Rubio: nadando en la mente de Fran Straube Martes, 27 de Octubre de 2020 (Entrevista publicada originalmente en revista #Rockaxis203, en mayo del 2020) Con tan solo cinco años de recorrido, un álbum y varios EPs a cuestas, no hay duda de que Rubio es uno de los proyectos más atrayentes de la escena nacional por su ecléctica mezcla de música electrónica, étnica y pop. Pero para Fran Straube, su motor creativo está lejos de ser una forastera en el ambiente. Su incursión en bandas como From Mesopotamia, Miss Garrison y Fármacos dejó una huella imborrable en el underground chileno, lo que cimentó su camino para que hoy brille con luz propia, precisamente en un contexto en que su música se convierte en un objeto precioso creado con destreza y habilidad para aliviar el alma en días de reflexión y distanciamiento social. Por Pablo Cerda La primera vez que Fran Straube tocó una batería fue a los nueve años. El instrumento de percusión estaba armado desde la noche anterior, cuando una orquesta había hecho bailar a sus padres y amigos en una celebración de Año Nuevo. «Esa historia sale en todas mis entrevistas, siempre me lo preguntan», advierte con simpatía luminosa. Pero, por más que sea una anécdota conocida, el hecho no deja de ser interesante como hito fundacional. Su relación con la música había nacido gracias a una fiesta, al comienzo de un año, de un nuevo ciclo, lo que cobra mucho sentido décadas después de que tomó esas baquetas por primera vez. Efectivamente, este 2020 también debía marcar el origen de una nueva historia para Rubio. La música siempre ha sido un faro en la vida de Straube y esta vez la conducía hacia México, un movimiento casi obvio para todo artista que busca la internacionalización en el mercado latino. El domingo 22 de marzo del presente año iba a ser el concierto de presentación del EP “La Pérdida” y, al mismo tiempo, su despedida de Chile, en el Teatro Nescafé de las Artes, pero la pandemia del coronavirus dijo otra cosa. A pesar de que estos planes quedaron en pausa, la seguidilla de lanzamientos discográficos sigue su curso según lo planeado, atravesando las turbulentas aguas de la incertidumbre en que está sumida la industria musical. Como buena artesana sónica, Fran no deja que las inclemencias desarmen las piezas de una carrera que le ha tomado años construir. Precisamente, los días de encierro han logrado que los recuerdos florezcan para mirar en perspectiva el camino que la ha llevado desde el underground chileno hasta los festivales más importantes del mundo. - Partiste con Miss Garrison y Fármacos en la década pasada. Cuéntanos cómo fueron esos días en el underground chileno. - Fueron días muy bonitos que transcurrieron cuando todavía estaba en la universidad. Miss Garrsion fue mi primera banda y también era la primera vez que cantaba, más bien gritaba (ríe). Éramos súper cyberpunks, algo muy innovador para la época. El Club Mist estaba recién partiendo, la revista Extravaganza estaba operativa y los conciertos se promocionaban con un flyer en cada MySpace. Todo se hacía a pulso. Me acuerdo que cuando salió una nota sobre nosotros en el sitio POTQ no lo podíamos creer, el internet no era lo que es hoy en día. Nuestra carrera tomó impulso y comenzamos a tocar en los sitios como el mencionado Club Mist, Papagayos y las fiestas de la Extravaganza. El rock estaba mejor posicionado, no como ahora en que el trap o el pop dominan la escena. ¡The Ganjas era lo máximo en ese tiempo! Era todo un mundo nuevo para nosotros y de a poco fuimos asumiendo que la banda iba en serio. Fue un momento perfecto en el que lo teníamos todo. También estuve tres años en Fármacos, justo en su momento de alza. Fue genial dedicarme exclusivamente a la batería con ritmos más complejos, representó una etapa de aprendizaje más como intérprete que como