Delta

2021. Iged/Warner

 

Nunca es tarde para recomenzar… y Delta lo tiene claro. Es cierto que la estabilidad en el puesto de vocalista no ha sido un punto destacado en la carrera de los chilenos, pero también es verdad que hoy se encuentran en un momento inmejorable, uno en el que la llegada de la argentina Paula Loza logró soslayar los traspiés del pasado y congeniar un punto de inflexión que perfectamente podría ser considerado una refundación del conjunto, que también está conformado por Benjamín Lechuga en guitarra, Nicolás Quinteros en el teclado, Andrés Rojas en batería y Marcos Sánchez en el bajo. Dicen que las caídas te hacen más fuerte y este es un gran ejemplo.

 

Disipando cualquier tipo de dudas, Delta comienza este álbum con una rápida, pesada y virtuosísima ‘Hate Recipe’, donde -desde las primeras líneas vocales- Paula demuestra toda la versatilidad que la hizo acreedora del puesto de vocalista de la banda. El track transita por los clásicos elementos del progresivo moderno, pero también rescata algunos sonidos más clásicos (sobre todo en el teclado), haciendo de este primer aliento un buen apronte para los ocho temas que le seguirán. Con otro comienzo descollante, ‘Fears’ se muestra bastante más cambiante y melódica, sostenida en una base instrumental rica en ejecuciones y una línea vocal que matiza una canción que suena mucho más lumínica que su predecesora. ‘Fake Freedom’, por su parte, mantiene esos toques densos del comienzo del álbum, en un bit más desacelerado, pero de instantes muy oscuros y melódicos (si, se puede); interesantes son los cortes instrumentales que van dando vida a una canción que posee uno de los coros más pegadizos del álbum.

 

Quinteros debe ser uno de los mejores tecladistas del país, asunto que se refleja fielmente en ‘Eternal Dream’, con una melodía a ratos disonante y donde Paula nuevamente demuestra toda su versatilidad. La canción va creciendo con el correr de los minutos, poniéndose densa y más sombría, transformándose en una de las composiciones más completas del disco y conectando -sin descanso- con ‘Three Faces’, como si de una sola composición se tratase. No obstante, este último track instrumental es, por lejos, el punto más original de la placa; una canción que se deja llevar por el jazz-fusión, donde se ven reflejados varios de los proyectos alternativos de los integrantes de Delta. Uno de los puntos más altos del disco.

 

Un gran “descanso” es el que nos regala ‘Shoreline’; solo de teclado muy atmosférico y de sonidos celestiales, marinos, perforando con elegancia en ‘Oceans’, balada de altibajos, muy en el espíritu de agrupaciones como Evanescence, Within Temptation, After Forever y otras similares. ‘My Addictions’, en cambio, trae de vuelta a ese Delta de los primeros tracks, en un heavy/prog muy potente, tornadizo y con esa Paula que destaca con sus incansables variaciones de técnica vocal, en una base que termina -incluso- influenciada por el nü metal. Y, para finalizar, la pesada ‘Stalker’, que en sus poco más de cinco minutos pone la guinda a la torta, con una composición de riffs pesados y base melódica que dejan ganas de seguir escuchando más Delta. No es una exageración.

 

Si bien este disco estaba creado pre-pandemia, fueron muchas las razones (conocidas por todos) que fueron postergando su lanzamiento. Delta, al igual que muchas agrupaciones, tuvo que ir sacando algunos singles, participando de shows on-line, pero aún no ha podido demostrar en vivo lo maravilloso que sonará este disco. Es cierto, no cabe duda que estos chilenos (y ahora también argentina) entregarán un gran espectáculo, con canciones maduras y una formación que esperemos se consolide imperecederamente.

 

Rodrigo Bravo