The Beatles: Internal affairs en la Calle Abadía
Viaje al interior de «Abbey Road»
1969 fue un año paradójico. Mientras Estados Unidos ganaba la gran batalla espacial a los rusos aterrizando en la Luna, casi en paralelo a la visualización definitiva de los jóvenes como activos sujetos sociales gracias a la eclosión de la generación Woodstock, en los Abbey Road Studios se cocinaba la obra definitiva de la banda más importante de la música pop del siglo XX. Acá, la historia en detalle de aquella mítica gesta a más de medio siglo ocurrida. El capitulo final en la caleidoscópica historia discográfica de The Beatles.
Por Alfredo Lewin
Cuando Paul McCartney llamó a George Martin su tono debe haber sido imperativo. Quería contar con él nuevamente en las perillas y así poder trabajar en el que sería el último álbum de the Beatles. Entre suplicante e imperativo, a la manera tan usual que Paul tenía de ordenar a su antojo, lo exigía pero al mismo tiempo lo hacia sonar como si pidiese un favor especial de parte del experimentado productor y arreglador histórico y su ingeniero asistente, Geoff Emerick.
Paul los necesitaba a ambos de vuelta porque así había sido en el pasado y esa, en definitiva, era la piedra angular del sonido beatle. Sus motivaciones no eran del todo económicas, bien sabemos que el bajista amaba la idea de The Beatles como una identidad, eran su vida y obra y, por lo tanto, ansiaba que todo volviera a ser como antes. Antes de haber iniciado aquella autodestructiva aventura empresarial llamada Apple Corps y de aquel malogrado proyecto artístico llamado “Get Back (Sessions)”, que tanto daño le causó a la banda.
En esas sesiones que luego decantarían en “Let It Be”, el grupo había tratado de producir un álbum en vivo, una grabación honesta, pero solo lograron darse cuenta de la poca magia que fluyía en esas fechas de principios de 1969. Tan hastiados terminaron del magro resultado, que archivaron el proyecto hasta que la película que lo acompañaría estuviera terminada. Sobre todo por ese antecedente, parecería que habían dado vuelta la página. Las fallidas jams del frustrante “Get Back Sessions” dieron paso, con una singular fluidez, a las sesiones de lo que habría de ser “Abbey Road”. Parecía, pero no tanto.
“Abbey Road” ofrecía una panorámica equívoca. Un disco que si era comparado con el “White Album” del 68 (que se considera una obra de Beatles como individualidades), generaba la idea de una unidad que ahora entendemos como engañosa, quizá sugerida por el plan de McCartney de plantear todo el lado B en la forma de una larga canción. “Abbey Road” venía a probar también que el grupo era aún tan prolífico como para sacrificar pequeños pedazos de potenciales canciones y combinarlas en fragmentos de temas para un impecable popurrí de música beatle. Y no es un detalle menor que el contenido de algunos resaltaba la presencia del sol, dando la idea de un sentimiento general positivo y optimista. Ahi apreciamos al astro rey en ‘Here comes the sun’ de George Harrison y ‘Sun king’ de John Lennon.
Al contrario de “Let It Be”, que fue registrado juntos en un frío estudio de cine y televisión, con el proceso de creación siempre teniendo lugar incómodamente juntos, para “Abbey Road” The Beatles trabajaron en la misma dinámica que habían establecido en el “White Album”. Otra semejanza con éste fue la constante presencia de Yoko Ono, aún más evidente ya que con John habían sufrido un accidente en Escocia y los médicos le recomendaron reposo total. Por lo tanto, a los estudios EMI, localizados en calle Abbey Road, llegó una enorme cama de dos plazas donde fue instalada de forma permanente, ahí muy cerca del estudio y hasta con un micrófono por si acaso la japonesa tenía algún comentario que hacer. Los Beatles supieron que tenían que lidiar con esa presión en esta ocasión, sí o sí. De lo contrario, se arriesgaban a perder a Lennon.
Here comes the sun... it's all right
Para EMI, como sello, volver a grabar un álbum con The Beatles era un desafío y, probablemente, movidos por la curiosidad de ver qué era lo que la banda tramaba, dejaron todo programado para que a partir de julio de 1969 el grupo tuviera disponibilidad para poder trabajar a sus anchas.
