Pink Floyd: delirio y misterio
El recorrido de "The Piper at the Gates of Dawn"
Absorbidos por la escena psicodélica de Londres, la banda formada por Roger Waters, Rick Wright, Nick Mason y Syd Barrett, dejó en su debut, lanzado el 5 de agosto de 1967, un testamento histórico de su delirante repertorio en vivo y de la errática y misteriosa magia del juglar lisérgico. En rumbo de colisión con la máquina, a meses de su lanzamiento, Barrett terminaría perdido para siempre en el lado oscuro de su propia mente.
El 26 de enero de 1968, Pink Floyd dio su primer show sin Syd Barrett, en Southampton, Inglaterra, teloneados por Tyrannosaurus Rex & Marc Bolan. Para entonces, el deterioro de Syd era tal, que la banda, agotada, decidió simplemente no pasar a buscarlo. Fue un arrebato, y marcó el debut de David Gilmour reemplazando al guitarrista, vocalista, y compositor principal de “The Piper at the Gates of Dawn”, un álbum que abriría las puertas a un plato de secretos.
El cambio entrega éxito
Originalmente formada en Londres por Nick Mason, Roger Waters y Rick Wright, todos estudiantes de arquitectura del Regent Street Polytechnic -hoy parte de la Universidad de Westminster, donde una placa conmemora su emergencia- la banda llamada Sigma 6 pasó definitivamente a ser conocida como Pink Floyd con la llegada de Syd Barrett, antiguo amigo de Roger Waters y David Gilmour en Cambridge.
Antes de su llegada, las primeras presentaciones de los novatos estaban centradas en interpretar clásicos del blues y temas en boga como ‘Louie Louie’ de los Kingsmen, o versiones de los Rolling Stones y Bo Diddley, más extensas y algo descarriadas, en fiestas estudiantiles. Junto a Waters, Mason y Wright (quien pronto se aburriría de arquitectura y se enrolaría en el London College of Music), se encontraban también Clive Metcalfe, Keith Noble, y -esporádicamente- su hermana Sheila.
De ensayar en el salón de té de la institución, la banda pasaría a tener su propio lugar de ensayo en el número 39 de Stanhope Gardens, en Highgate, una casa que utilizarían para todo propósito. El dueño, Mike Leonard, poseía máquinas de iluminación, y les dio acceso a equipamiento del Hornsey College. Cuando Metcalfe y Noble decidieron formar su propio dúo, el resto de la banda recibió en su lugar a Bob Klose y a Chris Dennis, y cambió de nombre a The Tea Set. Syd Barrett, quien había llegado de Cambridge junto con Bob, pronto sería un regular en los ensayos y terminaría por reemplazar a Dennis en las labores vocales.
Yendo y viniendo sin error
La banda registró sus primeras grabaciones en un estudio ubicado en West Hampstead. ¿El resultado? un demo que incluía ‘I Am King Bee’ de Slim Harpo y tres originales de Syd: ‘Double O Bo’, ‘Butterfly’ y ‘Lucy Leave’. Para el verano de 1965, y tras haber tocado en The Countdown Club y en algunos shows pagados fuera de Londres, Klose deja la banda, la cual adopta definitivamente la configuración que plasmaría “The Piper at the Gates of Dawn”.
Peter Jenner, quien se encontraba armando Blackhill Enterprises junto a Andrew King, los vio tocar en Marquee Club en una ocasión y decidió rastrearlos hasta el flat de Stanhope Gardens. Cuando llegó ahí, la banda, atada a los períodos académicos, no se encontraba. Roger Waters, quien lo recibió, le dijo que esperase hasta vuelta de vacaciones. Blackhill Enterprises, una vez en funcionamiento, organizó los primeros shows gratis que se llevaron a cabo en Hyde Park y se encargó de manejar, además, a Marc Bolan, Edgar Broughton Band, Roy Harper y, posteriormente, The Clash y Ian Dury.
