Félix Allueva: "Creo que terminó mi tiempo en la Fundación Nuevas Bandas" Conversamos con el gestor cultural venezolano sobre su reciente libro Jueves, 30 de Diciembre de 2021 El gestor cultural publica el libro "El acecho de una silenciosa exclusión", su testimonio como testigo en el mundo de las artes en tiempos del chavismo. Además, el certamen musical que creó cumple 30 años, aniversario que es celebrado con disco doble recopilatorio Por Humberto Sánchez Amaya En julio de 2015 el equipo de la Fundación Nuevas Bandas fue invitado a Tiuna El Fuerte, un complejo cultural impulsado por el chavismo en Caracas. Fue la noche de un viernes. Había música, comida y bebida. Un momento ameno entre centenares de personas ansiosas por distensión en la ciudad. El lugar es a cielo abierto, con cabida a propuestas alternativas, lejos de los circuitos más comerciales, pero con clara tendencia hacia la ideología gobernante. El presidente de la Fundación Nuevas Bandas, Félix Allueva, encabezaba el grupo de invitados; en un intento de establecer un diálogo entre sectores. Todo transcurría bien, pero de repente la situación se puso tensa. Un par de asistentes empezó a buscarle pleito al gestor cultural. Lo llamaron "escuálido", el calificativo peyorativo con el que Hugo Chávez llamaba a sus opositores. No pasó a mayores, pero fue un tenue ejemplo de las crispaciones sociopolíticas de las décadas recientes en el país, procesos de la sectorización del pensamiento que trasciende lo geográfico, pues Tiuna el Fuerte está localizado en una parroquia considerada por el poder como bastión del chavismo. Esa experiencia está registrada en El acecho de una silenciosa exclusión, el más reciente libro de Félix Allueva, una de las figuras fundamentales del rock en Venezuela. Es el testimonio de una vida dedicada a la gestión cultural, y en este caso, al rock y el pop, especialmente a través del Festival Nuevas Bandas, que cumple 30 años de existencia como vitrina de agrupaciones musicales que se han convertido en referencias como Los Amigos Invisibles, Caramelos de Cianuro, Los Mesoneros, La Vida Bohème, Rawayana, Viniloversus, Candy 66, Los Mentas, Famasloop y Anakena. El libro forma parte de los proyectos del autor paralelos a la Fundación Nuevas Bandas. Es la exposición de cómo los tentáculos del chavismo han alcanzado el quehacer cultural. El autor lo hace desde su silla de protagonista y testigo. En su páginas se detalla cómo desde el poder se ha querido subyugar a la cultura, para hacerla sumisa e ideológicamente comprometida. En uno de los capítulos, cuenta cómo en 2007 lo llamaron desde la empresa estatal de telefonía para hablar de un patrocinio. En la reunión manifestaron la intención de apoyar al Festival Nuevas Bandas. Habría financiamiento, siempre y cuando él se retractara de unas recientes declaraciones en prensa en las que cuestionaba la gestión cultural del Gobierno. Le mostraron un sobre que compilaba sus testimonios a los medios. "En pocas palabras, el gerente de mercadeo de la empresa telefónica del Estado en realidad era un comisario político. Ratifiqué mi postura de crítica al Gobierno, dando como un buen ejemplo lo que acababa de suceder, y me retiré inmediatamente de la reunión", expresa en el libro. No hubo festival ese año, momento calificado además como crítico por el autor. Disminuyeron los patrocinios del sector privado por la precariedad económica e institucional del país. En el libro se lee sobre remoción de directores culturales incómodos y críticos, programas artísticos sospechosos de adoctrinamiento, creación de organizaciones para afectar la credibilidad de instituciones afianzadas, disminución de presupuestos, opacidad en los datos de entes oficiales y mucho más. Por ejemplo, detalla cómo desde el oficialismo se impulsaron iniciativas que hicieran mella en lo establecido, como el Frente Nacional de Bandas Rebeldes, con obvia filiación chavista. Varias han sido las vicisitudes. Tanto así que de aquellas ediciones del Festival Nuevas Bandas en grandes espacios abiertos y plazas, con aproximadamente 14.000 asistentes en dos fechas, las ediciones recientes previas a la pandemia, se han hecho en anfiteatros más pequeños, con un aforo de 2.000 personas. Pero el certamen se mantiene como una referencia