David Bowie: Y Ziggy tocaba la guitarra
Los 50 años de «The Rise and the Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars»
(Publicado originalmente en revista #Rockaxis228, junio de 2022)
Originalmente, Ziggy Stardust tenía solo cinco años para salvar a la Tierra con su música y resulta que ha estado aquí durante cinco décadas. No es que haya fallado en su misión, todo lo contrario: resulta que fue, es y seguirá siendo muy exitoso en ella porque se ha extendido durante toda una eternidad. A 50 años de su arribo, vale la pena preguntarse: ¿por qué seguimos tan enamorados de este alienígena que tocaba la guitarra?
Por Pablo Cerda
Si bien a los melómanos les encanta hablar de la “trilogía de Berlín” o de su etapa electrónica-industrial en los 90, lo cierto es que “The Rise and the Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars” de 1972, es el disco con el que David Bowie permeó de mejor forma tanto en la música popular como en su cultura. Sus canciones de fácil llegada, su carácter transgresor y su imaginería inmortal lo convierten en una gema que cambió la vida de millones, incluyendo la del mismo artista. Ziggy propuso una nueva manera de ser y en su concepción, como en toda buena obra de arte, confluyen la capacidad de crear algo nuevo y único con las fuentes de inspiración del artista, la elaboración de una respuesta a su entorno y un legado que pueda ser traspasado de generación en generación.
Alunizaje en un sueño cotidiano
En un artículo publicado en el Journal of Marketing Management del 2015 titulado “And Ziggy played guitar”, los académicos Andrew Lindridge y Toni Eagar estudian a fondo la construcción de Ziggy como una marca de David Bowie que consiste en tres aristas: «la persona real (David Jones), la persona que actúa (David Bowie) y el personaje derivado de las dos anteriores (Ziggy Stardust)». A menudo cuesta entender a los artistas como mini-empresas que generan todo un mercado a su alrededor, que con su obra dan trabajo a productores, ingenieros, técnicos, músicos, agencias, sellos y un cuánto hay estructuras organizacionales que al final llegan a los sentidos del público provocando no solo goce, sino que identificación.
En ese sentido, la “empresa” de Bowie no había partido de la mejor manera. Sus primeros tres discos fueron fracasos comerciales, aunque hoy en día se les pueda encontrar una que otra vuelta. Su irrupción recién vino con el cuarto, “Hunky Dory” (1971), en el que se resuelve con creces lo que su manager de la época Tony Defries definía como «el problema de la melodía». Con el piano adquirido gracias al contrato de publicación en octubre de 1970, Bowie edifica ‘Changes’, ‘Oh! You pretty thing’ y ‘Life on mars?’ a fin de convertirlas en las piedras fundacionales de lo que vendría. Sin embargo, el mundo de la música avanzaba a pasos agigantados en una época bullente creativamente hablando. Según recoge la edición 344 de la revista Mojo, en un especial completo sobre los 50 años de “Ziggy Stardust”, Bowie sentía que “Hunky Dory” era un «sombrero viejo» que ya no cabía en su ajetreada cabeza, incluso tres meses antes de su publicación.
Haber conocido a Iggy Pop y Lou Reed, el impacto de Elton John en Estados Unidos y el sacudón que Marc Bolan y sus T. Rex estaban dando en el pop en Inglaterra, obligaron a Bowie a acelerar sus planes y a abrazar el rock con un sonido más directo. Ahí entran en juego el baterista Woody Woodmansey, quien dice haberse inspirado en “In the Court of the Crimson King” (1969) de King Crimson para darle un toque único a su instrumento, el bajista Trevor Bolder y, cómo no, su mano derecha en la guitarra, Mick Ronson. Al gancho musical encontrado en “Hunky Dory”, lanzado en diciembre de 1971, se le sumaron las vivencias de la gira estadounidense en enero y febrero de ese año durante la promoción del anterior “The Man Who Sold the World” (1971), en la que escuchó por primera vez un disco de The Stooges y también presenció el ascenso de Alice Cooper hacia el estrellato con un show de rock teatral y un poderoso single como ‘I’m eighteen’. «Bowie tenía grandes ideas para el proyecto de Ziggy y quería conjugarlas todas, desde su amor por Edith Piaf y Judy Garland, hasta su deseo por impactar al rock de la forma en que “Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band” (1967) o “Tommy” (1969) lo habían hecho», escribe Mark Paytress en el citado reportaje de Mojo.