compositora o frontwoman. Ambos proyectos ganaron visibilidad simultáneamente y las fechas se empezaron a topar, así que decidí ocuparme solamente de Miss Garrison. Como empezamos a crecer, cree Rubio por la necesidad de seguir tocando en sitios más pequeños como bibliotecas o en partes donde ni siquiera había sistema de sonido. Al poco tiempo, ocurrió lo mismo que con Miss Garrison y Fármacos, aparecieron cada vez más fechas y sentí que debía priorizar porque parecía pulpo con los tres grupos (ríe). Dejé todo y me enraicé en Rubio, que es lo que más me interesaba en cuanto a letras y composición. Se cerraron puertas, pero se abrieron otras. Lo recuerdo con cariño, especialmente en la cuarentena. En estos momentos uno valora todas esas cosas. - Además de tu experiencia en bandas, tu carrera musical se complementa con los estudios de composición y tu estadía en Barcelona. - Sí, estudié Música y Sonido en la UNIACC, carrera que terminé el 2010, y después me fui a Barcelona a hacer un diplomado en Producción de Música Electrónica. Como el primer guitarrista de la banda vivía allá y el bajista de Miss Garrison Tomás Rivera también estaba en la ciudad, hicimos allá el disco “deAaB” (2012). Vivimos un año y medio en España y también fuimos a ciudades como Zúrich y Berlín, por lo que pudimos experimentar lo que viven las bandas europeas. - ¿Las diferencias entre el underground chileno y el europeo son tan pronunciadas como se piensa? - En Europa también hay lugares que no tienen equipos para tocar, mientras que en Santiago somos más mateos e igual nos preocupamos de, por ejemplo, probar sonido para que la presentación salga bien. Tenemos esa rigurosidad media gringa de querer sonar como profesionales. En cuanto a lo técnico, a veces es mejor tocar en Chile, pero en lo que respecta a la nutrición cultural, Europa es muy rico porque se valora más el arte. - ¿Viste alguna banda o artista underground en esa época que después haya explotado? - Vi a Rosalía cuando tocaba flamenco acompañada de un guitarrista. Había harta gente, pero no era lo que es hoy en día. El 2011 conocí a James Blake en Barcelona y eso significó un gran cambio en mi pensamiento musical, algo que no me pasaba desde que conocí a Radiohead en mi juventud. Hace rato que un artista no me paraba los pelos como Blake. - ¿Por qué te viniste? ¿Se terminó tu temporada de estudio? - Me vine porque no tenía papeles. Llevaba seis meses ilegal allá, me iba a casar en algún momento, pero tenía el pasaje de regreso y pensé que podía armar un nido un poco más estable en Chile. La idea de que «la vas a hacer» en un país extranjero es un mito, porque cuando llegas a Europa y te rodeas de tanta gente talentosa, todo se vuelve mucho más difícil, especialmente si eres latino. Tenía que quedarme allá mínimo tres años. - ¿Tres años solo golpeando puertas? - Claro. O nos quedábamos tres años tocando puertas allá o regresábamos con parte del recorrido hecho. Yo sentía que mi carrera musical tenía un poco más de terreno avanzado en Chile, entonces me devolví y creo que fue la mejor decisión, no me arrepiento de haberlo hecho. Me encanta ser chilena, ser latina. Amo haber nacido en esta parte del planeta. Es un gran desafío dedicarse a las artes en esta zona, no es algo fortuito. Si en tu interior sientes que hay una llamada, tienes que seguirla. - ¿Qué pasa con Miss Garrison cuando regresas a Chile? ¿Cómo te encaminas a la formación de Rubio? - Miss Garrison ya tenía fechas en festivales y yo, con lo inquieta que soy, quería hacer otras canciones y empecé a hacer más maquetas. Hice un video de muy bajo perfil con una amiga y lo lancé a YouTube, con lo que conseguí buen feedback. El primer demo de Rubio se grabó en la casa con Matías Contreras, quien me ayudó a producirlo. En el 2016, el proyecto se profesionalizó y empecé a grabar