Contento de haberte visto el corazón Miércoles, 21 de Noviembre de 2018 Carlos Cabezas cuenta que se emocionó ensayando nuevamente las canciones de "El resplandor", su debut solista, editado en 1997. Aunque nunca ha vivido de la nostalgia, ni siquiera con Electrodomésticos teniendo argumentos de sobra para hacerlo, mira con aprecio lo que pasaba a fines de los noventa: «Me llama la atención cómo estábamos todos los músicos en ese tiempo, con una energía que no sé de dónde salió, que debe haber venido de antes, de la dictadura, o quizás era generacional. Las actitudes, las experiencias de vida, eran bien distintas a las de ahora». La diferencia se nota en el sonido: «En términos de producción musical, por ejemplo, el disco probablemente no pasaría de los protocolos actuales de rigurosidad y prolijidad, tiene una energía muy cruda y casi violenta en términos de expresión, sobrepasa todos los criterios normales de buena educación musical (se ríe)». Más que recuerdos específicos, lo que rememora es una atmósfera: «Me siento afortunado de haber podido vivir ese tiempo en que compartíamos mucho los músicos. Estaba Konstantinopla (su estudio), estábamos viviendo a mil, estaba Tiro de Gracia, La Pozze Latina, Los Tres, mucha gente que pasó por ahí. Era muy nutritiva la escena y entre los músicos estábamos apatotados. Me gustaba ese cariño que había dando vueltas entre nosotros. Ahora estamos mucho más conectados, pero de alguna manera más lejanos también». La banda de "El resplandor" incluía a Gabriel Vigliensoni, Cristián Heyne y Koko Stambuk de Lucybell, Shogun y Glup!, respectivamente. Que nombres de semejante calibre se juntaran resultaba natural: «La banda se armó por el contexto de ese tiempo, estábamos todos en una etapa de autonomía creativa. Había una cosa bien colectiva, con muchos puntos de vista, que daba lugar a esta especie de explosión creativa en la que aportaba todo el mundo». Con la batuta en la mano, se hizo cargo de la producción, aunque el proceso no fue para nada expedito: «Me demoré mucho en soltar el disco, lo seguía mezclando y seguía poniéndole cosas a los temas. Todos me decían "ya, Carlos, tranquilo, ya está". La cantidad de voces y guitarras que tiene el disco es impresionante». Sumando y sumando detalles, convirtió "El resplandor" en un disco impredecible, donde una canción acústica y ceremonial ( Un cirujano turco ) es rematada por inesperados sonidos circenses, Cabezas pronuncia aleatoriamente algunas zetas como españolísimo ( Newfastcar , después cubierta por Tronic) y hasta inventa idiomas ( Alegarikous ). Consultado al respecto, abre los ojos con tentación de risa y exclama: «¡No sé en qué estaba pensando! Qué terrible. ¿Por qué cantaba en lenguas? Es muy curioso. Desde el ahora, desde la distancia, creo que es muy bueno retomar esa energía y celebrarla. Creo que era un proyecto significativo. Me ha hecho tan bien escucharlo... el arte en general nos ayuda a entendernos nosotros mismos». Aunque "El resplandor" fue editado por una multinacional, Cabezas señala que no existió ninguna presión de su parte: «Yo tuve total libertad. Si no, no habría salido un disco así, supongo. No hubo ningún problema con el sello. En los ochenta tuvimos una especie de boom chileno que se desvaneció un poco y luego vino otro en los noventa, con Carlos Fonseca, que estaba en la EMI cuando yo saqué "El resplandor". Todos estábamos tratando de aprender de nuevo cómo se hacían las cosas. Los sellos también estaban reconstruyéndose, no actuaban con la seguridad de una institución que está andando hace mucho tiempo. Ellos estaban como nosotros, tratando de entender una nueva realidad y evaluando la posibilidad de hacer cosas acá e instalarse de nuevo después de un período en que escuchamos pura música de afuera, conveniente para las circunstancias políticas y sociales del país». Si llenó de pormenores el disco, fue porque tenía el cerebro repleto de ocurrencias atascadas por un largo tiempo: «Cuando un músico instala un estudio es para grabar sus cosas. Es el sueño del músico: "quiero tener mi estudio para hacer mis discos y hacer todos los años un disco". Pero yo había instalado Konstantinopla y llevaba tres o cuatro años sin sacar nada mío, nada propio (se ríe). "El resplandor" es producto de las ganas que tenía de hacer algo, de la energía de tener todas esas ideas acumuladas». En su tintero estaban, por ejemplo, Alegarikous y Endoncia , canciones que se le manifestaron trabajando en música para películas de Daniel de la Vega, también consideradas para el disco que los Electro nunca sacaron en los noventa, cuyas