Bruce Dickinson
Scream for Me Sarajevo
2018. Eagle Vision
Brutalmente honesto, conmovedoramente humano, desgarradoramente real. Es prácticamente imposible sentarse a presenciar este documental sin que un nudo en la garganta dificulte la respiración o que los ojos se inunden de lágrimas como nos ocurrió a muchos en una silente sala de cine, donde se podía escuchar el latir apresurado de los corazones de los espectadores. Por ello, no es necesario escarbar mucho en los anales y archivos para darse cuenta que probablemente no exista en la historia del Rock otro documental tan crudo y devastador como "Scream For Me Sarajevo", definido por sus propios creadores como una historia de esperanza en tiempos de guerra.
El director Tarik Hodzic y el guionista Jasenko Pasic eran prácticamente unos niños de 14 años, en diciembre de 1994 cuando se enteraron que Bruce Dickinson llegaría junto a su banda a Sarajevo para realizar un concierto en medio de la brutal guerra de Bosnia en la ex Yugoslavia. La idea del show se le había ocurrido al capitán británico Trevor Gibson, perteneciente al ejército de paz de los Cascos Azules de la ONU, encargados de preservar y proteger los derechos humanos de los civiles en zonas de conflicto armado. Gibson pensó que era una buena idea llevar un poco de música y alegría a los jóvenes de Sarajevo en la víspera de la Navidad de 1994, para lo cual se consiguió el teléfono de Bruce Dickinson y le propuso la idea de realizar este histórico pero peligrosísimo concierto en medio de una ciudad sitiada. Contrariamente a lo que de antemano se podría pensar, Dickinson aceptó casi de inmediato, y cuando le preguntó a los jóvenes músicos que integraban su banda solista por aquel tiempo, el bajista Chris Dale, el guitarrista Alex Dickson, ambos británicos, y el baterista italiano Alessandro Elena, todos de 20 años; la respuesta de los muchachos no se hizo esperar: Vamos le dijeron.
Desde ese punto y a 21 años de ocurridos los hechos, todos los protagonistas se reúnen nuevamente en Sarajevo para compartir sus recuerdos y vivencias de una experiencia que los marcó profundamente de por vida. Escuchar los testimonios de niños ahora convertidos en adultos que asistieron a ese concierto, conocer la historia de cómo se realizó el evento en precarias condiciones sólo con unas luces y un sistema de amplificación básicos, en un teatro semi destruido, en la clandestinidad más absoluta para que las fuerzas contrarias no fueran a bombardear el lugar durante el show, incluyendo una travesía de cuatro días de la banda en un camión cruzando las montañas que estaban en la línea de fuego; de como los fans se fueron enterando del concierto sólo por rumores y el consabido boca en boca, para finalmente poder ver imágenes del concierto rescatadas de una vieja videograbadora, todo, todo en este documental tiene un profundo significado y nos muestra la ambivalencia del ser humano, sacando lo mejor y peor de él. Las imágenes de los bombardeos a la cuidad y la muerte de mujeres y niños a manos de los francotiradores son desgarradoramente devastadoras, pero al mismo tiempo ver y escuchar a los fans, a los músicos de las bandas teloneras y a todas las personas que asistieron y estuvieron involucradas en este show y comprender lo mucho que significó para ellos, en un momento donde lo habían perdido todo, sin duda son un regalo para el alma, para el temple y para el espíritu, porque dentro de todo lo bueno que tiene el Rock, además está ese lado mágico de la música como un acto de resiliencia, de contención, de efecto balsámico para el temple y la determinación. Estas personas necesitaban algo a que aferrarse en un momento terrorífico de sus vidas y el show de Bruce Dickinson les dio eso, una esperanza, una motivación, una razón de sobrevivir. Por eso cuando el propio Bruce les pregunta a los músicos que lo telonearon cómo podían ensayar si la ciudad no tenía electricidad producto de los bombardeos, la respuesta que le dan es simplemente mágica: ensayábamos con el espíritu, sentíamos la música en nuestros corazones y en nuestra mente, nos mirábamos al tocar nuestros instrumentos en silencio y sentíamos la conexión.
Emocionante es también escuchar los propios recuerdos de Dickinson y sus músicos, la gira de presentación del disco Balls To Picasso (que fue la misma gira que trajo al cantante y esta banda por primera vez a Chile, donde actuaron en un show inolvidable en el Teatro Caupolicán con Dorso y Criminal como teloneros), había sido un éxito, pero este último concierto en Sarajevo, lo cambió todo para ellos. Elena y Dale concuerdan que de todos los shows que han hecho en su vida, ninguno ha sido más importante y emotivo que este. Al igual que Dickinson, coinciden en que se dieron cuenta que esto era mucho más que un concierto de Rock, que se transformó en un compromiso con personas que lo había perdido todo y que se aferraron a este encuentro de fraternidad y hermandad a través de la música, como si su vida dependiera de ello, y, literalmente, algunos incluso no vivieron para contarlo, pasando a engrosar las cifras de víctimas de la guerra. Por eso, la visualización de Scream For Me Sarajevo es una lección de vida aderezada con mucha de la mejor música solista de Dickinson, en una experiencia absolutamente enriquecedora, donde el director acertadamente no hace una revisión política de los hechos, sino un relato pacifista y que deja en evidencia la gran diferencia entre ser una estrella de rock y una leyenda del rock, y claramente con su compromiso, determinación y entrega por estar personas, Dickinson nos demuestra una vez más que forma parte de ese segundo grupo, lugar donde muy pocos acceden, porque es la historia grande la que los sitúa ahí. No dejen pasar este documental ni por un segundo, porque no hay palabras para expresar lo profundo que les puede calar el corazón. Háganse ese gran favor a ustedes mismos.
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