la serie de EPs. Miss Garrison nunca tuvo mucho equipo, siempre fuimos solo los tres, pero con Rubio se formó un grupo de trabajo que estaba interesado en el proyecto. No sería nada sin ellos. - ¿Cómo se formó este equipo? - Se formó cuando entré a Jungla y conocí a Víctor Schlesinger, quien recién estaba partiendo con el sello y me ofreció ser parte de él. Pensé: «¿quiero ser cabeza de ratón o cola de león? ¡Cabeza de ratón!» (ríe). Llevamos cuatro años de trabajo en los que hemos aprendido muchas cosas. También conocí a mi manager, Pablo Porter. Él se enamoró del proyecto y empezamos a generar ideas, como sacar el disco en la serie de EPs. La libertad que me dan es vital para que yo pueda jugar con las artes, con los videoclips, las temáticas y los lanzamientos, se me abre una estética general gracias a la confianza que el sello deposita en mí. Soy muy trabajólica y apasionada, entonces tener ese apoyo me da las armas para seguir. Explosión de arte Conforme las canciones se volvieron más complejas, Fran decidió que Rubio tenía que tener una banda y reclutó a los músicos Leo Moustache, Gustavo Henríquez y Andrés Abarzúa, ingredientes esenciales para generar la magia que requerían las nuevas composiciones, lo que ella denomina como «una explosión de arte». Encapsuló la potencia orgánica de Miss Garrison y la transformó en un show artístico con el respaldo de gente apasionada por el proyecto, como el productor Pablo Stipicic, al que sindica como su gran hermano de la vida. «Somos como una célula», argumenta la artista, «y esa célula tiene que tener harto movimiento para generar un sustento potente que me permita ser libre. Eso es lo que más me gusta de Rubio, no hay techo ni leyes impuestas», se sincera. - ¿Cómo lo haces para crear los conceptos de tu trabajo en estudio? - Cada EP es una proyección de mi voz interior y del estilo musical que quiero seguir. En la saga R.U.B.I.O., el concepto giraba en torno a este pez raro y chamánico que representa parte de lo que yo sentía en ese momento. Cuando hago discos me invento un argumento, casi como si fuera una película. Por ejemplo, en el nuevo material, el pez sale del agua e inicia el viaje por un mundo humano lleno de avaricia, codicia y egoísmo. Eso es “La Pérdida”, canciones con un toque de nostalgia que hablan de valorar lo que ya no tienes, de buscar la inmortalidad o el elixir de la vida, de la sociedad entre dormida y despierta que vive pegada al celular sin ver el mundo gigante que la rodea. Siento que ese pez es símbolo de una profecía autocumplida. Ahora viene “La Existencia”, un material con otra vibración que habla de la vida, de la muerte y del amor. “La Pérdida” tiene un carácter más introspectivo, mientras que en “La Existencia” hay una elevación. Y en “El Fruto”, el último de esta nueva trilogía, hay un aprendizaje de todo este viaje. De ahí nace “Mango Negro”, el disco completo. Tener este concepto me ayuda a formar un diagrama en mi cabeza para crear las letras y la música. - ¿Primero desarrollas ese esquema y después lo demás? ¿Cómo unes todo? - El concepto y la música están cercanos en cuanto al tiempo, mientras que las letras siempre van al final. Para crear las melodías, me invento un idioma y, luego, les coloco la letra. Esas melodías me llegan desde el interior y forman este canal en el que se desarrolla el mensaje. Rubio es música intercontinental, mezclamos tantos sonidos orgánicos, electrónicos y étnicos porque yo escucho mucha música. No soy «hater», valoro una buena canción, desde el bolero hasta la música docta. No me encierro en un estilo, de hecho, mis playlists son súper variadas. - Cuando piensas en toda la música que escuchas, ¿cuáles son las bandas que confluyen en tu playlist y que aparentemente no tienen nada que ver entre ellas? - Toda la música que he escuchado está en