The Psychedelic Furs: Sacarle partido a la situación

Sábado 5 de agosto, 2017
Teatro Cariola
En el ensayo y en la prueba de sonido, los grupos afinan lo que pasará sobre el escenario a la hora del show. Ambas instancias se dan puertas cerradas, y es sólo después, cuando hay público presente, que la magia de la música ocurre. Un lugar vacío es una mole de concreto, un lugar lleno es un templo. Anoche no llegó mucha gente a The Psychedelic Furs. De hecho, el número de apertura, Electrodomésticos, un lujo, tocó para un marco de audiencia indigno de su estatura como clásicos nacionales. Y pasó un buen rato entre su última canción, El frío misterio , y la partida de los ingleses, como si quizás hubiese la esperanza de que, ahora sí, llegaran varios rezagados a copar el Cariola. No fue así. Con bastante suerte, y siendo generosos, un tercio del teatro estaba ocupado. Pudo haber sido la receta para un concierto desganado de los Psychedelic Furs, pero fue todo lo contrario: sirvió para crear una atmósfera intima que los pocos que llegaron atesorarán eternamente.
La banda hizo un templo pese al vacío. Richard Butler, espléndido toda la noche, bajó más de una vez por los lados del escenario a estrechar manos y saludar aun más de cerca a los afortunados que estaban ahí mientras cantaba, como siempre, dramático y expresivo. Es la clase de vocalista que declama las letras con afectación de poeta. Para hacerse una idea: cuando dice "Have another cigarette and have another cigarette", en Dumb Waiters , lo hace sosteniendo y fumando un cigarro imaginario. Butler sabe cómo capturar la atención y entiende qué es lo que cautiva, aunque el resto también tiene una gran presencia. Partiendo por Tim Butler, el hermano de Richard, que nos grita en la cara el coro del hitazo Love My Way mientras posa con su bajo. Y qué decir de Mars Williams, un hombre pequeño que alcanza la enormidad soplando el saxo con unos pulmones infinitos ( Heartbeat es toda suya). También se puede afirmar que el sereno Rich Good posee un carisma introvertido cuando solea como si nadie lo estuviese mirando.
Igual que la actitud del grupo con su público local, el repertorio que mostraron fue pura consideración, al punto de incluir una caricia para los más entendidos: Believe , un tema de Love Spit Love, el proyecto noventero en el que Richard Butler (y Tim en menor medida) convivió con Frank Ferrer y Richard Fortus, dos futuros Guns N Roses. En cierto punto, el locutor radial Fernando Mujica se acercó al que escribe para comentar su expectación por el material de Love Spit Love. Entre los asistentes también se veía a otro funcionario de la difusión musical, Sergio Cancino, parado al lado de David Fricke, el periodista de Rolling Stone que anda de paso por el país, y cerca estaba Carlos Cabezas, que se quedó al show. Ésa fue la clase de gente que atrajo Psychedelic Furs. Sería fácil elaborar aquí una queja por la falta de público, pero es mejor quedarse con la impresión de un excelente concierto armado con dedicación para los fanáticos, y los había incluso acérrimos, como el par de personajes vestidos como si los hubiesen sacado de "Pretty in Pink" de John Hughes. Ojalá vuelvan llenando la casilla del grupo histórico en el cartel de algún festival.
Andrés Panes
Fotos: Peter Haupt Hillock
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