Envejecer no es marchitarse

No quiero escupir al cielo porque, a estas alturas, después de tantos regresos, pareciera que ninguna disolución es definitiva, pero aun así quiero aplaudir a Robert Plant por la integridad que ha mostrado desde el mismísimo instante en el que descartó públicamente volver con Led Zeppelin. Nunca hay que olvidar que nuestros ídolos son humanos, y una parte de ser humano es caer en tentaciones como, por ejemplo, la de un gran cheque de jugoso dinero. En su caso, millones y millones de dólares solamente por decirle que sí a la oferta de un regreso. Que Plant lleve años negándose me parece loable, sobre todo porque se ha encargado de dejar claro, a través de discos tan hermosos como "Carry Fire", su último lanzamiento, que no se trata de una falta de chispa musical, sino todo lo contrario. Es tanta la creatividad que fluye a través suyo, que simplemente no tiene sentido estancarse en recrear obras del pasado. Para qué mirar atrás si se puede avanzar.

Es increíble cómo puede cambiar la percepción en torno a un músico según sus acciones. Por un buen rato, Plant fue ampliamente considerado un dinosaurio obsoleto por el segmento más progresista del rock, por supuesto no el que ama la paleontología y que acá en Chile es predominante. Lo cierto es que Led Zeppelin terminó siendo sinónimo de atributos pasados de moda. A veces, inmerecidamente como cuando se criticaba su exuberancia y el virtuosismo del cuarteto. En otras ocasiones, con justa razón al ser un ícono de esa zorronería llamada sexo, drogas y rocanrol. Como la voz del grupo, y por qué no decirlo, por algunas de las atrocidades musicales que cometió en los ochenta mientras buscaba reinventarse, Plant sucumbió ante la mala fama hasta que inició su repunte de la mano de Alison Krauss, aunque estoy seguro de que muchos de mis compañeros en este medio, apologistas de buen corazón, defenderían sus lanzamientos anteriores. Para mi deleite, ha sido un proceso de mejora sostenida que no parece haber llegado a su cénit aún. Después de darse vuelta el juego, Plant encarna el ideal contrario al del rock clásico. Su nombre hoy significa reinvención.

Creo que la historia rocanrolera se sigue escribiendo. Cuando veo a septuagenarios tocando, no me paso el rollo de que son vejestorios patéticos, sino que pienso en lo positivo de que existan esos referentes para los que vienen atrás. ¿Conque no se podía seguir rockeando en plena tercera edad? La longevidad es un tapaboca, un mensaje sano porque hay pocas ideas más odiosas en la música popular que la noción de que solamente le pertenece a los jóvenes. En ese sentido, Plant me parece una influencia maravillosa para rockeros posteriores. Su persistencia artística no solamente dice que está bien seguir tocando a los setenta, sino que a esa edad se puede estar en pleno dominio de las capacidades creativas, en un segundo aire incluso, totalmente libre de amarras, vengan de donde vengan. No niego que sería hermoso ver a los tres cuartos vivientes de Led Zeppelin sobre un escenario, pero me parece que hay más valor en cambiar de piel y refrescarse, en mantener el ímpetu cuando esta sociedad de valores trastocados te dice que deberías sentarte a esperar tu muerte.

Andrés Panes

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