mi corazón, nunca miraría para atrás y te diría «¿cómo escuchaba eso antes?». Recuerdo que tenía un vecino gringo que me mostró a Nirvana cuando tenía siete años y grababa sus casetes. Amaba a Kurt Cobain, me sentía reflejada en él y lo admiraba. - Todos los que escuchamos Nirvana desde chicos alguna vez nos sentimos como Kurt Cobain. - ¡Exacto! Yo quería ser él. En la misma época, me dio por escuchar a Silvio Rodríguez, ¡y es tan distinto a Nirvana! También me metí en el rap francés, hasta que en la Enseñanza Media conocí a Björk y me llevé una gran impresión. Junto con Radiohead, fue un gran cambio, me quedé pegada con su instrumentación. A mi mamá le gusta la música étnica, así que escucho esos cantos desde que era pequeña, me llegan al corazón y me paran los pelos, sobre todo por los instrumentos orientales. También me gustan las cuerdas de la música docta gracias a mi papá. Por otro lado, conocí muchas bandas de música electrónica cuando me fui a España, entonces, te puedes dar cuenta de que soy muy melómana, valoro muchos estilos musicales. Recuerdo que, en el colegio, todas las niñas escuchaban Spice Girls, pero yo nunca enganché mucho con ellas, me conectaba más con Nirvana o con Korn. - No conectaste con las Spice Girls, pero tampoco las odiabas, ¿o sí? - No, yo jamás podría odiar la música de alguien. Con los años me he dado cuenta de que la música es una vibración y que la persona que está tocándola da lo mejor de sí, desde la banda más under que puedes ver en un bar hasta el mega artista que encabeza un festival. Eso hay que valorarlo, es su expresión, su canto y su voz, esa persona lo está dando todo. Al final, ¿quiénes somos nosotros para juzgar si su música es buena o mala? Es su arte, es su expresión, es su forma de desahogarse tocando guitarra o cantando. Me pasa también con los videoclips, a veces tengo cercanos que enjuician el trabajo audiovisual de otra persona y lo catalogan como malo. ¡El director hizo lo mejor que pudo! Si se lanzó ese video es porque a alguien le gustó y quiso compartirlo. Al final es arte, dejémoslo ser. - ¿Has tenido choques con posturas esnobistas dentro del circuito? - Siempre hay posturas esnobistas dentro del medio, pero trato de no enganchar con ese asunto. Es mi vida y quiero ser feliz con el arte que hago. Siempre va a haber gente a la que no le guste, pero prefiero mirar hacia adelante, porque si le hiciera caso a cada cosa que dicen, terminaría frustrada. Dime lo que hay, dime tu verdad La honestidad es uno de los atributos más llamativos de Fran. El contexto actual no permite que la conversación con Rockaxis sea presencial, pero eso no es impedimento para generar una comunicación fluida y llena de corporalidad a través de la pantalla de un celular. Se mueve constantemente, agarra su taza y fuma con la misma naturalidad que se desenvuelve en el escenario. Como no, esa actitud también se traspasa a lo musical. Es tan desprejuiciada, que su propuesta admite a Carlos Cabezas, Gianluca y Frannie Holder sin que eso genere ruido alguno, lo que produce un caudal de sensaciones atractivas para las mentes más abiertas. Esa misma capacidad para romper los esquemas se traduce en un público tan amplio que ni siquiera ella sabe cómo definir, pero eso no le incomoda. Es más, la conecta con las distintas sensibilidades que va generando en cada una de las personas que despiertan ante la llamada de su música. - En “Pez” tuviste las colaboraciones de Carlos Cabezas y de Gianluca. ¿Cómo fue unir estos dos mundos? - Fue mágico, somos tres generaciones distintas que igual tienen en común un aura nostálgica y muy honesta. Son seres muy sensibles. No fue algo pensado, nunca hice el esfuerzo consciente de «unir a distintas generaciones», se dio de manera natural. Carlos iba a las tocatas de Rubio y a las de otra banda en la que