Con Jenner y Andrew como managers, Floyd comenzó a tocar en happenings, eventos de corte psicodélico llevados a cabo en la iglesia All Saints en Notting Hill, que eran organizados por el colectivo London Free School y estaban relacionados al movimiento artístico y contracultural de la Indica Bookshop en St. James. Además, la banda era un acto regular en UFO, un club misterioso y con su propio ambiente lisérgico, ubicado en Tottenham Court Road.
La acción trae buena fortuna
El IT (International Times) y la revista Town, parte de la prensa underground de Londres, hablaban continuamente de las presentaciones de los emergentes Pink Floyd, y su utilización de recursos de iluminación y visuales. Para el lanzamiento de IT en el Roundhouse, en Camden, la banda compartió escenario con Soft Machine, y tuvo entre su público a Paul McCartney, Marianne Faithful y Michelangelo Antonioni.
Las presentaciones en UFO, reseñadas en Town, hablaban de Floyd como “la orquesta de la casa. Diapositivas proyectadas bañan a los músicos y a la audiencia con patrones hipnóticos de luces líquidas y de colores. Colmenas, galaxias, y células regurgitantes dan vueltas alrededor de la banda con abandono, mientras la música se desenvuelve.” Respecto a la beneficiosa sincronía del momento, Andrew King dijo: “no nos dábamos cuenta, pero la marea estaba llegando a la playa, y Pink Floyd estaba justo en la cresta de la ola”.
Joe Boyd, el dueño del club UFO, estaba atento a las ofertas que le llegaban a la banda. Con Elektra y Polydor como posibilidades, creó Witchseason Productions, para poder actuar como productor independiente ante la eventualidad. Con él, la banda registró ‘Arnold Layne’ en el estudio Sound Technics, en Chelsea. Una grabación en cuatro pistas, mono, que incluía una versión de la odisea sónica ‘Interstellar Overdrive’ -una parada obligada en su repertorio en vivo- y ‘Candy and a Currant Bun’, originalmente llamada ‘Let’s Roll Another One’, y con las controvertidas líneas “estoy volado, no trates de arruinar mi diversión”.
Joe Boyd, por esas coincidencias de la vida, había sido el mismo hombre a cargo del sonido del Newport Folk Festival de 1965, el mismo donde Bob Dylan inseminó con el germen de la electricidad a los paganos, momento cardinal para el desarrollo del folk rock psicodélico. Veinte años después, grabaría “Fables of the Reconstruction”, de R.E.M.
Un movimiento completado en seis etapas
Pink Floyd, junto a Derek Nice, un conocido de June Child -secretaria de Blackhill, futura esposa de Marc Bolan, y novia de Syd- viajó a Sussex, aprovechando que los padres de Nick Mason se encontraban fuera, y se quedaron en su casa, utilizándola de cuartel general para la grabación del film promocional de ‘Arnold Layne’, hecho en blanco y negro, con el aire lúdico de “A Hard Day’s Night”, y un maniquí como quinto integrante.
La banda se encontraba ya lista para grabar con Polydor, hasta que llegó Bryan Morrison, un hombre con su propia productora, y que estaba interesado en contratar a los Floyd para tocar en la Architectural Association. Asistiendo a uno de los ensayos, se enteró de la oferta de Polydor y dijo ser capaz de conseguir algo mejor: un contrato con EMI. Pagando por la grabación hecha en Sound Technics, habló con los ejecutivos del sello y todo estuvo listo. EMI era el sello donde estaban The Beatles, y el suculento avance de 5 mil libras, además de todos los costos del estudio incluidos, convertían al trato en indeclinable.
Joe Boyd, sin embargo, quedó fuera del proyecto debido a que EMI solamente utilizaba a sus propios ingenieros. Norman Smith, encargado de las grabaciones de The Beatles desde los comienzos -su último trabajo con ellos para entonces había sido “Rubber Soul”- fue promovido a productor para encargarse del álbum debut de Pink Floyd. Su asistente, el joven Geoff Emerick, pasó en consecuencia a ser el ingeniero a cargo de grabar “Revolver”, uno de los discos claves de la época. Pero esa es otra historia.
