Pink Floyd y "Wish You Were Here": Tocata y fuga en nueve partes
Celebrando el aniversario de un esencial
(Publicado originalmente en el 2015, por el 40° aniversario del disco)
La palabra "seminal" no se le puede atribuir a tantas bandas. Pero, si una de ellas da el ancho, ésa es por cierto Pink Floyd. Con un cuerpo de trabajo que contiene registros venerados y, por supuesto, álbumes esenciales que han cimentado la historia de la música popular – “The Dark Side of the Moon”, “Piper af The Gates of Dawn”, “The Wall” y “Animals” -hoy nos convoca venir a cantar las alabanzas del noveno esfuerzo de la banda, llamado “Wish You Were Here”, placa que esta temporada cumple 40 años.
Suerte de hijo del medio en el catálogo de Pink Floyd, este larga duración fue marcado por numerosos conflictos -diferencias personales afectaban la orgánica de la banda- y uno de ellos fue justamente la incomodidad con el negocio comercial en el que estaban sumidos. Por eso el golpe de timón al tópico de la creciente marginación; la gran banda de rock del 74 supo percibir todo lo inefable en lo de su relación con la industria musical después del "repentino" ascenso a la fama, después del efecto del Lado Oscuro de la Luna.
"Syd" estuvieses aquí
El ethos torturado de Syd Barrett ya se cernía sobre este noveno álbum de estudio, incluso antes de que se publicara, ya que inesperadamente el ex líder se hizo presente en las sesiones de estudio el 5 de junio de 1975. Porque no deja de ser coincidencia que la emotiva y brillante ‘Shine On You Crazy Diamond’ fuese inspirada por Barrett, invocado por Waters y sus oscuras meditaciones en los temas del aislamiento y el repliegue hacia la interioridad como vía de escape.
Así es como que cuando el músico con una data de larga ausencia -corpulento, casi obeso, con la mirada distante, las cejas y cabeza rapada - se presentó como "un invitado inesperado" durante una sesión de mezcla y playback del tema ‘Shine…’ la coincidencia devastó a la banda con una mezcla de conmoción y tristeza.
La banda, más que incómoda por su presencia, estaba confundida, al principio pensaron que este individuo debía ser un miembro del crew que trabajaba en el estudio y sólo fue hasta que David Gilmour finalmente lo reconoció que la situación se tornó en algo embarazoso. Ese día de junio también era el de la boda de Gilmour, por lo que Barrett -sin quererlo- participó en la recepción en los estudios de EMI.
Nick Mason recordó su conversación con él y destacó que el hombre no era enteramente coherente y había cierro desgano en el aire. Richard Wright fue más lejos cuando apuntó que, en un momento dado, Syd dijo: "¿OK, cuando me toca poner alguna guitarra?". Por supuesto que Barrett ni siquiera llevaba un instrumento consigo y al parecer al mismo tecladista le tocó decir "lo sentimos Syd, el trabajo de guitarra ya está todo hecho".
Syd se fue sin decir nada, desapareciendo tan extrañamente como había llegado. Dicen que Rogers Waters incluso rompió en llanto. De ahí que se da por sentado que la experiencia tuvo un profundo impacto sobre todo en el bajista, que incluso incorpora una referencia lírica a ‘See Emily Play’ en el disco. Nunca habrían de ver nuevamente a su ex compañero, quien fallecería a mediados de 2006.
No es como si Barrett hubiera dejado la banda en buenos términos. Su inestabilidad mental, comportamiento errático y la adicción al LSD lo convirtieron en una especie de vegetal y David Gilmour fue justamente contratado como un reemplazo temporal o una adición a la banda que se quedaba sin guitarrista, sobre todo a la hora de tocar en vivo. Y debido al punto de no retorno que alcanzó Syd entonces lo de Gilmour y su puesto se convirtió en algo permanente.