participé llamada From Mesopotamia. En ‘Luz’, del “Pez”, necesitaba una voz baja y él logra interpretar esa melodía sombría. Le mostré la canción, le gustó, y empezamos a trabajar juntos, igual que con Gianluca. Cuando colaboramos, él no tenía la visibilidad de hoy. Lo conocí en un festival en la playa y generamos esta admiración mutua. - ¿Las canciones estaban totalmente planeadas antes de las colaboraciones o se fueron amoldando en el camino? - Ambas canciones estaban hechas antes de las colaboraciones. Obviamente, Gianluca fue colocando sus frases en el momento, pero el esqueleto ya estaba inventado. En “La Pérdida”, invité a Frannie Holder de la banda canadiense Random Recipe a cantar en ‘Nudo’ y el proceso fue el mismo. La admiro mucho, es muy talentosa y se conecta bien con su arte. La conocí en giras y coincidimos en muchos festivales, nos hicimos amigas y finalmente hicimos una canción juntas. Llegó a Chile antes del estallido social y le dije que tenía una canción ideal para ella. Le conté de qué trataba, inventó la melodía y le hizo una letra en francés. Me encanta que sea de otro país, que hayamos conectado y trabajado acá en Chile. - Con esta música tan ecléctica debe ser difícil apuntar a un nicho en términos de fidelización. - Claro. A veces me preguntan si hay algún par musical dentro de la música chilena, pero yo siento que no. Quizá te pueden discriminar por eso o puede que no sepas el público al que debes abarcar estratégicamente hablando. ¡No tengo idea cuál es mi público! (ríe). De lo que sí me doy cuenta es que la gente que escucha mi música es sensible porque me llegan mensajes súper profundos en mis redes sociales. - ¿Y puedes dilucidar el rango etario de tu público? - Hay de todo un poco. Hombres, mujeres, chicos y grandes. A veces uno cree que está solo en el mundo, pero te das cuenta de que hay gente que está en la misma vibración que tu gracias al arte, les pasan las mismas cosas, pero interpretan tu música de distinta manera. Siempre contesto los mensajes que me mandan, porque me siento como una artesana de sonidos, como esa gente que elabora algo, lo vende por Internet y recibe comentarios de la gente que lo adquiere. Si me escriben un mensaje gigante y profundo contándome una situación, siento que debo contestar. Tengo que hacerme responsable de lo que estoy compartiendo. - Al ser la cara del proyecto, se produce una cercanía más íntima entre tú y el público. - Totalmente. También es válido que cada persona haga lo que siente con la música. Hay artistas que hacen un show espectacular y con playback, esa es su forma de hacer un espectáculo y de entretener. Yo veo la música de otra manera. Al final, uno solo tiene que ser honesto. La música trae frutos Lollapalooza Chile ocupa un lugar especial en la historia profesional de Fran Straube, no solo por sus actuaciones con Miss Garrison y Fármacos, sino porque la versión 2018 marca el punto de partida de Rubio como banda. «Nos asignaron el escenario electrónico del Movistar Arena y yo recién estaba tocando con la banda, era nuestro primer show grande. Fue muy lindo porque era un escenario gigante. Al año siguiente, tocamos cuando salió “Pez” y ya había una fanbase más leal», recalca la artista. Su actuación en 2019 venía precedida por la buena prensa de su larga duración y también de sus actuaciones en el extranjero, las que solo hablan de un producto único con texturas sónicas hechas para deslumbrar en cualquier destino. - Estuviste en el Primavera Sound, tocaste en la radio KEXP, te hicieron una nota para los sitios especializados Rolling Stone Colombia y Pitchfork. ¿Cómo manejas la exposición mediática que ha tenido el proyecto? - Rubio se nutre de lo intercontinental, por lo que mis energías van para ese lado. Que la prensa internacional lo note es algo hermoso. Siento que Rubio