Bob Dylan: la carretera infinita Recorriendo los arquetipos dylanescos Lunes, 30 de Agosto de 2021 (Publicado originalmente en revista #Rockaxis215, mayo de 2021) Bob Dylan pertenece a ese selecto grupo de músicos que se ha transformado en un caso de estudio académico o “Dylanología”, según el periodista Grayson Haver Currin de la prestigiosa revista Mojo. Y no se equivoca. Inmiscuirse en el análisis de todos los aspectos que conforman la vida y obra de Robert Allen Zimmerman asegura un viaje por las galaxias de una discografía con varias dimensiones, una aventura por los bosques frondosos de referencias culturales y eventos históricos, una carretera infinita de mensajes codificados en una amalgama de estilos musicales. ¿Cómo sortear entonces este huracán melomaniaco sin caer cuesta abajo como una piedra rodante? La respuesta, amigos y amigas, está flotando en las canciones. Por Pablo Cerda Según el diccionario de la Real Academia Española, la palabra arquetipo se define como un “modelo original y primario en un arte u otra cosa”. En concordancia con su significado, Bob Dylan ocupó este concepto para referirse a Buddy Holly en su discurso de aceptación para recibir el Premio Nobel de Literatura. «Él era el arquetipo. Todo lo que yo no era y quería ser». ¿Es Bob Dylan el retrato de lo que un artista debe ser? La “Dylanología” o «el tenaz análisis de cada detalle relativo a la vida, al arte o a cualquier cosa cercana a la órbita de Dylan», ha tratado mil veces de responder esta pregunta descifrando las imágenes que se manifiestan tanto en sus treinta y nueve discos de estudio, como también en una infinidad de material en vivo, sencillos y bootlegs, etc. Más que una guía de recomendaciones de sus mejores discos o un recuento por épocas, ejercicios ya efectuados en otras publicaciones, Rockaxis sugiere un análisis desde las distintas perspectivas que alimentan la obra de Dylan: el amor, la narración de historias, la religión y la política, con una mezcla entre las canciones obvias y las que no lo son tanto. Ya lo decía Carl Jung: «la vida nace solo de la chispa de los opuestos». Y vaya que tiene razón. No por nada, Dylan y Jung forman parte de la carátula de “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” (1967) de The Beatles, en ese collage creado por los artistas Peter Blake y Jann Haworth, donde aparecen parte de los personajes más relevantes del siglo XX. Sintiendo el amor «Desde un punto de vista femenino, ¿qué testamento es más conmovedor que las palabras “te amo más que la locura” en ‘Wedding Song’?», reflexiona Patty Smith cuando tiene que escoger sus canciones de amor preferidas de Bob Dylan en la revista Rolling Stone. Difícil no estremecerse ante un artista que, además de cargar con la cruz de ser “la voz de una generación” por sus canciones políticas, tiene un costado autobiográfico que causa otro tipo de fascinación. La constante pugna entre lo público y lo privado, entre el amor y el desamor, y a veces, incluso, entre el drama y la comedia, lo convierten en la figura iconoclasta que retrata las relaciones de pareja con una vulnerabilidad exquisita que se transfigura en canciones honestas, introspectivas y desnudas. A pesar de que ostentan un punto de vista masculino, Dylan cubre a sus musas en un manto de anonimato que no solo proporciona el seductor velo del secretismo, sino que permite que las palabras, las frases y las metáforas sean lo más dúctiles posibles a fin de evitar la estrechez de la personificación en pos de la universalidad interpretativa para trascender géneros, edades, geografías y espacios temporales. Smith lo sintetiza así: «pocos son capaces de competir con él en la profundidad y la amplitud de su investigación y su expresión del amor». ‘Just like a woman’ (1966) “Blonde on Blonde” Disfrazada bajo los cánones de una balada, ‘Just like a woman’ es un