el destino. La humanidad, moralmente, debería habitar la esperanza. Vivimos en un nihilismo espantoso. La canción ‘Rosa’ (“Con los Ojos en la Calle”, 2010) habla de una mujer golpeada y dice que «una flor en el barro sigue siendo una flor». Son esas pequeñas imágenes que le hacen sentido al público. Hay personas que le han puesto Simón a sus hijos después de escuchar ‘En el patio de Simón’ (“Ha Llegado Carta”, 1983). Queremos generar esa empatía, pero sabemos que es un camino, hay otros caminos también y muy bien hechos. – TG: La impronta de Sol y Lluvia, por ejemplo, es maravillosa. Tiene que ver también con esos actos anónimos que uno hace. Ahora que estamos hablando el tema, yo toqué en las plazas con mis amigos o músicos, pero no lo subí en las redes. – PS: Porque los músicos no somos protagonistas. Acompañamos el protagonismo que en ese momento tenía el pueblo de Chile. Están ocurriendo movimientos telúricos. Hay gente muy pesimista, yo soy de un optimismo moderado, en el sentido de que todos los cambios sociales son difíciles. Hay partos lentos, duros, hay gente reaccionaria que no quiere. Así es un país. La cosa es cómo ponernos de acuerdo. – También hay una memoria musical. En el disco aparece la música afrodescendiente, como en ‘La plaza de los sueños’, con una cosa entre el son y el blues, incluso. – TG: Y la habanera. En el fondo es visitar ritmos muy antiguos que también están perdidos, entonces también hay un rescate inconsciente y ahora están acá a la vista de nosotros. – PS: Es como esto que pasa, que antes era picante bailar cueca o cumbia. Hace poco incluso pasaba con la música cebolla. Hoy día no, los jóvenes bailan, cantan como los viejos cuequeros, la cumbia es algo que desde Los Viking’s 5 a La Sonora Palacios está sintonizada con ellos. Agregando además el mestizaje maravilloso que tenemos ahora con la gente que se ha bajado del barco y del avión. Una maravilla. – Justamente el disco tiene cumbia, cueca y cebolla. ¿Cómo ustedes observan este cambio de matriz social? – PS: Mira, los seguimos observando, padeciendo y sintiendo. Hay cambios sociales que son erupciones volcánicas. Claro que el país ha cambiado, pero hay también un cambio a nivel individual, gente que quiere cambiar las cosas, pero que no quiere que le cambien la vida. Hacer esta música es un poco volver al barrio. Volver a colocar el parlante, fumarse algo, comerse un completo, volver un poco a la esencia de Chile. Tenemos grandes malls, grandes edificios, pero también todavía la mayoría de Chile tiene calles con nombres como Arturo Prat, calles de adoquines, en el norte y en el sur. Eso también es nuestra identidad, pero de tanto pasar por ahí no la vemos. Hacer patente los ritmos que uno escuchaba en la Radio Portales en una peluquería de caballeros. Hoy la música es magnífica, las mujeres están creando de una forma extraordinaria, está el trap, el reggaetón, una variedad impresionante. – Después de ‘El cóndor pasa’ (“El Congreso”, 1971) y ‘Angelita Huenumán’ (“La Loca Sin Zapatos”, 2001), graban su tercer cover, ‘Murió la flor’ de Los Ángeles Negros. ¿De dónde vino esa idea? – PS: Un homenaje a Los Ángeles Negros que en México son como los Beatles. – TG: Aparte coincidió con la muerte de Mario Gutiérrez justo en estos años de pandemia y estallido, entonces tuvo un titular chiquitito en los medios chilenos. En México tuvo especiales de prensa. Los Ángeles Negros abrieron un camino enorme a todos los artistas chilenos que se pasean por México. – PS: Además la canción es parte del folclore de Chile. Uno sale con una niña y no resultó, uno dice “murió la flor”. Dulce patria – La introducción de ‘La isla del tesoro’ (“Estoy que me Muero”, 1986) parte con una caja de ritmos programados. Desde ese momento, el salto temporal fue muy amplio para volver a incorporar sonidos electrónicos, como en ‘Rocanrol de los misterios’. ¿Cómo se les ocurrió? – TG: No es que uno lo haga a propósito, pero uno está atento a lo que está sonando. Curiosamente hay un cuatro que parece loop, pero está tocado. – PS: Necesidades del servicio (ríe). – TG: ¡Claro! «¿Funciona bien? Ya, por qué no». Nos trae complejidades porque en vivo hay que tocar con esa secuencia que es algo que no hacemos habitualmente, entonces tenemos que estar atentos al click, cosa que en los grupos jóvenes eso es pan comido. Pero es bonito lo que sucede con ese