Gnod

2022. Rocket Recordings.

 

Los mancurnianos de Gnod tienen un proyecto musical transgresor, del más puro y crudo rock experimental contemporáneo. En “Hexen Valley” (2022) presentan un sonido más orgánico y compacto que sus lanzamientos anteriores. Si antes eran una pesada maquinaria musical -dos guitarras, dos bajos y dos baterías- que aportaban ambientes profundos, ahora la banda tiene alineación convencional integrada por su fundador Paddy Shine (voz y guitarras) junto a Chris Haslam (bajo), Richard Chamberlain (guitarra) y Jesse Webb (batería). De antemano nos advierten que Hexen Valley es un lugar donde una fuerza sónica monolítica -cargada por la energía de su entorno- entra en contacto con otros reinos. ‘Es el sonido de una banda cuya temible intensidad sólo es igualada por su impulso evolutivo’ (…) ‘Es un lugar encantado del que te costará salir’. Y la verdad, es que no hay mentiras aquí. 

 

‘Bad Apple’ es un collage hipnótico. Estridentes riffs se extienden por sobre pesadas líneas de bajo y baterías tribales que ejecutan un ritmo sólido que no se detiene. A lo lejos, podemos escuchar como la voz distorsionada de Shine refunfuña a través de un megáfono. ‘Spotlight’ carece de una narrativa clara y es un viaje de LSD motorik con reminiscencias al krautrock más espeso -Faust- y chirridos electrificados que se extiende por cerca de quince minutos. Un desafiante rasgueo de bajo nos da la bienvenida y a medida que avanza comienzan a explotar aullantes riffs que toman diversas formas sonoras. A veces aparecen bramidos etéreos que se desvanecen por sobre las guitarras quejumbrosas. En sus últimos estertores, estas serpentean confusamente, mientras que el bajo sigue absorto martilleando en primer plano, enajenado de lo que sucede a su alrededor. 

 

Gnod sigue vomitando ira demencial en ‘Skies Are Red’. Las guitarras chirrean como motosierras y la batería va a mil por hora. Una pista de atmosferas post apocalípticas que recuerdan a los primeros Black Sabbath o al “Filth Pig” de Ministry. ‘Antidepressants’ emula los efectos de la medicación mental. En principio, aparece un ambiente disociado, en el que un piano inquietante acompañado de voces quejumbrosas ponen en alerta. Luego, una descarga enérgica da paso a ambientes más inconexos y envolventes, que se desintegran sin previo aviso. ‘Still Runnin'’ es la canción más “radiable” del álbum. La voz es vibrante, las guitarras y la batería traquetean de forma contundente y pesados riffs de bajo que avanzan y se ralentiza constantemente. De pronto, todo se desvanece y cuando parece que la cosa concluye, se da paso a una nueva descarga de energía. 

 

Como postre tenemos a ‘Waves Of Fear’. Mucho más oscura y lenta que la original de Lou Reed, está protagonizada por una línea de bajo siniestra, baterías profundas y un Shrine que ya no canta, si no que grita desgarradoramente. Esquiza e irreflexiva, termina con un pasaje de guitarras chispeantes que luchan por no desfallecer. En “Hexen Valley” pasamos por diversas emociones que van desde el desconcierto a la incomodidad. Los chicos de Gnod funden hábilmente el punk, el doom y el industrial para crear ambientes que por muy oscuros o siniestros que parezcan, resultan ser tan maravillosos, que -tal como se reseña al comienzo- enganchan de inmediato. Un disco para escuchar una y otra vez.

 

Giordano Antonelli Villavicencio