Mientras parecía que, un poco antes de “Wish You Were Here”, Barrett estaba siendo capaz de revertir su decadencia, esto en 1974, luego de unas grabaciones que registrara en los estudios Abbey Road, en rigor lo que estaba pasando era todo lo contrario: el Diamante Loco se estaba despidiendo. Tal vez por eso, a menos de un año de sus últimas grabaciones, Barret haría su última aparición junto a sus compañeros de Pink Floyd, este tipo hinchado y mentalmente deteriorado era apenas el cascarón triste del guerrero psicodélico que alguna vez fue el brillante Syd, el tipo cuya retorcida visión del rock pop le mostró el camino a Pink Floyd al estrellato.
I
Fue David Gilmour, quien co-escribiera tanto la música del tema homónimo como de ‘Shine On…’ , quien dijo que era muy difícil no relacionar estas canciones clásicas de lo que son sus recuerdos del ícono ex Floyd: "Aunque ‘Shine On You Crazy Diamond’ es específicamente sobre Syd, ‘Wish You Were Here’ tiene un sentido mucho más amplio”, declaró en Gilmour en un documental del 2012, “y pese a todo, no puedo cantar ambas historias sin pensar en Syd".
Para Roger Waters, las ideas más grandes del proyecto encajaban con los propios sentimientos de la banda no solo por lo de Syd Barrett sino por ellos mismos -o a pesar de ellos mismos: “El álbum se trata de que ninguno de nosotros estaba realmente ahí, o si lo estábamos era sólo marginalmente. Nos terminamos aferrando por la mera costumbre de ser Pink Floyd".
II
La portada, gentileza de Storm Thorgenson, es impactante; la sensación de un hombre dándole la bienvenida (o despedida) a otro. En ella podemos ver a estos dos individuos vestidos de traje dándose la mano mientras uno de ellos está ardiendo. Esto podría representar a la gente que reprime sus verdaderos sentimientos por miedo a “quemarse”, pero es más obvio que siendo los dos aparentemente empresarios figure una crítica a la industria musical, llena de avaricia, dobles estándares e hipocresía. El arte trata de expresar una sola idea: ausencia, la relativa a relaciones personales o a miembros anteriores de la banda. Además, es la ausencia como generadora de un proyecto. De acuerdo a su creador el hombre en llamas está ausente metafóricamente, mientras que la contraportada muestra la foto del “Soulless Salesman”, el “vendedor sin alma”.
III
Las letras, asume Waters, surgieron de conversaciones en el estudio donde los miembros de la banda dijeron sentirse engullidos por el cambio radical en que los había sumido esa virtual supernova explosiva que significó el Lado Oscuro de la Luna. Se dice que en algún momento a Waters se le pasó por la cabeza incluir fragmentos de estas conversaciones en el álbum, idea que afortunadamente fue desechada. En última instancia, por cierto que los Pink Floyd fueron capaces de aprovechar esta extraña atmósfera para crear un ambiente musical devastador. Un buen ejemplo sería el de Gilmour, quien al revelar que nunca sintió conexión personal alguna con temas como ‘Welcome to the Machine’, empapó a la canción con el preciso sentido de distanciamiento y desconexión de la misma.
Esta canción es una dura crítica a la industria musical, y en términos generales, a todas las sociedades industrializadas. La letra de ‘Welcome…’ trata de un músico que firma un contrato con un ejecutivo de la industria discográfica -conocido en la canción como la “máquina”. El punto de vista observado es el del ejecutivo, que busca destrozar la identidad personal del músico para adaptarla a sus intereses comerciales. Pink Floyd profundiza aquí su visión más ácida y crítica hacia la industria musical, a la que ven como a una máquina de hacer dinero en vez de un medio de expresión artística. Es justamente en dos canciones, la ya mencionada ‘Welcome to the Machine’ y otra bautizada como ‘Have a Cigar’, en las que el cuarteto británico asume su desprecio por la industria de la música. Mientras que la primera se hunde en un paisaje sonoro tenso y surrealista lleno de quejumbrosos vocales y pulsantes motivos recurrentes del sonido del sintetizador de Wright, la segunda suena increíble en comparación a la anterior. ‘Have a Cigar’ es rock más directo que, más allá de su fantástica performance guitarrera, cuenta con una voz invitada.
