Ribo

2024. Ribo

Si algo puede definir a Ribo es la creación de un sonido característico dentro de la escena nacional. Desde “Equilibrio” (2003) ha entregado una sólida discografía que siempre fluctúa con bastante naturalidad entre demoledores riffs, dulces melodías y desgarradores gritos guturales. Algo que, por supuesto logran gracias a la versátil voz de Nicolás Díaz sumado al buen respaldado instrumental que lo ha acompañado durante todos estos años.

Otra de las cosas que también pareciera definirlos es el haber optado por mantenerse en su zona de confort, y no es que el abrazar un sólo sonido durante gran parte de tu discografía sea algo malo, de hecho, lo difícil es conseguirlo sin aburrir a tu público. Y es precisamente esto último lo que más se puede destacar de los viñamarinos, logrando mantener una fanaticada sólida durante dos décadas, entregando discos que, pese a que se mantienen bajo una misma línea sonora, van puliendo su sonido característico con cada entrega.

Aunque siempre es bueno ver los radicales giros de una agrupación a la que has seguido por tantos años, pareciera ser que con “Química” (2024) finalmente lo hacen, pero sin llegar a hacer algo totalmente drástico. No me malentiendan, es un excelente álbum que, de hecho, logra presumir las sólidas bases que tiene la formación en la actualidad y esto se siente sobre todo cuando 'Códigos' y 'Laberintos' abren la entrega con la potencia de siempre. Se encargan de mostrar que la esencia estruendosa y armónica aún sigue latente, y esto lo consiguen gracias a épicos coros y una calidad en su sonido que es derechamente demoledor.

Lo interesante empieza a aparecer en 'Amantes', 'Funeral', 'Mil Mensajes' y 'Hachiko', mostrando una faceta que podríamos considerar como la más calmada hasta ahora. Son temas en los que hay una lírica más íntima y un ritmo mucho más lento, pero que pareciera ahondar más en ese lado tan dulce, siempre presente. Aunque siempre es bueno volver a los clásicos y así lo hacen con joyas como 'Cadenas', 'Tu Cuerpo Es un Disfraz', pero sobre todo 'Elixir', que posiblemente tiene uno de los coros más épicos de todo el álbum. De lo mejor que tienen para tirar al asador, y es que demuestran a la perfección lo que es Ribo: un equilibrio perfecto entre la agresividad y la armonía.

Perfectamente podríamos catalogar a este como uno de sus álbumes más maduros hasta la fecha, pero no el más radical. Aunque si le alcanza para poder explorar cosas que en “Máscaras” (2016) aún no estaban en el radar. Sin duda que la banda ha sabido dar un gran regreso que ha roto con todo estos ocho largos años de silencio. El trabajo que han plasmado en este disco se nota desde el inicio y a lo largo de cada compas. Además, es destacable el hecho de que, luego de tantos años en la industria, no les tiemble el pulso a la hora de mantener la crudeza de sus guitarras y seguir dando esos gritos viscerales que a tantas generaciones han encantado.

Aarón Vergara