dibujo complejo sobre el desamor, la decepción y la adoración. No se sabe con exactitud a quién va dirigida, pero muchos estudiosos apuntan a Edie Sedgwick, protegida de Andy Warhol que cayó rendida ante los encantos del músico en una relación que duró pocos meses, hasta que Dylan se casó con Sara Lownds. La estructura de la canción es pura sofisticación, con su letra cadenciosa, su armónica fina y sus arreglos delicados, un clásico absoluto que resalta sus dotes como compositor. El libro “Bob Dylan: Todas sus canciones” (2018), de Philippe Margotin y Jeanmichel Guesdon deja también un interesante apunte sobre la crítica que hace la novelista y figura del movimiento feminista Women’s Lib, Marion Meade, en su columna del New York Times el 14 de marzo de 1971: «no existe un catálogo más completo de insultos sexistas que esta canción, en que, para Dylan, la avidez, la hipocresía, el carácter quejumbroso y la histeria serían las características naturales de la mujer». Tanto con sus luces como con sus sombras, es innegable que estamos ante una de las obras definitivas del country-rock americano, una lección de romance turbulenta, pero lección, al fin y al cabo. ‘Wedding song’ (1974) “Planet Waves” Una potente declaración de amor que se inspira en la comedia musical de K. Weills, “La Ópera de los Tres Centavos”. Su letra gira en torno a Sara Dylan, la madre de sus hijos, la mujer que le salvó la vida y la receptora de un amor que dice ser más grande que cualquier cosa. También hay señales de dolor, quizá de venganza, y un deseo de ser perdonado, pero se deja ver la esperanza en que todo lo que han superado juntos los llevará a algo mejor, sobreviviendo a las dificultades propias de una relación que sufre los embates del desgaste. El detalle que ‘Wedding song’ sea el cierre del disco “Planet Waves” (1974) no deja de ser curioso, pues el siguiente disco “Blood on the Tracks” (1975) es el testamento del final de su matrimonio. 'Make you feel my love' (1997) “Time Out of Mind” Es una de las canciones más aclamadas de la etapa noventera del oriundo de Minnesota y los argumentos para defender esta posición en el inconsciente colectivo resaltan a la primera escucha. Primero, se desmarca del resto de “Time Out of Mind” (1997) por su sobriedad, y esto no tiene que ver con efectos atmosféricos ni nada parecido, sino que con la intensidad de Dylan dedicado en cuerpo y alma al piano. Segundo, es una canción de amor tan sincera que es difícil no dejarse encantar por su letra directa, sin esos recovecos metafóricos que desorientan al receptor, es una confesión a corazón abierto en la que el hablante lírico quiere derramar su amor sin tapujos. En tercer lugar, está su repercusión, ya que la lista de artistas que la ha interpretado se empina hasta los 459. El primer acercamiento vino con la versión de Billy Joel antes incluso de que se lanzara la original de Bob, ya que justo en esa época Columbia Records estaba preparando el tercer volumen de grandes éxitos de Joel. A falta de una canción nueva que atrajera la atención al lanzamiento, el presidente del sello Don Ienner le sugirió que grabara algo de un artista que admirara, como Bob Dylan. El círculo de Dylan le facilitó el demo de ‘Make you feel my love' y Joel quedó prendado. No solo se convirtió en un hit, sino que pasó a ser un estándar de la canción de amor en toda su ley, influjo al cual no se pudieron resistir ni David Bowie, ni Bryan Ferry, ni Michael Bolton, ni Adele, ni tantos otros. El contador de historias «Definitivamente Dylan creó un nuevo estilo de composición. Él le transmitió el mensaje a The Beatles de que podías escribir canciones con otros temas, no solo de amor», le dijo Pete Townshend de The Who a la revista Rolling Stone en 2012. Durante toda su carrera, Bob Dylan ha mezclado distintas maneras de contar historias con recursos variados, desde