Queen + Adam Lambert: La inmortalidad del sentimiento

Miércoles 30 de septiembre, 2015
Pista Atlética del Estadio Nacional

Sin imitar a Freddie Mercury, comienza la canción ‘Killer Queen’, y Adam Lambert se recuesta en un sillón y coquetea con la cámara haciendo gala de sus dotes dramáticos y como cantante. Resulta juguetón como también virtuoso, mientras a un costado Brian May lo mira de reojo, casi con orgullo paternal. En quien fue participante del concurso “American Idol” hay un espíritu distinto al de Paul Rodgers, la voz de Bad Company y Free con que Queen vino por primera vez a Chile hace siete años. Mientras la performance del británico se inclina más hacia lo vocal, con sus influencias del blues y el soul, el californiano de 33 años agrega a lo musical una cuota de teatralidad en el ya emotivo espectáculo de la banda. Así, se desplegó muy naturalmente en las diferentes secciones del show, no mostrándose cercano, pero sí con un notable desplante.

“Muchas gracias a Roger y Brian por dejarme cantar acá”, apuntó Lambert en el primer momento en que se dirigió al público, “no sería quien soy si no fuese por Freddie”. Del rockabilly de ‘Crazy Little Thing Called Love’, llegó luego a uno de los grandes momentos del show con ‘Somebody to Love’, en una escalada de emociones que continuó con ‘Love of My Life’, donde Brian May se encontraba solo en el escenario con su guitarra acústica, y miles de voces cantando junto a la imagen de Freddie Mercury en pantalla. “Ayer fui a El Paranal”, comentó posteriormente el guitarrista en español, “¿ustedes saben que los mejores astrónomos del mundo están en Chile?”. Así dio paso a ‘39’ e invitó a regresar al escenario a Neil Fairclough (bajo), Spike Edney (tecladista de Queen desde 1981), Rufus Taylor (el hijo de Roger en batería) y Roger para cantar en conjunto.

Tras la interpretación de Roger Taylor de ‘Kind of Magic’, y unos innecesarios solos de bajo y batería, la banda, junto a Lambert, retomaron con ‘Under Pressure’, que también marcó otro de los puntos álgidos del concierto, con Taylor haciendo la voz de Bowie y Lambert la de Mercury, y la frase “why can’t we give love?!” exclamada por la audiencia. Maravilloso. Fue en los clásicos donde el público se rindió a los pies de Queen y Adam Lambert, cantando y vitoreando todo, pero también, desde el escenario, la entrega fue impresionante no únicamente desde el punto de vista musical y emocional, sino también técnico, con una gran pantalla redonda que funcionó como telón, y juegos de luces que formaron, por ejemplo, a ‘Who Wants to Live Forever?’ como un auto homenaje y un saludo al alma inmortal de Mercury.

Hacia el cierre, llegaron juntos los hits ‘Tie Your Mother Down’, la animosa ‘Don’t Stop Me Now’, ‘Radio Gaga’, ‘I Want It All’ y ‘Bohemian Rhapsody’ (la misma canción con que Lambert audicionó para “American Idol”), donde se utilizaron imágenes del video original con Freddie Mercury, que se fusionaron muy sutilmente con la presentación en vivo y que jamás denotó que se estuviese en la presencia de una banda tributo, como temían muchos fans. Lambert jugó fácilmente con su voz, mientras que May fue un imbatible en la guitarra, y Taylor y su hijo formaron una dupla firme en la batería. Ya culminando la noche, con un May casi en lágrimas y cerca de 20 mil personas que vieron sus expectativas superadas, llegaron ‘We Will Rock You’ y ‘We Are the Champions’, por antonomasia, los más importantes himnos de estadio. En poco más de dos horas, los británicos y el norteamericano lograron reproducir la gigantesca trascendencia del material de Queen sin traicionar a lo principal: el corazón.

María de los Ángeles Cerda

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