Ahora, con un contrato firmado, Mason y Waters podían decirle adiós de una vez a las clases de arquitectura, aquellas que ya estaban en segundo plano para entonces. “Me gastaba la beca en curry”, dijo alguna vez Nick Mason. El tutor del baterista, le dio la opción de tomarse un año sabático y regresar posteriormente, si así lo quería. Waters, que ya se encontraba diseñando las bóvedas del Bank of England para Fitzroy Robinson, debió firmar un acuerdo de confidencialidad, el Official Secrets Act.
Sale el sol, se pone el sol
Debido a las dificultades para reproducir la magia de la versión registrada en Sound Technics, el single ‘Arnold Layne’, lanzando en marzo de 1967, correspondió a la versión de Joe Boyd. Llegando al número 20 de los charts, pronto requirió de un single de compañía, para lo que se eligió ‘See Emily Play’, grabada por Norman Smith en las instalaciones de Chelsea. A pesar del baneo inicial impuesto por la BBC para la historia de Arnold y su afán por intercambiar prendas, luego de dos semanas la canción comenzó a ser tocada por la mayoría de las estaciones, y terminó con Pink Floyd tocando -o haciendo mímica, como es en realidad- en Top Of The Pops. Todas las semanas, el track avanzaba de posición -llegaría hasta el número 5- y Syd, cansado de tener que volver a hacer el mismo show cada vez, solía decir “si John Lennon no tiene por qué venir, ¿por qué yo?”.
No sería la primera y ni la última vez que el líder tendría conflictos con la exposición mediática. A pesar de que la banda estaba vinculada a la escena psicodélica británica, aquel mundo no había atrapado a los músicos aún. Exceptuando a Syd, cuyo acercamiento al LSD ya comenzaba a ser notorio, ellos estaban acostumbrados a la cerveza y a las salidas al pub.
Los Floyd tenían muy poca experiencia en estudios de grabación, pero Norman Smith, acostumbrado a trabajar con The Beatles, inculcó en los novatos la curiosidad por el proceso completo de producción. Los estudios EMI, guiados por la burocracia institucional, estaban cambiando lentamente gracias a los mismos Fab4, y los de Londres tomaron ventaja. El proceso fue en su mayoría rápido, y en uno o dos días las canciones estaban terminadas. Básicamente, se trataba de llevar a cinta el repertorio en vivo de la banda, pero ajustadas al motivo de un disco, hechas para ser escuchadas una y otra vez. “Piper da una idea de cómo eran nuestros setlists en el Roundhouse o en UFO, aunque las versiones de estudio, de 3 minutos, son inevitablemente más cortas, y con solos más concisos.”, cuenta Mason en sus memorias. El track ‘Interstellar Overdrive”, desde los tiempos de Powis Gardens, en Notting Hill, parte importante de los shows, pasó de durar más de veinte minutos a casi diez.
Todo el abanico de instrumentos, desde órganos hammond hasta gongs, pasando por máquinas de viento, cámaras de eco y bibliotecas de sonidos, estaba disponible para dar rienda suelta a la creatividad. Barrett, sin embargo, ya mostraba cierto recelo al ser guiado por Smith. En palabras del productor: “para mí era difícil, tenía que estar siempre teniendo cuidado con lo que le decía, estaba muy frágil...al terminar de hacer una pista vocal, me acercaba y le decía ‘esto está muy bien, pero ¿por qué no pruebas esto otro’, y nunca me respondía nada, sólo un murmullo.”
Las cosas no pueden destruirse de una vez por todas
Para el resto de la banda, Syd tenía días malos y buenos, o al menos eso pensaban, intentando convencerse de que se trababa solo de una fase. Pero, en su flat de Cromwell Road, en Kensington and Chelsea, las cosas para Barrett eran distintas. Según June Child, él solía tomar tanto ácido, que hacía tres o cuatro viajes al día, todos los días, y los visitantes sabían que había que tener cuidado, pues incluso los utensilios podían estar contaminados. Para el show en el evento “14-Hour Technicolor Dream”, Waters y Mason tuvieron que salir en búsqueda de Syd minutos antes de la presentación, y cuando lo encontraron, le pusieron su guitarra. En el escenario, el líder no hizo nada excepto estar quieto, con los brazos colgando, espástico. Hoy, aquella historia inevitablemente evoca la escena ‘Comfortably Numb’ de “The Wall”.