las letras convencionales hasta la destrucción completa de la narrativa. En su primera etapa tomaba inspiración del country de Hank Williams, del blues Muddy Waters, del rock n’ roll de Little Richard y del folk de Woody Guthrie, quienes impregnaron sus formas de relato, un poco más lineales si se quiere. La “técnica de collage” de poetas como William Burroughs, Ezra Pound o Allen Ginsberg en los sesenta lo marcaron a fuego, por ejemplo, en “Highway 61 Revisited” (1965), aunque de una manera no tan evidente. Más tarde, el enfoque cursa lo biográfico y hasta la ficción. «No es lo que escribe, sino cómo lo escribe», dice la web The Wire al respecto. ‘Like a rolling stone’ (1965) “Highway 61 Revisited” La mejor canción de todos los tiempos según la revista del mismo nombre. ‘Like a Rolling Stone’ es una de las canciones que cambió la historia del siglo XX y convirtió a Dylan en un símbolo de la cultura popular, capaz de encapsular la convulsión de una década completa en seis minutos y trece segundos. A simple vista el narrador parte en un tono de venganza, un ataque poético ante alguien que se ve enfrentado a la cruda realidad tras una vida de privilegios, todo envuelto en la sutileza de una pluma privilegiada. Bajo su matriz corre una ácida crítica a la sociedad de los 60, casi como avizorando la resaca juvenil que vendría a finales de la década mucho antes del final de Woodstock, con un increíble sentido premonitorio. Según el libro “Bob Dylan: Todas sus canciones” de Philippe Margotin y Jeanmichel Guesdon, su extensa letra viene de un texto de quince páginas, como si estuviera armando un rompecabezas entre la burla, el menosprecio y hasta algo de compasión. El colchón que arman el piano de Paul Griffin y sobretodo el órgano de Al Kooper permite que las guitarras de Mike Bloomfield, Al Gorgoni y del propio Dylan descansen en un vaivén de emociones que llegan a su máxima expresión gracias a una armónica punzante, un portal hacia una nueva dimensión musical que abre la batería de Bobby Gregg. El editor de Rolling Stone David Fricke lo ejemplifica claramente en el documental “7 Ages of Rock”: “Lo más emocionante es el golpe inicial del tambor. Es como un juez golpeando un martillo en el estrado y diciendo: ‘Atención, se llama al orden a la historia’”. ‘Hurricane’ (1976) “Desire” Se dice que, de no haber sido por la canción de Bob Dylan, la historia del boxeador Rubin “Hurricane” Carter nunca hubiese calado tan hondo en la cultura americana. Como en sus mejores épocas, el cantautor enarbola una encendida denuncia sin ánimos de fomentar un single, pero con el minutaje apropiado para desarrollar la historia de la manera más completa y explícita posible. Dylan se cuadra con el deportista frente a la detención ocurrida el 14 de diciembre de 1966 por un triple asesinato acontecido en Paterson, Nueva Jersey. El músico visitó al deportista en la cárcel, organizó dos conciertos a beneficio y compuso la canción que llevaría el apodo de Carter junto al director de teatro Jacques Levy, aludiendo a su inocencia. La conmoción que causó la canción llevó a que el boxeador tuviera un nuevo juicio y fuera sobreseído en 1988. “Hurricane” Carter murió en abril de 2014, pero se ganó la inmortalidad gracias a un texto brillante por parte del músico estadounidense, que se nutre del violín de Scarlet Rivera y de las congas de Leon Luther, sumándole un detalle especial a una de las crónicas más atractivas del mundo dylanesco. 