Extraño, inusual, diferente, alienígena y muy talentoso
Estructurado como una obra conceptual, los 11 cortes de “Ziggy Stardust” van desarrollando la historia del extraterrestre –sin aludirlo directamente– en un lado A rebosante en medios tiempos, para luego entrar con todo a un lado B de puro y ferviente glam rock setentero. La destrucción de la Tierra en cinco años (‘Five years’), los distintos tipos de amor (‘Soul love’), la llegada y presentación de Ziggy desde el espacio (‘Moonage daydream’), el mensaje mesiánico que, según Bowie, está cargado de mentiras en forma de un hermoso hit que Ziggy canta para prometer la salvación (‘Starman’), las vicisitudes del camino al estrellato expresadas en un cover al blusero Ron Davies (‘It ain’t easy’), su transformación travesti (‘Lady Stardust’), el deseo de convertirse en estrella (‘Star’), el clímax del personaje (‘Ziggy Stardust’), la pérdida de foco y las adicciones (‘Suffragette city’) y la decadencia máxima (‘Rock n’ roll suicide) corren de manera perfecta a través de la cinta producida por Ken Scott. Con sus ideas claras, Scott realizó todas las acciones para que el disco fuera lo más rockero que Bowie haya lanzado hasta la fecha, desde el sonido de la batería, hasta encapsular su genuina oscuridad en la interpretación.
La estrategia era convertir a David Bowie en el próximo Elvis Presley. «Parte del problema con David era que no era un intérprete natural», indica el manager de la época Tony Defries en el especial de Mojo. «Lo que quería hacer era transformar a alguien en esencia tímido, nervioso e inseguro en alguien capaz de envolverse en un personaje que no fuera esas cosas. Ziggy tenía que ser seguro de sí mismo, extraño, inusual, diferente, alienígena y muy talentoso. Si tú te lo creías, entonces podrías creer que Bowie iba a ser el próximo Presley», agrega Defries. La creación de una imaginería asociada al personaje también era esencial no solo para impactar a la audiencia en el inmediato plazo, sino que también para ponerse al día con compañeros de generación que ya iban algunos pasos adelante en ese ámbito, como Elton John o Marc Bolan. Bowie se tenía que subir al carro y la estilista Suzanne Fussey fue quien lo direccionó para entrar en esta nueva era.
«Como estilista, tú miras una cara, y la de David era hermosa. Cuello alto y delgado, piel alabastrina y cabello perfecto para lucirlo corto y rojo», recuerda Fussey en Mojo. Con tan solo 21 años, Fussey trabajaba en el Evelyn Paget Salon de Beckenham High Street, Londres, lugar que Peggy Jones, la madre de Bowie, visitaba con frecuencia, y gracias a ella, la estilista conoce también a la primera esposa del cantante, Angela Barnett, quien la invitó al Haddon Hall para que transformara el look de su marido inspirándose en revistas como Vogue.
Para cuando empezó su tour por el Reino Unido y con Fussey como asesora de modas de toda la banda –en la que conocería a su futuro esposo Mick Ronson–, Bowie lucía su cabello corto y rojo, diferenciándose del largo clásico de los 70 y marcando la tendencia para convertirse en el futuro del rocanrol. Y así fue. Con la banda, las canciones y un estilo definido, Bowie pasó de ser un tímido cantante de folk en el club Friars Aylesbury en enero de 1972, a liderar un espectáculo de rock etéreo con la introducción de ‘Ode to joy’ de Walter Carlos que aparece en “La Naranja Mecánica” en el mismo lugar. Los sesenta se habían acabado, y la primera parte de los 70 era dominada por el glam rock en toda su forma con Bowie a la cabeza.
Cuando el disco se lanzó en junio de 1972, Bowie ya había recorrido varios kilómetros tocando en clubes y afianzando a su banda. La temperatura del éxito ya se podía sentir en los auditorios, pero fue su recordada presentación de ‘Starman’ en Top of the Pops el 6 de julio de ese mismo año lo que para muchos fue el golpe definitivo. «Los cuatro minutos que impactaron al mundo», escribe el periodista Dylan Jones en su libro “When Ziggy played guitar” (2012). Incluso, David Hepworth de The Guardian dice que el momento en que Bowie canta la frase «I had to phone someone so I picked on you ooh ooh», apuntando a la cámara, es el momento exacto en el que miles de vidas se transformaron, incluyendo la cantidad enorme de músicos que encabezaron el recambio de la música británica: Mick Jones de The Clash, Gary Kemp de Spandau Ballet, Johnny Marr y Dave Gahan de Depeche Mode, Ian McCulloch de Echo & the Bunnymen, entre muchos otros.