Pink Floyd comenzó a verse obligado a cancelar presentaciones, como la del Windsor Jazz Festival, donde se le dijo a la prensa que Barrett sufría de agotamiento nervioso. Intentaron llevarlo donde el renombrado psiquiatra Ronald D. Laing, pero faltó a la cita. Finalmente, consiguieron que fuese a Formentera, una isla cerca de Ibiza, a tratarse con Sam Hutt, el doctor de moda en aquellos casos. A su regreso y en la gira norteamericana, la banda observó cierto progreso en Syd, exceptuando por ocasionales incidentes -como la vez en que decidió abruptamente bajarse la permanente a punta de gel, momentos antes de tocar- o por sus erráticas respuestas en televisión, como fue el caso de su mutismo en el programa de Pat Boone, o su rechazo a abrir la boca durante el playback de ‘See Emily Play’, en el show de Dick Clark. De vuelta en Londres, Bryan Morrison le consiguió a los Floyd formar parte de la gira de Jimi Hendrix, una oportunidad única de pasar tiempo con músicos que admiraban y, a la vez, tener un vistazo del mundo real del rock and roll. Para coincidir con la ocasión, ‘Apples and Oranges’ se lanzó como single.
Fue al terminar el tour que la banda supo que no podía continuar en el camino al éxito con Syd en ese estado. Para el show de “Christmas On Earth Revisited”, el delirante frontman simplemente no quiso tocar y se quedó parado mirando fijo a la audiencia. La idea de contar con él solamente como compositor -un paralelo absoluto con Brian Wilson- se barajó. En el rol de guitarrista, Jeff Beck se veía como una opción, aunque lejana. David Gilmour, el viejo amigo de Barrett y Waters, cuya banda Jokers Wild nunca despegó realmente, fue quien tomó su lugar.
A fines de 1967 se le propuso a David formar parte de Pink Floyd, puesto que aceptó de inmediato. A pesar de que para Syd, Gilmour era una especie de parche y ayudante, la banda lo veía como un potencial reemplazante. Esto comenzó a ser evidente en la dinámica del grupo, y el errático líder respondía ante ello con ira contenida, evidente en los ensayos. Cuando para fines de enero de 1968 la tensión ya era insoportable, el resto de la banda, rumbo a un show en Southampton, decidió simplemente no pasar a buscar en auto a Syd, y tocar por primera vez como reconfigurado cuarteto.
Tras los hechos, se llegó a un acuerdo al interior de Blackhill el 2 de marzo, con Peter Jenner considerando los muchos esfuerzos que se habían hecho por intentar mantener a Syd en la banda. Al contrario de lo esperado, no hubieron disputas por el nombre, pero Jenner y Andrew se hicieron cargo de representar a Barrett, y Floyd: Mason, Waters y Wright -ahora con Gilmour- pasaron definitivamente a ser manejados por Bryan Morrison. ‘Jugband Blues’, de Syd, vería la luz el 29 de junio en “A Saucerful Of Secrets”, el único álbum de la banda como quinteto fantasma. Como un crudo y sublime epílogo, sus versos cierran la placa: “es extremadamente considerado de vuestra parte pensar en mí aquí. Pero estoy obligado a dejar en claro que no estoy acá...y exactamente, ¿qué es un sueño y qué es una broma?”.
Así, el diamante loco, aquél que nunca pudo acostumbrarse a la máquina, caminaba ahora rumbo al alba por su propio camino. “The Piper At The Gates Of Dawn” es fiel reflejo de la incipiente necesidad de una banda por cruzar fronteras sónicas, e incluso, de la propia mente humana. Con la partida de Syd, un (momentáneo) lapso de razón llegaba para Pink Floyd, mientras se dirigían lentamente rumbo al lado oscuro de la Luna. Después de todo, todo es un ladrillo en la pared.
Nuno Veloso
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