Fue en última instancia que decidieron entregar la labor vocal a otro que pudiese dar con el tono sarcástico y venenoso de aquella diatriba contra los ejecutivos de las disqueras y el elegido fue Roy Harper, quien por esas cosas de la vida se encontraba grabando en el estudio contiguo. Al parecer esto fue fortuito, Waters había forzado demasiado su voz en ‘Shine On You Crazy Diamond” y Gilmour tampoco quería cantar en este tema. Porque, entre otras cosas, las sesiones vocales se desarrollaban con tal intensidad, que no terminaban de cuajar del todo, en especial para Roger, de hecho se cuenta que el bajista comenzó a regrabar las estrofas de ‘Shine On...’ línea por línea, tratando de conseguir el timbre y el tenor apropiados.
IV
La grabación del nuevo material supuso una tarea ardua, debido sobre todo a las diferencias de opinión entre los miembros de la banda sobre qué camino debía de seguir el grupo. Por ejemplo, Nick Mason encontraba las grabaciones multipistas tediosas y agotadoras, mientras que Gilmour prefería mejorar las composiciones ya existentes antes que crear nuevo material. El hoy difunto Richard Wright, cuyo fantasmal y resonante sonido de teclado provee el filo emocional de esta producción, terminó con un crédito de composición en varios de los nueve segmentos que conformarían ‘Shine On You Crazy Diamond’, adquiriendo protagonismo en la segunda mitad de la opus magna en que todos sus despliegues ambientales van cerrando la ominosa trama. Nunca más el tecladista volvería a ser tan profundamente relevante en una grabación de Pink Floyd, explicando el famoso sobrenombre que tiene este disco, “Wish You Weren't Here” (Me gustaría que no estuvieses aquí)- que alude algo en contra de Roger por cierto. Para 1979, Wright sería totalmente derrocado por el ya auto-asumido líder absoluto, señalando el principio del fin del Pink Floyd de la era Waters.
V
Obvio que es indeleble la marca de ‘Shine On You Crazy Diamond’ casi como sinónimo del álbum “Wish You Were Here”: una pista dividida en dos largas secciones, una a modo de apertura del álbum y otra como clausura del mismo. Nos hace pensar si el disco debió haberse llamado así por lo de su compromiso lírico y sus dedicatorias explícitas a las ausencias de personas que se han ido difuminando gradualmente. Es probable que esta sola obra dividida en nueve partes con sus flujos y reflujos, contenga las mejores secciones instrumentales que pueden encontrarse en el expediente Floydiano. David Gilmour, a su vez, entrega una de sus participaciones más apasionadas, versátiles y complejas de su carrera, porque no es exagerado decir que si quieres escuchar una guitarra cantar, llorar o lamentarse, no hay muchos temas que podrían igualarlo.
VI
Después de un fragmento de un programa de radio (grabado en el automóvil de Gilmour) el álbum modula de la rockera ‘Have a Cigar’ a su canción titular donde, tan profundo enterrado en la mezcla como podamos imaginar, permanece un coda instrumental realizado por el violinista francés Stephane Grappelli, que también estaba en los estudios Abbey Road durante esas semanas. Y resulta que, poesía aparte, las más grandes estrellas invitadas en este disco estuvieron ahí pero tampoco estuvieron del todo. ‘Wish You Were Here’ parecería la canción principal por su nombre, por cierto es la más conocida de este álbum, una obra maestra de discreta acústica que revela en pleno la química hermosa y volátil entre David Gilmour y el bajista- vocalista Roger Waters. Un tema que, en tanto a este último, también destaca por su fantástico contenido lírico, el subyacente tópico de la ausencia de una banda durante la grabación y -detalle no menor a juzgar por lo que deparaba el futuro inminente- la emergencia de un solista con sus propios temas y traumas.