Lo cierto es que, según revelan los datos recientes presentados en el especial de la británica Mojo, la situación tiene mucho más de mito que de realidad. Antes de aparecer en TV, el single lanzado el 28 de abril de 1972 tuvo un impacto menor en los charts británicos, obtuvo el lugar #49 del Top 50, aunque sí tuvo una alta rotación radial en Radio 1 de la BBC gracias al DJ Johnnie Walker. La aparición en el show Lift Off with Ayshea de Granada Television el 21 de junio ya marcaba un precedente, pero tampoco encumbró el single en las listas. Tras la presentación en Top of the Pops, el single pasó del puesto #29 al #20 y, posteriormente, llegó al #10 conforme se fueron dando las repeticiones del programa. Los verdaderos hits fueron ‘The Jean genie’, lanzada en noviembre, llegando al número #2 y ‘Drive-In saturday’ que llegó al #3 en abril del 73. Según Mojo, la tercera transmisión de ‘Starman’ como parte del especial “Top of the Pops: Ten Years of Pop Music, 1964-74”, es la que hoy podemos ver en YouTube, cuando se transmitió el 27 diciembre de 1973. Para ese entonces, Bowie ya era una estrella de alto nivel y, más importante, «la mayoría de los británicos ya habían comprado o arrendado una televisión en colores, un factor crucial para ver a Bowie y los Spiders en toda su gloria», según escribe David Buckley en la revista británica.
El tiempo es un cigarrillo
«Era muy fácil obsesionarse día y noche con el personaje. Me convertí en Ziggy Stardust. David Bowie salió por la ventana. Todos me convencían de que era un mesías, especialmente en el primer tour por Estados Unidos». Así le contaba David Bowie a un joven Cameron Crowe en una entrevista que concedió a Rolling Stone en 1976. «Me perdí en la fantasía, podría haber sido Hitler en Inglaterra, no era difícil. Los conciertos por sí solos daban tanto miedo que los periódicos decían “esto no es Rock, ¡este es el maldito Hitler! Hay que hacer algo”. Y tenían razón. Era asombroso. De hecho, me pregunto…creo que hubiese sido un buen Hitler. Hubiera sido un excelente dictador. Muy excéntrico y un poco loco». Palabra de Bowie.
Más allá de sus desvaríos totalitaristas, Bowie intentó acabar con Ziggy Stardust muchas veces. Primero en el Hammersmith Odeon el 3 de julio de 1973, cuando sorprendió a todos diciendo que no solo era el último show de la gira, sino que la última vez que el público presenciará un concierto de Ziggy Stardust y sus Spiders from Mars. Su disco en vivo “David Live: David Bowie at the Tower Philadelphia” (1974) era otra oportunidad para clavarle la estaca al estrafalario alienígena, pero aparecería en los setlists posteriores. Su visita a Chile en 1990, en el marco de la gira “Sound + Vision” durante el festival Rock In Chile dio cuenta de una luminosa versión guitarra acústica en mano y junto con un Adrian Belew certero en la guitarra eléctrica. Al final, con el tiempo, David Bowie, el artista, probó que podía absorber a Ziggy y traerlo a la vida sin la necesidad de vestir sus atuendos y con otras lógicas musicales, adaptándose al abanico de su carrera.
Eso sí, los constantes sacrificios de Ziggy nunca emanciparon a Bowie, fue lo que creó su marca personal, lo que hizo que su empresa permaneciera en el tiempo. David Jones iba envejeciendo, David Bowie iba madurando, pero Ziggy siempre tuvo una capacidad única para adaptarse a su tiempo y espacio. Cada generación musical se adjudicó su propia versión, desde finales de los setenta con un Johnny Rotten de Sex Pistols luciendo furiosos cabellos rojos y haciendo una apología a la estética rupturista del personaje, pasando por la encarnación gótica de Bauhaus e, incluso, resonando en el underground de Seattle a finales de los ochentas con unos juguetones Alice In Chains que hacían el cover de ‘Suffragette city’. Suede y Placebo exudaban esa sensualidad glam andrógina en la Inglaterra de los noventa, a su vez que la película “Velvet Goldmine” (1998) puso en la mesa la historia de ese Bowie a los ojos de toda una generación que se reencantó con su música mientras el mismo abrazaba el rock industrial y veía, una vez más, hacia el futuro. Arcade Fire haría lo suyo junto a Bowie tocando ‘Five years’ el 8 de septiembre de 2005 en el Fashion Rocks 2005 de Nueva York y, 11 años después, Lady Gaga le rendiría tributo en los Grammy utilizando gran parte de su imaginería cuando Bowie dejó el mundo terrenal.
Ziggy nunca fue un personaje más en la carrera de Bowie, fue la vara con la que el Mayor Tom, en retrospectiva, Alladin Sane, Haloween Jack, el delgado Duque Blanco o el Profeta Ciego tuvieron que medirse. Y seamos honestos, nunca lograron la reverberación del líder de The Spiders from Mars, el gran agente que nos permite entender a Bowie como una exitosa marca personal que genera devoción e identificación. Si «el tiempo es un cigarrillo» como reza la letra de ‘Rock n’ roll suicide’, las cenizas de Ziggy Stardust flotan de manera constante como un polvo de estrellas sónico que nos seduce para amar, una y otra vez, a ese extraterrestre que tocaba la guitarra.
«No, mi amor, no estás solo».
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