sesiones fueron rescatadas en "Lost Demos". Cabezas sentía la urgencia de exteriorizar: «Con el tiempo, al final, la música que sale de ti es todo lo que absorbiste, lo que viste, lo que leíste. La curiosidad ayuda mucho en términos creativos. Hay muchas maneras de hacer las cosas, y la manera a la que he llegado y que me ha funcionado a mí es producir espacios creativos donde pasen cosas sin dirigirlo todo, dejar el intelecto lo más lejano posible, que sea instintivo. Para mí era así en ese tiempo y sigue siendo así hasta ahora». En su evaluación, reencontrarse con 1997 ha sido una experiencia positiva: «La música cuenta mucho más de lo que nuestro alzhéimer nos permite recordar. Te puede decir mucho sobre lo que estaba pasándote en términos de experiencia vital. La música te conecta con voces internas que te hablan de otra manera de las cosas y eso lo encuentro interesantísimo, muy saludable y revitalizador, así que estoy contento, pasándolo bien». Siguiendo su entraña, llegó a la determinación de que no quería seguir de forma muy obvia la línea de Electrodomésticos: «La idea fue alejarse de las expectativas de la gente porque empecé a sentirlas y eso me hizo ruido. Fue como una reacción de sobrevivencia creativa, arrancar justo pal otro lado, hacer lo contrario a lo que los demás esperan. No es una decisión muy inteligente (se ríe)». Valerse del rock fue espontáneo, dada su formación con discos de Jimi Hendrix y Cream: «Hay un espacio cercano a las guitarras que siempre me ha interesado y siempre he sido sensible a eso. No fue una cosa forzada y me encantó que sucediera así, igual en términos de lenguaje hay riesgo, también hay búsqueda de sonoridades extremas y hay ciertas cosas en común, en términos conceptuales, con el trabajo de los Electro». Cabezas confiesa que dejó las neuronas de lado para hacer el disco: «Creo que meterle intelecto o cierta smartness hace mal. Ponerse inteligente y empezar con estrategias le hace pésimo al trabajo creativo. Siempre intento tener harto cuidado con dejar lo racional afuera porque lo racional tiene su turno para intervenir después, en términos de armar la canción, de producirla, pero el núcleo que genera una canción, la idea inicial, trato de que venga en una situación muy instintiva y visceral, cachai». En "El resplandor", siguió su mecánica de siempre: «Hago una base muy sencilla de algo que me sugiere un lugar y empiezo a escuchar música desde esa base, a ver qué melodías hay escondidas. Esas melodías se transforman en un texto y ahí va apareciendo un personaje que hace una reflexión. Trato de saber quién es este personaje hasta que, de repente, ya sé quién es y sé cómo habla, pero en el fondo es algo que ya observé antes, alguna experiencia de vida. El proceso tiene que ser lo más instintivo posible, así que le tengo pavor al intelecto, a la inteligencia, al ego cuando se desboca. Trato de que no haya nada racional en el inicio, confío mucho en esa manera de hacer las cosas». No se trata de nada tan elevado, aclara: «Cuando compongo, no es que busque ponerme en un estado especial en el que se me aparezcan visiones, simplemente hago que salgan todas las cosas que he ido absorbiendo». Hay que tomar nota de la forma en la que Cabezas elude las jugarretas del intelecto: «Me encanta no tener idea de dónde va a terminar una canción, no tengo mucha conciencia de que yo haga los temas, de haberlos escrito. Si me preguntai "¿cómo hiciste este tema?", no tengo idea, el tema se hizo solo a partir de cierto momento y uno solamente ayuda a eso. Me gusta que sea así porque hay asombro ahí y el asombro es una hueá que está perdida en la noche de los tiempos. No me gusta predecir lo que va a pasar con un tema, creo que es más honesto así porque después lo que uno hace hay que defenderlo parándose en un escenario, y esa es una situación súper vulnerable. Más te vale ser cien por ciento auténtico y honesto contigo mismo si te vas a parar a cantar algo, a comunicarlo». Andrés Panes Carlos Cabezas celebrará los 20 años de "El resplandor" el sábado 1 de diciembre en el Teatro Biobío de Concepción, como parte del Ciclo FOME. Entradas disponibles en Ticketplus. {"preview_thumbnail":"/sites/default/files/styles/video_embed_wysiwyg_preview/public/video_thumbnails/vFZE7LTlHlk.jpg?itok=0vjrodrU","video_url":"https://www.youtube.com/watch?v=vFZE7LTlHlk&t=517s","settings":{"responsive":1,"width":"854","height":"480","autoplay":0},"settings_summary":["Embedded Video (Adaptable)."]} Tags # Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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