de lo que está pasando en Venezuela, un punto de encuentro de bandas de rock de diversas regiones del país. A Félix Allueva siempre le han preguntado cómo ha hecho la fundación para sobrevivir durante tantos años en un entorno tan complicado, con el chavismo y lo que representa. Entonces, se dio cuenta que había un discurso sin elaborar. Y se sentó a darle forma a esa respuesta, y ver cómo también otras organizaciones y figuras del mundo cultural se han visto afectadas por lo que ha pasado en revolución. "A eso se sumó que los amigos de Provea (Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos) me comentaron que los derechos culturales son un tema poco abordado en el país. Así surgió todo este libro", cuenta sobre la ONG de derechos humanos que impulsa la publicación. El compromiso social. Félix Allueva es trabajador social. En su juventud militó en las filas del marxismo radical. Después, decidió trabajar en instituciones culturales como el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, hasta que empezaron sus andanzas en el rock. A pesar de las desavenencias contadas en el libro no se nota en la publicación un deseo por abandonar, por tirar la toalla. "El acecho de una silenciosa exclusión" sale publicado en momentos en los que la escena musical está mermada. En Venezuela no suelen presentarse ya artistas internacionales, buena parte de las bandas que han logrado trascendencia han emigrado. Otras permanecen en el país muy activas, como Desorden Público y Caramelos de Cianuro. Sin embargo, ha disminuido notablemente esa dinámica de bares y festivales para que los emergentes se den a conocer. La pandemia empeoró todo. Si bien es cierto que actualmente hay una reactivación de shows, la escena no es la misma de hace 10 años, y mucho menos de hace 20, cuando se hicieron festivales como el Caracas Pop Festival, que podía reunir durante la misma semana a Oasis y Sting, por citar solo a dos. En noviembre se conoció el cierre de El Molino, uno de los pocos bares rockeros de Caracas. Félix Allueva revela que entre sus familiares y amigos, especialmente su hija, hay temor por lo que pueda generar el libro. Sin embargo, dice que está controlado. "Ella, a su poca edad, captó lo que sucedía. Vio todo el proceso de entrevistas a la gente que vino a mi casa. En estos veinte años a mí me han pasado cosas más complicadas. Me han amenazado, me han incitado a la violencia. Algunas están descritas en el libro, otras no. Yo tengo calle. Sé las consecuencias que puede tener esto. Las cosas hay que decirlas y debemos seguir adelante", afirma. Claro que hay hechos que decidió no traer a colación, no sólo de experiencias pasadas, sino de las aproximadamente 100 entrevistas que hizo, además de la revisión de distintos documentos. "Hay mucho que quedó por fuera. Situaciones muy cerradas, en la que solo estamos otra persona y yo. Por ejemplo, sentarme con un conocido dirigente del país y que me hable claro. Tanto así, para darme cuenta que no se trata de una revolución, sino de una imposición. Sólo hablo de aquellos hechos en los que hay testigos. Si no, la otra persona puede decir que es mentira. También hay gente que me dio testimonio, pero que no quiso aparecer", agrega. También hay declaraciones de figuras de la escena musical que recuerdan hechos cuestionables, como la petición a La Vida Bohème para que no se refirieran en tarima a las largas colas para comprar comida en momentos de escasez, como ocurrió en 2015 en la ciudad de Mérida. Otros proyectos. "El acecho de una silenciosa exclusión" no es el único plan de Félix Allueva. En su mente inquieta surgen más, todos desvinculados de la institución que ha dirigido. "Creo que terminó mi tiempo en la Fundación Nuevas Bandas. Hay nuevas generaciones. Quiero dedicarme a otras cosas. Además de la música, deseo adentrarme en la gestión cultural en general", asegura. Vislumbra un año 2022 inmerso en lo que llama cultura municipal, en actividades locales en zonas donde se genera la cultura en las comunidades, bien sea barrio o urbanización. Es un proyecto apoyado por organismos internacionales. En la Fundación Nuevas Bandas quedaría Max Manzano. "Yo seguiré siendo presidente, pero un presidente lo que hace es firmar y decir ciertas cosas de vez en cuando. El director