Los Jaivas: en todos los corazones

Martes 15 de agosto, 2023
Movistar Arena

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Qué afortunados y afortunadas somos en este país, que podemos, en medio del peso de la vida moderna, de pronto, ser abrazados por la música de Los Jaivas. Tenemos mucha suerte, porque Los Jaivas no son una banda underground o que suscriba su campo de efecto sectorialmente en públicos rockeros, progresivos, folclóricos o vinculados a la vanguardia. Los Jaivas son una banda cuya música es patrimonial y expresión sincera de lo que el pueblo chileno ha sido capaz de crear desde lo más profundo de sus entrañas. No es una banda ajena: nos pertenecen, porque "su palabra es nuestra historia", como cantan en 'Hijos de la tierra'. El lazo de Los Jaivas con su pueblo es, tal vez, el más indestructible que alguna agrupación haya podido consolidar alguna vez en esta franja de tierra y, me atrevo a decir, en este hemisferio del planeta.

No son solamente sus canciones (con sus letras, música, sonoridades). También lo es su imaginería, su estética, su cosmovisión, su performance y, lo más singular de todo: lo es su vida. La vida mágica de Los Jaivas, con la que abren el álbum "Canción del sur". Todo ello constituye que sean un tesoro vivo y cuya presencia sobreviva a la poderosa muerte que se llevó a algunos de sus miembros fundadores y familiares del clan. No existe grupo cerca de esta definición y que haya calado tan hondo en los corazones e historias familiares de quienes habitamos este país desde hace 60 años.

Varios hitos acompañaron las celebraciones de la banda, entre ellos Primavera Sound Santiago 2022 y el Festival de Viña del Mar 2023, dos eventos importantes que los mostraron en una condición plena y robusta, con repertorios consolidados y sorpresas en los setlists. Esta celebración del 15 de agosto en el Movistar Arena se anunció como una fiesta hermosa, por el amor que le tenemos a esta agrupación, pero también porque había evidencia suficiente de que, los maestros de ceremonia aún no han perdido el talento de provocar en el público uno de los mejores recuerdos de shows en vivo que puedan tener.

La previa fue amenizada por un repertorio de rock y música popular chilena, intercalado con tapes de saludos de distintos artistas nacionales, internacionales y generaciones (desde Álvaro Henríquez a Roberto Musso del Cuarteto de Nos o la mismísima Princesa Alba), hasta la introducción de Sergio Pirincho Cárcamo (¿podía haber sido otro más?), que los presenta como en los prístinos años de los High Bass.

Asumiendo una apertura esperable, 'La vida mágica, ay sí' inició el concierto que se convirtió en celebratorio desde las primeras líneas de ese clásico grabado en Argentina en 1977. A partir de ahí, el concierto fue un viaje caracterizado por un setlist impecable y demostrativo del legado del grupo, con una organización narrativa emotiva y centrada, principalmente, en evidenciar una verdad hasta ahora ineludible: Los Jaivas crearon un lenguaje musical propio, basado en la experimentación, el rock y la música latinoamericana. Expresión puramente chilena e irrepetible: no hay otra banda como Los Jaivas en el mundo.

'Aconcagua', 'Arauco tiene una pena', 'Frescura antigua', 'Danzas' y 'Pregón para iluminarse', se hilvanaron con momentos como la emocionante aparición en video de Eduardo "Gato" Alquinta (y Osvaldo Gitano Rodríguez) en 'Valparaíso' -acompañado de sus contemporáneos y coetáneos Pancho Sazo y Tilo González de Congreso-, la suite lisérgica de 13 minutos 'Tarka y Ocarina (diablada-trote-kotaiki)', con un Claudio Parra insuperable al piano y la participación de Salvador Pizarro en arpa; 'La Conquistada', con el regreso al sintetizador de un vitoreado Eduardo Parra y la impresionantemente crecida 'Canción del Sur' en la voz de Aurora Alquinta, hija de Gato y ex miembro del grupo, allá en el primer lustro de los 2000.

 

Una segunda parte del concierto fue dedicada a su obra máxima, "Alturas de Machu Picchu" de 1981, con un vestuario renovado (con los típicos trajes blancos), la escenografía adornada con una máscara de diablo gigante (como la que solía usar Gabriel Parra), una introducción marcada por una marioneta de cóndor sobrevolando las cabezas del público de la cancha mientras se escuchaba por los parlantes líneas del "Canto General" de Pablo Neruda y la solemne interpretación de 'La poderosa muerte' y 'Final'. Seguro, un momento inolvidable por los asistentes y que reforzó la premisa inicial de esta crónica: qué suerte tenemos en este país de poder ver a Los Jaivas.

La tercera sección, y final, comenzó tras la típica canción de 'Cumpleaños feliz', interpretada por el público -torta en el escenario incluída-; retomando la música con el malambo espacial 'Corre que te pillo', en que Juanita Parra parece apropiarse del cuerpo de su padre Gabriel (recordado en las pantallas con ese histórico solo de batería del Festival de Viña del Mar de 1983) y con Alan Reale y Mario Mutis cambiando roles en sus instrumentos (Mario, al más puro estilo Gato haciendo un solo de guitarra a dedo). El cierre fue un batatazo de cinco éxitos seguidos, inscritos en el cancionero del país con tinta dorada: 'Hijos de la tierra' -nuevamente con Aurora en voz-, 'Sube a nacer conmigo hermano', 'Mambo del Machaguay', 'Mira Niñita' (con Pato Castillo a la guitarra) y, para el cierre, la insuperable 'Todos Juntos', canción definitiva del histórico conjunto acompañado por el grupo rítmico Kumbá, dirigido por Marina Mutis, hija de Mario.

Tres horas y media de un concierto cuidado en cada detalle: Lo discursivo, con una banda consciente de su legado como creadores de un lenguaje musical único en el planeta. La puesta escena, con una inteligente selección de imágenes y videos acompañando las canciones, o la ropa de la banda, diseñada por Alejandra Bobadilla e inspirada en el cuadro "La Vorágine" de René Olivares -ocupado posteriormente en la portada de la antología del mismo nombre-. Lo narrativo, con emocionantes historias personales contadas por los miembros del grupo. Lo musical, con un show organizado de manera intachable, sin que faltara ni sobrara una sola canción. ¿El público? a la altura en cada minuto del concierto. Concierto redondo, ¿había dudas?

¿Cómo no celebrar el legado de la agrupación de rock más importante que Chile alguna vez haya visto nacer? Rock de acá, chileno, hijo de Jimi Hendrix, pero también de Violeta Parra. Rock que persiste transgeneracionalmente y por todos los rincones del país, desde las ciudades con luces que no se apagan hasta los rincones más profundos del desierto, los fiordos, los valles y las selvas. Seis décadas desde que, en Viña del Mar, un grupo de amigos de colegio decidieron cambiar la historia de la música chilena y, con ello, la historia de Chile y sus habitantes, para siempre.

Qué tremendo espectáculo brindaron. Uno de los conciertos del año. Ojalá, algún día, una avenida principal de Valparaíso o Viña del Mar lleve el nombre del grupo o, porqué no, se erija un merecido monumento en el centro de una plaza. Larga vida a Los Jaivas. Felices sesenta. Gracias por tanto.

Cristofer Rodríguez
Fotos: Juan Maralla