Hippopotamus

2017. BMG
En un extremo del espectro, se encuentran los Gallagher y los Davies. Hermanos cuyas relaciones cargadas de nitroglicerina son el combustible perfecto para Oasis y The Kinks, bandas con hambre y ambición de rock and roll, y carnada fresca para sanguijuelas ansiosas de polémica y toxicidad. En el borde opuesto, se encuentran los Friedberger y los Mael. Matt y Eleanor, de The Fiery Furnaces, al igual que Ron y Russell -Sparks- concentran su ansia por el melodrama fuera de los titulares, nutriendo sus composiciones de una cualidad dinámica tal que es capaz de huir de las definiciones de estilo, creando un territorio propio, una suerte de isla conceptual donde todo lo que parece estrambótico para el visitante, se convierte en algo completamente lógico una vez que uno se ha habituado a recorrer sus dominios.
El álbum número 23 de los Mael, llega ocho años después de su trabajo anterior de estudio, The Seduction Of Ingmar Bergman (2009) aunque ello no significa que han estado desaparecidos. Además de trabajar en musicales, proyectos audiovisuales, o revisitar toda su discografía durante 21 noches seguidas en Londres, editaron en 2015 un álbum colaborativo con Franz Ferdinand, bajo el pseudónimo FFS. Hippopotamus, a pesar de su distancia temporal con las obras más legendarias de su catálogo (todas entre 1974 y 1979) como Kimono My House, Propaganda, o No 1 In Heaven, está absolutamente cerca de ellas en espíritu y forma. Lo probado y verdadero es suficientemente bueno para mí y para ti. No necesitamos más, nos dicen en Missionary Position -la posición del misionero-, con el ingenio, el humor y la voz atlética de Russell, intactos.
Edith Piaf (Said It Better Than Me), con su drama pulsante, la galopante y digital Giddy Giddy, el cabaret de I Wish You Were Fun, la operática Life With The Macbeths, la ironía de So Tell Me Mrs. Lincoln Aside From That How Was The Play? (Dígame, Señora Lincoln, a parte de eso ¿qué le pareció la obra?), el surrealismo de Hippopotamus, o la meditativa Probably Nothing, están hechas según los hiperactivos y bizarros códices de esta dupla inefable, condensando lo mejor de su inventiva en 15 cortes que destilan tanto versatilidad como grandilocuencia. Y tal como aquél hipopótamo -del track homónimo- que aparece de la nada en medio de una piscina, los de Los Angeles nuevamente se materializan, gigantes como siempre, en medio de un mundo que los recibe, atónito. Nada de horas de amateurs, este álbum es una bestia. Sparks no necesita probar nuevas posiciones para llevarnos al clímax.
Nuno Veloso
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