Chance the Rapper lleva la batuta Viernes, 16 de Marzo de 2018 Personaje único en su especie, Chance the Rapper (Chicago, 1993) ocupa un sitial destacado en el panorama contemporáneo del hip hop. De su generación, la posterior a los actuales monarcas del género, los treintañeros Kendrick Lamar y Drake, su nombre es el más influyente. Al igual que Kanye West, su ídolo, Chancelor Jonathan Bennett dicta la pauta para el resto. Es su dedo el que señala hacia dónde va el futuro de la escuela musical de mayor resonancia en el mundo por estos días, como indican los balances de la industria durante el 2017, el año en que por primera vez el rap y el R&B superaron al rock en alcance global, tendencia que, según los analistas, es irreversible y se acentuará con el tiempo.Chance the Rapper simboliza los cambios que ha sufrido el hip hop desde su aparición en los setenta. Comparado con clásicos como N.W.A. y Tupac, que mataban policías en sus letras y lucían temibles, puede que en una primera aproximación parezca una inofensiva versión de sus ancestros vestida con jardinera y apta para todo espectador. Alguna vez fue consumidor de Xanax, vicio común entre sus congéneres, pero ahora es un joven padre de familia que cultiva un perfil cristiano, es devoto de su pequeña hija y realiza obras humanitarias. Aunque posee cierta excentricidad como MC, tiene una voz amable y acusa notorias inclinaciones gospel. En su cara de niño eterno siempre se dibuja una sonrisa, tan inamovible como la gorra que nunca se saca, la guinda de la torta de un look de alegre dibujo animado de carne y hueso. Pero, detrás del aspecto amistoso, hay un astuto hombre de negocios que vive del merchandising de su página web, en la que vende todos los implementos necesarios para lucir como él. Los ingresos que obtiene mediante esa vía le han permitido lanzar toda su música en línea de manera gratuita.Desde luego, su modelo de trabajo alarma al status quo. Chance the Rapper se financia a sí mismo y se niega a firmar contratos con sellos, lo que le permite absoluta libertad creativa. Una de sus canciones más conocidas, No Problems , en compañía de Lil Wayne, otra figura muy influyente del rap, habla del desdén que siente por las corporaciones discográficas. En su gira del año pasado, proyectaba en las pantallas una serie de gráficas parodiando los logos de todas las grandes compañías. Su actuar no tiene una pizca de inocencia: quiere barrer con lo que existe y fundar algo nuevo. Además, cuenta con el apoyo de importantes socios que buscan lo mismo, aunque con la finalidad de dominar por completo la escena tras barrer con sus enemigos. El estreno de "Coloring Book", su último mixtape, fue una exclusiva de Apple durante sus dos primeras semanas. Ganó medio millón de dólares con el trato.En un medio tan competitivo como el hip hop, su éxito es celebrado y resentido a partes iguales. Unos ven a un pionero, un profeta de lo que será la versión dos punto cero de la industria musical, un genio que ha sabido salirse con la suya haciendo que el mundo se adapte a sus reglas. Otros señalan que sus alianzas comerciales le quitan la categoría de artista independiente, igual que su relación de trabajo con una de las agentes más poderosas del medio, Cara Lewis, quien asesora a Eminem y Rihanna, entre otros. Lo cierto es que su prestigio se basa en sacrificar ciertas comodidades y asumir una mayor carga de trabajo para hacerse escuchar distribuyendo libremente su música. Otro pilar de su renombre es la autenticidad: al revés de muchos de sus colegas, no esconde sus orígenes. Viene de una familia de Chicago con un buen pasar, una madre empleada como secretaria en la fiscalía general y un padre que trabajaba para Barack Obama, al que conoció personalmente. Quizás de ahí viene su entendimiento de la importancia de tener contactos.El año pasado, cuando estrenó un sereno tema llamado First World Problems , el polemista Joe Budden, prominente opinólogo del género, salió en su popular webshow burlándose de Chance the Rapper por recurrir a un estilo hablado y suave, y por ser demasiado optimista para su gusto. El diagnóstico de Budden, muy propio de la vieja escuela, deja de lado un factor como la expansión mundial del rap, adoptado por todas las culturas imaginables. Después de pasar por infinitos filtros, desde cruzas con el shoegaze como las de Dälek hasta el rap mapuche de Wechekeche ñi Trawün, lo que en un principio parecía regido por una sola estética ahora es una celebración cosmopolita que no sabe de límites. Entre sus filas, la pérdida reciente más sensible es la de Lil Peep, quien antes de fallecer de una sobredosis accidental a los 21 años, en noviembre pasado, prometía ser la mayor figura del emo hip hop, un género perfectamente descrito por su nombre, incubado en Soundcloud a punta de samples de Slayer, Underoath, Death Cab for Cutie, Avenged Sevenfold y Oasis. Desde luego que hay un espacio para Chance the Rapper en un circuito así de variado. Un trono, de hecho. Andrés Panes Tags # Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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