Electrodomésticos: Que hable la emoción

(Entrevista publicada originalmente en revista #Rockaxis249, marzo de 2024)

 

Electrodomésticos acaba de editar su sexto disco, “Mirar la Luz”, en el que el formato canción y el rock más visceral son los hilos conductores. Sobre la intuición y el asombro como motor intransable de creación, la importancia de la incorporación de Masiel Reyes en el bajo y la influencia en el disco de los intensos procesos sociales que ha vivido Chile en los últimos cuatro años, conversamos con el siempre agudo Carlos Cabezas.

 

Por Felipe Godoy

 

Ad portas de cumplir 40 años de historia, Electrodomésticos no para de sorprender en cada nuevo disco, en cada presentación en vivo. Con una salud creativa que muy pocos –repito, muy pocos– músicos en Chile pueden ostentar luego de cuatro décadas de carrera, Carlos Cabezas se las arregla para seguir asombrándose y emocionando en cada canción que ofrece al público. Luego del excelente “Ex la Humanidad” (2017), donde los que mandaron fueron los teclados y sintetizadores, ahora es el turno de “Mirar la Luz”, el sexto álbum de Electrodomésticos, donde el formato de canción de rock más tradicional se toma la mayoría de las canciones. El acento en el formato “acancionado” parece tener encantado a Cabezas: «me gusta eso de una estructura de canción simple, directa, que pueda conducir un mensaje más directo, más al grano», sostiene.

 

 

Somos todos, somos nadie

 

Cada vez que puede, Carlos Cabezas reafirma su convicción por mantener el proceso creativo lo más lejos posible de lo racional y de las explicaciones complicadas o sofisticadas. Es por eso que, cuando le pedimos que nos cuente sobre “Mirar la Luz”, se apura en decirnos que, «en general, lo que uno puede hablar sobre un disco es más que nada desde las sensaciones y lo que hay dando vueltas ahí, porque la manera que tenemos de hacer las cosas es bien intuitiva, bien visceral». No obstante, la claridad en sus reflexiones permite siempre sacar algunas ideas en limpio. En este caso, la primera tiene que ver con la incidencia de los procesos sociales que ha vivido Chile desde octubre de 2019 en adelante.

 

«Básicamente, tiene harto que ver con el tiempo de la pandemia, post-estallido social. Las canciones aparecieron en ese periodo de introspección. Te diría que este disco tiene un componente más social, en vez del componente personal de mis álbumes anteriores, porque precisamente el estallido social y la pandemia hicieron que emergieran perspectivas más colectivas y de comunidad, en vez de toda esta cosa tan individualista en la que hemos estado metidos. Estas dos situaciones sociales tan potentes que tuvimos que enfrentar nos sacaron de este individualismo y nos hicieron reconocernos nuevamente como sociedad. Hay reflexiones que tienen que ver con eso. Al final, es un lenguaje muy intuitivo, lo que aparece en las letras son sensaciones. A mí me gusta lo que pasa con eso, porque no son tan literales, y eso hace que se amplíen las lecturas, cada persona las lee de distinta manera, las siente de distinta manera. Por ahí va la cosa», profundiza.

 

– ¿Y esto se manifiesta solo en las letras o también en la música?

– Va todo junto, las letras aparecen desde la música. La manera de componer que hemos desarrollado va por ese lado. Va apareciendo cierta música y va suscribiendo ciertas melodías, que a su vez se van transformando en letras. Las melodías son las que generan el texto, entonces hay que buscar la manera de hacer coherencia entre el texto y la música, y a estas alturas ya hay como una comunión entre esas dos cosas que he ido desarrollando con el trabajo. Pero, si lo piensas, el rock como lenguaje musical viene desde otro ADN lingüístico, que es el inglés. El inglés con el rock es una sola cosa que tiene ciertas características, es un idioma como más percusivo, tienen palabras más cortas que son intrínsecas del lenguaje musical del rock. Entonces, para que haya esa misma intimidad entre el texto y la música, lo más natural es que la música te vaya soltando las melodías, y las melodías se vayan transformando de a poco en un texto.