'High water (For Charley Patton)’ (2001) “Love and Theft” Decir que “Love and Theft” es un álbum ecléctico podría ser un lugar común, pero estamos hablando de un registro con múltiples influencias que abrazan el country, el ragtime, el blues y el western swing, estilos que se desarrollaron mucho antes de que Dylan naciera. Una de las historias más intensas es la de ‘High water (for Charley Patton)’, con una dedicatoria al bluesman del Delta, Charley Patton, y el relato de la crecida del Mississippi en 1927, que inundó unos 70 mil kilómetros cuadrados y provocó la muerte de 200 personas. En su letra, se puede leer el verso «No me busques, dijo ella / ¿No ves que yo también me estoy hundiendo?» en un tono casi apocalíptico, como si esa historia del siglo XX se conectara con un siglo XXI sumergido bajo las aguas caudalosas de los desastres naturales que asolaron con furia en los años venideros y también de la política internacional en tensión. ¿Coincidencia desafortunada? “Love and Theft” se lanzó el 11 de septiembre del 2001, el mismo día del atentado a las torres gemelas. Aún así, fue un éxito y fue el número uno de la década, según la revista independiente Glide. Golpeando las puertas de la espiritualidad «Confiar en tu espíritu es saludable. Si Dylan se acercó a Jesús porque buscaba un sentido de pertenencia, o lo que sea, quizá el siguiente paso será ver lo bueno de esa experiencia y también el otro lado», comentaba John Lennon sobre la conversión de Dylan. De hecho, el ex Beatle parodió la canción ‘Gotta serve somebody’ en ‘Serve yourself’, un corte que aparece en el box-set “Lennon Anthology” (1998). Nacido en el seno de una familia judía, Dylan se convirtió al cristianismo en 1979 iniciando así una triada de discos en los que proclama su devoción por Jesús. Sí, hablamos del mismo artista que llamaba a «no seguir a los líderes» en ‘Subterranean homesick blues’. “Slow Train Coming” (1979) fue el primer álbum en abrazar los temas religiosos con una fuerte influencia del góspel, todo gracias al coro compuesto por Helena Springs, Regina Havis y Carolyn Dennis. El disco tuvo un éxito mesurado y ganó un Grammy, pero ya para el siguiente, “Saved” (1980), no corrió la misma suerte. Fue destrozado por la crítica y los fanáticos, tanto que hasta hoy es considerado como una de sus obras más olvidables. “Shot of Love” (1981) cierra esta etapa con una búsqueda un poco más rockera entre la predominancia del góspel y de la palabra de Dios en sus letras. En los años venideros, Dylan regresó al judaísmo, recuperó sus viejas canciones, que había desechado en las giras del Gospel Tour, y sumó las referencias bíblicas a su vocabulario temático como lo hace con el amor, la historia o la política, ya no cómo un predicador, sino como un artista crítico del mundo que lo rodea. ‘Knockin' on the heaven's door’ (1973) “Pat Garrett & Billy the Kid” Una de las canciones más sencillas compositivamente hablando, pero con una fuerza espiritual lo suficientemente robusta para imponerse en las listas de éxitos. Es la única canción no instrumental de la banda sonora que Bob Dylan creó para la película de new western “Pat Garrett & Billy the Kid" de Sam Peckinpah, que primero contó con el rechazo del arreglista de la película, Jerry Fielding, quien reclamó que Dylan no entendió lo que él buscaba y el músico tuvo que volver a trabajar. Más allá de su relación con el film, ‘Knockin' on the heaven's door’ se puede leer como una plegaria para un Estados Unidos que estaba sufriendo el trauma post Vietnam y el terremoto político del Watergate. El hablante lírico busca la redención, cuestiona sus acciones y espera el juicio final confesándose con la única persona capaz de curar las heridas de mil batallas, la madre. Como era de esperarse, Dylan le dobló la mano a Fielding. La canción ocupó el puesto 12 en las listas de éxitos y es una de las creaciones más versionadas del compositor. Eric Clapton hizo lo suyo en 1975 con un gran éxito en Francia, pero la versión de Guns N’ Roses para “Use Your Illusion II” (1991) es la que pateó las puertas de la popularidad a nivel planetario. Gracias a Axl y sus secuaces, la Generación X tuvo una ventana abierta hacia el mundo dylanesco. ‘Gotta serve somebody’ (1979) “Slow