Ian Anderson: clásico atemporal

Jueves, 07 de Marzo de 2013

Miércoles 6 de marzo, 2013
Teatro Caupolicán

Una vez más Ian Anderson llegó a Chile, para presentarse ante una audiencia incondicional que sigue su legendaria discografía en Jethro Tull, que debutó en los albores de la era rock con el álbum “This Was” de 1968. Pero el concierto de ayer, tenía una connotación muy especial. Anderson y compañía venían a celebrar, nada ni nada menos, que los 40 años de un hito de la historia del rock: El influyente álbum “Thick As A Brick” de 1972 y su consiguiente secuela del año pasado.

A las 21 horas, se podían ver en el escenario a varios personajes vestidos con un delantal, barriendo el piso, quienes eran observados con extrañeza por el público, que no sabía si mirar o seguir conversando. A los pocos minutos se apagaron las luces del teatro y, en una pantalla ubicada en la parte trasera del escenario, comenzó a proyectarse un video. En él, Ian Anderson vestido de un psiquiatra poco ortodoxo e irónico, recibía en su consulta al personaje de ambos álbumes: Gerald Bostock, alias Little Milton. Tras una breve conversación, el doctor le decía que le contara su historia desde el principio.

De pronto, comenzó a sonar la pequeña guitarra ejecutada por Anderson, quien estaba ubicado en una esquina del proscenio, y la melodía inmortal de un disco eterno: “Really don't mind if you sit this one out/ My words but a whisper your deafness a shout”. El público estaba enfervorecido. Por primera vez tenía la oportunidad de escuchar de manera íntegra un clásico de clásicos del rock progresivo de todos los tiempos. La banda, que empezó a mostrarse de a poco, sonada sólida y rockera.

No hay duda, que lo que más llamó la atención de la puesta en escena, fue la participación del joven Ryan O'Donnell, quien, además de su histrionismo, fue el encargado de compartir el papel de vocalista con Anderson. Aunque en un principio fue extraño, con el pasar de los minutos, O’Donnell se acopló de perfecta forma, apoyando al líder, en las partes más exigentes. No hay que olvidar que Jethro Tull grabó el disco original hace 40 años y que los tonos más altos, son difíciles de manejar para Anderson.

Sin embargo, la participación del cantante y actor, tenía un sentido mucho más importante. Si Anderson representaba a Gerald Bostock cuando viejo y en la actualidad, O’Donnell era quien interpretaba al joven poeta en el pasado. De hecho, este último se movía por el escenario haciendo los mismos saltos y gesticulaciones expresivas tan características del líder. Ambos se complementaban de buena forma, para ir narrando la historia que se iba desarrollando en la música y que era enriquecida con imágenes de la Edad Media y de revistas para niños de mediados del siglo XX. Sin duda, que la imaginería de “Thick As A Brick” es una parte importante de la obra que, en general, es un reflejo y una crítica de la sociedad actual.

La banda la completaban el excelente guitarrista eléctrico Florian Opahle, quien con su distorsión, le entregaba mucho peso al sonido, además de hacerlo más moderno que el del disco original, interpretado por Martin Barre. A él, se le sumaban David Goodier en bajo, Scott Hammond en batería y John O’Hara en teclados, conformando una agrupación sólida para tocar el álbum.

Por su parte, Anderson en la flauta traversa, estuvo simplemente sublime, ejecutando largos solos y pasajes claves de la obra. Pese a sus años, se movía con soltura por el escenario y representaba una especie de juglar o trovador medieval que, sin ir más lejos, tenían el papel de transmitir la tradición oral en el medioevo, tal como ayer lo hacía él con su trabajo cumbre. Un ejemplo de la lírica: “The Poet and the painter casting shadows on the water/ As the sun plays on the infantry returning from the sea”.

Los músicos ejecutaron a la perfección la obra y O’Donnell, hacía gala de su gran capacidad vocal, en las secciones más dramáticas del extenso tema. Por ejemplo, la exigente parte vocal, “The poet and the wise man stand behind the gun/ and signal for the crack of dawn/ Light the sun”, fue cantada con pasión por el joven Bostock. También tuvo un papel fundamental el teclado que, en manos de O’Hara, cumplió a la cabalidad en todo el espectro de la variada pieza. De igual forma, tanto Goodier y Hammond en la sección rítmica, hicieron gala de su talento y del conocimiento profundo de una obra a todas luces compleja.

Tras el gran final de la composición original, hubo un intermedio de 15 minutos, para luego entrar a la segunda parte del show, en la que se interpretaría, “Thick As A Brick 2”. Aunque parecía que, obviamente, la mejor parte del concierto había terminado, no fue así para nada. La secuela es una obra excepcional, que sonó muy definida y en la cual Anderson, tuvo un papel más principal como cantante que en la porción anterior. Pese a las referencias al trabajo original, la nueva versión tiene su peso, sensibilidad y valor propio. La audiencia reconoció esto último y, hasta los más escépticos, no se movieron de su asiento hasta la última nota de la secuela.

Una gran interpretación que dio por cerrado un concierto inolvidable, pero que aún tenía la sorpresa de otro clásico de clásicos. Una extensa versión de “Locomotive Breath” del álbum “Aqualung” –otro de los fundamentales del catálogo de Jethro Tull-, fue ejecutada con un sonido actual, sobre todo, aportado por Opahle, quien con su guitarra distorsionada, generaba un peso sorprendente. Además, atrás se proyectaban imágenes de un tren, causando un efecto magnífico con la música y los instrumentistas moviéndose por el escenario.

Es cierto que Anderson ha venido numerosísimas veces a Chile. No obstante, esta vez, fue algo mucho más especial, por el significado y la gran importancia histórica de un álbum de una calidad excepcional y que no envejece con el paso del tiempo. Ian Anderson y compañía serán siempre bien recibidos en nuestro país. De eso no hay duda. Un gran concierto del que creo, nadie pudo salir con gusto a poco.

Héctor Aravena A.