La sesión inaugural para este disco, que efectivamente se llamaría “Abbey Road” –los estudios EMI recién en 1970 tomaron el nombre de la calle–, se realizó solo con Paul McCartney acompañado de Martin y Emmerick, y tan solo sirvió para que el equipo volviera a sintonizar, porque ya hace un año que estos tres (quienes habían revolucionado la manera de grabar música rock en los 60, especialmente a la altura de “Revolver”) no coincidían en el mismo estudio para producir algo nuevo. Ahí mismo, sentado frente al piano, McCartney tocó una muy sentida toma de ‘You never give me your money’, cargada de una singular melancolía. Ya con Harrison y Ringo Starr presentes, aunque no con Lennon –quien se demoró un par de días en llegar–, empezaron a concentrarse en las nuevas canciones.
Para seguir limando asperezas, sobre todo con George –un tipo tan irritable y desconfiado como el propio Lennon–, McCartney pretendió que en primer lugar trabajarán en una de sus canciones y no las de él: llegaba la calidez de ‘Here comes the sun’. Lo hicieron entonces como trío y algo de poesía hay en aquello, considerando que, quizás, desde su título esta canción significaría una tregua en lo que podría llamarse la “guerra fría” de The Beatles. En esas mismas fechas de principios de julio, también se esbozaba lo que sería ‘Golden slumbers’ de Paul, aún inconclusa porque no la consideraban parte de un todo que sería la suite final.
El grupo estaba recuperando una energía vital, dejando atrás las sesiones de enero. Se sentía como estar de vuelta en casa, con esa sensación de familiaridad con el espacio físico de siempre, con canciones que fueron abordadas con fluidez y, no menor, con un John Lennon ausente. Eso ayudó a que no se produjeran las discusiones habituales que, en varias ocasiones, resultaban de la incomodidad frente a la figura de Yoko Ono y la actitud displicente que Lennon tomaba cuando estaba con ella. El que Lennon no estuviese presente los primeros días fue muy importante para que ciertas heridas, producto de la fricción de George, Ringo y Paul, cicatrizaran. No obstante, la manera de actuar de Paul McCartney igual generaba roces, porque sin el factor Lennon, su liderazgo se convertía en algo totalitario, dando órdenes y provocando la inmediata queja de Harrison y Starr.
Es cierto, The Beatles habían cambiado. Mal que mal, concedían que podía ser la posibilidad de grabar un "último" disco. Despedirse con estilo. Pero sus personalidades no lo habían hecho tanto, ni menos sus dinámicas en el espacio físico de grabación. Aún así, las sesiones de estos primeros días de julio se desarrollaron con normalidad y durante la primera semana y media, estos nuevos Beatles produjeron un buen número de canciones cuya calidad era similar, sino superior a trabajos anteriores. Eso, hasta que John Lennon y por extensión Yoko, se presentaron en Abbey Road.
And in the end...
En las dependencias de la consola de grabación, John se enteró del plan de Paul de registrar un lado A de modo convencional y un lado B que fuera una especie de suite, de concepto o cadena de varias canciones que ni siquiera se parecieran pero que generaran una “linealidad”. De primeras, Lennon lo entendió como si fuera un álbum conceptual –a la manera de “Sgt. Pepper”– y por supuesto se opuso. Pero luego Mccartney se apuró en explicarle que se trataba de llevar a un nivel superior la estructura que habían desarrollado para su homónimo álbum doble en la canción ‘Happiness is a warm gun’. Muy probablemente John estuvo de acuerdo en colaborar solamente cuando se le dio a entender que en este medley/suite se incluirían algunas de sus canciones.
Resultaba evidente que The Beatles estaban poniendo todo de su parte para sacar a flote el disco, pero con los cuatro de vuelta en un mismo espacio físico surgieron nuevamente las discusiones. Una de ellas fue generada por el tema ‘Maxwell silver hammer’, en el que Lennon se negó a participar. Se trataba de una composición cuasi infantil, pero con una letra muy siniestra que ya había agotado la paciencia de Harrison y Starr, y que McCartney insistía en retomar –tal como había pasado antes obstinándose con ‘Ob-La-Di Ob-La-Da’ en 1968.
La verdad, es que cuando el cuarteto dejaba de grabar o tocar procedían a encerrarse en un cuarto para discutir los aspectos económicos de la empresa Apple Corps. Ahí mismo recaían en las descalificaciones, sospechas y hasta los insultos. Resulta bien increíble el hecho de que en estas circunstancias The Beatles hayan podido ser capaces de producir música de calidad, porque efectivamente las canciones de “Abbey Road” son más valiosas y mejor terminadas que cualquiera del “Let It Be”. ¿Sería que eran conscientes de que estaban a punto de separarse o que estaban grabando su último disco?