Train Coming” La primera muestra de la conversión de Bob Dylan inaugurando su “época cristiana”. El verbo “servir” tiene un gran peso en esa tradición religiosa, ya que se trata de prestar asistencia a quien lo necesita, pero también es un acto de devoción hacia la figura venerada. El mensaje en el abrelatas de “Slow Train Coming” es perceptible a simple la vista, puedes ser la persona más importante del mundo, un embajador, un campeón del mundo o una socialité, pero siempre vas a “servirle” a alguien, «ya sea al diablo o al Señor», dice el convertido cantautor. En su artículo “100 Greatest Bob Dylan Songs”, la revista Rolling Stone rescata una elocuente frase de Sinéad O'Connor con respecto a esta canción: «tenía 13 años cuando mi hermano mayor Joseph trajo a casa una copia de “Slow Train Coming” y me voló completamente la cabeza». ¿La canción que más le llegó a la cantautora irlandesa? Claro, ‘Gotta serve somebody’. «Vivía en una familia católica y la única música religiosa que habíamos escuchado era horrible, pero cuando esa canción salió en Irlanda, me cambió la vida. La letra es brillante. El mensaje es que no importa lo que hagas con tu vida, estás cagado si no hay algo que te mantenga de pie», recuerda. 'What can I do for you' (1980) “Saved” Dylan abre la movida década de los ochenta con la segunda parte de su trilogía espiritual usando otro concepto clave para el cristianismo: la “salvación”. Particularmente en 'What can I do for you', el músico da las gracias a Dios por habérselo dado todo y también se muestra en deuda con él. Representa la aceptación del destino bajo una ambientación instrumental cristalina, mientras su canto penetrante y la armónica electrificada llevan directo al fervor espiritual. Fue una de las que interpretó con más ahínco durante el “Gospel Tour”, un recorrido que partió el 1 de noviembre de 1979 y terminó el 21 de mayo de 1980, gritándole a los cuatro vientos su nueva fe. Esta era la gira promocional del anterior “Slow Train Coming”, pero fue el semillero de las nuevas canciones que Dylan usó para recorrer su camino místico, en el que nacieron composiciones como ‘In the garden’, ‘Saving grace’ y, por supuesto, ‘What can I do for you’, entre otras. La portada original de “Saved” es una pintura de Tony Wright en la que se muestra la mano de Jesús apuntando desde el cielo con su dedo índice mientras otras manos están tendidas hacia arriba, una obra que el sello Columbia sustituyó en 1985 por una imagen borrosa de Dylan en vivo, todo para mitigar la imagen de un héroe que pasó de la protesta a la salvación. Soplando en el viento En una entrevista con Rolling Stone en 2019, Joan Báez escogió ‘Blowin in the wind’ como una de sus canciones de protesta favoritas. «Su mensaje es universal», dijo la cantautora. Más allá de su relación sentimental, Baez y Dylan comparten un rol crucial en la música protesta de los sesenta. El apoyo de Baez fue literalmente como tener a Dios de su lado, ella fue la que introdujo a Dylan en esos círculos musicales que lo verían nacer. El análisis del Dylan político casi siempre se remite a esa primera época, pero a medida que su hambre de fama iba creciendo, más se conflictuaban sus principios políticos y artísticos. Nunca estuvo contento con la etiqueta de cantante de protesta y, de la misma manera en que le enseñó a The Beatles a no cantar solo sobre el amor, él trataba de enseñarle al mundo que no tenía que cantar solo de política. En su artículo “Lo que no se ha dicho sobre Bob Dylan, el premio Nobel de Literatura”, el catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Vicenç Navarro dice que «muchos personajes críticos con las estructuras del poder en su juventud se acomodan más tarde a éstas y se convierten en sus portavoces», tomando el ejemplo del comercial de Chrysler que protagonizó el artista para el Super Bowl en 2014. A