The Residents

2020. Cryptic Corp/ Cherry Red Records

 

“Metal, Meat & Bone: The Songs Of Dyin’ Dog” pone sobre el tapete dos cosas. Lo primero es que The Residents han editado más de 45 discos de estudio a lo largo de su carrera, alcanzando varios momentos gloriosos, pero al mismo tiempo, haciendo desafiante el trabajo de separar la paja del trigo a las generaciones que entramos tardíamente a su discografía, especialmente si en los últimos diez años han editado ocho LPs. Lo segundo, es que si bien la mayor parte de la música del enigmático colectivo es altamente vanguardista y busca desarmar los supuestos que están a la base de la música pop, los Residents demuestran ser notoriamente buenos cuando se dejan seducir por las formas más estructuradas del formato canción. Dentro de ese espectro de discos que encajan en el rock más tradicional, “Metal, Meat & Bone” es uno de sus resultados mejor logrados, y es importante marcarlo como tal para que no se pierda en la frondosa discografía de la banda.

 

Las historias en torno a The Residents siempre guardan un dejo de misterio, y este caso no es la excepción. Alvin “Dyin’ Dog” Snow fue un bluesman nacido en año desconocido -al parecer, en 1938 o 1939- que, a fines de los 60, se cruzó en el camino con Roland Sheehan, un antiguo colaborador de los integrantes de The Residents durante su prehistoria. Sheehan y Snow armaron un grupo -Dyin’ Dog and The Mongrels- y grabaron algunos demos en 1975. Sin embargo, en enero de 1976, en la víspera de una presentación de la banda, Alvin Snow se esfumó del mapa, se presume que luego de una seguidilla de eventos que le afectaron profundamente, como las muertes de su perro, de la mujer que lo adoptó y de Howlin’ Wolf, las últimas dos el mismo día. Los demos que grabó con la banda estuvieron perdidos hasta 2018, cuando Roland Sheehan los encontró y decidió entregarlos a The Residents para que hicieran algo con ellos. La reinterpretación de esas creaciones, más algunas canciones inspiradas en Dyin’ Dog, junto con un disco que recopila los demos originales, dieron origen a los dos discos que componen “Metal, Meat & Bone”.

 

“MM&B” se encarama con comodidad entre los álbumes más accesibles y rockeros de The Residents. Esto no es extraño si escuchamos los demos que usaron como materia prima para construirlo. El blues que cultivaba Snow no era en absoluto convencional, su crudeza lo situaba a medio camino entre Howlin’ Wolf, Screamin’ Jay Hawkins y Tom Waits, con un desbordante ímpetu por salirse de las normas y avanzar hacia un inquieto shock rock. The Residents, por su parte, refresca las composiciones a través de un juego constante con voces masculinas y femeninas y del uso de instrumentos adicionales, como sintetizadores y baterías programadas. Hay canciones que, pese a la refacción, mantienen formas parecidas, como ‘Bury My Bone’, pero en otras como ‘River runs dry’ y ‘DIE! DIE! DIE!’ -que cuenta con Black Francis en las voces- se nota la diferencia, acercándose de forma interesante a los sonidos de grupos noventeros en alta deuda con el colectivo de Louisiana, como Primus o Mr.Bungle. En otras, como ‘Cold As A Corpse’ y ‘Cut To the Quick’, el aura de Tom Waits resuena más fuerte que nunca. 

 

Posiblemente, algunos de los fanáticos más ortodoxos de los trabajos clásicos de The Residents no estarán muy contentos con “Metal, Meat & Bone”, un disco que marca distancia con el afán deconstructivo de obras como “Meet The Residents” (1974), “Eskimo” (1979) o “Commercial Album” (1980). Sin embargo, es absolutamente encomiable que una banda que bordea los 50 años de trayectoria y que ya lo ha hecho todo, siga sonando así. “Metal, Meat & Bone” es puro veneno, potencia y una generosa demostración de respeto. Dyin’ Dog: The Residents te saludan.

 

Felipe Godoy