rocanrol, porque además tiene dos acordes y la canción se da vuelta ahí y van pasando cosas nuevas. – Y es una canción que en vivo funciona muy bien. – TG: Sí, sí. Tiene ese final medio heroico, rockero. – Te transformas en un bonzo – TG: Sí, claro, con todo (ríe). – ‘La vida salta en un pie’ también tiene esa cosa más colérica de los inicios de Congreso. – PS: Sí, claro, hay guiños. Mira, en la música, al igual que en la literatura, no hay una virginidad, no hay un origen puro. Uno está lleno de interpretaciones, asociaciones. Esa es la gracia que tiene la música nuestra, que es bien abierta. – TG: Y es por una cosa de curiosidad, de meterse en un lugar donde a veces uno no transita, salir del lugar común, de lo que ya manejas bien y conoces. El riesgo es muy importante en la creación. – Cuando escuchan música chilena actual, ¿perciben ese riesgo? ¿Cuándo prenden la radio, por ejemplo? – PS: Es que la radio no da lo que hay en la muestra completa. Yo todavía echo de menos que toquen mucho más a las cantautoras jóvenes. He grabado con algunas y son geniales, las letras, los arreglos, las voces, estilos vocales y de cantar muy interesantes. Las radios todavía tienen una cierta nostalgia de la década del sesenta, que no es malo, y después hay otras cosas como el nicho del rock latino o el trap directamente, depende de la edad del disc-jockey parece (ríe). Falta lo que hacen las radios universitarias, donde tocan más cosas, se meten en más cosas. – Y cuándo van a un festival y comparten cartel con otros artistas jóvenes, ¿qué ven? – PS: Uno ve la pachorra al pararse, el estilo, la forma de tocar. – TG: Pasa mucho por la imagen. La música entra por la imagen. Entonces, no sé, alguien así común no va a producir mucho. Hay que ser más exótico, más exuberante. De repente le sacas las máquinas a las canciones nuevas y se derrumban, no hay una línea melódica, etc. Es difícil tocarlos en la playa con una guitarra (ríe), pero bueno, son otros lenguajes, no tienen porque tocarse en la playa en una fogata. – PS: Son pa’l vacile. – La forma canción ha dado ese giro hacia el abandono de la melodía, incluso la armonía y la preponderancia del ritmo. ¿Será que la canción popular cumplió un ciclo? Algunos, muy arrojados, lo han vaticinado así. – PS: Claro, es que es un género aparte. Los traperos chilenos están mandando. Hay una poética, una forma, una manera de vestir distinta. De decir «aquí te las traigo, Peter», un poco como lo hicieron Los Prisioneros cuando aparecieron y mandaron a todos los barbones y lanas a acostarse porque ellos traían el rock. Cada generación quiere matar a la anterior y eso es normal, el problema es que en la música no se hace eso, porque esto es pendular y siempre se va a tender a un equilibrio. Lo otro tiene que ver con las modas o la industria. La única crítica que le haría a los traperos es que mejoren un poco las letras. – “Luz de Flash” ha sido muy bien recibido, pero ocurre algo que usualmente ha pasado con Congreso: no los tocan en la radio y no los invitan a los festivales de moda, pese a romperla en la crítica. ¿Qué sienten con eso? ¿Les interesa o no pescan? – PS: No interesante, súper importante. Si sacas un disco y no te pescan, es fome. – TG: Tenemos la suerte de que estos últimos dos discos han tenido esa llegada. El anterior nos premió el Pulsar, este está siempre en los tres primeros lugares en varios medios. Pero es cierto que está pasando algo muy extraño. La gente que contrata se fija más en la red, cuántos seguidores tienen y con eso contratan. Como nosotros no ponemos nuestra energía ahí, estamos en un estado intermedio. Y los números en realidad son súper engañadores, porque se pueden comprar visitas, maquinear los rankings, etc. – PS: Ayer en otra entrevista que di nos comparaban con Magma, la banda francesa. Sacaron un disco y dejó la escoba, pero la diferencia es que allá tocan. En Chile todavía seguimos cultivando una especie de necromanía. No sé, «el cantante de Congreso tiene cáncer», y ahí sí es noticia. Hay mucho de urgencia, de algo inminente. Pero bueno, tenemos algunas fechas en Valparaíso, en el Museo de la Memoria y vamos a ir sembrando de a poquito, Congreso ha hecho así su carrera. Tags #Congreso #Luz de Flash #Tilo González #Pancho Sazo Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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