es para el mundo y agradezco que los medios importantes le den esa visibilidad, me hace sentir que las cosas van bien y que la música trae frutos. El show de Rubio en el Primavera Sound es el mejor que hemos hecho en la vida. Estaba repleto, sonaba increíble, las luces eran soñadas y veía la luna y el mar ahí mismo. A veces me dan ganas de llorar cuando toco, pero esa vez pensé que iba a explotar. Estábamos en un escenario intermedio entre otros dos grandes, ya había terminado Arctic Monkeys y la gente empezó a llegar a nuestro show. Yo juraba que, como éramos una banda chilena, íbamos a tocar para menos gente, ¡pero estaba repleto! Fue mágico. Tocar ahí es un sueño, además el clima acompaña, el lugar es exquisito, no hay atochamientos y la curatoría es excelente. Me encantaría que se repitiera. - ¿Cómo llegaron a tocar allí? - A través de una postulación. Éramos la delegación chilena junto a Niños del Cerro y Como Asesinar a Felipes. Dejamos bien parado el nombre de Chile, estábamos todos con el «pecho de paloma» (ríe). - ¿Y cómo fue tocar en KEXP? - Los chicos de KEXP nos vieron en el festival Fluvial y nos ofrecieron tocar allá. Les dije que les cobraría la palabra (ríe). Pasó un tiempo, ellos supieron que yo iba a Estados Unidos y nos invitaron a grabar al programa. Es impresionante, tienes una oportunidad para tocar, se mezcla ahí mismo y eso es todo. Como veníamos de la gira, estábamos bastante aceitados, así que salió bien a la primera. - Nuestro editor, César Tudela, escribió en Twitter que si Como Asesinar a Felipes fuera de Bristol, todo el mundo estaría hablando del post trip hop, y queda la misma sensación con tu propuesta. ¿Sientes que tu música generaría más ruido si te hubieses desarrollado en otro país? - No lo sé, uno siempre puede imaginar como hubiese sido la vida si hubiera nacido en Amsterdam (ríe). En otros países hay más industria, los nichos son más grandes, hay cabida para la música experimental o para el pop, cada uno tiene su espacio y puede florecer. Acá en Chile no hay industria, hay escena y todo es más chiquitito. A veces nos gustaría que los artistas florecieran, pero no se puede por lo pequeño del circuito. Por algo nací en Chile y el desafío es no rendirse. A veces uno se frustra porque tener una banda es inversión de tiempo y dinero, pero hay que confiar en que tus guías y tus ángeles te darán la fuerza para seguir. Tormenta del siglo XXI El estallido social en octubre de 2019 fue un acontecimiento histórico que marcó para siempre la vida de los chilenos. Obviamente, los músicos no estuvieron al margen de ello. De hecho, muchas veces fueron los protagonistas de distintas manifestaciones culturales estando en terreno con la gente, aportando nueva música que retratara el momento o reversionando clásicos del cancionero nacional para encajarlos en el presente como pasó con ‘El derecho de vivir en paz’ de Víctor Jara. Fran participó en una de las actualizaciones de este himno como parte del colectivo Músicxs de Chile y lo destaca como un gran momento en un clima de sensaciones mezcladas. Ahora, con la perspectiva del tiempo, logra reflexionar más a fondo sobre esta detonación de energía que acabó en un encapsulamiento a causa del coronavirus. - ¿Cómo te pegó el estallido social en su tiempo? ¿Algo de eso se plasmó en tu proceso musical? - Yo no soy tan literal para lo político. Sí creo que mi arte es político, pero no sé si desde la rabia, trato de expandir un mensaje mucho más luminoso. Con el estallido me quedó la cagada, me bloqueé. Fue hermoso que pasara, tenía que pasar, pero también es fuerte. Chile estaba creando una energía muy poderosa y yo me retraje. Salí a marchar siempre en la mía, sin publicitar tanto mi postura política. Creo que la revolución es interna. - Te invitaron a hacer una versión de ‘El derecho de