Más bien podríamos especular que los cuatro sabían que estaban al final de un ciclo, pero no ad-portas de una separación que resultaría definitiva. Quizá, lo asumían como el trabajo previo a una larga temporada sin actividades grupales, esto porque habían negociaciones en curso que se estaban desarrollando en esos mismos meses entre los sellos disqueros en Inglaterra y Estados Unidos. Y más encima, estaba este “nuevo” manager Alan Klein quen terminó siendo una de las razones por las cuales los Beatles consideraron que sus diferencias, en tanto al plan económico de la banda, eran insalvables.
You know I believe and how
Con la mirada esclarecedora que dan los 50 años que han pasado, es fácil percibir de que no todos los miembros del grupo estaban por el “generoso trabajo” de llevar a cabo este último gran esfuerzo a toda costa, tal como lo ha descrito románticamente el productor George Martin. Esa no era la atmósfera que se respiraba en el estudio. Todo lo contrario. Lennon, por ejemplo, se mostraba particularmente interesado cuando se trataba de trabajar alguna de sus canciones, de las otras trató de desligarse todo lo que pudo. Había decidido que trabajaría lo justo –cosa que no era tan novedosa en él– y, en ese sentido, le cedió el protagonismo a McCartney. Esto significaba que Paul podría hacer lo que quisiera con su idea de suite en el lado B, mientras hiciera encajar en las melodías las composiciones de Lennon (que le habían sobrado del el año anterior). La verdad sea dicha: John estaba más concentrado con la idea de una trilogía que sin duda lo definiría: ‘Come together’, la que abre el disco; ‘I want you (She’s so heavy)’, que cierra el lado A; y ‘Because’, está pieza vocal y guitarra psicodélica que se encontraría ensamblada en el medley maccartniano.
Si sucedieron momentos mágicos, estos pueden haber sido con Paul involucrándose de lleno en ‘Come together’ con su famosa línea de bajo o el mismo John alabando ‘Something’, la creación de George. La fluidez de esos pasajes se deben al trabajo de George Martin junto a Geoff Emerick, quienes aportaron orquestaciones, partituras, arreglos y asumiendo la actitud del profesor jefe –en especial Martin– que pone orden en una sala. Su contribución, que había sido tan cuestionada el año anteror, ahora volvió a ser fundamental: la tecnología recién adquirida por EMI, con nueva mesa de sonido y nuevos micrófonos, y también la inventiva de su asistente Geoff a la hora de conseguir efectos, fueron determinantes para que se plasmase el sonido novedoso que el “Abbey Road” irradia, para muchos conformándose como una versión mejorada del “Sgt. Pepper”.
Come together, right now
Para principios de agosto, las sesiones del disco estaban bien avanzadas, el presidente de EMI estaba encantado y presentía que la banda, tal vez, tendría hasta un segundo aire en su carrera, considerando también la calidad de la música que estaban grabando. No era tema si es que estaban discutiendo más de la cuenta, porque los Beatles lo venían haciendo desde 1966. Las sesiones de grabación eran lo usual, oscilaban entre el trabajo duro y un cierto aburrimiento, y esta última instancia era el terreno fértil para las peleas, sin considerar lo inestable del asunto del emprendimiento Apple o lo de la resistencia de Paul hacia el recién aparecido Alan Klein. Frente a esto, la omnipresencia de Yoko Ono más allá de ser algo incomodo, suponía más una excusa para una pelea, que un problema real.
El tema era concentrarse en la idea de trabajar juntos en la misma habitación y eso que parece tan habitual, no lo es tanto porque muchas veces en el estudio de grabación las sesiones se hacían por separado. La obligación de estar los cuatro presentes era lo que iba minando a The Beatles, porque las cosas se pintaban tan tensas que se podía encender en ocasiones una mecha por cuestiones tan mínimas como la comida que el roadie Mal Evans iba a buscar a un restaurante cercano: los cuatro eran muy quisquillosos cuando se trataba de su colación y, más encima, si es que tenían que compartirla. Cuando trabajaban individualmente o cuando estaban solo dos o tres, nunca pasaba nada parecido.