VII
Como una pieza integral, “Wish You Were Here” es la evidencia de una ejecución dolorosamente bella y virtuosa, un trabajo temático que puede contener canciones no tan pegadizas -de esas que producen ecos en tu cerebro durante horas después de escucharlas- pero que dejan pequeños rastros, haciendo eco alrededor de la música contenida aquí décadas después. Cuarenta años para ser exactos al día de hoy, ecos que se despliegan en fraseos de guitarra de Gilmour y paisajes sonoros de teclado de Richard Wright, lo que se han se han escuchado por años de años en diferentes géneros de la música pop rock. Y es que las canciones no son tan atractivas (con la excepción de la titular) si se oyen de manera parcelada, o como parte de una lista de reproducción de varios otros ítemes floydianos. Esto es más bien una pieza integral, como si se tratase de una sola canción, o máximo dos.
Cada complejidad de la orquestación instrumental y su expresión nos provee de una visión real de la sensación de abandono y las cosas que la banda empezó a "extrañar" a mediados de los años setenta. Por eso que la primera línea del disco reza: "Recuerdo cuando eras (éramos) joven(es), brillabas (amos) como el sol". Y volviendo también a la primera línea de este artículo, Pink Floyd personifica aquí la palabra "fundamental" (seminal) lo que es perfectamente evidente en una colección de canciones que se hace dramáticamente corta tras cada escucha. Y es que con tan sólo cuarenta y cinco minutos de duración y cinco canciones, los británicos dejaron a medio mundo asombrados.
VIII
Debutó en el número uno en ambos lados del Atlántico, fue bien considerado por la crítica y en varias ocasiones reconocido por su suprema excelencia y referido tanto por David Gilmour y Richard Wright como su disco favorito de Pink Floyd. De hecho, la compañía distribuidora, EMI, no pudo siquiera editar copias suficientes para satisfacer la demanda. El disco fue certificado seis veces platino y al día de hoy se han vendido más de trece millones de copias en todo el mundo: un éxito rotundo. Sin embargo, “Wish You Were Here” al no ser “Dark Side of the Moon”, ni haber pretendido serlo, podría haber sido relegado –injustamente- al perpetuo escenario en que se le subestima.
No deja de ser extraño, porque donde el “Dark Side of The Moon” parecía perder el enfoque, “Wish You Were Here” es tan conciso conceptualmente como cualquiera de los álbumes posteriores de Pink Floyd serían (“Animals”, “The Wall” y “The Final Cut”). Incluso más redondo y finamente terminado. De la misma manera, tanto Gilmour como, muy en particular, Richard Wright, proveyeron a la obra de una profundidad musical más progresiva, tal vez la configuración de lo que sería el último proyecto de estudio que contó con una verdadera colaboración entre Roger Waters y sus compañeros de banda cada vez más prisioneros de un descontento generalizado. Por esa sola razón, “Wish You Were Here” (no importa cómo sea aplastado por los discos de diamante del “Dark Side”) debe de ser una colección de canciones ineludible para entender cómo actuó la banda en la cúspide de sus habilidades.
IX
Tras lo que significó el enorme éxito de “Dark Side of the Moon”, habiéndose Pink Floyd establecido como una de las estrellas refulgentes en la vanguardia de la escena del rock británico, fue que el cuarteto debió proponerse desafiar las expectativas de todos y empezar a trabajar en un registro de plano más personal e introspectivo. En “Wish You Were Here”, cristalizaron todas las esquirlas que dejó la estela del éxito vertiginoso del disco anterior, acoplándose brillantemente las letras que transmiten esta triste sensación de dislocación, con la libertad de pasajes instrumentales que eran tan hermosos, como lo eran melancólicos por la fuga de aquellos más significativos para la banda. Pink Floyd nunca más, sobra apuntarlo, volvería a alcanzar estas alturas.
Alfredo Lewin
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