Blondie
Parallel Lines
Pocas veces el pop rock fue tan aceptado (y aceptable) como en el caso de Blondie. Y es que sería una torpeza del tamaño de una casa negar no solo la importancia de la banda como institución musical; la lista de méritos de los americanos es amplia, y “Parallel Lines”, su obra magna de 1978, los enmarca a todos. Decir “Blondie” es hacer referencia a mucho más que un grupo de música: es un estilo, un término que tanta náusea provoca a los torpes “rockeros” anti-todo.
De entrada, Blondie derriba los muros del machismo, en un universo tan poco amistoso con el mal llamado sexo débil como el del rock. Podría pensarse que digo esto porque su voz principal es una mujer. Pero en el caso de Debbie Harry, lo suyo va mucho más allá. Ella no es una vocalista, es una diva. Un ícono. Y féminas con esa consideración hay bien pocas.
Más aún. Blondie estuvo presente en el nacimiento del punk en Nueva York. Formaron parte de la escena, pera pronto despegarse y, sin asco, adentrarse en la música disco con “Parallel Lines”. Pero hagamos una distinción: de todos aquellos que pusieron el ojo en el disco (desde los predecibles de Kiss hasta lo chocante de la ELO), fue Blondie quien lo hizo mejor, con más solidez y, sobre todo, convicción. No arrancaron a primera de cambio, y aprendieron a vivir bajo la bola de espejos sin perder su categoría.
Este LP quizás no será una obra maestra en términos intelectuales. Es simplecito, es ágil, pero inmensamente divertido, diverso y directo. Imposible de aburrirse de escucharlo, y en esa misma dinámica, sus fuertes afloran a oídos de cualquiera. El tema que da el “vamos” ya te sacude el esqueleto. ‘Hanging on the Telephone’, el feroz rocanrol que inaugura la placa, es, pocos lo saben, un cover a los desconocidos The Nerves de 1976. La versión original nadie la conocía, llegó a los oídos de Harry y Chris Stein, que rápidamente la adaptaron, y miren el resultado. La potencia está brillantemente equilibrada con la melodía, Debbie casi ni se esfuerza para contagiar con su visceralidad, y aquí hay un himno que pasan las generaciones y se niega a envejecer.
Si de tesoros inoxidables se trata, la fiestera ‘One Way or Another’ no requiere mucho esfuerzo ni de la banda ni del oyente para generar un lazo. Hecha para la pista de baile, no hay vergüenza en eso, pero entra por las venas sin remedio. El jugueteo que el grupo organiza en torno a un riff de guitarra insoportablemente fiestero, y son el escenario sobre el cual Harry muestra sus virtudes no solo como cantante, sino como intérprete, un término mucho más amplio, que implica una mayor capacidad para contagiar y transmitir sensaciones, por sobre un simple canto.
El ritmo en las canciones de Blondie es siempre contagioso, por el gran pulso de Clem Burke, claro, pero también por el silencioso reto del bajista de turno, mayormente Nigel Harrison, quien hacía su debut en “Parallel Lines”, y que se hace cargo de una posición vital pero siempre ingrata en el conjunto. Pero qué sería de la música del grupo si no fuese por su aporte, especialmente entrando en la etapa disco de su música.
‘Picture This’, qué buena canción, pop intenso y con una personalidad imponente. En ‘Fade Away and Radiate’ (que tiene guitarra de… ¡Robert Fripp!) Debbie se toma todas las libertades para jugar a ser Patti Smith. Tan cerca en el árbol genealógico del punk neoyorkino, pero tan lejos en todos los otros sentidos, la cruza funciona, en lo que sería algo así como “la balada” del álbum.
‘Pretty Baby’ promete en el arranque un rocanrol de vieja escuela, con un riff muy Rolling Stones. Pero llegan al coro y mutan de manera formidable a unos cánticos de pista de baile, alcanzando otro peak. Lo cierto es que aquí casi todas las canciones son potenciales singles. “Parallel Lines” tuvo seis en total y daba para más. Más aún si ‘Pretty Baby’ nunca lo fue.
‘I Know But I Don’t Know’ puede calificarse como lo más débil del álbum, seguro, por su excesiva simpleza, pero al relegarse Harry al segundo plano en lo vocal, podemos percatarnos de lo que anteriormente mencionamos: la precisión rítmica del conjunto, además de la fuerza de los riffs que adornan cada composición de la placa.
En ‘11:59’ la batuta la lleva más el teclado, y muestra la faceta más “adulta” del disco, con un poco más de dramatismo melódico, pero sirve también para validar un argumento no menor que engrandece a “Parallel Lines” como un brillante trabajo de equipo: la firma el tecladista James Destri en solitario, y es uno de los cuatro músicos del sexteto que aporta composiciones totalmente propias. Harry, Stein, Frank Infante (segunda guitarra) también lo hacen, mientras que Harrison co-escribe con Debbie. Eso nos habla de que, como nunca, Blondie funcionaba como una suma de partes que estaban todas en una misma sintonía.
‘Will Anything Happen?’ es una colaboración de Jack Lee, contactado después de descubrir que él había creado ‘Hanging on the Telephone’, y con ese dato, es fácil entender porqué comparten esa energía punk, sin rodeos, son un ritmo juguetón, casi infantil, y un buen destilado en el coro. ‘Sunday Girl’ es claramente más radial, más amable, y que en su tratamiento parece un refrito al pop británico de los sesentas, lo cual en este marco cancionero, funciona.
Es extraño toparse con un tema que es definitivamente un clásico de una época, pero que en el rock no tiene mucho espacio, viniendo de una banda tan transversal como Blondie. Me refiero a la elemental ‘Heart of Glass’, descarada, hostigosa, pero irresistible estándar del disco, evidentemente coreable, y que en vivo es un carnaval. Este no solo es un himno, sino que hizo de la música disco un fenómeno mucho más válido e incluso “digno”, tentando a otros rockeros a incursionar en él sin mucho éxito. Nadie lo hizo tan bien como Blondie, que llegó a la fiesta de invitado, y terminó poniendo la música. Súper clase.
Todo es un juego al fin y al cabo. Así lo entendemos todo, y así también lo deja claro ‘I’m Gonna Love You Too’, otro rocanrol muy poco tímido, breve, y si después de ‘Heart of Glass’ alguien pensaba que le estaban tomando el pelo, aquí se ríen en la cara de dicho incrédulo. Esa sensación de estar en un eterno recreo no impide que se puedan hacer buenas canciones, con todas sus letras. Ahí está la última de “Parallel Lines”, ‘Just Go Away’, para demostrarlo. Es el fin de la fiesta, con la frente en alto, y ya con algo de arrogancia, después de los méritos realizados. Así, con uno de los mejores cortes de toda su discografía, termina un disco redondo.
Blondie (la banda) es Blondie (la institución, la leyenda) gracias a este álbum. Gracias a todo lo que es capaz de mostrar. Gracias a que amparados en canciones infecciosas pudieron pasar por alto cualquier cuestionamiento por su giro musical. Esa desfachatez los puso en un altar, del cual aún nadie los puede bajar. Y mientras “Parallel Lines” siga contagiando a generaciones con sus melodías, nadie los bajará jamás.
Juan Ignacio Cornejo K.
Tags
Ultimos Contenidos
Mötley Crüe vuelve a su sonido clásico en 'Cancelled'
Viernes, 04 de Octubre de 2024
''Blood Dynasty'': Arch Enemy entrega primeros detalles de su nuevo álbum
Viernes, 04 de Octubre de 2024