Pink Floyd: "The Wall" y su asombroso poder de observación
Incómodamente adormecidos
Desde el inicio del estallido social en las calles chilenas, distintos artistas han expresado su opinión sobre los cambios que vive el país. Mientras los detractores a las manifestaciones encuentran su voz en personajes como Alberto Plaza, músicos como Patti Smith, Mon Laferte, Billy Gould o Tom Morello solidarizan con las demandas de la ciudadanía. Uno que no podía faltar es Roger Waters, quien cacerola en mano, envió un sentido mensaje que él mismo califica como «lo mínimo que podía hacer» para demostrar su apoyo.
Y es que el jóven lleno de miedos que creó “The Wall” (1979) es muy distinto al hombre que hoy aparece alzando su voz por los problemas sociales. A cuatro décadas de la edificación de un registro tan importante, es vital darle una mirada actual a esos surcos eternos que hoy más que nunca encuentran una nueva vida. ¿Cómo los deseos de alienación de una estrella de rock llegaron a convertirse en un referente político tan importante para la cultura popular?
Por Pablo Cerda
Sobre “The Wall” se han escrito infinidad de artículos, estudios y revisiones. Los datos sobre su creación, la interna de Pink Floyd en esos años, sus cifras de ventas, los apuntes acerca de la película y los datos duros sobre sus representaciones en vivo se pueden encontrar fácilmente en diversos textos y documentales. Sin embargo, el contexto demanda que la tinta corra por otras vertientes.
El undécimo trabajo firmado por David Gilmour, Nick Mason, Richard Wright y Roger Waters es el claro ejemplo de cómo la música y la política son entes tan indivisibles que se van nutriendo entre sí. El disco doble lanzado el 30 de noviembre de 1979 en Reino Unido elaboraba una ácida crítica al sistema educacional inglés, a los totalitarismos en general y a la segunda guerra mundial que le arrebató el padre a Waters. Siendo el conflicto bélico una columna vertebral en la narrativa, la guerra contra sus propios demonios es la primera batalla que se refleja tanto en el disco como en su megalomaniaca gira entre 1980 y 1981. Es una lucha descarnada en la mente de su autor, una contienda interna en la que construye un personaje que tiene un poco de él y también de Syd Barret. Los espacios vacíos ocasionados por los traumas de crecer sin un padre en ‘Thin ice’, las trancas infantiles debido a una educación rígida en ‘Another brick in the wall, Pt.2’’, la locura barrettiana en ‘The trial’, la soledad en ‘Hey you’, las relaciones de pareja fallidas en ‘One of my turns’, ‘Don’t leave me now’ y ‘Nobody’s home’, y la demagogia implícita de ser una estrella de rock que se debe a un público en ‘The show must go on’ conformaban los ladrillos de un muro gigante que literalmente se alzaba ante sus atónitos espectadores.
Espacios vacíos
Tiempo después, el mundo interior de Waters se hizo cargo de las complejidades del mundo exterior. El 21 de julio de 1990, “The Wall” encontraba su conexión con la caída del muro de Berlín y el final de la guerra fría, tal como lo expone el escritor argentino Sergio Marchi en su libro “Roger Waters - Paredes y puentes: el cerebro de Pink Floyd”: «”The Wall” adquiere otro tipo de dimensión, ya no era solamente la idea de la alienación personal, los miedos interiores y la necesidad de atravesar esas paredes, no, esto ya entraba en la historia de la Humanidad, era un acto simbólico donde un show de rock celebraba el triunfo de la libertad por sobre la opresión».
Las tensiones del siglo XXI también fueron una fuente de inspiración para replantear los conceptos del disco. En la gira mundial entre el 2010 y el 2013, “The Wall” tomó un tono más global apuntando sus dardos hacia la religión y los conflictos políticos del orbe. Un ejemplo es el cambio en el álbum de fotos con imágenes de la segunda guerra de ‘Bring the boys back home’ por retratos e información de personas comunes asesinadas durante distintas guerras, incluido Eric Fletcher Waters, el padre del bajista.