En aquellos días, la banda ni siquiera se habían puesto de acuerdo en el nombre que llevaría el álbum. Recién empezaron a barajar algunas alternativas estando ya casi terminado. Una de ellas fue el último verso de ‘You never give your money’: “All Good Children Go to Heaven”. También se pensó en “Four in the Bar”. Y como en otras tantas ocasiones, siempre es la casualidad la que da la clave sobre el potencial título del álbum: en la mesa de grabación había una cajetilla de cigarrillos de Emerick, de marca Everest. “Everest” contenía la idea de la montaña más alta del mundo, lo que se podría entender cómo el logro discográfico más grande de The Beatles. Claro que sonaba pretencioso, pero fue provisionalmente acordado que así se llamaría y para la carátula, se pensó en una foto de los cuatro en Nepal, cerca del monte Everest (no en la cumbre, tan solo la banda con el imponente macizo detrás de ellos).
Era, a todas luces, una idea poco práctica y más encima era de Paul. Y como el disco había sido programado para finales de septiembre, la impresión de la carátula debería estar lista a principios de ese mes, por lo que ir a sacar la foto tan lejos era un tanto complejo. Así fue como Ringo, que siempre era el que tenía ideas de última hora que generaban iluminaciones proverbiales para los títulos, decantó por la opción más sencilla casi sin quererlo: «hagamos unas foto afuera, en el paso de cebra de aquí mismo en la calle y llamémosle al disco “Abbey Road”». Como sucede en los grandes momentos del rock, uno no sabe si fue verdad que la banda inmediatamente aprobó la sugerencia, no entendiendo que se trataba, tal vez, de otra de las bromas del baterista.
Y así fue como la mañana del ocho de agosto de 1969, The Beatles salieron a hacer la tan icónica fotografía. No quería decir que habían terminado de grabar el disco, ni mucho menos (quedaban dos semanas aún), solo que fue la fecha de la sesión realizada con el fotógrafo Iain Macmillan para inmortalizar a los cuatro cruzando la calle.
It's driving me mad
El último tema de “Abbey Road” en completarse fue ‘I want you’ de Lennon, terminada el 20 de agosto de 1969. Era la última vez –en efecto– en que The Beatles se encontrarían juntos en un estudio. Dos días después, en la casa de campo de John, la banda realizará su última foto grupal. Para el momento en que el disco quedó terminado, Alan Klein, como manager encargado, había reducido a la compañía Apple Corps a una oficina administrativa como cualquier otra y con ello, toda la época de las buenas intenciones y fabulosas ideas había quedado atrás: la utopía de los idealistas que formaban parte de esta corporación acababa. En su gran mayoría habían sido despedidos.
Mientras tanto, se daba por entendido que el grupo empezaba a disgregarse porque se multiplicaban las actividades individuales. McCartney componía para Badfinger y producía para Mary Hopkin; Harrison hacía lo propio con Billy Preston y Jack Bruce; Starr preparaba lo que sería su álbum debut. Aún así, todo aquello no era tan demandante comparado a lo que Lennon y Ono estaban planeando: ya habían compuesto ‘Give peace a chance’ y querían reforzar la reputación de pareja antisistémica, y qué mejor que haciéndolo arriba de un escenario. Eso fue lo que sucedió en el Toronto Rock and Roll Revival Festival de 1969, que los tuvo tocando en vivo. John ya parecía estar desmarcándose de la banda con la que acababa de grabar “Abbey Road”. Un hecho que habla más que las mil palabras que Lennon rumiaba en su boca pero que no decía.
Aunque en la interna se percibía que John estaba harto y que claramente no quería seguir en el grupo, fue el mismo Klein el que decidió que la mejor estrategia para lanzar “Abbey Road” consistía en no filtrar nada de lo que en realidad estaba sucediendo: la agenda propia de Lennon como solista o McCartney incubando su propia familia (su hija Mary nació un par de semanas después de haber terminado de grabar) y, más importante, su propia vida fuera de la banda.
“Abbey Road” se lanzó en septiembre de 1969 y se promocionó sin que se tuviera el menor indicio de la ruptura. John no dijo nada. Incluso, varios meses después –enero de 1970– en una entrevista para la revista Rolling Stone, Lennon (que en general era el más honesto y menos estratégico de The Beatles) se prestó para continuar con la ficción de que la banda aún existía cuando, en efecto, él mismo ya la había abandonado definitivamente.
El fin de una era.
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