vivir en paz’. ¿Cómo estuvo eso? - Sí, con Illapu, Francisca Valenzuela, Javiera Parra y varios más. Fue súper bonito. Lo que más me gustó fue que, sea cual sea el estilo o la importancia del artista, estábamos todos en la misma onda. De hecho, ir a grabarlo fue muy entretenido, fumábamos un cigarrito, teníamos la adrenalina que se vivió al inicio del estallido y nos unimos de verdad, sin egos. La unión con otros también es una enseñanza que aprendimos del estallido. - Ahora está todo en pausa por el coronavirus. ¿Qué pasa con tus planes para radicarte en México? - Ya solté, será cuando tenga que ser. Todo esto de la cuarentena me ha hecho pensar que los apuros se los hace uno mismo. - ¿Y cómo has vivido el encierro? - Tengo que agradecer porque la he llevado muy bien. Hay una parte de mi a la que le gusta que el mundo esté detenido un rato. Era necesario que todos nos miráramos un poco hacia adentro. El mundo y los animales también debían tener un respiro. Es una época para interiorizarse. Veníamos del estallido social, de sacar esta rabia interna y ahora todos nos fuimos hacia adentro; hay mucha incertidumbre, pero yo estoy viviendo el día a día, haciendo deporte, acompañando a mi mamá, muy tranquila conectando con mi gente, no estoy urgida. Por el lado personal, estoy bien. Esa ha sido la misión en estos tiempos, valorar la presencia. ¿Necesitamos producir y crear sin parar? Creo que no, a veces es importante estar con las personas, tener buena salud, caminar, mirar el cielo, cosas esenciales que se estaban olvidando. Ojalá no volvamos a lo mismo de antes y sea un cambio para todos. Es frustrante que los grandes poderes nos tengan dominados y que las personas no puedan hacer mucho, pero confío en que todos aprenderemos de esto, a cada uno le está pegando de una manera en la que tiene que sacar una lección. - Era importante detenerse un rato, pero pueden pasar dos cosas: aprendemos de esto y hacemos un cambio de paradigma total o volvemos a lo de antes con más fuerza y eso sería bastante triste. - Creo totalmente en que pensar mucho en el futuro produce ansiedad y pensar demasiado en el pasado produce depresión, así que hay que vivir el presente. Estamos todos en la incertidumbre y quizá no es el momento para adelantarse a lo que va a pasar. Los que estamos bien, tenemos para comer y tenemos buena salud debemos agradecer. - ¿Estás creando más música en esta etapa? - Como voy a sacar “La Existencia” en julio, estoy bien en términos de lanzamiento. Ese es mi EP favorito porque es el más experimental de los tres. Mi mamá tiene una pieza de 1x1 medio abandonada, así que puse mis máquinas y mi home studio allí, pero estoy haciendo las cosas muy a pulso, sin mucha pretensión. Estoy jugando, leyendo tutoriales de sintetizadores y dibujando harto. Trato de no presionarme; si hay días en que no quiero hacer nada, no lo hago. Seres invisibles La naturaleza juega un rol preponderante en el arte de Rubio. Títulos como ‘Árboles’, ‘Las plantas’, ‘Pájaro azul’ o ‘Jardines’ representan su tributo hacia las fuerzas de la tierra que la inspiran, un aspecto que Rolling Stone Colombia apunta en su nota como «un puente de madera que nunca ha sido quemado» y resalta el video de ‘Ir’ en el que se puede ver a la artista «acostada entre los árboles, bajo una cascada y en una balsa en medio de un lago, con una fotografía que muchos músicos quisieran tener en sus clips». Esa conexión entre lo sintético de su música y lo indómito de sus letras no es al azar. De hecho, es la manifestación empírica de vivencias que ha tenido desde pequeña, reforzadas por una crianza en total contacto con lo emocional y que confluyeron en experiencias que vivió como adulta. De sus palabras se desprende un profundo respeto por su tradición y herencia, consciente de que entendiendo su historia podrá seguir