Y es que el aspecto visual es sumamente importante para materializar la revitalización del mensaje. ‘Run like hell’ alude al totalitarismo a través de la dominación comercial presentando la división social a la manera de “Animals” (1977): la clase política como cerdos portando el lema iLead (yo lidero), los perros como la fuerza policial bajo la consigna iProtect (yo protejo) y las ovejas idiotizadas llevando el lema iFollow (yo sigo) con la “i” minúscula de los productos Apple. Demostrando la universalidad de los temas, ‘Goodbye blue sky’ es otra que evoluciona notablemente. En el show de Berlín, la representación de Gerald Scarfe mostraba una paloma blanca transformada en una temible águila mecánica germana sobrevolando un mundo postapocalíptico y la Union Jack británica desmembrada hasta quedar como una cruz empapada con sangre. En su versión más actual, el ave es reemplazada por una flota de aviones de guerra que bombardean con la estrella de David, la hoz y el martillo, el dólar y los logotipos de Mercedes y Shell formando un pozo de sangre, una alegoría a esos símbolos que van desangrando a los pueblos hasta convertirlos en esclavos del dinero o de sistemas políticos que construyen muros asfixiantes, lo que en Chile propició el despertar tras décadas de abusos.
¿Debo confiar en el Gobierno?
No pasó mucho tiempo para que Roger Waters se manifestara sobre la situación en Chile y uno de los personajes clave para que tuviera la información de primera fuente es Hernán Rojas. Su relación de amistad es de larga data y comenzó en una entrevista efectuada en la víspera de la gira de “The Dark Side of The Moon” en el 2007, según lo que cuenta a Rockaxis. En su tercera visita, el 2012 tocando “The Wall”, Waters se reunió con Sebastián Piñera en La Moneda, situación que el comunicador recuerda de la siguiente manera: «Roger se preparó para su reunión con Piñera, hablaron de educación, redistribución del ingreso y un montón de otras cosas. Waters iba a hacer un punto de prensa y lo canceló. Se reunió conmigo y con el doctor Pablo López, quién lo atendió por un dolor de estómago en la gira del 2007, y decidió escribir una carta abierta al pueblo chileno. Ahí hay muchos componentes de “The Wall”, sobretodo en el tema del poder», comenta Rojas.
En la misiva, Waters planteó que Piñera le mintió, ya que no creía que viviéramos en un paraíso como le había dicho el Presidente. Siete años más tarde, cuando la gente decide tomarse las calles, Hernán Rojas le escribe un correo electrónico a Roger para que exprese su opinión con respecto al tema y, obviamente, el ex Pink Floyd no vaciló, según las palabras del comunicador: «me decía constantemente que todo lo que tenga que ver con el mundo, el poder y la crueldad son temas muy importantes para él». Tras la experiencia vivida con el jefe de Estado, pareciera ser que la pregunta retórica en ‘Mother’ –¿debo confiar en el Gobierno?– encuentra una fría negativa como respuesta.
Hay obras que son el fruto de su tiempo y nos retrotraen a momentos específicos de la historia, sin embargo, hay otras que no solo tienen un valor significativo en el tiempo, sino que van encontrando nuevas voces. Las imágenes de los estudiantes tomándose el Metro de Santiago se podrían musicalizar con ‘Another brick in the wall, Pt.2’, los policías y los militares ejerciendo una represión que raya en lo dictatorial resuena en los delirios de un Bob Geldof que vocifera la letra de ‘In the flesh’ en la película, y el humo del fuego tiñendo de negro los cielos de la ahora llamada Plaza de la Dignidad (Plaza Italia) hacen pensar en ‘Goodbye blue sky’.
Mirándonos a la cara a través de la cámara en su video, Roger Waters clama por los niños, por los heridos a punta de balines, por los hospitales colapsados, por el toque de queda. A pesar de lo emocionante de la retórica del insigne artista, pareciera ser que el poder político es el único interesado en mantener los ladrillos de la desigualdad, mientras la ciudad habla a través de sus muros reflejando el malestar desde sus entrañas. Y es que en cuatro décadas, “The Wall” no ha perdido sus increíbles poderes de observación y su mensaje está más vivo que nunca, sobre todo para una sociedad que despertó después de estar incómodamente adormecida durante tantos años.
Contenido publicado originalmente en nuestra revista Rockaxis.
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