general es él, quien tiene su equipo. Yo tengo otros proyectos, para los que tengo otros grupos de trabajo", comenta. Félix Allueva prepara hasta una obra de teatro con banda en vivo. Dos personajes: un psicólogo y él. Ambos indagan en la vida desde recuerdos musicales. También está La Espiral, un espacio para la conversación sobre la música. Por ejemplo, cómo el heavy metal ha mutado o cómo la música urbana se equipara con lo que pasó con la salsa hace unas décadas. "Ver cómo se repiten los fenómenos de maneras distintas", explica. También alista dos libros. Uno sobre producción musical y otro será un diario visual, en el que con fotografías construye la historia del pop y el rock en Venezuela. "Será diferente a lo que he hecho antes", aclara. Y no es todo. Menciona las catas musicales, en la que con un especialista profundizará en un disco de una banda mientras disfruta algún licor. El testigo. Max Manzano es el director general de la Fundación Nuevas Bandas. En los meses recientes se ha encargado de organizar la celebración de los 30 años del Festival Nuevas Bandas. La novedad por la conmemoración es el lanzamiento del disco doble "La culpa es del jurado: 30 Años de Nuevas Bandas", también editado con el apoyo de Provea. Es el registro en tarima de varias de las agrupaciones que han estado en el certamen desde 1991 como El Quinto Combo, Caramelos de Cianuro, La Calle, La Leche, La Corte, Candy 66, Luz Verde, Submarino, Okills, Del Pez, Polyman, Technicolor, LaFleur, Anakena y Wilmer Franco. Son 500 copias en físico. Una vez agotadas, la idea es subirlo a plataformas. "Son grabaciones de consola. Algunas tienen fallas de origen, pero con el feeling de ese momento. Claro, acá se muestra el material con mejor calidad de ejecución y grabación", agrega Manzano sobre registros de principio de los noventa, así como de años más recientes. Hay muchas grabaciones que se sabe que existen, pero que no se encontraron. "Metimos lo que hallamos y suena bien. Mucha gente preguntará por bandas como Viniloversus, La Vida Bohème, Charliepapa. Son ausencias que pesan. De esa generación no encontramos ni una, salvo Rawayana, pero no estaba en la calidad indicada. Eso dolió bastante", explica. Hay otros artistas que no quisieron sumarse. "Y es respetable. No todo el mundo acepta ese formato punk de esos años, con un sonido muy juvenil, y hasta con pelones. Ahora están en otro nivel, más pop, con mayor calidad de producción", comenta Max Manzano. Inicialmente los 30 años iban a ser celebrados con un espectáculo que reuniera sobre el escenario a varios de los grupos que han pasado por el Festival Nuevas Bandas, así como también evaluaron una sesión en homenaje a esas agrupaciones que han trascendido a partir del certamen, pero llegó la pandemia. El título "La culpa es del jurado..." obedece a que cada año cuando se anuncia el ganador del festival, hay gente que cuestiona la selección. Surgen las críticas a los miembros del jurado, al que muchas veces recaen sin ningún tipo de pruebas acusaciones de haberse vendido. El Festival Nuevas Bandas es la concreción de varias actividades musicales de finales de los ochenta encabezadas por Félix Allueva. "En 1991 se oficializó la primera muestra de bandas. En esa época era una exhibición de agrupaciones, y en 1994 surgió la figura del ganador", recuerda el director general. Es un tema que siempre ha generado discusión. Hay quienes aseguran que desvirtúa la experiencia musical. Allueva apostó por el concurso para buscar el reconocimiento a una banda destacada cada año, y así darle una notoriedad que resonara en medios y en el público. "Si, me preguntas, prefiero que la gente disfrute ese banquete y que cada uno se quede con su preferida. Pero yo entré a esta casa bajo esas condiciones", subraya Max Manzano, quien ingresó a la Fundación Nuevas Bandas como pasante en 2003. El reto ahora es superar las circunstancias de la pandemia, así como los problemas de combustible, que dificultan la movilización, además de las condiciones políticas, económicas y sociales a las que se han enfrentado desde hace años. Tags #Félix Allueva #El acecho de una silenciosa exclusión #Rock venezolano Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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