caminando en tierra firme. Ahora es el momento de brillar. - Viviste en la montaña durante un tiempo. ¿Cómo fue esa experiencia? - Sí, viví con una novia y muchos animales en El Arrayán durante casi dos años. Fue genial porque eran los inicios de Rubio, entonces conecté con la soledad. Podía mirar las estrellas y escaparme de la ciudad. Ahí se inventó “Pez”. Aprendí de la medicina natural, generé un canal que antes no tenía y vencí el pudor de mostrarme como soy. Después regresé a la ciudad cuando salió “Pez”, ahí vinieron las tocatas, las giras y se formó la banda. Fueron dos años de introspección y, luego, puro movimiento. Ahora volvimos al capullo, así son los ciclos de la vida. - ¿Te consideras una persona espiritual? - Sí, totalmente. Me gusta harto el terreno de lo invisible, me atrae más que el de lo visible. Le soy fiel a las señales, a veces puede caer una hoja delante mío y creo que es una señal. Estoy súper conectada con la espiritualidad y con las emociones. Me fui a la selva un tiempo y tuve un aprendizaje bastante profundo. Creo en las fuerzas del universo, en los guías y en el karma. Al final, somos energía, no tenemos que olvidarlo, por eso la mente, el corazón, el espíritu y el alma tienen que estar en equilibrio. Las personas somos muy poderosas y luminosas. Todas las terapias que hago son espirituales, no se basan en la medicina tradicional, siempre me he relacionado con ese lenguaje y para mí tiene mucho sentido. - ¿Y de dónde viene esta conexión con lo espiritual? - De mi mamá, ella me enseñó a observar nuestras emociones. Creo que irme a la selva o vivir en El Arrayán fueron experiencias que clarificaron el mensaje. Mi conexión con lo invisible viene desde niña, a través de la nutrición, de la naturaleza y de los angelitos. Cuando inició el proceso de “Pez”, logré tener una mayor consciencia de ese mensaje que siempre ha estado, solo depende de uno si lo quiere ver o no. - ¿Te sientes en tierra firme musicalmente hablando? - Sí, estoy orgullosa de cómo se han dado las cosas. Le hemos puesto tanto amor a esto que siento que lo merecemos (ríe). Soy súper metódica y quiero compartir algo bonito. Creo que voy a hacer música toda mi vida y siempre me pregunto: «¿Qué música estaré haciendo a los 54 años?» (ríe). Desde Miss Garrison hasta Rubio ha sido una línea de tiempo muy extensa, las canciones de ambos proyectos son totalmente distintas, cómo cantaba, cómo hacía las letras, cómo me mostraba. Estoy compartiendo mi crecimiento musical sin pudor. Esta soy yo, estas son las etapas en las que he estado y tengo la frente en alto. Uno va creciendo, va cambiando y, al final, es mi manera de aportar al mundo, veo que la gente lo recibe y eso es un regalo. Como te decía, me siento una artesana. Me siento plena. Obvio que a veces hay dificultades, hay distractores, hay autoboicot, pero en verdad estoy agradecida de lo que he formado. - ¿Ese boicot es el miedo a «salir a la superficie»? - Es el miedo a brillar, siempre lo he tenido. A veces me siento expuesta, me asusto y no me la creo. A mí me cuesta decir «soy bacán» o «la música que hago es increíble», porque soy exigente, pero tengo que brillar. Cuando toco en vivo no tengo esos miedos, esas inseguridades se van, me elevo y no me boicoteo. - Es increíble que en la trastienda de una música tan atrevida se genere esa dualidad. - Todos tenemos dualidades y lo he trabajado. Creo firmemente en que hay que tratar esos monstruitos y ruidos internos, la vida es amor y es para estar feliz, uno nace para eso. Hay que sanar todas esas marcas en lo profesional y en lo sentimental porque, al final, uno mismo es su peor enemigo. Si no estás en paz, el único perjudicado eres tú. Tags #Rubio # Fran Straube Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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