 

 

Que cante la canción

 

Un segundo aspecto que caracteriza a “Mirar la Luz” es la estructura de sus canciones. Su formato más directo y “acancionado” contrasta un poco con los dos discos anteriores de Electrodomésticos, donde si bien el formato canción está muy presente, acá parece haber un esfuerzo adicional por lograr la simpleza en el mensaje. Este bosquejo además está muy permeado por una idea de visceralidad que Cabezas menciona recurrentemente. «Tengo esa sensación de que las cosas salieron así medias vomitadas, más al grano todo, sin tiempo para sofisticar, como que salió todo así más bruto, visceral, más directo por la situación en la que estábamos». De esta forma, canciones como ‘Frío en la piel’, ‘Todos nadie’, o los excelentes adelantos ‘Oh!’ y ‘Después de muerto’ son prístinos ejemplos de composiciones donde la base es la instrumentación clásica del rock (guitarra, bajo y batería).

 

Se trata, a fin de cuentas, de nuevos ejemplos de la “ética Cabezas” de la composición desde las entrañas, de la búsqueda de la honestidad, sobre todo. «El estómago de uno no entiende mucho, pero siente, y es bueno eso porque ya como que el racional nos tiene a todos confundidos. O sea, todo lo que es racional ahora está en un espacio de incertidumbre, de indefinición, qué es la realidad, qué no es la realidad. La música y el arte tienen esa cualidad, que todavía te puedes comunicar a nivel de estómago, y ahí no hay fake news todavía. La gente en un concierto siente, y ahí van a estar todos en la misma, sintonizados, ahí no existen mentiras».

 

De todas formas, el disco también cuenta con otro tipo de canciones, menos urgentes y voluminosas, donde lo que prima es la elegancia pop. Así, en “Mirar la Luz” también encontramos herederas del sofisticado y más suave rock electrónico con trazos de trip hop, que Cabezas comenzó a cultivar en ‘Lo mejor de ti’, o más recientemente, en ‘Detrás del alma’. De este modo, canciones como ‘El viento escapó’, ‘Pies descalzos’ o ‘Los niños buscando el pan’ van por este carril, que recuerda un poco al Bowie de la era “Heathen” (2002). Elegancia pura.  

 

 

Electroshock

 

Un tercer eje importante para entender el sonido de “Mirar la Luz” es la reciente incorporación en el bajo de Masiel Reyes, líder de Lilits, una banda mucho más asentada en el rocanrol y las variantes más guitarreras del postpunk. Su aporte individual se nota, pero además, Cabezas destaca entre risas la complicidad y energía generada en el tándem entre la recién llegada Masiel y la baterista Edita Rojas. «Entonces este parcito ahí (ríe) o sea, es la base, es la fundación, batería y bajo. Es muy entretenida esa complicidad que se armó ahí y la potencia que sale de eso. La Masiel tiene este lado rockero bien heavy, y es interesante que haya aparecido ese matiz bien potente y que naturalmente se haya producido el espacio para que eso se destaque. Entonces sí, tiene esa energía, pues una de las cosas que siempre hemos cuidado con los Electrodomésticos es que las canciones tengan mucha energía y no caer en la nostalgia».

 

– ¿Ves que la evolución del sonido de Electrodomésticos tiene que ver con este cambio de bajista que ha ocurrido varias veces en la historia de la banda?

– El cambio de músicos naturalmente produce matices distintos en el lenguaje, y se agradece el refresco que eso le da a la banda. Sí, creo que es una parte del desarrollo del lenguaje que hacemos en los Electrodomésticos, pero no sé si es el centro de eso. Es una parte importante, pero la búsqueda sonora es como algo que ha estado siempre en los Electro, siempre vamos a andar buscando cómo sorprendernos también, ya que es algo importante del trabajo creativo, la búsqueda de la sorpresa y del asombro, que son dos palabras que adoro. Y para eso siempre tenís que andar buscando, porque si descansas, si llegas a un lugar y te sientes cómodo y te quedas ahí, pierdes la sorpresa y pierdes el asombro. Las canciones te van mostrando y terminan en cosas que jamás pensaste al principio, o sea, en este caso como que venían todas así “ahhhh” (hace un grito gutural). Entonces, anda a saber tú cómo… o sea dentro de todos los procesos creativos que uno tiene, que en mi caso tienen que ver con música de películas, con diseño sonoro, cómo se cruzan todas estas cosas ahí en el inconsciente, muy por debajo. Uno no sabe mucho, pero probablemente el resultado final tiene que ver con que si estás trabajando mucho con diseño sonoro o música más instrumental, probablemente por este otro lado van a salir canciones con estructuras mucho más claras. Eso es lo entretenido de tener estos distintos espacios creativos, se retroalimentan.