pesar de la crítica, su catálogo muestra que, en cualquier época, Dylan mantiene una pluma filosa. Su romance tormentoso con la canción política siempre ha sido intrigante, pero es precisamente ese catálogo el que no sucumbe ante el paso del tiempo y, es más, sigue siendo universal, como diría la siempre lúcida Báez. ‘Blowin in the wind’ (1963) “The Freewheelin’ Bob Dylan” Un himno que ha pasado de canción protesta a canción religiosa debido a una adaptación que se conoce como ‘Saber que vendrás’, en el mundo de la Iglesia Católica, uniendo dos arquetipos dylanescos. Nació rápidamente el 16 de abril de 1962 en la cafetería The Commons, ícono del circuito folk de Greenwich Village. Esa ráfaga de inspiración con la que Dylan escribió preguntas que solo el silbido del viento puede responder fue la banda sonora para manifestaciones como la marcha del 28 de agosto de 1963, cuando el grupo Peter, Paul & Mary se tomó el Lincoln Memorial de Washington como parte de las protestas por los derechos civiles lideradas por Martin Luther King Jr. y la convirtieron en leyenda. En 1971 fue parte del Concierto por Bangladesh, aunque cuando Harrison le preguntó si iba a cantarla, su autor le devolvió un agudo «¿y tú vas a cantar ‘I wanna hold your hand’?», y en 1985 fue parte del cierre del Band Aid, llegando a generaciones completamente distintas. Se estima que Dylan ha tocado la canción más de mil veces en los últimos 50 años, lo que da cuenta de que sus interrogantes plasmadas en tres estrofas de ocho versos aún están sin contestar. ‘Masters of war’ (1963) “The Freewheelin’ Bob Dylan” Compuesta tras la crisis de los misiles de Cuba en octubre de 1962, ‘Masters of war’ es el fiel reflejo de los aires de su época. Una canción tensa y oscura, con el peso de la Guerra Fría sobre sus hombros. La ironía de su letra impacta al público norteamericano porque no es un típico canto antibélico, sino que una crítica mordaz hacia los que obtienen réditos de la industria armamentista. De hecho, el mismo Dylan deja bien clara su posición en una entrevista con el USA Today en 2001: «No soy pacifista, nunca lo he sido. Si analizas bien la canción, habla de lo que dice el presidente Eisenhower sobre la amenaza del complejo militar e industrial de este país. Creo firmemente que todo el mundo tiene derecho a defenderse mediante todos los medios necesarios». Según recoge el libro “Bob Dylan: Todas sus canciones”, Dylan tocó la canción en la Academia Militar Estadounidense en 1990 sin la última estrofa que comienza con la frase «y espero que mueran, y que su muerte llegue pronto». En sus palabras, «nunca antes había escrito algo así, nunca canto canciones sobre gente que muere, pero en este caso, no pude evitarlo». ‘Murder most foul’ (2020) “Rough and Rowdy Ways” El cierre del trigésimo noveno disco de Dylan es de largo aliento. En sus casi 17 minutos, ‘Murder most foul’ niega la nostalgia y representa el presente de su autor, caminando entre la profundidad del luto, el peso de la historia y el culto hacia referencias musicales que se extienden a medida que su voz se vuelve más herida, abrumada y vacilante. El asesinato de John F. Kennedy en noviembre de 1963 es uno de los hechos políticos más importantes del siglo XX, y figura en este opulento corte no tanto como una verdad histórica, sino como un suceso que sacude la conciencia del artista con la distancia que le han regalado los años. Para la revista Mojo, la canción no puede ser más oportuna: «llega en un momento crítico en la historia de los Estados Unidos, justo cuando el presidente de la post-verdad agita la sospecha de que el COVID-19 es un fraude. Para Dylan, la muerte de Kennedy simboliza el asesinato de la confianza, más allá de los detalles». Tags #Bob Dylan Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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