 

Esta referencia que hace el líder de Electrodomésticos a esta suerte del “universo Cabezas” es fundamental para entender un trabajo que está repleto de matices y compartimentos distintos. Con el tiempo, aspectos que antes solían estar mezclados de manera indisoluble en un solo proyecto, hoy en día se entienden como espacios creativos que son independientes, aunque pueden dialogar e interpelarse entre sí.

 

– Te preguntaba sobre cómo decidías hoy en día qué va dentro y qué queda fuera de Electrodomésticos porque, por ejemplo, un disco como “Viva Chile” es diametralmente distinto a “Mirar la Luz”. En ese disco estaba todo unido.

– Probablemente tiene que ver también con el aprendizaje que en el camino vas teniendo y cómo se van armando estos distintos espacios, van agarrando fuerza independiente cada uno. En el “Viva Chile” (1986), estábamos recién partiendo, era el único espacio que había y estábamos súper experimentales, disfrutando mucho de eso, no pensábamos que íbamos a ser un grupo ni nada. Éramos cabros pasándolo bien y sin ninguna obligación de cumplir con nada, la obligación era pasarlo bien e ir lo más lejos posible en todo lo que pudiéramos en términos de experimentación y estirar todo al máximo. Creo que eso se ha mantenido un poco. Este ejercicio que teníamos en el “Viva Chile”, que era tomar grabaciones de personajes y usarlos como la voz cantante. Naturalmente evolucionaron a que terminé cantando yo, y eso significa otra evolución. Entonces, encuentro interesante lo que ha pasado en este disco, que la canción, el lenguaje “cancionil” con el que hemos coqueteado tanto tiempo, aquí llegó a un estado más desarrollado de manera circunstancial, porque como estábamos encerrados, esto fue como “¡aaah!” (hace un sonido para graficar la necesidad imperiosa de expresión). Anda a saber cómo será el próximo, capaz que volvamos a lo experimental. La canción tiene una cuestión de simpleza que no es tan fácil llegar ahí, o sea, a melodías que parecieran que están hechas desde antes, cuando son melodías tan simples, no es fácil llegar ahí. Eso me gusta porque significa que la música se está sintiendo de una manera sin decoraciones, con lo básico de una canción, un texto y una melodía, que van muy juntos, hay una intimidad ahí. Hay una sola sensación que produce las dos cosas juntas.

 

– Para mí, los Electrodomésticos, después de Congreso, son el proyecto musical con mejor y más larga salud creativa en Chile, al menos en el rock. Cada vez que ustedes enfrentan un proceso creativo salen cosas nuevas, y eso no es nada fácil.

– Lo que uno siente es que la música es un espacio que precisamente te mantiene en un nivel de vitalidad creativa. Toda esta sensación, por ejemplo, que tienes cuando eres cabro chico y estás buscando por todos lados, estás investigando todo y viendo cómo funcionan las cosas y aprendiendo, sorprendiéndote y jugando: el arte y la música es un espacio donde eso permanece abierto. Cuando vas creciendo, todo esto de la sorpresa, el asombro y el juego desaparecen, porque ahora tienes que trabajar y tienes que hacer una vida, qué sé yo. La música y el arte, en general, son un espacio donde todos estos instintos más básicos del humano se mantienen y dan mucha vitalidad. Entonces lo que agradezco de la música es que te mantiene en este estado de curiosidad, de búsqueda permanente, de tratar de entender las cosas de otra manera, desde las sensaciones más básicas. Entonces no me imagino que uno pueda jubilarse del arte. Es una necesidad existencial. Puedes seguir siendo cabro chico siempre.